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Este parque tiene la masa glaciar más extensa de Colombia, con más de 25 picos cubiertos de nieve. El Púlpito del Diablo, la gran roca cuadrada que emerge de uno de sus picos, es imponente. | Foto: Pablo Molano

CONTROVERSIA

La pelea por El Cocuy

El cierre de este Parque Natural, uno de los mayores atractivos turísticos del país, causó en los últimos 10 meses estragos en la economía de la región y el panorama no mejora. Campesinos, indígenas y operadores turísticos protagonizan la pugna.

14 de enero de 2017

Una mujer resuelve su situación gestacional en 9 meses. Nosotros ya vamos para 11 y esto no ha dado a luz”. Así define Giraldo Barajas, un operador turístico de El Cocuy, el limbo en el que él, sus colegas y en general los habitantes del norte del departamento están desde que el Parque Nacional Natural El Cocuy cerró el 29 de febrero del año pasado.

Ese día un grupo de campesinos, que viven alrededor del parque y que se benefician del agua que produce el nevado, bloquearon un acceso y rompieron la carretera. Su petición: que se prohibiera la entrada de turistas porque el agua que los abastecía, por el distrito de riego, dejó de llegar (Ver video). Al otro día la comunidad u’wa (o tunebia), un pueblo de casi 7.000 indígenas que vive al oriente del parque, se unió al bloqueo y también pidió que los turistas dejaran de entrar porque dañaban el ecosistema. Instalaron la guardia indígena en los tres accesos y solo la quitaron cuando Parques Naturales les garantizó que nadie entraría, promesa que solo pudo cumplir hasta el sábado 7 de enero, cuando los operadores turísticos se lo tomaron.

En el resto del país el asunto se conoció gracias a que los medios presentaron un video en el que aparecían unos turistas jugando fútbol en la nieve y lo interpretaron como el detonante de la manifestación indígena. Sin embargo, el asunto es más complejo.

Desde entonces, muchos habitantes de los municipios de El Cocuy, Güicán, Panqueba, El Espino, Guacamayas, San Mateo, La Uvita, Boavita y Soatá (ubicados en la ruta que lleva al nevado) están desesperados. Con el cierre del parque, principal atractivo turístico de la región pues anualmente atraía 19.000 turistas, su sustento está por desaparecer. La mayoría de los operadores turísticos, restauranteros y comerciantes cerraron sus negocios y 360 familias se desplazaron hacia las ciudades. Las calles de El Cocuy, el pueblo que más se beneficiaba, que en el puente de Reyes permanecía a reventar de gente, ahora están vacías. Los que se quedaron con la ilusión de que en enero se reabriera no encontraron otra opción que tomárselo pacíficamente. El sábado pasado lo hicieron y SEMANA estuvo allí.

La retoma

Ese día, unas 30 personas, entre guías, hoteleros y campesinos que crecieron yendo a la montaña, llegaron al alto de La Cueva, el acceso sur. Su objetivo era entrar y manifestarles a Parques Naturales, a los u’wa y a los campesinos que iniciaron el bloqueo que no hay razones de peso para tener cerrada esta maravilla natural. El recurso turístico reactivó la economía regional desde hace nueve años, cuando el Batallón de Alta Montaña n.º 2 desplazó a las Farc y al ELN hacia Arauca y pacificó la zona.

El parque, tan grande como el departamento de Atlántico, queda a unas diez horas en carro desde Bogotá (a 385 kilómetros de distancia) en los límites del norte de Boyacá y el occidente de Arauca. Extranjeros y nacionales lo consideran uno de los paisajes más hermosos del mundo con más de 25 cumbres blancas sobre dos cadenas montañosas. Sus lagunas son alucinantes y el Púlpito del Diablo, un gigantesco prisma de roca perfectamente cuadrado que sobresale del hielo como un espejismo, deja sin aliento a cualquiera.

El turismo en la parte boyacense de El Cocuy se volvió la forma de vida de muchos campesinos que conocían desde niños la montaña y que ahora subían con los turistas a las cumbres, los llevaban a hacer el circuito alrededor del parque o los acompañaban a acampar en las faldas.

Alrededor del nevado se edificó toda una infraestructura turística y nació la frase clave: “En menos de 50 kilómetros usted pasará de los 3.200 metros de altura del páramo de Guantiva, a los 1.350 del cañón del Chicamocha, finalizando en los casi 4.000 de los pueblos aledaños a las nieves perpetuas de El Cocuy”.

Fue tal el auge de esta actividad económica que en los colegios el turismo se instauró como ‘modalidad’, una especie de curso que la mayoría de jóvenes hicieron en sus últimos años de bachillerato para ser guías. Quienes se iban a Tunja o Bucaramanga a la universidad, regresaban en las vacaciones a guiar turistas. Así reunían la plata de la matrícula y de su manutención.

