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Gobernación de Boyacá se pronuncia sobre presunta violencia racista en el municipio de Paya.
Gobernación de Boyacá se pronuncia sobre presunta violencia racista en el municipio de Paya. | Foto: Cortesía, Gobernación de Boyacá

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Gobernación de Boyacá se pronunció sobre las denuncias por presunta violencia racista en un colegio municipal

El gobierno departamental lamenta el testimonio y se encuentra a la espera de la decisión de la justicia.

4 de diciembre de 2022

En SEMANA, la profesora Kerlin Murillo Mena denunció presunta violencia racista en contra de ella y sus dos hijos mientras dictaba clases de inglés en una institución educativa en el corregimiento de Morcote, ubicado en el municipio de Paya. Frente al desgarrador testimonio, la Gobernación de Boyacá se pronunció, relatando sus últimas acciones en el caso.

“La Gobernación de Boyacá lamenta hechos que indignen la humanidad de los boyacenses o personas de otras partes del país, que vivan o presten sus servicios profesionales a este departamento”, dice el texto emitido por el gobierno departamental.

De acuerdo con el comunicado, los hechos habrían ocurrido desde el segundo semestre de 2021.

“La Secretaría de Educación, con su Dirección de Núcleo Educativo, adelantó los diferentes trámites para atender el tema con el rector de la institución educativa, se realizaron reuniones de convivencia, de lo cual son conocedores tanto el alcalde como el personero municipal y la Comisaría de Familia”, informó.

Denuncian racismo contra una profesora y sus hijos en colegio de Boyacá | Semana Noticias

Durante este proceso, la Secretaría de Educación de Boyacá se reunió con la docente para que expusiera el caso. También estuvieron presentes otros docentes de la institución. De esta forma, el departamento conoció la denuncia en el lugar de los hechos.

“Luego de esta reunión, se conoció que se puso en conocimiento de la Procuraduría este caso y que hasta el momento no se ha conocido un fallo final al respecto”, dice el comunicado emitido por la autoridad departamental.

Además, tal como se conoció en SEMANA, la Secretaría de Educación asegura que “por decisión de esta sectorial, la docente afectada fue trasladada para el municipio de Chita, para que continuara prestando sus servicios como docente”.

“Por lo anterior, tanto la Gobernación de Boyacá como la Secretaría de Educación están a la espera de la decisión de los entes de control disciplinario de Boyacá y del país”, concluyó el pronunciamiento de la autoridad.

En exclusiva para SEMANA, la profesora Kerlin Murillo denunció insultos, agresiones y hasta abuso sexual por racismo en la Institución Educativa El Rosario, ubicada en el corregimiento de Morcote, en municipio de Paya.

Asegura que sus dos hijos habrían sido golpeados gravemente, presuntamente a manos de otros menores de la institución. Las agresiones, según cuenta la madre, habrían llegado hasta el acceso carnal violento.

“Comenzaron por echarle orín en la boca a Keiner, el de preescolar. A meterle el pene en la boca, lo accedían carnalmente metiéndole el pene en su ano y le golpeaban. En una de las agresiones, cuando el niño no quería dejarse, le amarran el pene con una cabuya y lo tiran. Aún dice que le duelen los testículos. Lo subían a la parte alta del tobogán para tirarlo al vacío, ocasionándole una fractura en el cráneo que hasta hoy persiste. Ha deteriorado el proceso cognitivo de mi hijo”, relató la mujer para este medio.

Frente a estas delicadas denuncias reveladas por SEMANA, la vicepresidenta Francia Márquez pidió que la justicia actúe para conocer la verdad frente a los hechos.

El racismo mata, daña familias y sociedades. Rechazo absoluto a todo tipo de violencia racista, es nuestro compromiso luchar contra este flagelo, que existe con fuerza en nuestro país y no nos permite vivir en paz y dignidad”, trinó Francia Márquez en Twitter.

Adicionalmente, solicitó a la Fiscalía General de la Nación investigar este caso, con la finalidad de esclarecer lo sucedido y tomar acciones pertinentes para garantizar el bienestar de esta familia.

Quien también se pronunció sobre el hecho fue Clemencia Carabalí, consejera presidencial para la Equidad de la Mujer.

