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Nicolás Maduro presentó el supuesto contrato que incluía un grupo de mercenarios capturados, entre los que estaban dos norteamericanos, y en el que participó el general retirado Clíver Alcalá, quien se entregó a la justicia de Estados Unidos. Esta ofrecía 10 millones de dólares por él.

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Operación suicida en Venezuela

Un 'rambo' norteamericano y un narcogeneral venezolano idearon una descabellada operación con 300 mercenarios para derrocar a Maduro. Aunque su conspiración fracasó, desataron un escándalo internacional.

10 de mayo de 2020

Entre los elegantes salones del hotel JW Marriot, en Bogotá, y los desérticos parajes de La Guajira, se orquestó una rocambolesca operación militar que pretendía irrumpir en Venezuela y derrocar el régimen de Nicolás Maduro. Sus protagonistas, el narcogeneral venezolano Clíver Alcalá y el condecorado exsoldado de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos, Jordan Goudreau, hicieron un oso internacional al embarcarse en una aventura improvisada y quijotesca con pretensiones de Rambo.

La historia fue reconstruida con detalle en una investigación de Joshua Goodman, reportero de la Associated Press (AP), que ha causado una polémica internacional, entre otras por involucrar a Colombia. El plan contaba con 300 soldados venezolanos, muchos de ellos desertores del Ejército de Maduro, quienes se había refugiado en Colombia desde comienzos del año pasado. Estos organizaron una caravana fuertemente armada, que atravesaría la frontera y, en menos de cuatro días, entraría a Caracas. La expectativa era que al momento de llegar a la capital, las desmoralizadas tropas de Maduro se rebelarían contra él y se sumarían a la fuerza libertadora. Además, tendrían el apoyo bélico de Estados Unidos, que dispondría de aviones para atacar la fortaleza de Maduro. Ese era el plan en la mente de sus líderes. Alcanzaron a reclutar hombres, entrenarlos y conseguir armas. Pero el operativo era tan caricaturesco que su fracaso era inevitable.

Nicolás Maduro presentó el supuesto contrato que incluía un grupo de mercenarios capturados, entre los que estaban dos norteamericanos, y en el  que participó el general retirado Clíver Alcalá,  quien se entregó a la  justicia de Estados  Unidos. Esta ofrecía  10 millones de dólares  por él.

La idea surgió en febrero de 2019, cuando Goudreau, el exsoldado gringo, estuvo trabajando en la seguridad del concierto Venezuela Aid Live, organizado por Colombia en la frontera. De allá salió con la idea de pedir ayuda del Gobierno norteamericano para tumbar a Maduro. Según explicó AP, Goudreau había sido una estrella en las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos y fue condecorado tres veces con la Estrella de Bronce por su valentía en el combate en Afganistán e Irak. Algunos de sus compañeros lo describieron como un líder muy inteligente, muy valiente y muy eficiente.

Tras su retiro del Ejército, Goudreau se convirtió en un mercenario. Hace dos años creó una empresa de seguridad privada, Silvercorp, con la que ofrecía servicios en decenas de países. Fue en uno de esos trabajos que terminó en la frontera, donde comenzó fantasear con el negocio que representaría tumbar a Maduro. Empezó a buscar contactos y patrocinio, con una determinación que algunos de los que llegaron a participar en el proyecto calificaron como delirante.

En abril de 2019 se gestó un intento de revolución dentro de las filas militares venezolanas. Decenas de soldados, que se habían alineado con el autoproclamado presidente Juan Guaidó, iniciaron revueltas que nunca tomaron la fuerza esperada, y terminaron aplastadas. Luego de ese episodio, muchos militares opositores abandonaron su país en busca de refugio. Colombia recibió a varios de ellos.

Airan Seth, un exboina verde de las fuerzas especiales del Ejército de Estados Unidos, y Luke Deman, un antiguo miembro de los SEAL de la Armada norteamericana, fueron capturados como miembros del comando que pretendía derrocar a Maduro.

Algunos terminaron reunidos luego en el hotel JW Marriot de Bogotá, con líderes políticos de oposición y otros venezolanos que habían abandonado su país por la crisis política. AP describe a los participantes del encuentro como una mezcla de “desertores militares acusados de narcotráfico, financieros de pasado turbio y exfuncionarios de Maduro deseosos de ser perdonados”. Allá llegó Goudreau con sus ideas de un golpe militar.

El plan

En su busca de aliados y donantes, Goudreau contactó a Keith Schiller, un antiguo guardaespaldas de Donald Trump, y junto a él se reunió con representantes de Juan Guaidó, en Miami. Schiller terminó no jalándole a la aventura al notar lo descabellado de sus ideas. Sin embargo, en esa correría conoció a Lester Toledo, un venezolano que coordinaba las entregas de ayuda humanitaria como emisario de Guaidó.