Además de El Cocuy y Güicán -desde donde se accede al parque-, los demás pueblos de la provincia también se beneficiaron: abrieron restaurantes, hoteles y negocios en los que ofrecían deportes de aventura, ornitología, senderismo, camping y, finalmente, la visita al nevado.

Pero ahora, con el cierre del parque, el turismo, principal renglón de la economía de esta subregión, prácticamente se acabó y el departamento dejó de percibir, según las cuentas de los operadores, cerca de 15.000 millones de pesos en los últimos diez meses, una cifra avalada por la Gobernación. Por eso decidieron tomarse el parque.

Foto por: Giraldo Barajas
Así quedó la carretera que conduce hacia la entrada del Alto de la Cueva del Parque Nacional Natural El Cocuy el 29 de febrero del año pasado cuando un grupo de campesinos decidió bloquear el acceso al parque para que se prohibiera la entrada de turistas.

El sábado, en el alto de La Cueva, antes de cruzar la barrera de acceso, los afectados presentaron sus demandas: que se abra el parque para desarrollar actividades turísticas respetuosas de la naturaleza y con trabajo para los locales, y que los u’wa no sigan la expansión territorial que vienen haciendo en su interior, la cual, según ellos, les ha dado pie para creerse dueños de la sierra, un territorio que legalmente no les pertenece.

De allí se deriva lo que se ha vuelto el quid del asunto: los u’wa le piden al gobierno hacer un estudio de impacto socioambiental sobre la sierra para evaluar la reapertura del parque, lo que el gremio turístico rechaza rotundamente. El más reciente comunicado de los aborígenes da cuenta de la exigencia que han planteado en la mesa de concertación: “El primer paso es la realización del estudio intercultural de impactos socioambientales (...) la selección del equipo para desarrollarlo, la metodología y la implementación debe estar bajo la dirección de la nación u’wa. Las decisiones futuras sobre la sierra se basarán en las conclusiones de este estudio, por lo tanto el gobierno debe reconocer que nosotros somos los guardianes de ella”.

Para los operadores turísticos la petición es un despropósito. Según un cocuyano que se desempeñaba como operador pero quebró, los asentamientos u’wa están detrás de la sierra por lo que “ellos no pueden decidir sobre ella, porque sencillamente no es de su jurisdicción”. El parque tiene 306.000 hectáreas y solo 3.000 son sierra nevada. Afuera de esas 3.000 -a dos días de camino- está el resguardo Bachira, el único territorio u’wa que se traslapa con el parque. Además, la exigencia de que esta comunidad indígena diseñe y aplique el estudio les parece falta de objetividad.

En respuesta, Aura Tegría, asesora jurídica de Asou’wa, la asociación que representa a esta etnia, desestima esos argumentos: “Puede que el parque entero no sea nuestro legalmente, pero lo es ancestralmente, porque ahí reposan nuestros dioses”.

Foto: Diana Rey-Semana
Marleny Ibáñez fue una de las asistentes a la retoma. Es dueña de la cabaña El Púlpito, un lugar de hospedaje a las afueras del parque con capacidad para 60 personas y que permanecía lleno todos los puentes del año antes del cierre del parque. En los últimos 10 meses solo ha tenido 20 huéspedes y sus hijos, que no fueron a la universidad para dedicarse al negocio, se quedaron sin el pan y sin el queso.  

La defensa del medioambiente

A esa discusión se suma otra: la vocación ambientalista de los u’wa. Así no haya sido el verdadero detonante del bloqueo y cierre, la conservación del ecosistema es sin duda el argumento más sólido con el que han logrado mantener cerrado el parque. En su momento los campesinos y los indígenas alegaron que el turismo acelera el deshielo del nevado. Sin embargo, expertos como Jorge Luis Ceballos, el único especialista en nevados que tiene Colombia, ha desmentido esa hipótesis. A partir de sus visitas a El Cocuy para evaluar el estado de la nieve, sostiene que el calentamiento global es el responsable del 97 por ciento del deshielo, no el turismo.

Todos coinciden, hasta el propio gremio, en que debe mejorar la prestación de los servicios turísticos en el parque. En ocasiones los turistas dejaban basura, pisaban vegetación, utilizaban ropa inadecuada o subían a caballo, una práctica prohibida desde 2014 por el enorme daño que estos animales hacían con sus excrementos o al morder frailejones de 100 años de antigüedad. Pero no todos los operadores prestaban irresponsablemente el servicio. “Los que lo hacían mal ya aprendieron la lección en estos diez meses y saben que cuando lo reabran tienen que ser responsables”, dice uno de ellos.

