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Jhon Jota no es conocido por sus cortes o sus tatuajes sino por su música, por sus letras de rap en acento indígena nasa.

PERFIL

El rapero indígena del Cauca que las balas no han podido callar

La semana pasada, en medio del temor por las masacres que han azotado a ese departamento, dos hombres le dispararon a Jhon Jota AKA Impacto Nasa, un reconocido rapero que canta sin pelos en la lengua. Ya salió del hospital y se recupera para volver a las tarimas.

6 de noviembre de 2019

La noche del 27 de octubre Jhon Jota salió de la barbería donde trabajaba molesto y con la rabia un poco hinchada. Salió a darse una vuelta mientras en los puestos se contaban los votos que le darían la alcaldía a Silvio Valencia Lemus —apenas 105— sobre Diego Fernando Yatacué. En Toribío había fiesta. Y el parque a reventar no decía mentiras.

Cansado de darse su vuelta alistó las máquinas para hacerle un tatuaje a un cliente que nunca llegó. Se dijo a sí mismo que volvería a darse una vuelta “por allá abajo” y esa noche se quedó en la calle.

Jhon Jota, sin embargo, no es conocido por sus cortes o sus tatuajes, sino por su música, letras de rap en acento indígena nasa. Impacto Nasa, se hace llamar, y sin que a su boca se le seque la saliva a más de uno puede incomodar.

Milena Valencia se despidió de su hijo y le dijo que tuviera cuidado. Hacía varias semanas que no salía y por eso la preocupación no la dejó tan intranquila. Se acostó a dormir. Lo mismo hicieron su otra hija Dayana y su pareja Gabriel Valencia, padrastro de Jhon.

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En el parque todo era rumba. La música opacaba la presencia de la iglesia San Juan Bautista, y entre trago y trago una riña se formó “con botellas y todo”. A media noche, recuerda más o menos el rapero, apagaron todo. Les dijeron que la fiesta seguiría en otra discoteca. Jhon, ahora con su parche de amigos, veía joven la última noche antes del novilunio y no se negaría la rumba que apenas les estaba comenzando.

Dejaron atrás “el mierdero” y se dispusieron a seguir la fiesta aunque no hubiera mayor asomo de alcohol en su cabeza, como lo confirmaría después el cuerpo médico.


Su collar de madera lo mandó a hacer en uno de sus viajes a Medellín. Foto cortesía

Cuando Jhon Jota y sus amigos cruzaban el puente saliendo de Toribío dos hombres en una moto los esperaban desde la sombra. “Apenas nos vieron que nos estábamos acercando echaron bala como desde unos 20 o 15 metros”, narra el rapero.

Una vez se escuchó la balacera se tapó la cabeza con las manos y se agachó confiando que nada lo impactaría. Pero de los siete tiros que contó uno le perforó el cuello, le siguió por detrás de un pulmón y quedó cerca a la columna. 

Cauca está ardiendo. Las primeras víctimas fueron asesinadas en un caserío de Tacueyó. Mataron a la autoridad neehwe‘sx Cristina Bautista y a los guardias Asdruval Cayapu, Eliodoro Inscué, José Gerardo Soto y James Wilfredo Soto.

Luego, también en zona rural de Toribío, mataron a Alexander Vitonas Casamachin a Jesús Mestizo el sábado. El jueves encontraron los cuerpos de cuatro topógrafos que hacía trabajos en el caserío de Santa Helena en Corinto y uno más en Huasanó en Caloto. 

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Y el sábado secuestraron al escolta de la UNP Fabián Eduardo Rivera. Luego lo asesinaron. En todos los casos se apunta a la disidencia de las Farc como culpables.

Boaventura de Sousa Santos, en un texto de despedida a su colega y amigo Alfredo Molano, que murió el pasado jueves 31 de octubre, finalizó citando al rapero: “Somos más y mejores y porque tenemos la verdad, la ética y el futuro de nuestro lado. Como canta el joven rapero Jhon Jota de Toribío: Nos están matando/ nos quieren vencer/ por rechazar el sistema/ pero no van a poder/ el pueblo no se doblega”.

