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SEMANA, el primer medio en entrar a la megacárcel de El Salvador. Estos son los videos de la impresionate prisión
SEMANA es el primer medio en el mundo en llegar hasta el Centro de Confinamiento para el Terrorismo construido en El Salvador. Se trata de la cárcel más grande de América, que recibirá a 40.000 pandilleros de la MS y el Barrio 18, quienes durante décadas causaron terror al pueblo salvadoreño.
Son 300.000 metros cuadrados los que se usaron para elevar este gigante carcelario ubicado entre dos municipios de El Salvador, a unas dos horas de la capital del país y que, de manera sorprendente, fue construido en apenas seis meses.
El Centro de Confinamiento para el Terrorismo cuenta con ocho gigantescos pabellones que mantendrán de manera aislada a los 40.000 pandilleros que están por llegar a estrenar esta megacárcel dotada de última tecnología, muros de hasta 12 metros de altura, cerca electrificada y hasta cámaras con detección de calor.
Es un búnker penitenciario que, de acuerdo con el gobierno del presidente Nayib Bukele, permitirá mantener confinados, sin ninguna clase de visita o contacto con el exterior, a los pandilleros que tanto daño le causaron a su país.
La cárcel incluye, además de sala de audiencias, espacios para el reconocimiento en fila de personas, reseña e identificación, unas celdas de castigo destinadas a los peores delincuentes que lleguen al penal.
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Mientras en Colombia el Gobierno advierte que no se construirán más cárceles y, por el contrario, que dejarán en libertad a peligrosos delincuentes en el marco de la apuesta por la llamada ‘paz total’, en El Salvador, con el presidente Nayib Bukele, la promesa es radicalmente diferente: enfrentar con toda la contundencia a las organizaciones criminales, llevarlos a prisión y que en estos lugares paguen realmente por sus delitos. Para cumplir con la palabra empeñada han sido capturados más de 50 mil pandilleros, y en menos de seis meses se construyó un sorprendente centro penitenciario, tal vez, el más grande del mundo.
SEMANA llegó al Centro de Confinamiento para el Terrorismo. Se trata de la cárcel que ordenó construir el presidente Bukele destinada, exclusivamente, a la reclusión de los integrantes de las pandillas MS13 y Barrio 18, que por décadas sembraron el terror en este país. El gigante de concreto, con más de 300.000 metros cuadrados, es imponente, tiene capacidad para alojar a más de 40 mil reclusos.
Esta enorme cárcel está construida entre dos municipios, alejada de cualquier zona urbana y vigilada por un volcán. Desde la puerta principal hasta el último anillo de seguridad, hay más de dos kilómetros de concreto reforzado, mallas electrificadas, cámaras de seguridad, sensores de movimiento, reconocimiento fácil y hasta detectores de calor. Se trata de la más avanzada tecnología y medidas de seguridad para el control de los presos, que simplemente les sea imposible seguir delinquiendo tras las rejas y donde una fuga simplemente es imposible.
Los controles son, en extremo, estrictos. Los pandilleros capturados en el marco de la estrategia de control territorial del Gobierno de El Salvador, no tendrán nunca visitas ni de familiares o amigos. Estarán completamente aislados en ocho pabellones y celdas vigilas desde el techo, el suelo y por cámaras de seguridad.
Los controles
En la visita al Centro de Confinamiento para el Terrorismo, SEMANA fue testigo de los protocolos y el régimen que se impone para este centro de reclusión. Son más de ocho filtros que arrancan con una enorme puerta que solo se abre cuando la siguiente se cierra. Posteriormente, hay una sala de escáneres corporales y de maletas.
Osiris Luna Meza, viceministro de Justicia y director de Centros Penales en El Salvador, acompañó el recorrido que hizo SEMANA por toda la cárcel. Luna Meza advirtió que el objetivo del Gobierno del presidente Nayib Bukele es garantizar que los delincuentes tendrán un proceso justo, pero contundente, sin ninguna clase de beneficio.
“En estos escáneres, por ejemplo, se revisa que todo aquel que llegue no contenga en su cuerpo elementos prohibidos, incluso notas que en otras cárceles ingerían para entregarlas a cabecillas de estas organizaciones criminales. Los controles serán minuciosos hasta para los funcionarios que presten su servicio de vigilancia”, dijo el viceministro.
Al pasar esta sala, donde parece imposible el ingreso de objetos y sustancias prohibidas, aparecen unos filtros de registro que permiten conocer no solo los antecedentes de las personas privadas de la libertad que llegan al Centro para el Confinamiento del Terrorismo, sino definir cuál será su zona de reclusión de acuerdo con el delito y la condena que carguen sobre sus hombros.
Las celdas
Los 70.000 metros cuadrados de construcción que tiene el Centro de Confinamiento para el Terrorismo incluyen ocho pabellones donde se encuentran las celdas con espacios de reclusión para los pandilleros privados de la libertad.
