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Coronavirus: Así pasó el mundo de la normalidad a la catástrofe en tres meses

A principios de este año nadie sabía que en cuestión de semanas el mundo enfrentaría el mayor reto de la historia reciente.

7 de abril de 2020

En los tres meses pasados, desde que se detectó un nuevo coronavirus en China, el planeta se sumió en un guion de película de catástrofes. Imágenes como el hospital de campaña en Central Park o la morgue en una pista de patinaje sobre hielo en Madrid, entre otras, quedarán para siempre en la historia de la humanidad.

Desde la reina Isabel II, que invoca en un mensaje solemne el espíritu de los británicos para resistir la invasión nazi, a las autoridades estadounidenses que hablan de un nuevo "Pearl Harbor", los recuerdos de las horas más sombrías de la historia reciente han resurgido con esta "guerra" de un nuevo tipo en la que médicos y enfermeros son enviados al frente de batalla.

El 8 de enero de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) consideró que algunos casos de neumonía detectados en la ciudad de Wuhan, en el centro de China, podrían deberse a un nuevo coronavirus.

La enfermedad que, según decían en ese entonces, puede conllevar graves dificultades respiratorias, contaminó a 59 personas en diciembre, incluidos varios empleados de un mercado mayorista de Wuhan, en donde vendían animales vivos para comer.

Recuerdo del SRAS 

La enfermedad tenía semejanzas con el SRAS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo), otro coronavirus que golpeó duramente a China continental y a Hong Kong durante 2002 y 2003, dejando un saldo de 800 muertos en más de treinta países. 

El 11 de enero anunciaron el primer deceso en China. La epidemia se expandió y cruzó las fronteras. En Europa, Francia fue el primer país afectado, a finales de enero. Los primeros casos fueron los de personas originarias de China o que habían estado allí recientemente.

En ese momento el virus era como una especie de gripa, peligrosa sobre todo para las personas ancianas o con problemas de salud.

Hubei, aislada del mundo 

Para frenar la propagación, China aplicó un método radical de confinamiento: Wuhan y, a partir del 25 de enero toda su provincia, Hubei, quedaron aisladas del mundo. Desde ese momento los más de 55 millones de habitantes de esta región quedaron encerrados en sus casas.

El mundo empezó a repatriar desde China a sus ciudadanos, a quienes ponían en cuarentena de inmediato. 

A finales de enero, con casi 6.000 casos reportados, la epidemia superó al SRAS en número de infecciones. La OMS declaró la emergencia internacional, pero para ese momento consideraba innecesario limitar los viajes. 

Turistas bloqueados

Las compañías aéreas redujeron sus conexiones con China y muchos grupos extranjeros suspendieron sus actividades en el gigante asiático. Fue el comienzo de una espiral infernal para el sector del turismo mundial, del que dependen más de 300 millones de empleados, el 10 por ciento del PIB del planeta.

Miles de turistas quedaron bloqueados en cruceros por la aparición de contagios a bordo, como en el Diamond Princess. Esta embarcación quedó paralizada desde el 5 de febrero frente a Tokio, con más de 3.700 personas en cuarentena. Al final confirmaron más de 700 infectados.

El pangolín, principal sospechoso

A principios de febrero, científicos chinos señalaron que el pangolín, un pequeño mamífero escamado en peligro de extinción, podría haber transmitido el nuevo coronavirus de un murciélago a los humanos.

La muerte en Wuhan de un oftalmólogo de 34 años, Li Wenliang, víctima de la epidemia, desató una protesta en las redes sociales contra las autoridades. Al médico y otras siete personas los acusaron de propagar rumores cuando intentaron alertar sobre el brote a finales de diciembre.

Estados Unidos empezó a criticar la "falta de transparencia" de Pekín, pero la OMS defendió la gestión del Gobierno chino. El nuevo coronavirus siguió plagado de incógnitas, pero este Sars-Cov2 recibió el nombre de covid-19.

Consecuencias económicas 

El 15 de febrero, Francia anunció el primer deceso fuera de Asia y el mundo empezó a temer las repercusiones económicas. Se multiplicaron las anulaciones de grandes citas internacionales, como congresos, ferias o competiciones deportivas.

Pero el punto culminante llegó el 24 de marzo cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) decidió aplazar hasta el verano de 2021 los Juegos Olímpicos. El encuentro deportivo más importante del año estaba previsto para realizarse en julio de 2020 en Tokio. La medida solo registra antecedentes en las dos guerras mundiales.

A finales de febrero, la aceleración de los contagios fue evidente sobre todo en Italia, Corea del Sur e Irán. Por su parte, las autoridades chinas consideraron que la epidemia había alcanzado un pico en su territorio.

Movilización global

El 6 de marzo, el número de casos registrados superó el umbral de los 100.000 en el mundo.

Italia, duramente afectada, fue el primer país después de China en tomar medidas drásticas de confinamiento en su población.  Trabajadores sanitarios italianos dejaron al mundo estupefacto al relatar que ante la enorme llegada de enfermos a los hospitales, tuvieron que aplicar políticas de medicina en zonas de guerra y elegir a quienes salvar.

El 11 de marzo, la OMS calificó la covid-19 como una pandemia y al día siguiente Estados Unidos anunció el cierre de sus fronteras a los extranjeros procedentes de Europa.

