Opinión
Potencial oculto: ¿para qué sirve un recién nacido?
Aunque a veces nuestras acciones puedan parecer pequeñas o frágiles, en su interior pueden tener la capacidad de crecer, aprender y tener el potencial oculto de contribuir a la sociedad.

En el transcurso de la vida, nos encontramos con personas que dejan huellas imborrables en nuestro camino. A menudo, estos encuentros se producen en momentos inesperados, y sus enseñanzas pueden transformarse en guías para nuestro futuro. Uno de esos maestros para mí fue un profesor de la universidad. Su enfoque apasionado y su capacidad para conectar la teoría con la realidad dejaron una marca profunda en mi vida profesional.
En una de sus clases, el profesor Sergio compartió una anécdota que resonó en mí y que todavía recuerdo con gran aprecio: la historia de Michael Faraday. En el siglo XIX, Faraday presentó sus descubrimientos sobre la electricidad y la inducción electromagnética. En aquella época, la electricidad no tenía aplicaciones prácticas claras y algunos políticos y científicos escépticos cuestionaron su relevancia: “Pero, señor Faraday, ¿para qué sirve la electricidad?”, le preguntaron. La respuesta de Faraday fue brillante y reveladora: “¿Para qué sirve un recién nacido?”.
Con esta metáfora, Faraday no solo defendía la electricidad, también ofrecía una reflexión más profunda sobre el potencial oculto en todo nuevo descubrimiento. Al igual que un recién nacido que, aunque aparentemente frágil e inútil, tiene en su interior la capacidad de crecer, aprender y contribuir a la sociedad, la electricidad también tenía un futuro brillante por delante. Esta respuesta no solo abordó la curiosidad de sus contemporáneos, sino que además reflejó una verdad universal: muchas de las cosas que hoy damos por sentado alguna vez fueron consideradas innecesarias o irrelevantes.
Esta anécdota ha sembrado en mí una enseñanza que ha madurado con el tiempo y ha acompañado mi vida profesional. En el camino de la gerencia de proyectos, he aprendido que muchas veces no entendemos el impacto de los esfuerzos que hacemos o de las decisiones que tomamos en el presente. Sin embargo, si seguimos adelante con constancia y entendimiento, esos proyectos que inician como ideas aún borrosas pueden madurar y tomar forma, convirtiéndose en contribuciones significativas para nuestra sociedad.
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Es fundamental reconocer que nuestros descubrimientos y logros no solo tienen un impacto en nuestro presente, sino que también iluminan el camino para aquellos que vienen detrás de nosotros. Me gusta imaginar la vida como una carrera de relevos, donde cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de pasar la batuta a la siguiente generación. Cada innovación, cada avance, y cada lección aprendida se convierten en puntos de referencia para los que siguen, ofreciéndoles la oportunidad de construir sobre lo que hemos establecido.
Es a través de esta conexión intergeneracional que se logran los grandes cambios; nuestros esfuerzos pueden sembrar las semillas que florecerán en el futuro, creando un legado de progreso y esperanza. Al mantener viva esta visión, no solo fortalecemos nuestro propio propósito, también contribuimos a la creación de un futuro más brillante para los demás.
La realidad es que en el mundo laboral, así como en la vida, no siempre tenemos todas las respuestas. Nos enfrentamos a desafíos, incertidumbres y momentos de duda que pueden poner a prueba nuestra determinación y resiliencia. Estos obstáculos son parte integral del viaje, y es natural sentirnos desalentados en ocasiones. Sin embargo, es esencial que nuestros proyectos y objetivos tengan un propósito claro, ya que es este propósito el que nos proporciona dirección y motivación. Cuando nos mantenemos enfocados en la razón por la cual comenzamos, encontramos la fuerza para perseverar, incluso cuando el camino se torna difícil.
En el contexto actual, donde la inmediatez y los resultados rápidos parecen ser la norma, es fácil perder la paciencia y la fe en nuestros esfuerzos. Sin embargo, es crucial recordar que las grandes innovaciones y descubrimientos a menudo requieren tiempo y dedicación para desarrollarse. Es en este espacio de espera y crecimiento donde se forjan nuestras más valiosas enseñanzas.
En conclusión, la vida está llena de maestros y cada uno de ellos tiene algo único que enseñarnos. La anécdota de Michael Faraday, compartida por mi querido profesor, es un recordatorio poderoso de que, aunque a veces nuestras acciones puedan parecer pequeñas o sin sentido, cada esfuerzo cuenta.
Como profesionales, debemos abrazar la incertidumbre y tener fe en el proceso, confiando en que, con el tiempo, nuestras contribuciones se desarrollarán y se convertirán en algo significativo. Mantener el propósito claro y seguir adelante con determinación es la clave para transformar lo que hoy puede parecer un simple “recién nacido” en un futuro lleno de posibilidades.
María Angélica Bula Nader, gerente General de Dr. Andrés Durán Plastic Surgery