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Ya son varios los niños indígenas emberá que han fallecido en Bogotá en los últimos meses.
Mujeres y niñas hacen fila para recibir comida de donaciones. Foto Santiago Ramírez | Foto: Santiago Ramírez

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Indigencia, amenazas y asesinatos: lo que soportaron 600 emberás en Bogotá

Luego de seis días en pésimas condiciones en el parque Tercer Milenio, una comunidad de indígenas regresará a sus territorios. Así lo prometió la Alcaldía de Bogotá. ¿Quienes intimidan a estas personas desplazadas por el conflicto?

18 de diciembre de 2018

Sobre la tarima donde quedan los baños del parque Tercer Milenio hubo ropa sucia de todas las tallas y colores regada por el suelo. Ese fue el destino de todo tipo de plásticos y residuos como si se tratara de un basurero, sobre esos desperdicios muchos niños indígenas emberá jugaron y otros más pequeños fueron alimentados.

Hablan de 600 indígenas que abandonaron sus paga diario o piezas para irse a dormir en el parque el Tercer Milenio. Llegaron desde el jueves pasado, llevaron sus pipetas de gas, costales llenos de ropa, algunas bicicletas remendadas y unos cuantos coches regalados para llevar a los niños que aún no caminan.

Los males que los persiguen hicieron síntoma el día en que quisieron despedir la navidad con una fiesta en el barrio San Bernardo, donde muchos de ellos pagaban la pieza diaria para dormir. Mientras bailaban, integrantes de la banda de Los Paisas, o ‘La paisa’, como le llaman los indígenas, intimidaron a varios de sus miembros y les quitaron tres celulares “a la mala”, dijo Miguel Ángel Sintúa, líder de la comunidad.

La disputa comenzó con el conflicto de los celulares. Según el vocero “los de la banda criminal lanzaron puñaladas y disparos, hirieron a siete personas”, hasta que llegó la policía y la cosa se calmó. Cuando la tarde cayó, un muchacho de nombre José Reiner Sintúa Cheché tomó un taxi, ese sería su primer transporte para llegar a su destino en Puerto Rico, Risaralda, pero lo asesinaron antes de llegar su hogar.

A las ocho de la noche llegaron unos hombres armados al edificio donde queda la pieza de Miguel Ángel Sintúa, preguntaron por él y que si ahí vivían indígenas. Nadie dio razón, quien lo ocultó le salvó la vida.


Muchos ciudadanos se denunciaron la ausencia del ICBF, pues muchos niños no contaron con alimentación mientras estuvieron en el parque. Foto Santiago Ramírez

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Miguel Ángel Sintúa se cubre su rostro por miedo a recibir amenazas. Foto Santiago Ramírez

"No la hemos pasado bien", dijo el lider. Hasta la tarde de este martes los indígenas emberá vivían como habitantes de calle. No tenían cómo bañarse, recibían la comida que algún ciudadano de buen corazón les daba y no tenían acceso a agua potable para hidratarse. Los baños del parque nunca los abrieron, muchas mujeres no soportaron el hedor y tuvieron que ir, con el miedo corriendo pierna arriba, hasta el barrio San Bernardo a bañarse.

Pero no solo eso, hasta el Tercer Milenio han llegado ‘sayayines’ con mandados en sus manos: los emberá denuncian que han recibido amenazas y ataques con machetes y cuchillos desde que llegaron, eso fue el jueves. Los ataques continuaron. Apenas alguien grita auxilio, decenas de indígenas se arman con sus bastones para perseguir a los habitantes de calle o a los atracadores. Al líder Abelardo Sintúa lo mataron envenado el 23 de agosto, y el 28 de ese mismo mes abusaron sexualmente de dos niñas. “Nadie nos ha dado respuesta por esos casos”, exige Miguel Ángel Sintúa. A ese apellido lo han herido o matado en más de una ocasión. Esos crimenes los llevaron a tomar la decisión de abandonar el barrio donde pagaban día a día un techo y una cama. No soportaron más.

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Este martes la Alcaldía anunció el traslado de las personas que se encontraban en el Tercer Milenio para llevarlas al parque La Florida, a las afueras de Bogotá. Allí estarían unos días antes de regresar a sus territorios originarios. Muchos ciudadanos llevaron donaciones durante los seis días, casi todos criticaron que aunque el Palacio Liévano queda a pocas cuadras del parque, sus funcionarios se demoraron cinco días en llegar.

Las denuncias llegaron hasta la Personería quién dispuso los buses para el traslado. El primero viaje será el jueves: llevarán a Risaralda y Chocó a 400 indígenas y los restantes regresarán el 25 de diciembre.


Un niño recibe comida de un grupo de ciudadanos que hizo donaciones. Foto Santiago Ramírez

Según el Sistema Distrital de Información de Víctimas hay 627 personas registradas de esa comunidad indígena en Bogotá, además se contaron 169 núcleos familiares Emberá Katío y Chamí, para una cifra aproximada de 738 personas, 524 son provenientes de Risaralda y el restante del departamento de Chocó.

Este sería el segundo retorno, el primero ocurrió en septiembre, donde fueron transportadas 500 personas a Risaralda, según información del gobierno distrital.

María Elisa Queragama, líder de su comunidad, no llegó a Bogotá porque quiso. Desde hace seis años arribó a la ciudad desplazada, como la mayoría, por algún grupo armado. Ella no sabe cuál de todos fue. “A muchas mujeres les toca vender sus artesanías para pagar la pieza”, dijo.

Aunque también muchos ciudadanos denuncian que hay líderes que son miembros de una red de trata de personas que se ha aprovechado de las limosnas y lo poco que ganan quienes venden sus collares y manillas.

Un indígena emberá se protege del sol con la sombra del bus que llevará a su comunidad al parque La Florida, de allí serán llevados a sus territorios en Risaralda y Chocó. Foto Santiago Ramírez

Héctor Sintúa recuerda que no ha sido la primera vez que han huido de un barrio. En 2016, dejaron el barrio Santa Fe por las mismas razones y se asentaron como esta semana, en el parque Tercer Milenio. La historia se repite.

“Preguntaban por líderes cuando vivíamos en el edificio Calle 22, o nos llegaban amenazas de un cuarto que estaba pintado con sangre… una olla”, así relata Héctor, con el miedo de dar nombres o más señales, las amenazas que le llegaron en ese año. Duraron tres días buscando alojamiento en el parque tercer milenio, y a sus hermanos les robaron un viejo televisor y un equipo de sonido en el barrio San Bernardo.

Ahora los líderes esperan volver a Risaralda y Chocó, para verse con los familiares que allá quedaron y que ojalá no llegue otro grupo armado que los que de allá, para que no tengan que venir a la ciudad en donde las amenazas para ellos no se acaban.