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Día de la Mujer: la violencia silenciosa contra las que hacen política

Desde comentarios machistas, descalificación por su forma de vestir, cuestionamientos acerca de su capacidad intelectual, hasta secuestros y asesinatos tienen que soportar aquellas que incursionan en la política.

8 de marzo de 2017

“Las vaginas del Senado se llenaron de malos pensamientos”. La frase la pronunció el conservador Roberto Gerlein en una sesión plenaria del Senado, en 1998, y fue su argumento para controvertir a Piedad Córdoba y Viviane Morales que en ese entonces señalaban de corrupción al presidente de la época, Andrés Pastrana Arango. “Que la senadora se preocupe de sus calzoncillos…”, fue el trino con el que el senador Ernesto Macías le pidió a su colega Claudia López preocuparse de sus asuntos, en lugar de referirse al Centro Democrático.

Dos frases infortunadas, dos ejemplos de los comentarios a los que se tienen que enfrentar las mujeres que decidieron incursionar en un campo dominado por los hombres, la política. Dos frases que demuestran que la violencia contra la mujer que ejerce un cargo público no se reduce a las agresiones físicas, en su mayoría, son los insultos, los agravios y la discriminación, las armas con los que sus contradictores pretenden apartarlas de la vida pública.   

La violencia contra la mujer en la política es un fenómeno del que apenas se habla, entre otras porque no hace mucho que las mujeres ejercen derechos políticos. En Colombia, sólo en 1954 se les otorgó el derecho a votar, y tres años más tarde pudieron elegir a sus gobernantes. Fue apenas el comienzo. Muchos años tuvieron que pasar para que se vieran avances, y que la mujer pasara de elegir a ser elegida.

Desde 1991 la participación en la política de las mujeres se triplicó; pasó del 7 % en el Congreso al 23 %, registrado en el 2014; en la Cámara de Representantes la presencia de mujeres se duplicó. La Ley de Cuotas (del año 2000) les impuso a los partidos políticos conformar sus listas de candidatos a corporaciones públicas con el 30 % de mujeres, pese a ello siguen siendo minoría en el parlamento colombiano.

Y es precisamente la violencia contra la mujer en la política una de las causas para que la participación de las mujeres se estanque. Los expertos definen este concepto como aquellos comportamientos dirigidos hacia las mujeres con el propósito de aburrirlas y que abandonen la política. En Colombia son muchas las mujeres que han resistido, y pese a los constantes ataques, ahí siguen vigentes en la política nacional.

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Las formas de violencia más conocidas contra las mujeres son la violencia física (asesinatos, secuestros, golpes, empujones, violación sexual) y la violencia psicológica (acoso sexual, acoso laboral, discriminación, difamación, gritos y descalificación).

Pero también se enfrentan a otro tipo de violencia, poco visible y no reconocida incluso por ellas mismas. Se trata de la violencia simbólica. Consiste en difundir imágenes sexualizadas, inventar rumores acerca de su vida personal, apagarles el micrófono en los debates públicos, quitarles el uso de la palabra,  denuncias falsas, abandonar los recintos cuando hablan, y hasta no dar crédito a sus ideas.

La violencia económica también es otro flagelo. Se presenta y se materializa en el daño a materiales de campaña, negación de recursos económicos durante el ejercicio del cargo o en la campaña, y la negación al acceso a instalaciones o formas de comunicación.  

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 “Soy el arquetipo de la violencia en la política contra la mujer”, confiesa Piedad Córdoba. “Me agreden por ser mujer, me agreden por ser afro y por mis ideas liberales”. La excongresista dice que los insultos son su pan de cada día. Los recibe por su forma de vestir, por su turbante, por sus ideas. Pero este tipo de violencia, dice, es una “nimiedad” ante el secuestro que padeció en los años 90 a manos de un grupo paramilitar, el exilio, dos atentados, la persecución política, y la inhabilidad para ejercer cargos públicos por 18 años. “Yo nunca he aparecido en un caso de corrupción – aclara Córdoba- y sin embargo los discursos de odio que recibo diariamente son muchísimos”. Por eso, ahora tiene la idea de impulsar un proyecto de ley en el Congreso para prevenir, sancionar y erradicar todo tipo de violencia contra la mujer en la política.