“Profesora Kerlin Murillo, lamentamos profundamente los hechos de violencia a los que usted y su familia han sido víctimas, por el racismo que persiste en el país. Estamos actuando en función de garantizar sus derechos”, publicó en Twitter.

Esta es la historia, revelada por SEMANA:

Aterrador: este es un caso de violencia racista en Boyacá que debería indignar a toda Colombia

El corregimiento de Morcote, ubicado en el municipio de Paya, Boyacá, fue el infierno para una familia afrocolombiana. Escapando de la violencia en el Chocó, la docente de inglés Kerlin Murillo Mena logró un puesto como profesora de bachillerato en la Institución Educativa El Rosario sin saber que ahí le esperaban rechazos y el sufrimiento de sus dos pequeños hijos, quienes quedaron marcados de por vida.

A mediados de 2021, junto con su madre, Keiner Joel Córdoba, de 5 años, y Keyler Yojackson Córdoba, de 9 años, se matricularon en la institución educativa. De inmediato, según afirmó Murillo, recibieron el rechazo del cuerpo de profesores.

“Nos atacaron por pertenecer a la población negra y afrodescendiente. Por la pigmentación de nuestra piel fuimos agredidos de todas las formas, hasta el punto de que mis hijos fueron abusados sexualmente”, contó Murillo en conversación con SEMANA.

Según testigos consultados por este medio, la comunidad recibió amablemente a la familia. Todo iba bien hasta que se terminó el aislamiento y tanto estudiantes como profesores volvieron a las aulas.

“Cuando decidimos entrar a la presencialidad, efectivamente no les caí bien simplemente por mi pigmentación de piel. Desde ese momento iniciaron conmigo una segregación social y racial, además de acoso laboral. No sé cómo lo resistí”, agregó.

De acuerdo con la madre de familia, esa discriminación no tuvo efecto en ella y por eso asume que los agresores decidieron afectar a sus hijos. “Me dieron en el talón de Aquiles, mis niños”, dijo.

Ligia Cataño, madre de un estudiante del colegio, aseguró que ser negra no fue el único motivo del ataque. “Ella se dio cuenta de que ese colegio no les estaba dando a los niños el trato que merecían y que ellos no tenían por qué estar pagando cosas”, dijo. Y añadió: “Ella entró a hablar por eso y se echó de enemigos a los profesores, rector y secretaria, todos se fueron contra ella. Incluida la familia de un concejal, Jorge Tabaco Largo, pues su hija es la secretaria y el nieto estudia ahí”.

En ese momento, los profesores habrían mostrado desdén por su colega afrocolombiana y sus hijos. “La comunidad no es racista, pero los profesores empezaron a mirarla mal, se reían. Hay una profesora que se llama Paola Duarte, que le cogió como odio, a toda hora le decía ‘horrible’ y ‘terrible’”, contó una antigua estudiante de la institución.

Con el ejemplo de los profesores, los niños habrían empezado a maltratar a los hijos de Murillo hasta el punto de propinarles duras palizas, que llevaban a los menores a centros asistenciales para ser atendidos.

SEMANA tuvo acceso a los informes de las consultas médicas por lesiones en ambos menores y fotografías de las heridas, las cuales, según cuenta la madre, provocaron hospitalizaciones.

“Comenzaron por echarle orín en la boca a Keiner, el de preescolar. A meterle el pene en la boca, lo accedían carnalmente metiéndole el pene en su ano y le golpeaban. En una de las agresiones, cuando el niño no quería dejarse, le amarran el pene con una cabuya y lo tiran. Aún dice que le duelen los testículos. Lo subían a la parte alta del tobogán para tirarlo al vacío, ocasionándole una fractura en el cráneo que hasta hoy persiste. Ha deteriorado el proceso cognitivo de mi hijo”, relató la mujer.

La agresión sexual a Keiner, el hijo de 5 años, fue uno de los golpes más duros para Kerlin y Keyler. El 4 de abril de 2022, el menor fue víctima de la peor agresión al haber sido presuntamente violado por otros siete menores de la institución educativa.

SEMANA conoció el testimonio de Keiner en el centro de salud en Paya, donde narra algunas de las agresiones que sufrió: “Un niño de bachillerato me lanzó al piso desde esas escaleritas y me empezó a decir ‘váyase, negro hijo de puta’. Después de que me caí, me ha dolido el brazo y me duele al moverlo”.

