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En contraste con el terrorismo de hace unos años, los ataques recientes son a pequeña escala y más difíciles de detectar para las autoridades.

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El nuevo terrorismo: la oleada de ataques atemoriza a Europa

Los atentados en Francia y Austria encendieron las alarmas. Las medidas de las autoridades no parecen suficientes para frenar los ataques aislados de los fanáticos de grupos yihadistas. La lucha contra el terrorismo entra en terreno desconocido.

15 de noviembre de 2020

El fantasma del terrorismo acecha a Europa. Cinco años después de los atentados de París, Francia vive una ola de ataques que parece difícil de contener. No son atentados masivos ni orquestados con mucha antelación. Son, en cambio, episodios esporádicos, de fanáticos islamistas que operan por su cuenta, a los que les basta un cuchillo de cocina para asesinar y sembrar terror. El saldo no es comparable al de 2015 cuando murieron más de 130 personas en la capital francesa. Pero el reciente tiroteo en Viena, cometido por un simpatizante de Estado Islámico y que dejó cinco muertos y 20 heridos, recordó que la amenaza apunta a toda Europa. El terror, ante la dificultad para detener los ataques, tiene preocupado a todo el continente.

Desde la trágica noche del 13 de noviembre de 2015 en París, se han cometido 20 ataques en suelo francés, a los que se suman otros 60 atentados frustrados. La amenaza siempre ha estado ahí, pero, en las últimas semanas, una combinación de factores llevaron a aceptar el riesgo de una peligrosa oleada terrorista.

El saldo está a la vista. En un mes, Francia ha sufrido tres atentados en su territorio: un ataque con arma blanca que dejó dos heridos frente a las antiguas oficinas del semanario satírico Charlie Hebdo, debido a la reedición de caricaturas sobre el profeta Mahoma; la decapitación del profesor Samuel Paty por mostrar las caricaturas de Charlie Hebdo en su clase sobre libertad de expresión; y el asesinato de dos feligreses y un sacristán por parte de un tunecino en Niza, al sureste del país.

El clima no podría ser peor. El país galo enfrenta el juicio de los atentados de enero de 2015 contra Charlie Hebdo cuando dos hombres enmascarados y armados con fusiles de asalto entraron en las oficinas del medio, matando a 12 personas e hiriendo a otras 11. Según las autoridades locales, el juicio plantea el riesgo de enfrentar “acciones en apoyo a los acusados” que desaten un caos incontrolable. A este juicio y a las caricaturas de Mahoma se suma la “instrumentalización” en Francia y en el extranjero de los recientes discursos del presidente Emmanuel Macron contra el “separatismo islamista”. El mandatario francés es el blanco de todas las miradas. Alineado con los principios que dicta presidir el país que simboliza la libertad en todas sus formas, Macron se ha mostrado firme ante cualquier manifestación de terrorismo y radicalismo. En un homenaje nacional al profesor Samuel Paty, el mandatario dijo que Francia “no renunciaría a publicar caricaturas”. Y tras una minicumbre con sus vecinos, instó a sus socios de la Unión Europea a intensificar la lucha común contra el terrorismo.

Como era de esperarse, sus palabras no han sido bien recibidas en el seno de los grupos radicales. En algunos países de mayoría musulmana, los fieles reaccionaron airadamente quemando retratos del presidente francés en manifestaciones, y se ha lanzado una campaña para boicotear los productos galos. Y la amenaza terrorista no deja de extenderse. El miércoles, durante una ceremonia a la que asistían diplomáticos franceses para conmemorar el final de la Primera Guerra Mundial, un ataque con explosivos dejó varios heridos en el cementerio no musulmán de Yedá, en Arabia Saudita. El consulado francés en Yedá ya había sido blanco de un ataque con cuchillo el pasado 29 de octubre, en el que resultó herido un guardia.

Emmanuel Macron instó a sus socios en la Unión Europea a intensificar la lucha común contra el terrorismo. En Medio Oriente, grupos radicales queman efigies del mandatario francés.

El problema está lejos de resolverse. Como advierten los servicios de inteligencia, a diferencia de 2015, la amenaza en Francia hoy en día es sobre todo “endógena”, perpetrada por individuos aislados, a menudo desconocidos por los servicios de inteligencia, que, inspirados por la propaganda yihadista, cometen ataques con arma blanca que requieren poca preparación. Tras los atentados recientes en Viena, el Gobierno austriaco tomó cartas en el asunto. El canciller Sebastian Kurz ordenó la detención preventiva y vigilancia electrónica para los yihadistas presentes en su territorio. “Hasta que no estén desradicalizadas e incluso si han cumplido su pena, crearemos la posibilidad de encerrar a esas personas para proteger a la población”, declaró el dirigente. Y agregó: “Para aquellos que acaben de ser liberados, habrá una vigilancia electrónica. Es una injerencia fuerte, pero se trata de una etapa necesaria para minimizar la amenaza que pesa sobre nuestra población”. Durante mucho tiempo, Austria ha estado al margen de la amenaza yihadista, lo que parece indicar que ningún territorio europeo estará a salvo de los nuevos ataques esporádicos.

Pero, a pesar de las estrategias de rastreo e inteligencia para neutralizar el terrorismo, la nueva forma que toman los ataques parece más difícil de contrarrestar. Como señalan Óscar Gutiérrez y Marc Bassets en El País, “Los atentados recientes demuestran que, pese a la aniquilación del califato levantado por el Estado Islámico en el verano de 2014, la amenaza persiste en una batalla de las ideas que es el caldo de cultivo de muchos jóvenes radicalizados. El califato físico en Siria e Iraq ha quedado sustituido por un califato virtual”.

Además, las redes sociales se prestan como el escenario perfecto para la proliferación del radicalismo islámico. Según Gutiérrez y Bassets, “En Twitter, Facebook e incluso Instagram se sigue hablando de una guerra entre Occidente y el islam, con dos estandartes fijos, según coinciden los expertos. Primero, venganza, por la caída de ese califato físico implantado entre Siria e Irak por Al Bagdadi y el encierro de miles de sus militantes en cárceles kurdas. Y, segundo, victimismo, por la supuesta agresión que sufre la religión de Mahoma”.

Las autoridades también se toman en serio la amenaza de un ataque planeado desde el extranjero como el de 2015. Se estima que entre 100 y 200 yihadistas franceses se encuentran asentados en la zona sirio-iraquí, especialmente en la provincia de Idlib, el importante bastión yihadista en el noroeste de Siria. Para hacer frente a la amenaza, Francia aumentó los efectivos de la Dirección General de Seguridad Interior –enlistó 1.250 agentes más en el quinquenio de Macron– a la vez que refuerza su arsenal legislativo.

Pero el problema sigue latente. Mientras Francia y la mayoría de la Unión Europea abogan por la libertad de expresión, los radicalismos se mantienen en la sombra esperando cualquier ‘provocación’ para desatar el terror. El problema, ahora, es que el enemigo está escondido en casa.