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Desde la otra orilla

“El éxito es una falacia”: Ángela Becerra

Esta caleña, ganadora del premio de novela Fernando Lara 2019, es una de las colombianas más leídas en el mundo. Verónica Durán Castello la entrevistó en su residencia en España, donde conversaron sobre él éxito, la fama, la magia y el amor, del que dice que es, en últimas, amistad sin límites.

29 de octubre de 2019

Ángela Becerra nació en Cali en 1957 y hoy a sus 62 años es una de las autoras colombianas más leídas en el mundo. Su último libro Algún día, hoy premio de novela Fernando Lara 2019 se lanzó el 21 de mayo y continúa en la lista de los más vendidos. Sus obras han sido traducidas a 23 idiomas y publicadas en más de 50 países.

Becerra estudió Comunicación y durante veinte años trabajó en publicidad, pero en 2000 decidió dedicarse de lleno a la literatura y se fue a vivir a España donde reside hace más de 30 años.

Sus obras más conocidas son De los amores negados (2003), galardonado con el Latin Literary Award 2003;  El penúltimo sueño (2005), Premio Azorín de Novela 2005 y Mejor Libro Colombiano de Ficción 2005, y Ella, que todo lo tuvo (2009) con el que obtuvo el Premio Planeta-Casa América.

SEMANA: Su obra se asocia con el idealismo mágico. ¿Qué es eso?

Ángela Becerra: El idealismo mágico es poner la magia al servicio de las emociones de los personajes. Hacer uso de ella para que un sentimiento determinado, por ejemplo: la rabia, el dolor, la alegría o la pasión, adopte un brillo especial dentro de la historia y el lector lo sienta más a fondo.

Cuando escribí mi primera novela, De los amores negados, los momentos más importantes a nivel emocional iban quedando repintados por una especie de fenómenos externos impregnados de magia. Después de publicada, coincidí en un acto del Instituto Cervantes con Félix Grande, gran escritor español y crítico literario que la había leído y me dijo que había mucho del Idealismo Alemán en ella. Sentí curiosidad y llegué hasta Novalis y su poesía. Allí entendí lo que era el Idealismo mágico.

SEMANA: En su obra lo mágico ocupa un lugar importante. ¿Qué lugar tiene la magia en la vida?

A. B.:
Creo profundamente en ella. Desde pequeña fui una niña silenciosa y muy observadora que imaginaba espacios mágicos y creaba historias en torno a éstos. En la niñez estás libre de juicios, eres inocente y en ese estado se encuentra la capacidad de asombro, el poder de imaginar y soñar: allí surge la magia. Soy la quinta de siete hermanos y tuve la suerte de que mi abuelo me enseñara a leer y a escribir a los cuatro años; y como me parecía aburrida la cotidianidad, empecé a escribir unos pequeños cuentos que eran como una ventana imaginaria por la que yo escapaba. Mi madre decía que yo vivía en otro mundo y tenía razón. Ese mundo era la escritura y a través de la palabra daba vida a una niña a quien le sucedían las cosas maravillosas que a mí no me pasaban. Esta ventana me ha acompañado siempre en los momentos más difíciles. Es un mecanismo de salvación que me ha ayudado a superar situaciones complejas, como el fracaso de mi primer matrimonio en el que soporté trece años durísimos, o la época de mi adolescencia, muy frustrada porque tenía un padre muy estricto y machista… Eso sí, al que adoraba.

SEMANA: ¿Ha habido momentos mágicos en su vida?

A.B.: Sin duda. Es magia el hecho de que te busquen las historias para que tú las cuentes. A mí siempre me han llegado en el instante preciso. Es verdad que he estado atenta y he aprendido a distinguir de lejos sus señales. Sé cuando hay algo grande, incluso en algo mínimo como puede ser un gesto. En mi último libro Algún día, hoy me ocurrió que aunque no veo casi nunca la televisión, de repente, a las dos de la mañana, le di al mando y me encontré a toda pantalla con el rostro de una muchacha que me miraba fijamente. En sus ojos sentí que me pedía contar su historia para que la sacara del olvido, de casi cien años, en el que estaba. Ese es un acto de magia.