En la consulta, el personal médico observó una “abrasión” en la región anal y “dolorosa a la exploración”. En la zona superior anal, se observó una “herida en proceso de cicatrización”.

“También tuvo que presenciar agresiones contra su hermano, cómo era golpeado por defenderlo. Le decían a Keiner ‘mi perrita’ por el tema del abuso sexual, por eso empezó a pelearse para defender a su hermano. Presentaba lesiones en las cejas, mentón, pecho y la oreja rota. Los niños no podían ni salir el fin de semana, porque esta situación se llevó a la vía pública. Los apedreaban”, dijo Murillo.

Habla el rector

La madre reiteró que los padres de familia y directivos de la institución ordenaban estos abusos: “No hacían absolutamente nada, negaban los hechos y tergiversaban la información. Querían hacerme pasar por loca; a mi hijo mayor, como un niño agresivo; y al menor, como un mentiroso. Es un caso de negligencia, falta de atención”.

También señaló directamente a Jorge Humberto Cuy Niño, el rector de la institución, de ser quien estuvo detrás de las agresiones: “Él ordenaba los ataques”.

SEMANA se comunicó con el rector, quien negó las acusaciones de Murillo, al tiempo que calificó como “blasfemia” las acusaciones en contra suya por direccionar ataques para perjudicar a los menores.

“Nosotros cumplimos con activar la ruta externa de atención. En el tema del racismo, mi persona y los docentes fuimos de los que más vinculamos a esta señora a nuestra institución, con aprecio, con respeto y con mucho cariño, como siempre lo tenemos”, dijo.

El rector aseguró que la profesora “no buscaba la solución a los conflictos”; por eso, ella era quien comenzaba las rencillas con otros funcionarios.

Sobre los niños, aseguró que el mayor tenía situaciones de “mala convivencia” y los otros estudiantes “reaccionaban”. “Eso le pareció que era violencia y que los estaban atacando por ser de color”, agregó el rector.

Además, aseguró que los golpes podrían no ser propinados por los demás estudiantes, sino por peleas entre hermanos y por la madre al corregirlos.

“Esta señora Kerlin corregía y castigaba a sus hijos de una forma muy violenta. Son testigos los profesores de que llevó a los niños al colegio, cogió una vara y les dio una muenda”, denunció el rector. Finalmente, dijo que la responsabilidad de los estudiantes en el acceso carnal violento es motivo de investigación y que no comentaría sobre el tema más allá de afirmar que no ocurrió en el colegio.

Después de un año en el municipio, en septiembre la Personería de Paya logró el traslado de la familia al municipio de Chita por medio de un procedimiento para el restablecimiento de derechos de los menores afectados.

En la Escuela Normal Sagrado Corazón, de Chita, como profesora de inglés, Kerlin conoció a la profesora Yenifer Payares. La mujer, también afrocolombiana, recibió a Murillo y a sus dos hijos en su casa, donde se alojaron por un tiempo.

Payares negó por completo que Murillo tenga actitudes conflictivas dentro de la institución educativa y aseguró que no corrige a sus hijos con golpes. También descartó que existan actitudes violentas entre los hermanos por encima de lo normal.

“Eso es mentira, doy fe de que la profesora es una mujer sabia. No es conflictiva, es madre y docente. No era conflictiva, iba a reclamar como madre. Los rectores van a tratar de dejarla a ella por el piso para quedar bien. Quieren tapar algo que no se puede tapar”, dijo la mujer.

Mientras se investigan los hechos, Keiner se adapta mejor a su nuevo colegio, mientras que Keyler sigue siendo golpeado por sus compañeros. Lo que no cesa es el dolor de una familia por la violencia que han tenido que enfrentar.

El padre de los menores falleció hace pocos meses y Kerlin descubrió recientemente que padece cáncer de mama y de cuello uterino. Los menores, medicados con fuertes fármacos contra la ansiedad y depresión, deben sobrellevar el trauma. Sin ganas de comer y sin la alegría que los caracterizaba, los niños solo quieren ser libres de aquello que los llevó a vivir el infierno en tierras boyacenses.

“Ya no quieren tener la piel negra, me dicen que quieren untarse de barro para no ser negros y que los dejen de atacar”, confesó, entre lágrimas, la docente Payares.