Claudia López, senadora de Alianza Verde, también se declara víctima de la violencia en la política. Ha recibido varias veces amenazas de muerte, intentos reiterados de desprestigio, sin contar los comentarios machistas, el estigma por pertenecer a la comunidad LGTBI. “Estamos mucho mejor que hace 30 años, pero algunos no quieren aceptar la Constitución del 91, algunos no quieren aceptar las diferencias”.

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Sofía Gaviria es senadora del Partido Liberal, se ha sentido discriminada, y varias personas le han faltado al respeto por ser mujer: “ganar ese respeto no ha sido fácil y se tiene que luchar”.

Lo que muchas mujeres en la política han tenido que soportar demuestra que, a diferencia de los hombres, el camino para ganarse el respeto y demostrar sus capacidades en la política es más tortuoso que el de sus compañeros.

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Ángela Rodríguez, directora ejecutiva del Instituto Holandés para la Democracia Multipartidaria (NIMD) y quien lideró el estudio Mujeres y Participación Política en Colombia (2016), le dijo a Semana.com que los ejemplos que encontraban en las líderes políticas encuestadas era que en los debates las personas las atacaban no por sus argumentos o ideas, sino por su forma de vestir, por su forma de hablar, o con asuntos de su vida personal.

Rodríguez agregó que le preocupa el hecho de que algunos actos de violencia son normalizados, sobre todo la violencia simbólica y económica: “Las mujeres que están en las ciudades están un poco más empoderadas, pero en las regiones, en el resto del país, es muy difícil que las mujeres puedan ser elegidas y que puedan ejercer sus cargos”.

Por ejemplo, varias alcaldesas y ediles se quejan de que cuando son elegidas hasta las personas de su propio partido político les niegan funciones como manejar el presupuesto, o las atacan con  falsas denuncias que interrumpen su ejercicio político. Además, se presentan amenazan contra su familia, y estos casos son más difíciles de denunciar. “Personas como Clara López, Gina Parody o Piedad Córdoba de alguna manera tienen más visibilidad y voz, pero la mayoría de las mujeres que quieren hacer política en las regiones, no”, explica Rodríguez.  

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Este flagelo no es un caso exclusivo de Colombia. Sin embargo, otros países han avanzado en la creación de mecanismos legales para la prevención, sanción y sanción de este tipo de violencia.

En México, por ejemplo, se creó la Procuraduría (Fiscalía) Especializada para la Atención de Delitos Electorales contra las Mujeres. Entre enero y abril del 2016, 38 casos de violencia fueron reportados. En Perú, el 26 por ciento de las candidatas afrontaron acoso político. En Bolivia se creó la Asociación de concejalas, que promovió la Ley 243 de 2012 para la “prevención, atención, sanción contra actos individuales o colectivos de acoso y/o violencia política hacia las mujeres, para garantizar el ejercicio pleno de sus derechos políticos”, ya que el 48 por ciento de las mujeres han sido víctimas en el ejercicio de sus funciones.

Rodríguez considera “imperativo” que se reconozca la violencia contra la mujer en la política, y que las instituciones, los partidos políticos, sus dirigentes, la Fiscalía, la Policía, las Cortes, la sociedad civil y la academia, empiecen a combatir este fenómeno. Su propuesta es tipificarla como delito.

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De hecho, en Colombia la Ley 1475 de 2011 establece como delito electoral el uso de la violencia para el ejercicio de la participación política, y la violencia contra la mujer sería una infracción de esta ley, pero no hay una hoja de ruta para denunciar delitos como violencia simbólica o económica.

“Además del problema que esto representa para la democracia, en la vida personal muchas mujeres después de haber ejercido su cargo, desean no volver a hacer política, pero además experimentan depresión y ansiedad… No es que las mujeres no quieran hacer política, es que no las dejan”, concluyó Rodríguez.

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Este 8 de marzo, como cada año, se celebra el Día Internacional de la Mujer. Una fecha en la que se conmemora la lucha de las mujeres por su participación en la sociedad, en igualdad de condiciones frente a los hombres. A pesar de los avances en el siglo XXI, las mujeres siguen siendo blanco de violencia, y hasta las que más alto han llegado en la vida pública han sufrido de agresiones silenciosas, por el solo hecho de atreverse a participar en política.