Toledo fue el enlace para que Goudreau se reuniera con el otro protagonista del operativo cinematográfico. Se trataba del general exchavista Clíver Alcalá, un viejo oficial que terminó enfrentado a Maduro y hoy está preso en Estados Unidos, afrontando un juicio por narcotráfico, señalado como miembro del cartel de los soles. En el momento en que lo contactó Goudreau, Alcalá compartía con este la obsesión de tumbar a Maduro y liberar a Venezuela.

El viernes se conoció un audio en el que el líder opositor, Juan Guadió, habló con el dueño de la empresa de mercenarios y un diputado venezolano sobre la firma de un contrato para ejecutar el plan.

Goudreau, Alcalá y Toledo diseñaron el plan en el JW Marriot de Bogotá. Allí, el general venezolano se mostró como el líder de los soldados desertores, y explicó que varios de ellos estaban reunidos en tres locaciones clandestinas en La Guajira. Ante esta información, Goudreau, el mercenario, ofreció entrenarlos para el operativo. Calculó que con 1,5 millones de dólares podrían armarlos y financiar un ataque relámpago contra Maduro. Dijo, también, que tenía contactos en el Gobierno de Estados Unidos para buscar el apoyo oficial.

No obstante, los demás asistentes a esas reuniones, incluidos los representantes de Guaidó, no confiaban en Alcalá y su pasado de viejo oficial chavista, ensuciado aún más con los señalamientos de narcotráfico. Tampoco creían en el plan suicida de Goudreau, y no se comían el cuento de sus contactos con el Gobierno Trump. Así que se alejaron del proyecto y sus protagonistas, de acuerdo con AP; después de lo cual Alcalá y Goudreau siguieron adelante.

Mientras tanto, los militares exiliados pasaban hambre y sufrían en los paupérrimos campamentos en La Guajira, donde no había agua potable ni comida. Ni siquiera para los perros de guardia, a los que tuvieron que regalar para que no se murieran. Para entrenar, simulaban que los palos de escoba eran armas. La precariedad del entrenamiento, según AP, la narró un ex-SEAL de la Armada gringa, quien estuvo allí instruyendo a ese triste remedo de ejército. Cuando los hombres estaban reunidos, Goudreau les reveló un documento con los detalles del plan. De acuerdo con este, para el golpe necesitaban 320 fusiles, un lanzacohetes antitanque, botes militares, gafas de visión nocturna y un millón de dólares.

Los líderes del proyecto buscaron financiamiento con empresarios estadounidenses. Uno de ellos contactó a varios millonarios amigos suyos para pedirles que se unieran. La promesa de cambio era que, una vez triunfara el ataque, recibirían un trato especial en la jugosa contratación venezolana del nuevo Gobierno.

Pillados

El proyecto empezó a derrumbarse hace un par de meses. En marzo, uno de los soldados conspiradores fue capturado cuando pasaba al lado venezolano de la frontera. El 23 de ese mes, en una carretera entre Barranquilla y Santa Marta, la Policía colombiana incautó un arsenal de 26 fusiles, municiones y visores nocturnos que, al parecer, eran de los conspiradores. El material está avaluado en 150.000 dólares y todavía no es clara la manera en que lo financiaron.

Días después del hallazgo, Alcalá salió en los micrófonos de La W, dijo que esas armas “son del pueblo venezolano” y habló de la operación militar que planeaba. Esto coincidió con que el general acababa de aparecer en el cartel de los más buscados por Estados Unidos, junto a Maduro y otros peces gordos del régimen. Ofrecían 10 millones de dólares de recompensa por Alcalá.

El Gobierno de Donald Trump ha negado cualquier relación con los mercenarios y el intento de derrocar a Maduro.

Luego de sus declaraciones sobre sus intenciones golpistas, Alcalá se entregó a la justicia y, en un avión estadounidense, viajó a Nueva York, donde hoy está preso, esperando un juicio por narcotráfico pero confiado en obtener beneficios a cambio de convertirse en testigo contra Maduro. Tras caer uno de los dos líderes del golpe, el plan quedó totalmente sepultado. Los militares desertores abandonaron los campamentos. El Gobierno venezolano, por su parte, dijo que siempre supo de la conspiración y que la tenía infiltrada.