SEMANA: ¿Con qué fin escribe?

A.B.: Escribo para transmitir lo que siento: emociones, sentimientos, reflexiones… en definitiva: VIDA. Intento retratar al ser humano en todas sus vertientes; con sus luces y sombras, sus incongruencias y aciertos. Un libro que no transmite emociones es un libro muerto.

SEMANA: En sus libros hay más luz que sombra. ¿Usted cree que en la vida gana la luz?

A.B.: Soy optimista al cien por cien. Creo que el optimismo nos ayuda a vivir, a sobreponernos a las frustraciones y a saltar obstáculos. A disfrutar más y a encontrarle sentido a la vida en las pequeñas cosas. Pero también sé que no existe historia, ni real ni ficticia, donde todo sea felicidad. Si yo escribiera una novela en donde dos seres se encuentran y son felices para siempre, a la segunda página ya aparecería la palabra Fin. Pero es que las vidas de los seres humanos en realidad son auténticas novelas, novelas de superación, de reencuentros consigo mismos, de rabias, pérdidas, logros… de luces y sombras, donde muchas veces se tiene que pactar con la sombra que se lleva dentro; la que a veces frustra o entristece, o hace que te sientas derrotado. Con todo eso tienes que luchar. Al final, entiendes que hay que encajar la luz y la sombra, porque somos naturaleza, y sin las dos no podrías avanzar en la vida. Eso es sabiduría. 

SEMANA: ¿Cómo nace un gran éxito?

A.B.: Cuando alguien quiere crear un gran éxito no sale. Nunca he escrito nada pensando en él. Si algo me ha regalado la madurez es ese aprender a caminar la historia sin pensar en lo que va a suceder al final del camino. Lo otro ha llegado por añadidura. Cuando me han dado algún premio ha sido una sorpresa. Escribo porque no puedo dejar de hacerlo. Me siento viva escribiendo. Ese es el gran premio: vivir haciendo lo que adoro.



SEMANA¿El éxito ha cambiado su vida?

A.B: No hay que creerse el éxito, es una falacia. Cuando estás en la cresta de la ola te surgen amigos por todas partes, todo el mundo quiere invitarte. A mí me han llegado a aparecer hasta “primos” de tíos desconocidos, o “íntimas” compañeras de colegios donde jamás estudié. Me tomó seis años escribir mi último libro y durante ese tiempo desaparecí y en esa desaparición también se fueron los amigos “de mentiras”.  Eso para mí fue genial porque estuve en esa burbuja de silencio trabajando en mi novela.

SEMANA: El amor está muy presente en todos sus libros. ¿Qué es el amor?

A.B.: El amor es Vida, Amistad, Compasión. Fíjate que te remarco las mayúsculas. No puede haber amor si no hay compasión, que significa acompañar, padecer con el otro en lo bueno y en lo malo. La vida me ha enseñado que el amor es sobre todo Amistad Sin Límites.

SEMANA: ¿Cómo vive el amor en esta etapa de su vida?

A.B.: Es la mejor etapa de mi vida. Llevo 32 años junto a mi marido Joaquín Lorente. Tengo dos hijas maravillosas y un nieto divino. Estoy viviendo el amor sereno y contemplativo. El que se disfruta de cada instante y se saborea con goce. Es un amor de un compañerismo y amistad a prueba de todo. Te vuelves hermano de tu pareja, madre de tu pareja, hija de tu pareja. Es el TODO. El amor maduro es el que ya entiende las carencias y no pide imposibles. Es un amor comprensivo. No cambiaría por nada del mundo este momento, lo prefiero al de los fuegos artificiales.

SEMANA: ¿Cómo  conoció a Joaquín?

A.B.: Nos conocimos en Bogotá, en un seminario sobre Creatividad Publicitaria en el auditorio de Skandia; él era uno de los conferencistas. Se me acercó y hablamos sobre la magnífica charla que acababa de dar. Sin más preámbulos me pidió el teléfono y mi dirección. Acababa de publicar un libro sobre publicidad y esa fue la disculpa para pedir mis datos, quería regalármelo. En pocos días me llegó junto a un ramo de flores que no cabía por la puerta de mi apartamento. Empezamos a escribirnos y a hablar por teléfono. A los quince días yo viajaba a Barcelona con mi hija de 7 años, fruto de mi primer matrimonio. Y hasta el sol de hoy (risas).

