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El gana-gana de la derecha

La alianza Duque-Ramírez-Ordóñez cambió el ajedrez electoral. No fue nada fácil, pero una vez consolidada, deja a la derecha con una ventaja.

27 de enero de 2018

En política todas las transacciones tienen cosas buenas y malas. Sin embargo, el inesperado arreglo de la coalición de la derecha la semana pasada es definitivamente un gana-gana. Iván Duque, Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez estuvieron al borde del precipicio, pero se arrepintieron. De haberse ido cada uno por su lado a la primera vuelta, se exponían no solo a que la derecha no pasara a la segunda, sino que algunos de ellos podrían haber hecho el oso al conocerse los resultados electorales.

Con la alianza en pie se puede dar por descontado que este trío pasará a la segunda vuelta. Entre sus integrantes hay sinergias. Duque aporta uribismo y renovación; Marta Lucía, género y experiencia; y Ordóñez suma a los creyentes fundamentalistas. Ese paquete, según todas las simulaciones, no baja de 4 millones de votos. Y hasta ahora ninguno de los rivales de centro o de izquierda llega a esa cifra individualmente.

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De los otros candidatos, para la primera vuelta Germán Vargas tiene la mayor fuerza parlamentaria. Puede estar alrededor de los 2 millones de votos. Fajardo, con cero maquinaria y un voto de opinión enorme, podría estar en una cifra parecida. Y Petro, con su populismo de izquierda, es una incógnita. Es sin duda alguna una potencia electoral, pero nadie puede calcular hasta dónde llega. Lo único claro es que se acerca más a la cifra de Vargas y Fajardo que a los 4 millones de votos de la alianza Duque-Ramírez-Ordóñez.

Resulta paradójico que la izquierda podría tener cifras iguales o superiores si estuviera unida. El Centro Nacional de Consultoría calcula que si hubiera una coalición de centro-izquierda integrada por Fajardo, Petro, De la Calle, Clara López y Carlos Caicedo, habría un empate de fuerzas. Pero eso ya no pasó. En primer lugar, por rivalidades de egos. Y en segundo, porque nadie sabe en qué esquina ideológica está Fajardo. Los empresarios no están muy tranquilos con su alianza con Jorge Robledo, pero él nunca ha hecho parte de la historia de la izquierda. Él le ha cerrado la puerta a todos menos al Polo y a los verdes, y se está jugando la carta de la indignación ciudadana.

La coalición de la derecha tiene entre sus ventajas que cuenta tanto con maquinaria como con opinión. A Duque lo apoyan 80 aspirantes al Congreso, 40 actuales y 40 nuevos que quieren entrar. Todos ellos van a hacer campaña por el candidato de Uribe. A eso se suma que Marta Lucía Ramírez tiene mucha popularidad en la opinión pública, así como Ordóñez en su nicho radical.

Pero no está claro cómo les irá individualmente en la consulta en la que se enfrentan entre sí. El uribismo exigía consulta y no aceptaba encuesta como mecanismo de escogencia por su convicción de que con el apoyo de las listas uribistas tenía el triunfo asegurado en marzo. Eso es probable, pero no seguro. El nombre de Marta Lucía ha tomado fuerza como alternativa en sectores que van más allá de la derecha. Así como en el país hay antiuribismo, en el Centro Democrático hay antiduquismo. Hasta hace unas semanas, sectores como el de Óscar Iván Zuluaga, Luis Alfredo Ramos y otros eran más cercanos a Marta Lucía que a Duque.

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Eso ha ido cambiando. Duque es una persona conciliadora y sus relaciones públicas han neutralizado a algunos de sus adversarios. Por su parte, el expresidente Uribe quiere a todas las vacas en su corral y siempre termina por imponer su voluntad. La más reciente encuesta de Datexco para El Tiempo y La W puso de punteros a Fajardo y Petro. Eso creó una conciencia en la derecha de que el palo no estaba para cucharas. La posibilidad de que estos dos terminen en la segunda vuelta ha motivado a algunos escépticos a apoyar a Duque.

Marta Lucía tiene la esperanza de que los antiuribistas voten por ella. En Colombia hay una tradición de votar no por convicción, sino para atajar al adversario. Eso pasó con Noemí Sanín y Andrés Felipe Arias en 2010. Como Uribito era visto como el delfín del entonces presidente, los enemigos de este se volcaron a votar por Noemí y ganaron. Algo parecido podría haber sucedido entre Petro y Clara López si se hubieran enfrentado en una consulta. El exalcalde de Bogotá asusta tanto que para evitar que fuera el candidato de la izquierda, la derecha habría votado por Clara.

Con Duque puede suceder lo mismo, pero al revés, pues Uribe tiene tantos fanáticos a favor como en contra. Estos últimos están dispuestos a votar por Marta Lucía con tal de que no gane “el que diga Uribe”. El día de las elecciones al Congreso habrá dos tarjetones de consultas interpartidistas: una para escoger entre Duque, Marta Lucía y Ordóñez y otra entre Gustavo Petro y Carlos Caicedo. Sin embargo, solo se puede votar en una. Como es obvio que Petro va a barrer al exalcalde de Santa Marta, muchos de la izquierda y de los verdes preferirán un voto útil por Marta Lucía –o incluso por Ordóñez– con tal de atajar a Duque.

El exprocurador va a quedar tercero en la consulta de marzo, pero no va a hacer el oso. Recientemente, ha dejado la impresión de cierta generosidad. Sus últimas declaraciones reflejan más preocupación por la causa que ambiciones personales. Eso ha hecho que él y la franja que lo apoya, que siempre habían sido satanizados, sean percibidos ahora como una minoría útil.

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Los tres integrantes de la coalición de la derecha se beneficiarán de haber decidido unirse. Duque, si gana, tendría un aura de triunfador que lo catapultaría a la segunda vuelta. Marta Lucía, por supuesto, también, pero si pierde de todas formas terminará como la coautora de una alianza importante y posiblemente victoriosa. En ese escenario no solo podría ser vicepresidenta, sino que tendría una amplia capacidad de negociación. Como se puede ser vicepresidente y ministro simultáneamente, ella podría escoger la cartera que quisiera. Además de esto, podría influir en la agenda de gobierno y atraer sectores del Partido Conservador, que hasta la fecha no la apoyan. Un triunfo de ella o un respetable segundo lugar en la consulta representaría también un reencauche para el expresidente Andrés Pastrana.

La alianza de la derecha, además de tener fuerza propia, tiene una carta guardada: Germán Vargas Lleras. En las elecciones de Congreso en marzo se sabrá cuáles son sus posibilidades de llegar a la segunda vuelta. Si la votación de Cambio Radical supera el millón y medio de votos, su campaña tendría un relanzamiento con amplias posibilidades. Si no lo logra, esa fuerza se convertiría en el fiel de la balanza y el que él apoye seguramente ganaría. Con respecto a dónde acabaría no parece haber mucho misterio. De unos meses para acá sus planteamientos han dejado claro de qué lado está: contra la izquierda.