La bala sigue en la espalda de Jhon.


Foto cortesía

De pelo rapado, tatuajes por todo el cuerpo: uno de diamante en el cuello, una serpiente en la cabeza y un ave gigante que le cubre la espalda, Jhon Jota genera admiración y sorpresa en los nasa más jóvenes y miradas más bien curiosas en los indígenas mayores. 

Eso no quiere decir que la comunidad y el Cabildo no sepan quién es. A los 14 le dio por coger un esfero y escribir rimas. Rapear. Una vez tuvo su primera canción rodó por Toribío buscando espacios para presentarse y en el colegio consiguió que alguien le financiara sus camisetas.

Su talento no paró ahí. Conquistó Medellín, donde una productora lo invitó a grabar un video y sus canciones, y con el paso de los meses hizo lo mismo en Bogotá. “Muchas veces me sentí humillado, muchas veces tuve problemas en el colegio, me sacaron de la escuela porque era problemático. Y así para desahogarme, después me di cuenta que no sabía que tenía ese don, y escribir desde mi historia, empecé a darme cuenta que podía llegarle a mucha gente”.

“Mi historia está en mis canciones”

Gabriel Valencia se despertó de un salto porque escuchó tiros. Supuso que habían sido por el puente. Milena pensó que habían matado a alguien. Y la noche dejó de ser tranquila. 

“Creo que cuando a uno le conviene morir le toca donde le toca”, confiesa Milena.

Luego de la balacera la familia volvió a conciliar el sueño y se entregó a la oscuridad de la casa. Pero minutos después los gritos de Dayana, la hermana de Jhon, volvieron ruido el silencio.

— ¡Mamá, mamá, mamá! 

— ¿Qué pasó?

No quería hablar. O no podía. Solo pudo pasarle el teléfono a Milena. Del otro lado las palabras fueron contundentes: le dispararon a su hijo.

De un brinco agarró los papeles necesarios y corrió hasta el Hospital de Toribío. Cuando llegó pudo confirmar lo que la voz al otro lado de la línea le había contado. 

No estaba muerto, pero Jhon jura que el dolor que sentía lo hizo sentir en el infierno y apenas recordaba cuando todo a su alrededor comenzó a tronar y cayó al suelo. 

“Pero menos mal no…”, y suspira.

Pero menos mal no lo mataron.

La mata no mata

pero si siembras la mata por plata,

llega una rata y por plata te mata


Impacto Nasa

En el quirófano repararon la piel por la herida del cuello, el pulmón sufrió daños y la bala le recorrió la espalda hasta quedar incrustada cerca a una vértebra. Jhon canceló una fecha en Montería y espera que un médico especialista le pueda remover la bala, que siente cuando pasa su mano por la espalda.

Milena, su mamá, que tuvo que salir en una ambulancia esa madrugada a las tres de la mañana rumbo a Popayán, dice que por poco los sueños que logró construir casi se derrumban. Llora cuando recuerda que en el primer festival de música al que se presentó Jhon la hizo subir a la tarima para darle un abrazo. “Porque he sido mamá y papá”, cuenta.

En el hospital un panfleto circuló amenazando al rapero. No sabe qué frente o cuál disidencia. Solo sabe que firmado por las Farc por incitar al consumo de drogas. Pero en realidad, las rimas de Impacto Nasa son como tiros convertidos en palabras que llegan hasta al más oscuro de los capos que dominan esas verdes montañas que en las noches brillan por las bombillas que las hacen crecer.

Allí se toma fotos, graba videos y le canta a su pueblo, del que se siente orgulloso.

Su regreso fue en una camioneta del Cabildo nasa que lo regresó desde la capital del Cauca hasta Toribío. El rapero pasa sus días en su cama esperando que su pulmón mejore.

Y así volver a saltar a una tarima.