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SEMANA: ¿Qué la lleva a dejar una exitosa carrera en la publicidad para embarcarse en la escritura, de la que es difícil vivir?

A.B.: La madurez. Me casé muy joven y tenía que mantener a mi  primera hija, y la única manera de hacerlo era a través de la palabra. Siempre había escrito y el mundo de la publicidad estaba mejor remunerado. La única pega era que ese río de palabras e imaginación estaría sometido a la venta de un producto. Aquello terminó siendo para mí como una prisión. Disfruté creando las campañas en las que trabajé y tuve la satisfacción de ser premiada con Leones en el Festival de Cine Publicitario en Cannes y con Soles en el Festival de San Sebastián, pero en la publicidad la palabra está aprisionada y tienes que ser muy concreto y el mensaje debe ir comprimido. Me cansé de esto, además me enfermé de estrés y con la crisis de los 40, me replanteé mi vida y  aquella ventana de mi niñez y juventud volvió a abrirse.  Volvió la palabra en libertad, con una fuerza tremenda. En las noches llenaba diarios y diarios donde plasmaba todo lo que sentía. Entonces tuve la certeza absoluta de que quería dedicarme a la literatura y abandoné mi carrera publicitaria.

SEMANA: ¿En que está trabajando en este momento?

A.B.: Estoy en cuarentena, acabo de parir este nuevo libro después de seis años de gestación.

SEMANA: Además de la escritura usted explora otras artes. ¿Cual refleja mejor su esencia?
A.B.:
Además de la escritura, he pasado gran parte de mi vida fotografiando paredes, puertas, ventanas y cielos. Tengo imágenes de muchos lugares del mundo. Me gusta el collage, en mis diarios lo suelo emplear mucho. También me fascina la escultura, modificar e intervenir objetos como caracolas, piedras y maniquíes de madera.

SEMANA: ¿Por qué cree que gustan tanto sus libros en países tan diversos como China o Rusia?

A.B.: Hay un lenguaje universal, que es el de los sentimientos. Eso que te decía de que uno tiene que haber vivido mucho para poder reflejar las emociones, los sentimientos. Yo he sufrido muchísimo de frustraciones, de amor, de exceso de soñar. Precisamente el creer tanto en la magia me llevó a fabular sobre mi vida y creer que todo iba a ser fácil. Y resultó que el primer golpe me lo di a los 16 años cuando me casé y pensé que lo hacía con la persona más maravillosa; pocos meses después descubría que era terrible convivir con él pero no tenía las armas ni la madurez suficiente para salir de esa relación equivocada. Toda mi vida ha sido la mejor universidad por la que he pasado.

¿Qué nos une a todos? Las emociones y sentimientos en todas sus vertientes. No existe ni llanto japonés ni llanto colombiano, rabia alemana o dolor inglés. Como tampoco existen alegrías francesas o argentinas. Los sentimientos no tienen idioma ni nacionalidad. Y mis novelas están cargadas de emociones. Es por ello que creo que gustan; porque los lectores se identifican con las historias desde el corazón.

SEMANA: ¿Cómo ha afectado a su obra su condición de inmigrante?

A.B.: He sido una privilegiada. Cuando llegué a España hace 32 años había muy pocos latinoamericanos. Existía un desconocimiento profundo sobre nosotros. Hoy día las cosas han cambiado. Mis primeros clientes no querían que yo llevara la cuenta porque era una sudaca, así nos llamaban de manera despectiva, sin embargo, estos mismos clientes, cuando me fui a retirar de la profesión, me pidieron que me quedara y lo hice durante un año sólo por el cariño mutuo que llegamos a tenernos.

SEMANA: ¿Qué significa España para usted?

A.B.: Es mi hogar. Amo a los dos países con locura. Yo tengo una pierna que es España y la otra que es Colombia y, para caminar, las necesito a ambas.