Eso, para María Claudia Lacouture, ministra de Comercio, Industria y Turismo, es fundamental: “Países como Costa Rica y México le han demostrado al mundo que con buenas prácticas se puede hacer turismo en áreas protegidas donde habiten comunidades indígenas, algo que en el caso de El Cocuy destrabaría el limbo en que están”.

Foto: Diana Rey-Semana
La zona de camping del parque, aledaña a la entrada del Alto de la Cueva, fue cerrada con candados y cintas de peligro para evitar que los turistas la utilizaran. Una operadora turística que había invertido varios millones en colchones para acondicionar las casas no ha podido rescatar su mercancía.

Igualmente este gremio pone en duda que los u’wa conserven el medioambiente: “Hay más indicios de que atentan contra él que de que lo protegen”, dice un guía. Hacen quemas no controladas para cultivar, compran víveres en Güicán cuyos empaques nunca regresan y nunca han sembrado árboles para reforestar. Eso argumentaron los operadores durante la retoma, aunque Aura Tegría, la representante u’wa, los tacha de mentirosos.

Parques Naturales, el organismo encargado de reabrir el parque, presentó en noviembre, en la última mesa de concertación nacional que el alto gobierno realizó con la comunidad U’wa, las condiciones para brindar operación turística en la temporada de noviembre a febrero (la más importante del año), y los operadores las aceptaron.

Sin embargo, según Roberto Ariano, director del parque, “los indígenas dijeron que el estudio es la única opción por lo que la mesa no acabó en buenos términos”. Así, mientras no se haga esta investigación -que duraría un año- o el alto gobierno negocie otra salida con los indígenas, Parques Naturales no puede abrir el parque y el asunto continúa como el nevado, congelado.

Foto: Diana Rey-Semana
Antes, cuentan los pobladores, era muy difícil encontrar un local en venta o arriendo en El Cocuy, el pueblo que más se beneficiaba del turismo generado por el parque natural. El puente de reyes que acaba de pasar había 10 con letreros de Se vende o Se arrienda.

¿Y los campesinos?

Curiosamente el distrito de riego por el que se inició el bloqueo quedó en el olvido. Aún no ha sido reparado y dentro de las demandas que los u’wa presentaron ante el gobierno no aparece por ninguna parte, lo que ha llevado a los operadores turísticos a decir que “los indígenas se tomaron el bloqueo”.

Los campesinos, sin embargo, insisten en el cierre, al parecer por influencia de un abogado que tiene cultivos de pino dentro del parque -un árbol nocivo para la fauna del lugar-, títulos mineros, y ovejas y caballos que dañan el ecosistema. Propietarios de unas cabañas turísticas de los alrededores le contaron a SEMANA que estos campesinos los amenazan constantemente, y en una ocasión llegaron “con machete en mano a sacar a los turistas”.

Por la región ronda la hipótesis de que el ELN está detrás de todo. Según cuentan algunos lugareños, el cierre del parque beneficia a esta guerrilla, pues este ha sido históricamente un corredor estratégico para los actores armados como puerta de entrada al interior del país. De ahí que conservarlo aislado pueda motivar a esa guerrilla a presionar a los u’wa para mantener el cierre.

El coronel (r) Jalil Rosemberg Torres, excomandante del Batallón de Alta Montaña responsable de pacificar la zona, cree eso. “Hay indicios como el hecho de que en febrero del año pasado repartieron unas cartillas de adoctrinamiento de 50 páginas en el municipio de Chita (que colinda con el parque), de las cuales 40 hablaban de la defensa del medioambiente y del nevado”, dice. Y así el ELN no esté directamente involucrado en el bloqueo, la comunidad teme que, con el cierre, esta guerrilla u otros actores armados vuelvan a asentarse en la región, tal como estaban hace nueve años.

Foto: Diana Rey-Semana
Esta pareja de escaladores ingleses que llegó a El Cocuy el sábado 7 de enero en la mañana esperando subir al nevado se llevó la sorpresa de que el parque estaba cerrado. “En Bogotá algunas personas nos decían que estaba cerrado y otras que abierto y cuando entrábamos a la página de Parques Naturales decía que estaba abierto entonces no dudamos en venir”.

Ahora la solución depende de que los u’wa negocien con el gobierno en la próxima mesa de concertación nacional, que aún no tiene fecha. Por lo pronto, los montañistas y escaladores tendrán que viajar a otros nevados para disfrutar del deporte que aman; los extranjeros seguirán frustrados al llegar a El Cocuy o Güicán a enterarse de que está cerrado (por la falta de información turística); y los operadores turísticos cerrarán sus negocios, migrarán a las ciudades a engrosar el desempleo y el drama social mientras tratan de pagar las millonarias deudas que los tienen al borde de la miseria.