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La princesa Diana tuvo con Dodi un viaje a Saint Tropez en Francia, antes de su muerte (Photo by Michel Dufour/WireImage) | Foto: WireImage

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25 años sin Lady Di: reveladores detalles de cómo fueron sus últimos días junto a Dodi Al Fayed

Tom Bower, biógrafo de la realeza, reveló que el padre de Dodi Al Fayed, novio de la princesa, no solo maquinó el romance, sino que tuvo mucho que ver en el fatal recorrido en que perdieron la vida en 1997.

31 de agosto de 2022

Días atrás, ante la cercanía del cuarto de siglo de la desaparición de la primera esposa de Carlos de Gales, que fuera una de las noticias de primera plana más explosivas de finales del siglo XX, no fueron pocos los que predijeron que la conmemoración sería una repetición de la repetidera: las imágenes del Mercedes Benz destrozado en París, la columna del puente de Alma donde se produjo el choque, las multitudes llorando por Diana a las afueras del palacio de Buckingham rodeado por un “tapete” de ramos de flores, la furiosa estampa de su hijo William en el sepelio, Elton John cantándole en la abadía de Westminster, o las palabras de su hermano Charles acusando a los paparazzi de perseguirla hasta matarla.

Pero llegó el día de la conmemoración y resulta que siempre hay algo nuevo que oír o leer acerca de este dramático episodio y, por minúsculo que sea, confirma que la “Dianamanía” persiste y que su muerte, para muchos que no la procesan todavía, pasará a la historia como un caso sin resolver.

The Times, el diario más importante de Reino Unido, no conmemora a la inolvidable Lady Di con el resumen de rigor sobre su vida y muerte, sino que acudió a Tom Bower, uno de los biógrafos más respetados de la realeza y las celebridades para aportar ese nuevo detalle que avive el fuego de la eterna intriga acerca de Diana.

Bower, para más señas, es el autor de Revenge: Meghan, Harry and the War Between the Windsors, en el cual cuenta paso a pasó cómo el hijo menor de Diana y su esposa se le rebelaron a la familia real hasta hacer tolda aparte en el famoso megxit. Anteriormente, había escrito Rebel Prince, dedicado al príncipe Carlos y sobre las vidas de Tony Blair, Richard Branson, Simon Cowell y Bernie Ecclestone, entre otros.

Bower también escribió una biografía y, por ende, conoce muy bien a Mohamed Al-Fayed, el padre de Dodi Al-Fayed, el amante junto al que Diana murió en el fatídico accidente en la Ciudad Luz hoy hace 25 años.

El biógrafo hace ahora revelaciones sorprendentes en el periódico londinense que confirman que toda la verdad no se ha dicho sobre lo que pasó antes, durante y después de esos momentos.

La ficha clave de la trama, el controlador de los hilos, sostiene Bower, definitivamente es Al-Fayed el viejo, quien ya era un personaje no solo conocido y muy cuestionado en Reino Unido a finales de la década de 1990. Aun así, había seducido con su dinero a la propia reina Isabel, como lo dejan ver múltiples fotos de los dos juntos, especialmente en carreras de caballos, la debilidad de su majestad. Incluso, el millonario había logrado que la monarca le concediera el codiciado sello como proveedor de la casa real.

Pero esas apariciones de Al-Fayed junto a Isabel y otros miembros de la dinastía Windsor eran mucho más que trofeos para su ‘vanidoteca’. Por los días que antecedieron el fatal accidente, los amores de su hijo con Diana le venían como anillo al dedo para mantener a flote su imagen en Gran Bretaña.

Princesa Diana, Príncipe Carlos
El Príncipe y la Princesa de Gales en el balcón del Palacio de Buckingham el día de su boda, 29 de julio de 1981. Diana lleva un vestido de novia de David y Elizabeth Emmanuel y la tiara de la familia Spencer. (Foto de Terry Fincher / Princess Diana Archive / Getty Images) | Foto: Getty Images
Carlos y Diana
La princesa Diana (1961 - 1997), el príncipe Harry, el príncipe Guillermo y el príncipe Carlos en un desfile en el Mall, Londres en 1994. | Foto: Getty Images

Circulaban sobre el empresario egipcio serias acusaciones de que era “deshonesto, evasor de impuestos y un chantajista obsesionado con el sexo”, escribe Bower en The Times. Igualmente era señalado de haber retenido su propiedad de la popular tienda Harrods y de asegurar su pasaporte británico a punta de una campaña de difamación. Otros lo tildaban de corrupto, luego de que expusiera a dos parlamentarios que aceptaron sobornos de él para mover temas de su interés en la Cámara de los Comunes.

Al-Fayed era igualmente inculpado por sus empleados en Harrods de lanzar falsas acusaciones de robo. El sanguinario dictador de Haití, Papa Doc Duvalier, y los Maktoum, dueños de Dubái, afirmaban que los había defraudado y engañado.