Aunque, al parecer, Goudreau no abandonó sus intenciones. El fin de semana pasado, luego de la publicación que reveló el plan, el Gobierno venezolano informó que había frustrado una incursión para atacar a Maduro, que fue denominada Operación Gedeón. Según las fuentes oficiales venezolanas, el ataque ocurrió en dos momentos, entre el domingo y el lunes. Se trató de dos desembarcos armados, uno en las costas de La Guaira y otro en Aragua, que terminaron rápidamente desbaratados por las fuerzas venezolanas.

El resultado: ocho personas muertas y trece capturadas. Entre los detenidos hay dos ciudadanos estadounidenses que estaban vinculados con Silvercorp, la empresa de Goudreau. Él, por su parte, aseguró que participó en esa operación y que, contrario a lo que expresó el Gobierno de Maduro, no recibió apoyo de Colombia ni de Estados Unidos. El Gobierno colombiano publicó un comunicado en el que afirmó no haber jugado ningún papel en esa trama.

Entre los estadounidenses capturados está Luke Alexander Denman, un exsoldado de las fuerzas especiales de 34 años de edad que fue contactado por Goudreau para entrenar y participar en el fallido asalto. Dijo que estuvo reunido con casi 70 hombres en Riohacha, y que su misión era hacerse al mando de un aeropuerto para, desde allí, enviar a Maduro en un avión a Estados Unidos. En el interrogatorio que le hicieron las autoridades venezolanas, aseveró que su misión era “asegurar el sector, establecer nuestra propia seguridad, comunicarnos con la torre y hacer entrar los aviones. Esos aviones incluían uno para llevar a Maduro preso a Estados Unidos”. También dijo que vio un contrato para llevar a cabo la operación, firmado entre Goudreau y Guaidó. Otro exmilitar norteamericano detenido fue Airan Seth, un exboina verde que vivía en Alemania y que tiene una licencia como piloto de aviones privados. A los dos les ofrecieron entre 50.000 y 100.000 dólares por ser parte del operativo.

Por medio de la cancillería, el Gobierno de Iván Duque afirmó que los señalamientos sobre la vinculación de Colombia en el complot eran una manera de distracción de los problemas internos de Venezuela.

Antes de ser enviado a Estados Unidos, el general Alcalá había dicho algo similar: que firmó un contrato con enviados de Guaidó y con el polémico estratega político J. J. Rendón, quien también le presta sus servicios como asesor al autoproclamado presidente venezolano. El jueves pasado el escándalo estaba creciendo y, en una entrevista con La W, Rendón trató de tomar distancia con el tema en el que estaba salpicado junto con su jefe. “Esos jóvenes que estaban ahí son parte de un montón de grupos autónomos que no pertenecen al Gobierno de Juan Guaidó”, afirmó.

Rendón sin embargo admitió que Goudreau les presentó la propuesta, pero ellos decidieron no tenerla en cuenta. “Si hubiera llegado a un nivel factible y oportuno, por supuesto que habríamos tenido que consultar con actores claves. (…) El acuerdo tenía que ser perfeccionado y tenían que ser chequeadas las diferentes partes. Ese proceso de diligencia no fue satisfactorio”, dijo en La W en donde calificó ese fallido operativo como una chambonada. Guaidó, por su parte, ha negado por medio de comunicados su participación en la operación Gedeón y en la conspiración de Goudreau y Alcalá.

El narco y los mercenarios

Otro de los detalles de esta desastrosa operación mercenaria fueron revelados, con fotos, videos y testimonios, por el vicepresidente sectorial de Comunicación, Turismo y Cultura, Jorge Rodríguez.

En una rueda de prensa en Caracas con los medios internacionales, reveló que parte del plan se desarrolló en una finca ubicada en La Guajira, propiedad del narcotraficante Elkin Javier López Torres, alias Doble Rueda. Para sustentar esto presentó apartes del testimonio de otro de los participantes del complot, Víctor Alejandro Pimienta Salazar, alias Capitán Pimienta.

Las Fuerzas Armadas de Venezuela capturaron a 13 de los mercenarios, entre ellos dos estadounidenses, y mataron a otros ocho que estaban en una lancha cerca de las costas de ese país.

Se trata de un antiguo integrante de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y exfuncionario de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM), quien supuestamente confesó que estuvo a cargo de parte del apoyo logístico del frustrado golpe. Pimienta habría confesado que el narcotraficante colombiano Doble Rueda estaba emparentado con la esposa del exgeneral venezolano golpista Clíver Alcalá, y que habría ayudado a financiar la aventura mercenaria para derrocar a Maduro.

