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El movimiento estudiantil por la Séptima Papeleta logró lo imposible: que el 27 de mayo de 1990 se votara un plebiscito constituyente y que el 9 de diciembre se eligiera a los miembros de esa asamblea.

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El día en que la historia del país cambió

Los hechos ocurridos el 9 de diciembre de 1990 dieron inicio a la más importante reforma institucional de Colombia en el siglo XX, pero a la vez marcó el comienzo de la escalada violenta de los años noventa.

6 de diciembre de 2020

En la noche del 8 de diciembre, el presidente César Gaviria, en alocución transmitida por radio y televisión, les dijo a los colombianos: “Compatriotas, todos juntos tenemos mañana una cita con la historia. Vamos a levantarnos temprano a votar. Vamos a madrugar a los grandes problemas nacionales. Vamos a salirle a la crisis a punta de votos por la democracia por la paz y por Colombia”.

Al día siguiente no solo los colombianos madrugaron a votar, las Fuerzas Armadas también lo hicieron para bombardear Casa Verde, el principal campamento de las Farc desde 1983. Así, el 9 de diciembre es uno de los días más importantes de la historia contemporánea, que representó el fin de un difícil recorrido para formar una asamblea constituyente y, al mismo tiempo, el fin de unas largas y maltrechas negociaciones con las Farc iniciadas en el Gobierno de Belisario Betancur. También significó el inicio de una nueva era de apertura democrática pedida por la ciudadanía y de profundos cambios políticos e institucionales, pero, al mismo tiempo, el comienzo de la escalada armada de las Farc que duraría otros 26 años. Ese día ambos hechos corrieron a la par y ambos, para bien o para mal, marcaron una nueva etapa de Colombia caracterizada por las ilusiones de la democratización y la desesperanza de la guerra.

A las 8:00 a. m. se abrieron las votaciones en las que más de 14 millones de colombianos podían elegir a 70 constituyentes de los 788 aspirantes agrupados en 14 listas. Pocos fueron los que asistieron a las mesas electorales esa mañana, como también pocos sabían que dos horas antes, a las 6:00 a. m., el general Humberto Correa Castañeda, comandante de la VII Brigada del Ejército en Villavicencio, dio la orden de atacar por tierra y aire a Casa Verde, la sede del estado mayor de las Farc ubicada en la región media del río Duda, en Uribe, Meta, un operativo al que el Comando Superior del Ejército en Bogotá había autorizado a las 11:30 p. m. del 8 de diciembre, escaso tiempo después de que Gaviria diera su discurso invitando a los colombianos a votar.

En apariencia, ambos hechos eran distintos, pero la verdad estaban entrelazados y giraban en torno a la posibilidad de lograr la paz con las organizaciones guerrilleras agrupadas en ese momento en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar. Desde que se comenzó a hablar de una reforma constitucional, hacia 1988, sus defensores creían que ese mecanismo no solo sería idóneo para hacer un necesario revolcón institucional, sino el camino para alcanzar la reconciliación.

La operación aérea y terrestre contra Casa Verde inició a las 6:00 a. m., dos horas antes de que se abrieran las mesas de votación para elegir a los miembros de la Asamblea Constituyente de 1991.

En 1990, luego de que el M-19 firmó la paz con el Gobierno de Virgilio Barco y de que el movimiento estudiantil de la Séptima Papeleta logró que el 27 de mayo se hiciera un plebiscito de reforma constitucional en las elecciones presidenciales, que resultó favorable a la proposición, una de las tantas discusiones giró en torno la posibilidad de que la Coordinadora Guerrillera y en especial las Farc y el ELN hicieran parte de la futura asamblea constituyente. Y precisamente fue en Casa Verde donde se llevaban las reuniones para llegar a un acuerdo.

