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En marzo, cuando se reinicien las sesiones en el Congreso, se verá si la nueva gobernabilidad dará resultados al someter a votación los proyectos del Gobierno. | Foto: guillermo torres - semana

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¿Por fin mayorías en el Congreso?

Luego de muchos debates y forcejeos en los partidos, el presidente Duque ganó un margen de gobernabilidad que no tenía hasta ahora. Pero ahora viene la prueba de fuego, pues esas movidas deberán traducirse en votos en el Congreso.

15 de febrero de 2020

Como muchos han repetido un sinnúmero de veces, la Casa de Nariño al reorganizar el gabinete quería darle gobernabilidad a una administración que hasta ahora no la ha tenido. Aunque hubo mucha división y forcejeo en los partidos alrededor de quién los representaría en el gabinete, finalmente, el presidente logró armar una coalición frágil en el Gobierno.

Durante el proceso, la búsqueda de los nuevos ministros provocó divisiones en los partidos. Excepto el Conservador, que quedó plenamente satisfecho con el nombramiento de Rodolfo Enrique Zea en el Ministerio de Agricultura, en las otras colectividades no hubo aplauso unánime.

Como el presidente nombró a las personas que él quiso y no necesariamente a las que le recomendaron, el concepto de la representación política quedó a medias. Los nuevos ministros al comienzo daban la impresión de representar más a sus partidos que a la totalidad de los congresistas de cada uno de estos.

Luego de que Iván Duque anunció los nombres de los nuevos miembros de su equipo, en los cuarteles del Partido de la U y de Cambio Radical se armó la de Troya. Al nuevo ministro de Salud, Fernando Ruiz Gómez, muchos lo percibieron más como una cuota personal de Germán Vargas que de Cambio Radical. Y Ángel Custodio Cabrera para el Ministerio del Trabajo, a nombre de La U, tuvo reservas, pues la bancada realmente le estaba haciendo fuerza a la exgobernadora Dilian Francisca Toro para el Ministerio de Salud. Cabrera era percibido como un veterano semirretirado.

En cuanto a Cambio Radical, el presidente Duque había organizado varias reuniones programáticas con el objetivo de llegar a convenios que le permitieran a esa bancada apoyar las iniciativas del Gobierno. En ese entonces hablaron de las reformas a la justicia y a la salud, de la ley de cielos abiertos, de la regulación a las plataformas tecnológicas e incluso de la reforma política. Hasta ahí el partido parecía unido. Pero después, cuando le llegó el momento de decidir cuál de sus miembros ocuparía la presidencia del Senado a partir del 20 de julio de este año, la aparente unidad desapareció.

El exvicepresidente Germán Vargas Lleras logró imponer la unidad de sus bancadas en el Senado y la Cámara a favor del nuevo ministro de Salud, Fernando Ruiz Gómez.

En esa cumbre salieron a flote tres corrientes: la de Germán Vargas, con Germán Varón como candidato; la de los Char, con Arturo Char; y la de Rodrigo Lara, a título propio. En esa reunión llegaron a un consenso alrededor de la candidatura de Arturo Char a la presidencia del Senado, que, a pesar de los vientos en contra, sigue en pie. Además, tiene el apoyo de Vargas Lleras, aunque no tanto el de Lara. Pero si bien los Char se quedaron con la presidencia del Congreso, en la escogencia de los ministros la pelea apenas comenzaba.

"Un proyecto de transfuguismo podría generar hondas divisiones en los partidos".

En el momento de presentar los candidatos de Cambio Radical para los ministerios, Lara, los Char y Vargas Lleras enviaron cada uno su opción por separado. Al presidente Duque no le quedó otra salida que escoger a cuál de los tres quería de su lado y se inclinó por Vargas Lleras, al nombrar a Fernando Ruiz Gómez en Salud.