Gracias a las pesquisas de su enemigo Tiny Rowland, a quien Al-Fayed le ganó la batalla por Harrods, se supo que en realidad era hijo de un inspector de Alejandría y no de un acaudalado pashá, como lo sostenía, y que contaba tres años más de edad de los que decía tener. Así las cosas, la partícula “Al” antepuesta a su apellido, que en árabe señala alcurnia, sería incorrecta.

Trágicamente y por esos caprichos del destino, la codicia y astucia de Al Fayed se juntaron con la vulnerabilidad de Diana. Meses atrás, en 1996, ella se había divorciado de Carlos, luego de 16 años de matrimonio, de los cuales la gran mayoría no fueron el cuento de hadas que ilusionaba al público, sino una amarga experiencia de traición y desequilibrio mental (con intentos de suicidio incluidos) contrastada con la invencible popularidad de la princesa alrededor del planeta.

Como se recuerda, Carlos se casó sin estar enamorado de Diana, sino de Camilla Parker Bowles, un viejo amor del que nunca pudo desprenderse y con quien hoy, efectivamente, está casado y coronará en el futuro como reina de Inglaterra.

Desde antes de su separación, en 1992, el heredero al trono y su esposa se habían trenzado en una campaña de mutuo desprestigio. El poderoso bando de él espiaba a Diana, revelaba sus romances o esparcía su fama de “loca”, en tanto que ella usaba a la prensa para hablar mal de su marido y mostrarlo como incompetente para reinar. El enfrentamiento, que llegó a ser conocido en la prensa británica como “the war of the Wales” (la guerra de los Gales), cobró visos siniestros, con filtraciones telefónicas que dejaron al descubierto a ambos príncipes hablando cosas muy privadas con sus amantes. Carlos, por ejemplo, fue escuchado diciéndole a Camilla que quería ser su Támpax, en tanto que Lady Di fue oída expresándole a su amante, James Gilbey, sus temores de haber quedado embarazada, en el escándalo conocido como el Squidgygate.

En últimas, ambos confirmaron sus infidelidades y el infierno que era su matrimonio en conocidas entrevistas de televisión emitidas a escala nacional, lo cual exasperó a la reina, quien ordenó el divorcio.

Diana dejó sin un centavo al príncipe en el acuerdo, pero perdió el tratamiento de alteza real y la protección de los Windsor, que no es poca cosa, en especial en materia de seguridad personal, un tema crítico para ella, que era quizá la persona más asediada por la prensa y los fanáticos.

Diana, la aristócrata y millonaria a quien la familia real humilló, era para aquellos días de 1997 una mujer temerosa en busca del amparo que solo le podía dar un multimillonario como Dodi.

Se habían conocido y encendido la chispa del romance hacia 1986, durante un partido de polo al que ella asistió con Carlos. Siguieron encontrándose ocasionalmente, pues se movían en el mismo círculo social.

En julio de 1997 Mohamed Al-Fayed estaba más necesitado que nunca de asegurar su aceptación en el complicado establecimiento británico y qué mejor medio que establecer nexos con la mujer más amada del país. Entonces, echó a andar su plan, que comenzó por invitar a Diana a pasar unas tres semanas de veraneo junto a sus hijos, los príncipes William y Harry, en el Mediterráneo. El plan le vino como anillo al dedo a la princesa, pues, quién lo creyera, andaba “desprogramada”. Cuando los príncipes regresaron a Inglaterra, ella se quedó sola con Dodi, en medio del revuelo mediático. No era para menos, pues era su primera relación seria desde el divorcio.

Mientras que en el mundo causaban sensación las fotos a diario de las que serían las últimas vacaciones de Diana, Tom Bower se había ganado la confianza de Mohamed Al-Fayed y lo visitaba frecuentemente en Harrods. “Cada vez que iba, él me mostraba las últimas fotos de él con Diana o de ella con Dodi. Fayed alardeaba de que había comprado un segundo yate para que su hijo sedujera a Diana”, escribe Bower. Incluso, la novia estadounidense que Dodi tenía había sido desechada para seguir adelante con los planes.

En esta foto tomada el 14 de noviembre de 1992, la princesa Diana sale de una tienda de libros en Paris.
En esta foto tomada el 14 de noviembre de 1992, la princesa Diana sale de una tienda de libros en Paris. | Foto: AFP

Bower habló con Rene Delorn, por mucho tiempo el valet de Dodi, que le confirmó que la relación de Dodi y Diana fue “coreografeada” por Mohamed y que para el momento en que la pareja estaba en el yate, el magnate estaba convencido de que se casarían. Estaba tan empeñado en ello, que fue él quien atrajo a los periodistas a Cerdeña para que los captaran durante sus vacaciones, en imágenes que ocuparon las primeras planas por esos días.

En su crónica para The Times, Bower expone que Al-Fayed también tuvo mucho que ver con el recorrido en auto en que Diana y Dodi perdieron la vida.