Para ese momento las relaciones entre el Gobierno y las Farc pendían de un hilo y las operaciones militares de uno y otro lado sembraron la desconfianza entre ambos. El Gobierno decía que la guerrilla se burlaba de la mano tendida por los colombianos y que Casa Verde se había convertido en un centro donde ellos planeaban atentados terroristas. Por su parte, las Farc denunciaban la falta de voluntad política del Estado para alcanzar la paz, así como las zancadillas que el Ejército propinaba a las negociaciones con sus operativos.

Ambos bandos sabían que la confrontación militar abierta era inminente y se prepararon para ello. En el segundo semestre de 1990, el Ejército recopiló información de inteligencia de Casa Verde. Entre tanto, recuerda Sandra Ramírez, senadora por el partido Farc,Manuel Marulanda organizaba la defensa de Casa Verde, la construcción de trincheras, las rutas de escape y la provisión de alimentos”. Al tiempo, las Farc y el Gobierno sabían que la única manera de desactivar esa bomba de tiempo era llegar a un acuerdo sobre la participación de la guerrilla en la asamblea. El problema radicaba en cómo sería.

El último acercamiento entre las partes ocurrió en octubre en Casa Verde. Allí, según el investigador Darío Villamizar, una comisión extraoficial autorizada por Gaviria hizo un comunicado conjunto en el que las Farc afirmaban su disposición para participar en la asamblea. La propuesta no se consolidó, porque, según le comentó a SEMANA el senador Carlos Antonio Lozada, Gaviria quería darles unas curules con voz, pero sin voto. “Eso no era una verdadera participación democrática, esa propuesta era el miedo del Gobierno a que la asamblea quedara dominada por los sectores progresistas e hicieran realidad una Constituyente verdaderamente democrática”, dijo. Casi un mes después ocurrió el operativo en contra del campamento del Embo (Estado Mayor del Bloque Oriental), a pocas horas de distancia de Casa Verde y donde estaba Timochenko. La suerte estaba echada.

Durante siete años, en Casa Verde el secretariado de las Farc se reunía con el Gobierno y con distintos miembros de la sociedad civil para negociar las propuestas de paz.

Ramírez recuerda que el 9 de diciembre hacía una bonita mañana y que “el cielo despejado permitió ver un pequeño avión” y minutos después escucharon “los bombazos”. “Afortunadamente ya habíamos activado la evacuación y estábamos con Manuel a salvo”, dijo ella. Según el Ejército, el primer día de combates dejó 12 militares muertos, entre ellos los tripulantes de un helicóptero derribado por las Farc y 32 guerrilleros. Sin embargo, el secretariado solo reconoció dos muertos.

Entre tanto, las elecciones no colmaron las expectativas. Participaron apenas 3.710.557 colombianos de los más de 14 millones que podían hacerlo, un poco más de la cuarta parte del censo electoral. Muchos de los opositores a la Constituyente utilizarían la altísima abstención como argumento para deslegitimar y acabar con la asamblea recién electa.

¿Qué representaron estos hechos para la historia de Colombia? Primero, el triunfo de una reforma constitucional y de una apertura democrática que el país pedía a gritos desde la década de los ochenta y que, pese a las reformas y a los intentos de derogarla, todavía sigue vigente. Pero, por otro lado, tanto académicos como políticos de la época y los mismos exguerrilleros de las Farc consideran la operación contra Casa Verde un portazo a la posibilidad de firmar un acuerdo de paz. Como explica Villamizar, “desde ese momento la guerrilla retomó los planes de la VII Conferencia de 1982 de pasar de una estrategia defensiva a una ofensiva y tomarse el poder por las armas. Fue el momento cuando la escalada militar de la guerrilla tuvo un crecimiento sin precedentes”.

La ambivalencia del 9 de diciembre quedó registrada en el artículo de la época que apareció en SEMANA y que podría ser la mejor conclusión del significado de ese día: “El principal objetivo de la Constituyente, según el Gobierno, era la reconciliación nacional y la única reconciliación nacional de fondo era con las Farc y el ELN. Paradójicamente, el día de las elecciones por la paz lo que se declaró fue la guerra (…) si de simbolismos se trata, la simultaneidad de elecciones con bombardeos envía señales equívocas”.