Con ese triunfo en la mano, el exvicepresidente puso en cintura a sus senadores. La mayoría suscribió una carta en la que afirmaron que no hubo división alguna y proclamaron su absoluto respaldo al nuevo ministro de Salud. Asimismo, advirtieron que el partido nunca planteó a Germán Bahamón para ocupar un ministerio. Él, en efecto, era el candidato de Lara. Ese mensaje de unidad fue una muestra de fuerza de Vargas Lleras.

Ahora queda por ver qué tan sólido será ese bloque. A la hegemonía de Vargas Lleras le acaba de salir un posible obstáculo en el horizonte: el proyecto de ley que busca revivir el transfuguismo, que un grupo de liberales ha anunciado que podría presentar al inicio de la legislatura. Si el proyecto tiene éxito, los congresistas elegidos por un determinado partido podrían presentarse a los próximos comicios por otra colectividad sin que haya lugar a sanción alguna. Hoy la ley, para cambiar de bando, exige renunciar un año antes de las elecciones.

El senador Rodrigo Lara perdió el pulso con Vargas Lleras en la reciente movida ministerial. Además, le retiraron la vocería para la interlocución con el Gobierno Duque.

No se trata de un asunto menor. En efecto, si esta puerta se abre, cada una de las corrientes en los partidos podría armar rancho aparte para las próximas elecciones. César Lorduy, representante a la Cámara afiliado a la casa Char, defiende la iniciativa y el mensaje entre líneas está claro: ha habido tantas disputas internas que algunos ya piensan en abrir el espacio legal para partir cobijas. No se sabe si hacia un partido nuevo o hacia algunos existentes.

Pero si por las filas de Cambio Radical llueve, en el partido de La U no escampa. Este último quería llegar al Gobierno con Dilian Francisca Toro en el Ministerio de Salud. Eso no pasó y La U tuvo que conformarse con el nombramiento de Cabrera en la cartera de Trabajo, que, por cuenta de la reforma laboral, hoy parece el patito feo. Pocos minutos habían pasado desde el nombramiento del nuevo ministro cuando ya varios congresistas de La U habían manifestado que no se sentían representados por Cabrera. Estos críticos interpretaron su llegada al Gobierno como una representación a título personal y no de partido, ya que no hubo lugar a acuerdos programáticos. Por esto, a pesar de que el jefe de La U, Aurelio Iragorri, desmiente cualquier fractura, en esa colectividad hay una división latente. Y sigue vigente el debate entre la posibilidad de seguir como partido de Gobierno o declararse en independencia.

En síntesis, el revolcón de los ministros quedó en lo siguiente: las joyas de la Corona, Interior, Defensa, Cancillería y Hacienda, siguen en manos del uribismo. Los conservadores están contentos con Agricultura. La unidad de Cambio Radical está a prueba. Y La U quedó dividida en dos: los que quieren participar en el Gobierno y los que quieren la independencia.

En el corto plazo, la gobernabilidad de Duque está un poco mejor que antes, pero no garantizada. Ganó los votos de Cambio Radical tras las movidas de Vargas Lleras. Y por el lado de La U, por lo menos tiene los de la mitad de la bancada. Aun así, las matemáticas siguen apretadas. Como consecuencia de las heridas abiertas que dejó este ejercicio burocrático, el Congreso discutirá, con buenas posibilidades, el proyecto de ley para revivir el transfuguismo. Ese hecho, que a simple vista puede parecer menor, en el mediano plazo podría redefinir el mapa político nacional. Los liberales están divididos entre quienes siguen el liderazgo de César Gaviria y los que no; el Centro Democrático se debate entre la corriente que apoya al presidente y la que lo critica; y la unidad en el Partido Farc está también en peligro por las voces inconformes con el liderazgo de Timochenko. La conclusión es que hoy en día la mayoría de los partidos enfrentan pugnas internas muy agudas. Si se le abre la puerta al transfuguismo, la ecuación electoral para 2022 podría ser muy diferente.