De la costa, ellos se habían trasladado a París para seguir con su recreo, hospedados en el Ritz, el hotel favorito de celebridades como Coco Chanel y de propiedad de los Fayed. Por supuesto, en este tramo de las vacaciones, la atención de los fotógrafos se exacerbó.

A las 32 horas de la muerte de la princesa y su enamorado, Bower se trasladó a París en el helicóptero de Mohamed Al- Fayed, para entrevistar a meseros del hotel, mucamas, escoltas y gerentes, que contaron como Lady Di toleraba el alto consumo de drogas de su amante, de quien se notaba enamorada.

“En sus relatos ellos describieron cómo, en la suite Imperial, Diana observaba calmadamente a Dodi, agitado por los paparazzi afuera del Ritz y discutiendo por teléfono con su padre acerca de un ardid para escapar (al apartamento de los Fayed en los Campos Elíseos) sin que los fotógrafos los vieran, a través de la puerta trasera del hotel”, cuenta Bower.

Kes Wingfield y Trevor Rees-Jones, guardaespaldas de Diana, se opusieron a esta salida, pero Al-Fayed padre pensaba lo contrario. “Esto fue aprobado por el señor Mohamed”, se le oyó decir al conductor, Henri Paul, a los escoltas.

“Dodi, como bien lo sabían los hombres de seguridad, no hacía nada sin la aprobación de su padre. Claramente, Fayed autorizó la persecución a alta velocidad, la cual Paul comenzó a las 12:25 de la madrugada y terminó en un túnel subterráneo. Pero la magnitud del control de Fayed, solo salió a la luz horas después”, explica Bower.

Efectivamente, cuando los fotógrafos se percataron del timo, se lanzaron a toda carrera en sus motos, en busca de las codiciadas instantáneas de la reina de corazones y su nuevo amor. No hay que olvidar que cualquier foto callejera de Diana se cotizaba por sumas millonarias en el mercado. El asedio a ella era tan descarado que muchas veces le decían: “Di, por favor, déjame hacer esto, el nuevo colegio de mi hijo es muy caro”.

Esta vez, ese tenaz empeño se salió de todo cauce y, tratando de esquivar al enjambre de reporteros, Henri Paul, el conductor del Mercedes Benz negro en que Diana viajaba con Dodi, perdió el control y se produjo un choque fatal contra una de las columnas del viaducto. Murieron la princesa, su novio y Paul, en tanto que el escolta Trevor Rees-Jones se salvó.

El biógrafo narra que Fayed siguió manejando los hilos después del siniestro, en lo que califica como “la venganza de un cobarde contra el destino”. Primero, ordenó a su portavoz, Michael Cole, difundir que Diana y Dodi habían sido acosados hasta la muerte por unos fotógrafos implacables y sin conciencia.

No obstante, su historia fue desvirtuada por la autopsia del conductor, la cual mostró que estaba borracho (había bebido el equivalente a 11 tragos de whiskey). Para complicar las cosas, él desafió a los fotógrafos, diciéndoles, a la salida del Ritz: “No se molesten en seguirnos, no podrán alcanzarnos”.

Acto seguido, afirma Bower, para esconder la cierta culpa que le cabía en los hechos, Al-Fayed propaló toda suerte de mentiras malintencionadas, como que Diana estaba embarazada y había aceptado casarse con su hijo. Incluso, anotó que se establecerían en la capital francesa, donde ocuparían la Villa Windsor, que perteneció al exrey Eduardo VIII, el polémico tío abuelo del príncipe Carlos, quien abdicó por amor a su esposa Wallis Simpson.

Wallis Simpson
(Photo by Ivan Dmitri/Michael Ochs Archives/Getty Images) | Foto: Getty Images

Según Fayed, también el príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel, había planeado el crimen con la ayuda del MI6, con el fin de evitar que un musulmán como su hijo emparentara con la familia real. El plan habría sido perpetrado, aseguraba, con la ayuda de rayos láser y el misterioso Fiat Uno blanco que sigue sin aparecer.

Los entrevistados por Bower, cuando la tragedia estaba en caliente, le refutaron esas versiones. Por un lado, el anillo de la joyería Repossi que Dodi le regaló a Diana ese día fue más que todo un gesto de cariño y no el sello de un compromiso. El valet Delorn corroboró que nunca hablaron de matrimonio.

Otra mentira que Bower descubrió en ese momento fue que la visita de la pareja a París fue una decisión de último minuto y que solo Fayed y Henri Paul sabían el recorrido del Mercedes del Ritz a los Campos Elíseos, todo lo cual no dejaba espacio para el cumplimiento de un complot de asesinato premeditado con mucha antelación.

Solo una década después, la investigación británica concluyó que la muerte de la princesa se debió a la imprudencia de un conductor fuertemente alicorado y a que ella no llevaba ajustado el cinturón de seguridad. Pero fue demasiado tarde, pues las teorías de conspiración siguen su curso en la web y todo parece indicar que, dentro de otros 25 años, seguirán tan vivas como, eso sí, el mito de la irremplazable Diana.