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El desmonte de las 23 carpas que quedaban se dio de manera pacífica. Foto: Esteban Vega La-Rotta | Foto: Esteban Vega

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Así fue el desmonte del campamento de venezolanos en Bogotá

Desde las 5:30 de la mañana 230 servidores públicos comenzaron a cerrar esta polémica medida tomada a mediados de noviembre por el Distrito.

15 de enero de 2019

Nació como una solución temporal para los 500 venezolanos que desde junio del año pasado habían invadido un parque en el sector de Fontibón. Y desde que se inauguró ha sido una medida ampliamente cuestionada, pues a la comunidad del barrio Luis María Fernández -en la localidad de Engativá- nunca se le consultó si estaba de acuerdo con la presencia de un campamento para migrantes junto a sus predios. Seis días después de haberse abierto, el 19 de noviembre, hubo desmanes por parte de 14 venezolanos cuyas acciones conllevaron a fuertes disturbios que la Policía y el Esmad tuvieron que contener.

Desde hacía una semana la Alcaldía ofrecía a los migrantes servicio de traslado al sitio donde fueran a hospedarse luego del cierre del campamento, bodegaje de equipaje por 30 días y traslado a la frontera con Ecuador, a varias ciudades del país y a la frontera con San Antonio del Táchira. Foto: Esteban Vega La-Rotta.

Ahora, luego de dos meses y mucha controversia, el campamento se cerró. Desde las 5:30 de la mañana funcionarios de la Alcaldía, Migración Colombia, e ICBF entre otros, acompañaron a los 83 venezolanos que quedaban a terminar de empacar sus cosas y a salir del campamento. La Policía también hizo presencia para evitar cualquier tipo de disturbio.

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Cristina Vélez, secretaria de integración social de Bogotá y quien lidera el campamento desde su creación, anunció esta mañana que, como habían prometido, el Distrito garantizó la transitoriedad del campamento y cumplió el plazo de cierre: 15 de enero de 2019. Añadió que desde hace una semana el Distrito les está ofreciendo a los migrantes 3 servicios: mudanza, bodegaje por 30 días de su equipaje y transporte hacia el sitio donde ahora vivirán.

Muchos migrantes tomaron el bus que los llevaba a la frontera con Venezuela en Norte de Santander para dejar las donaciones y comida que recolectaron en Bogotá y luego regresar a la capital. Foto: Esteban Vega La-Rotta.

Sin embargo, a medida que iban saliendo, los migrantes insistían en que no tienen a dónde ir y advirtieron que si llegaba la noche y no habían conseguido hospedaje, no tendrían otra opción más que invadir el espacio público de nuevo. Si bien ayer en la tarde partió un bus hacia la frontera como una de las ofertas que se les hizo a los que querían regresar a Venezuela, muchos de los migrantes que hoy quedaban en la zona insistieron en que la mayoría de aquellos iban solo a dejar las donaciones de ropa, comida y objetos que habían conseguido durante su tiempo en Bogotá y que luego planeaban regresar a la capital. Otros, cuentan los migrantes, planeaban quedarse en Cúcuta y en zonas rurales de Norte de Santander, ya que vieron lo hostil que una ciudad capital puede resultar en términos de empleabilidad y costo de vida.

La Alcaldía les ofreció a los migrantes servicio de bodegaje para su equipaje por 30 días. Foto: Esteban Vega La-Rotta.

Hacia las 11 de la mañana el campamento ya estaba desmontado. Quedaban unos 20 venezolanos a las afueras, la mayoría hombres menores de 30 años que no habían querido utilizar ninguno de los servicios ofrecidos por la Alcaldía y que rechazaron la oferta de hacer parte de los programas de capacitación laboral del IDIPRON, en donde les garantizarían esa formación y las tres comidas. En diagonal a ellos, sobre la misma carrera, unos 20 policías estaban a la espera de cualquier orden, en vista de que los migrantes no querían levantarse del andén. No obstante, no hubo necesidad. Poco a poco fueron entendiendo que debían salir de la zona, pues estaban invadiendo el espacio público, y desaparecieron entre la gente.

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¿A dónde fueron?

En el transcurso de la mañana la Alcaldía hizo más de 15 traslados y le garantizará hospedaje en el albergue del Distrito -ubicado en San Cristóbal- a 2 familias que en total sumaban 9 personas. No obstante, la mayoría de los venezolanos que había esta mañana afuera del campamento sostenían que lo más probable era que volvieran a invadir el espacio público, pues no tenían con qué pagar un arriendo.

Al tiempo, Cristina Vélez afirmó que para garantizar que el asunto no se salga de control todas las alcaldías locales de Bogotá tienen claro que el respeto del espacio público es crucial en este momento. “Una cosa es tener puertas abiertas a la migración, alternativas para los migrantes y otra cosa es la cero tolerancia a la invasión en el espacio público”, dijo.

El terreno del Distrito en donde funcionó el campamento humanitario desde el 13 de noviembre de 2018 quedó vacío hacia las 11 y 30 de la mañana. Foto: Esteban Vega La-Rotta.

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En los últimos ocho meses Bogotá pasó de tener 140.000 venezolanos a 283.000 (el tamaño de una localidad mediana de la capital) por lo que las autoridades son conscientes del desafío que la ciudad enfrenta en materia migratoria. La funcionaria reiteró que la opción de abrir otro campamento humanitario solo se daría en una situación extraordinaria pues le apuesta a soluciones de largo plazo para este fenómeno migratorio como el albergue temporal para migrantes del Distrito (que ofrece hospedaje por 3 noches a migrantes en condiciones de alta vulnerabilidad), el Supercade de Información para los venezolanos recién llegados en el terminal de Salitre, y el Centro Integral de Atención al Migrante que abrieron en diciembre pasado y a través del cual ya han brindado 1.000 atenciones psicológicas y legales a venezolanos. Falta ver qué ocurre en los próximos días con los que abandonaron el campamento sin alojamiento o rumbo fijo.