En cada celda hay filas de cuatro niveles con los soportes o bases para alojar a los delincuentes. Se trata de camarotes de cuatro metros de altura que están cerca de una reja superior troquelada con figuras de rombos bordados, extremadamente afilados para evitar que los detenidos intenten colgarse o tratar de arrancarlos. De intentarlo podría incluso perder un dedo, así se evita cualquier intento de desorden o amotinamiento.
”Se trata de una malla especial que no solo tiene una dirección y que permite al custodio vigilar a los terroristas, sino que puede incluso mutilar el dedo de quien intente arrancarla, pues cuenta con un filo delgado que garantiza la seguridad del custodio y del mismo espacio”, dijo Héctor Antonio Saldaña, ingeniero de Centros Penales de El Salvador.
Los baños se reducen a un inodoro y un lavadero o pileta en concreto, están a la vista de todos los detenidos, incluso del personal de guardia. No hay espacio privado o sin vigilancia. Los pandilleros están expuestos, en el Centro de Confinamiento para el Terrorismo no tienen privacidad.
El castigo
En los mismos pabellones se encuentran las celdas de confinamiento o espacio de castigo para los detenidos que intentan perturbar el orden o la tranquilidad en el Centro de Confinamiento para el Terrorismo. La premisa es clara, quien no cumple las normas del penal sabe a lo que se atiene, el castigo es duro.
Se trata de celdas de dos metros cuadrados, en completa oscuridad, en concreto, con una pequeña rendija redonda en un techo y a una altura de cinco metros que funciona como bombillo. Los detenidos pasan los días sin absolutamente nada en las celdas.
”La única compañía que tienen es una base de concreto donde duermen, una pileta que periódicamente se llena con agua para bañarse y un inodoro, no tienen comunicación y deben permanecer en este espacio”, dijo el viceministro de Justicia y director de Centros Penales en El Salvador.
Los pandilleros que lleguen a estas celdas de confinamiento solo podrán salir para cumplir algunas remisiones en la sala de audiencias que está dispuesta en el mismo pabellón o para ser notificado de otra investigación.
Los guardias deben esposarlo de manos y pies, lo harán estando de espaldas y mientras el detenido saca las manos por una pequeña rendija. Luego lo llevan completamente reducido por un pasillo largo hasta el sitio donde lo requieren, que nunca será fuera del pabellón.
El búnker
Con muros de hasta 12 metros de altura, torres de vigilancia, mallas electrificadas y cámaras térmicas, los filtros en el Centro de Confinamiento para el Terrorismo lo convierten en un búnker carcelario para más de 40.000 detenidos.
Los muros están hechos en concreto reforzado y, de acuerdo con los propios ingenieros, “ni siquiera el golpe de un camión haría temblar esta gigante barricada que se convierte en el último filtro antes del exterior de la cárcel”.
Se trata de una construcción con todos los requisitos y con tecnología de punta para garantizar que ningún terrorista que ingrese a pagar su condena pueda escapar. Se adoptaron modelos de centros penitenciarios en todo el mundo para construir la que será la cárcel más grande de América”, dijo Romeo Rodríguez, ministro de Obras Públicas de El Salvador.
Los muros estarán vigilados con cámaras de seguridad de un alcance sencillamente sorprendente. Cada torre tiene a su disposición videos de alta resolución, incluso de reconocimiento facial y de visión térmica que facilita la detección en absoluta oscuridad.
Un arsenal
Casi 1.000 hombres de la Policía Nacional Civil y el Ejército de El Salvador estarán dispuestos a adelantar los esquemas de seguridad en el Centro de Confinamiento para el Terrorismo. Los funcionarios cuentan con la dotación suficiente para enfrentar cualquier situación que ocurra en la cárcel, incluso un motín.
”El personal está capacitado y dispuesto a cumplir las órdenes del señor presidente Nayib Bukele. Tendrán turnos por periodos hasta de siete días y luego se renovarán con el ánimo de evitar hechos de corrupción. Todos tendrán la dotación suficiente para la vigilancia en el interior o exterior del Penal”, dijo Osiris Luna Meza, viceministro de justicia y director de Centros Penales en El Salvador.
La dotación que tiene el personal de custodia no solo incluye armas de largo alcance o que disparan goma, los uniformados tendrán la indumentaria que bien podría servir para enfrentar una violenta protesta en cualquier ciudad. El escuadrón antimotines se encargará de eliminar cualquier intento de refriega.
Adicionalmente, hay un grupo de inteligencia penitenciaria que se mantendrá atento a la información sobre posibles vulneraciones a la seguridad o intentos de afectar el orden al interior del penal. Este grupo está liderado por el propio encargado de esa división en el centro de penales de El Salvador, el subinspector Rodolfo Campos.