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SEMANA se había abstenido de revelar públicamente este episodio para proteger las fuentes, la propia investigación y los elementos de juicio y pruebas suficientes para hacer la denuncia. | Foto: Archivo particular

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Chuzadas sin cuartel: la persecución a SEMANA

Así fue el año de espionaje y amenazas contra periodistas esta revista. Envíos de sufragios y lápidas, seguimientos al director y a periodistas, y equipos tácticos de interceptación al pie de las instalaciones hicieron parte del operativo de inteligencia ilegal.

12 de enero de 2020

Durante 2019 algunos periodistas de SEMANA y hasta las instalaciones físicas fueron objeto de constante vigilancia y seguimiento de integrantes de la inteligencia y la contrainteligencia del Ejército. Durante el primer semestre de ese año hubo sufragios y amenazas directas, entre otras intimidaciones, como respuesta a las denuncias que terminaron con la destitución, procesamiento penal y disciplinario y encarcelamiento de varios altos oficiales, entre ellos generales.

SEMANA se había abstenido de revelar públicamente este episodio para proteger las fuentes, la propia investigación y los elementos de juicio y pruebas suficientes para hacer la denuncia.

Lea toda la investigación aquí: Chuzadas sin cuartel

Como consecuencia de una nueva etapa del proceso –esta vez sobre interceptaciones ilegales publicada en esta edición– durante el último trimestre del año las amenazas aumentaron con envío de lápidas funerarias, entre otras formas de presión e intimidación. A esto se sumó una campaña de espionaje y seguimientos. “Un coronel de ciberinteligencia me ofreció 50 millones de pesos para introducir un malware (virus) en los computadores de periodistas de Semana y así poder acceder a la información”, confirmó a esta revista una fuente.

Esta revista tuvo acceso a algunas fotografías y videos que demuestran esas actividades ilegales. Y con varias fuentes directas del propio Ejército corroboró que efectivamente algunos de sus integrantes desplegaron una operación no solo para intimidar y tratar de impedir que las investigaciones salieran a la luz. También para tratar de dar con las fuentes que valientemente decidieron denunciar graves irregularidades que van desde casos de corrupción hasta espionaje político.

Durante varios meses –y de manera intermitente– estuvo estacionada una camioneta Toyota de color negro frente a las instalaciones de SEMANA. En su interior estaba lo que se conoce como un equipo táctico –que si está en el rango adecuado, como en este caso, – intercepta la señal de los celulares (ver recuadro). La verificación de las placas permitió establecer que se trata de un vehículo asignado a los militares.

Las labores de reportería de los periodistas estuvieron bajo vigilancia. En repetidas oportunidades una joven mujer apareció en diferentes lugares, como cafeterías, restaurantes y centros comerciales, pendiente de las reuniones con las fuentes. SEMANA logró establecer con el comando de personal que se trata de una subteniente de inteligencia, orgánica de un batallón de comunicaciones, cuyo nombre esta revista se abstiene de revelar por ahora.

Esta mujer no estaba sola. En otras ocasiones iba acompañada de otro agente. Este también con frecuencias merodeaba y permanecía largas horas frente a la entrada peatonal y al parqueadero de SEMANA.

También tuvo vigilancia permanente un café cerca de las instalaciones de esta revista en donde con relativa frecuencia el director, Alejandro Santos, se reúne con algunas fuentes. Como si lo anterior fuera poco, SEMANA logró establecer que no solo militares activos participaron de esas acciones. Un coronel retirado por vínculos con narcos y paras decidió ayudar a la cúpula militar anterior, de la cual era muy cercano. Para ello acudió al servicio de matones de la oficina de sicarios de San Andresito, quienes se alternaban con los militares activos las labores de seguimientos y vigilancias contra los periodistas de SEMANA.

Esta operación ilegal de inteligencia se extendió al propio Ejército. Allí los involucrados desataron una persecución implacable contra los militares que no se prestaron para estas y otras actividades ilegales, y por el contrario denunciaron a los corruptos ante la propia institución y entidades de control. Ellos, oficiales honestos, condecorados y con las mejores calificaciones, terminaron fuera del Ejército. Oficiales con procesos penales y disciplinarios de todo tipo, y vínculos non sanctos, ocuparon sus lugares. En este contexto, el nuevo Ministro de Defensa y el recién posesionado comandante del Ejército tienen la delicada misión de hacer una cirugía profunda a una institución que requiere a los más honestos y más capaces para enfrentar los flagelos de seguridad que azotan al país. 

Director vigilado: Varios agentes de inteligencia vigilaban un café utilizado por el director general de SEMANA para reuniones con fuentes, como constata la foto con un agente de inteligencia encubierto a la salida del lugar.

Un coronel retirado por vínculos con narcos y paras decidió ayudar a la cúpula militar anterior, de la cual era muy cercano. Para ello acudió al servicio de matones de la oficina de sicarios de San Andresito quienes se alternaban con los militares activos en las labores de seguimientos y vigilancias contra los periodistas de SEMANA. En la foto uno de ellos.