Los mercados mundiales registraron caídas históricas, pese a que gobiernos y bancos centrales anunciaron medidas masivas de apoyo a la economía.

Por todo el mundo, los ciudadanos desabastecieron los supermercados para tener una cantidad suficiente de víveres, provocando incluso enfrentamientos por un paquete de pasta o por papel higiénico.

La mitad de la humanidad, confinada

La OMS declaró a Europa el nuevo epicentro de la pandemia, y España, Francia y el Reino Unido ordenaron el confinamiento de su población en marzo.

En todos los continentes aprobaron medidas similares, mientras que el número de víctimas sigue aumentando. Al 7 de abril, cerca de 4.000 millones de personas más de la mitad de la población mundial están obligadas a quedarse en casa o al menos tienen la recomendación de hacerlo. 

Las calles de Nueva York, conocida como la ciudad que nunca duerme, sorprenden con su desolación. Foto: AP

Por todo el planeta los gobiernos impusieron toques de queda y otros tantos se declararon en estado de emergencia, lo que despierta preocupación por el respeto del estado de derecho.

Los aviones en tierra, las escuelas y universidades cerradas, y el teletrabajo, se convirtieron en una situación usual para todos los ciudadanos.

En Madrid habilitaron una morgue en una pista de patinaje sobre hielo y en Nueva York construyen un hospital de campaña en Central Park e incluso en la catedral de San Juan el Divino, también en Manhattan.

En los barrios más pobres de todo el mundo resulta difícil cumplir con las restricciones de movimiento. Sobre todo en América Latina, donde la mayoría de su población vive de lo que gana en el día o son vendedores ambulantes, que ahora con las calles desoladas se quedaron sin ingresos. En algunos países la Policía ha recurrido a la violencia para dispersar concentraciones. 

Escasez y polémicas

En la gran mayoría de países hay escasez de mascarillas y equipos de protección, por lo que comenzó una despiadada competencia para conseguirlos. 

A esto se añade el miedo al colapso de los servicios de cuidados intensivos y la falta medicinas o de personal médico.

Mientras que la mayoría de países solo realiza el test de diagnóstico del coronavirus a los enfermos graves, Corea del Sur, Alemania y Singapur optan por realizar exámenes a gran escala y evitar, de ese modo, medidas de confinamiento. 

Corea del Sur se sirve incluso de un rastreo tecnológico de los casos positivos para poder identificar posibles contagios a partir de cada paciente. 

A la espera de una hipotética vacuna, que podría demorar un año, algunos experimentan con un derivado de la cloroquina, un tratamiento contra la malaria que tiene varios efectos secundarios. Por esto se ha convertido en una opción debatida y criticada por la falta de estudios a profundidad.

Víctimas anónimas y famosos 

Aunque la gran mayoría de casos de covid-19 sean benignos, la enfermedad puede tener un importante daño para los pulmones, incluso entre los jóvenes.

Al principio muchos creían que la enfermedad no afectaba gravemente a niños, pero eso quedó en entredicho luego de la muerte de un puñado de adolescentes en Francia, Bélgica y el Reino Unido, además del fallecimiento de dos bebés en Estados Unidos.

También se contagiaron famosos como el primer ministro británico Boris Johnson, que está en cuidados intensivos actualmente; el príncipe Carlos, heredero de la Corona, o el actor estadounidense Tom Hanks y su esposa, quienes ya se recuperaron. 

La pandemia incluso cobró la vida del pianista estadounidense Ellis Marsalis patriarca de una familia de músicos y de la leyenda camerunesa del afro-jazz, Manu Dibango.

La peor crisis desde 1945 

A fines de marzo, la ONU calificó la pandemia como la peor crisis de la humanidad desde 1945, una combinación de una "enfermedad amenazadora" y del espectro de una "recesión sin precedentes".

El G7 y la grandes potencias prometieron miles de millones de dólares para impulsar la economía mundial, mientras que el número de solicitudes del seguro por desempleo alcanzó casi 10 millones, una cifra histórica en Estados Unidos. 

Hubei y su capital, Wuhan, empezaron a salir del aislamiento desde el 25 de marzo, mientras que Italia ya sobrepasó las 15.000 muertes. España, por su parte, está próxima a alcanzar esa cifra.

Estados Unidos, cuyo presidente Donald Trump restó importancia a la amenaza durante mucho tiempo, es el país más afectado en número de casos. Sus más de 360.000 casos representan casi una cuarta parte del total mundial. 

A la fecha, el mundo entero registra casi un millón y medio de contagios y más de 80.000 muertes. Pero a medida que pasan los días y los casos no cesan, surgen varias dudas sobre el mundo después del confinamiento. ¿Existe un riesgo de una segunda ola de infecciones? ¿Qué tanto tardaron los gobiernos en reaccionar? ¿Minimizó China su balance de 3.300 muertos? ¿Cuál será el impacto económico? ¿Qué consecuencias tendrá la pandemia para las democracias y la cooperación internacional? 

Por ahora es muy pronto para resolver estos interrogantes. El mundo entero está envuelto en la incertidumbre y luchando a diario por tratar de contener la propagación de este virus. Viviendo el presente y sin tener muy claro el futuro. 

*Con información de la AFP