EXPERIENCIA
Redefinir las tablas: ¿de qué se trata el teatro de inmersión?
SEMANA vivió en ‘Sleep No More’ esta forma de arte que pone al espectador en medio de la escena, le ofrece una experiencia autónoma y radicalmente distinta, y afina sus apuestas más arriesgadas en Londres y Nueva York.
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Antes de empezar, el espectador recibe una máscara y una instrucción: no hablar bajo ninguna circunstancia. Si va en pareja, recomiendan separarse, pues la obra fue diseñada para una experiencia individual. Luego, queda libre para recorrer a su ritmo un vasto espacio en el que se desarrolla una historia compuesta de decenas de eventos y escenas simultáneas. SEMANA recibió la máscara y se sometió a la experiencia del teatro de inmersión en Nueva York. De primera mano, en la obra Sleep No More, vio cómo, de un momento a otro, los actores ocupan espacios y desarrollan sus diálogos o monólogos, sus rutinas, coreografías y movimientos. Y así como aparecen, se esfuman caminando, corriendo o pasando por puertas misteriosas.
El espectador escoge si seguirlos, abandonarlos, subir o bajar y, a cada paso, se somete a la sorpresa. Ya sea la de presenciar las actuaciones y los diálogos a centímetros, o la de recibir monólogos cara a cara en cuartos cerrados. No menor es el efecto de la minuciosa y envolvente dirección de arte y del sonido. Ambos factores asombran, pues generan la sensación de estar dentro de una película. Esos detalles convierten el espacio en un protagonista más con el que los espectadores interactúan. Lo experimentan, leen las cartas, observan las fotos macabras en un cuarto oscuro o abren frascos en la botica.
La experiencia de Sleep No More es un secreto a voces. Desde 2000, primero en Londres y luego en Nueva York, la compañía teatral Punchdrunk abrió un nuevo camino para el teatro y, a pesar de lo ambicioso de la idea, lo consiguió. Partió del clásico shakesperiano Macbeth para dar vida a una versión disruptiva que bautizó Sleep No More. En esta se tomó varias atribuciones creativas que la convirtieron en la precursora de un género que, en 2020, seguirá creciendo con propuestas más diversas y arriesgadas. Como atracción, en Nueva York esta obra aún agota entradas y la gente la recomienda a ojo cerrado.
La dirección de arte y de sonido borran la línea entre lo real y lo fantástico. La gente se siente dentro de la trama. Fotos: The McKittrick Hotel
Varias características separan a Sleep No More de un Macbeth clásico. Primero, cuenta el oscuro relato desde el prisma del film noir; segundo, lo ubica en un particular escenario: un robusto edificio en el barrio Chelsea que hace llamar el McKittrick Hotel, al cual dota de una leyenda. Según cuenta, el lugar iba a ser el hotel más exclusivo de la Gran Manzana hasta que el estallido de la Segunda Guerra Mundial lo libró al olvido. En ese espacio, por más de cuatro pisos y cientos de cuartos y espacios, se desarrolla una narrativa que solo sufre de un reparo: no se puede considerar lineal ni fácil de seguir. Solo en la escena final, el gran clímax, todo el público se reúne en el gran salón y presencia lo más parecido al teatro tradicional. La impresionante clausura es digna de lo antes vivido.
Los comienzos y los caminos del teatro de inmersión
Felix Barrett, fundador y director artístico de Punchdrunk, y su compañera de aventura, la coreógrafa Maxine Doyle, impulsaron esta nueva frontera del teatro que rechaza el rol pasivo del público y le permite revivir la obra varias veces de manera diferente (si le alcanza la plata). Barrett cuenta que la idea le llegó en su tercer año de estudios dramáticos en la Universidad de Exeter. Se propuso montar Woyzeck, una obra que no tiene final ni orden definido, que el alemán Georg Büchner dejó sin terminar al morir en 1837. Frente al reto, optó por montar la obra en unas barracas militares en desuso y aprovechar sus espacios para desplegar simultáneamente las escenas.
Con estas lecciones siguió adelante y, en 2003, creó Sleep No More, un fenómeno pionero que aún prueba que con una gran historia y un cuidado artístico milimétrico y estético, puede durar años sin perder vigencia. El éxito, sin embargo, no los ha librado de enfrentar escollos. La audiencia goza de privilegios pero a veces ha abusado de ellos, y ha puesto a los actores en situaciones complicadas. Por esto han tenido que reforzar los límites y establecer protocolos para que los actores puedan responder a comportamientos inadecuados o acosos.
El espectador puede repetir la obra incontables veces y siempre vivir experiencias distintas.
Esta compañía abrió el camino que han seguido otras como Shunt, DreamThinkSpeak, Grid Iron y Secret Cinema, que se han sumado con resultados mixtos. En la actualidad, en Londres una de ellas presenta una versión de The Wolf of Wall Street que parece haber chocado con los límites del formato. Para la prensa, la propuesta dirigida a adultos “más parece una oveja vestida de lobo” y tiene dificultades para hacer partícipe a la audiencia de la bacanal del inescrupuloso Jordan Belfort. Por el contrario, el montaje inmersivo de The Great Gatsby, basado en la novela de F. Scott Fitzgerald, ha tenido una gran recepción. Los espectadores han llegado incluso a vestirse al estilo de los años veinte, la época del relato.
Con el paso del tiempo las temáticas se han diversificado. El montaje de Torch relata de cerca, a lo largo de los años, la vida de las mujeres en el pueblo de St Helen. La obra ha recibido excelentes reseñas y ha logrado conmover a sus espectadores hasta las lágrimas.
Colombia no ha sido ajena a estas propuestas. Entre otros, creadores como Jimmy Rangel y Fabián Acosta han puesto en escena montajes de teatro inmersivo y sensorial. Rangel montó Histeria en 2017 y Cázame en 2018, protagonizadas por Alejandra Borrero y María Cecilia Botero, respectivamente. Acosta apostó un par de años antes por Asylum, voces dementes.
En su constante rediseño, el teatro sigue expandiendo sus límites y para ello también explora desde departamentos de investigación y desarrollo tecnológico. A las propuestas clásicas, a las propuestas inmersivas y sensoriales y a las transmisiones en formato cine alrededor del mundo (como las del National Theater) se sumarán pronto propuestas que integran realidad virtual, realidad aumentada y realidad mixta. ¿Será esto teatro? El debate está servido y la experieriencia garantizada.