Estados Unidos
Fingió su muerte para abandonar a su familia, huir con otra mujer a Europa y casarse: la justicia lo castigó con dureza
Su desaparición desconcertó a todos y puso en alerta a las autoridades; ahora su inesperado destino sorprende a la comunidad.
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Ryan Borgwardt, un hombre de Wisconsin, fue sentenciado recientemente a 89 días de prisión tras fingir su propia muerte durante un paseo en kayak en agosto de 2024, con el objetivo de abandonar a su esposa y tres hijos para huir del país y comenzar una nueva vida con una mujer que conoció por internet.
La contundente y simbólica pena, igual al tiempo que permaneció desaparecido, fue impuesta por el juez Mark Slate, quien duplicó el plazo solicitado por la fiscalía para reflejar el impacto emocional y los recursos desperdiciados.
El plan de Borgwardt fue minuciosamente orquestado: simuló un accidente en Green Lake volcando su kayak, dejó su teléfono y pertenencias en el agua, usó una lancha inflable y una bicicleta eléctrica para escapar y logró llegar a Europa, pasando por Canadá y luego a París, hasta finalmente reunirse con la mujer, originaria de Uzbekistán, en Georgia.

Los investigadores descubrieron que había contratado una póliza de vida de $375.000 meses antes, había borrado su historial digital y tramitado un nuevo pasaporte, lo que evidenció que la fuga fue premeditada.
El operativo de búsqueda movilizó a autoridades locales, estatales y federales, empleando sonares, drones, equipos especializados y voluntarios, lo que generó un costo estimado de $30.000 dólares que Borgwardt deberá cubrir como restitución.
El juez consideró que cada día de pena debía corresponder al sufrimiento causado y al despliegue de recursos, un principio disuasorio frente a actos similares en el futuro.
Durante la audiencia, Borgwardt expresó su pesar públicamente, admitiendo: “Lamento profundamente el dolor que causé a mi familia y amigos”, lo que fue tomado en cuenta, aunque la sentencia se mantuvo firme. Por su parte, la fiscalía calificó sus acciones como “premeditadas y egoístas”, subrayando el daño emocional y material provocado.

El caso también generó debate en la opinión pública estadounidense, donde expertos en derecho familiar y criminología señalaron que se trata de un ejemplo extremo de cómo los conflictos personales pueden escalar hasta convertirse en un problema judicial y social.
Según el profesor de criminología James Alan Fox, de la Northeastern University, “los falsos reportes de muertes son más comunes de lo que se piensa, pero rara vez se ejecutan con tanto detalle y generan un costo tan alto para el Estado”.
En paralelo, organizaciones de búsqueda y rescate criticaron la falta de conciencia del acusado, recordando que cada hora invertida en operativos de este tipo resta recursos a emergencias reales.
La Asociación Nacional de Rescate Acuático (NASAR) destacó que “simular muertes no solo es un delito, también compromete la seguridad de comunidades enteras”.
El caso es revelador sobre los extremos a los que puede llegar alguien impulsado por la infidelidad y el deseo de escapar, y cómo la justicia busca reparar, en la medida de lo posible, los daños causados por engaños así de profundos.