Pimienta contó también que el 15 de julio de 2019 llegó a Barranquilla y que poco tiempo después viajó a Bogotá para iniciar la planificación de la operación. “En diciembre nos dirigimos a la ciudad de Riohacha, donde conocí a Clíver Alcalá, quien tenía tres grupos conformados por militares desertores venezolanos. Allí también conocimos a Jordan Goudreau”, explicó Pimienta a las autoridades venezolanas.

Agregó que les fueron suministrados 10 fusiles con 900 cartuchos, y que los entrenamientos empezaron en ese momento y duraron hasta marzo de este año. Cuando Alcalá se entregó a la justicia norteamericana, contó Pimienta, los llevaron hacia la Alta Guajira, y recibieron apoyo logístico por parte de alias Doble Rueda. En ese momento, según Pimienta, lograron contactar a un agente de la DEA que se encontraba en Venezuela, el cual les suministraría armas y vehículos para efectuar la operación.

Pimienta señaló que “el viernes primero de mayo a las seis de la tarde partieron en dos lanchas, una conformada por 11 hombres lideradas por alias Pantera, y otra con 42 hombres, mi persona y dos gringos”. Narró que la segunda lancha, en la que él iba, presentó desperfecto con los motores, por lo que tuvieron que retrasar el viaje, y la primera lancha tomó el rumbo hacia la ciudad de Macuto, La Guaira. Esa primera lancha fue atacada por el ejército venezolano y otros de los integrantes fueron abatidos. Al enterarse, de acuerdo con Pimienta, decidieron despegar el techo de su lancha para que no la reconocieran las autoridades venezolanas, que ya tendrían información del aspecto de la misma.

Después de quedar en evidencia esta versión venezolana de Bahía de Cochinos, Maduro no ha ahorrado calificativos para acusar al presidente Iván Duque de estar detrás de este plan mercenario, junto con Donald Trump. “La DEA buscó a los capos y carteles de la Alta Guajira colombiana, buscó a los carteles de La Guajira venezolana y de varios estados del país. Tenemos sus confesiones”, aseguró el jefe del régimen de Venezuela. “Se trata de una acusación infundada, que intenta comprometer al Gobierno de Colombia en una trama especulativa”, respondió el país por medio de un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores.

De toda esta operación suicida tipo Rambo quedan dos conclusiones. El intento golpista fue tan paupérrimo y chambón que no suena posible que el Gobierno colombiano hubiera participado en él. Pretender tumbar a Maduro quien además está protegido por la inteligencia cubana con un par de lanchas y un puñado de mercenarios mal alimentados y mal entrenados raya en lo ridículo. Pero así el Gobierno colombiano no haya participado, no habla bien de los servicios de inteligencia que no se hayan dado cuenta de una operación de este tipo que duró muchos meses, tuvo múltiples participantes y mucho movimiento. Y la segunda conclusión es que si de casualidad es verdad que el contrato para la frustrada intentona tiene la firma de Guaidó, este no merece ser presidente de ningún país, no por golpista, sino por bruto.

Los protagonistas del complot

Estos son los principales actores de la trama detrás del intento por enviar un comandado de mercenarios para derrocar a Maduro:

Jordan Goudreau

Es un exintegrante de las Fuerzas Especiales del Ejército de Estados Unidos, condecorado por su participación en las guerras de Irak y Afganistán. Tiene 43 años y habría sido contratado por medio de la empresa de seguridad Silvercop. Según ‘The Washington Post‘, es una compañía fundada en 2018 que ofrece servicios de seguridad, entre ellos asistencia a víctimas de secuestro y extorsión.

J. J. Rendón

Juan José Rendón es un estratega político venezolano que asesora al líder opositor Juan Guaidó.

Clíver Alcalá Cordones

Exgeneral del ejército venezolano, por quien Estados Unidos ofreció 10 millones de dólares por hacer parte del llamado cartel de los Soles, una organización de traficantes de droga conformada por generales de ese país. Vivía e Barranquilla y a finales de marzo pasado se entregó a la DEA y fue trasladado a Estados Unidos.

Luke Deman

Es un exintegrantes de los SEAL de la Armada de Estados Unidos. Nació el 22 de junio de 1986 y es oriundo de Texas.

Airan Seth

Tiene 41 años, es un exboina verde de las fuerzas especiales del Ejército de Estados Unidos. También es piloto de aviones.

Elkin López

Es conocido con los alias de Doble Rueda o la Silla, producto de una herida de bala que le lesionó la columna vertebral. El 15 de noviembre de 2012 fue detenido en Panamá bajo cargos de narcotráfico. Fue extraditado a Colombia y el 12 de enero de 2013 un juez lo dejó en libertad. Maduro lo señala de prestar apoyo logístico a los mercenarios.