ENTREVISTA
James Robinson, premio nobel de economía, habló con SEMANA: “Me encanta Colombia, pero es una tragedia”. Así calificó al presidente Gustavo Petro
El nobel de economía James Robinson cuenta en SEMANA cómo ve el país. Del Gobierno de Gustavo Petro asegura que tiene “muchas buenas intenciones, muchas frustraciones y falta de una estrategia real para transformar al país”.
SEMANA: Profesor Robinson, usted se acaba de ganar el Premio Nobel, junto con Daron Acemoglu y Simon Johnson, por sus estudios sobre las diferencias en la prosperidad de las naciones y el papel que las instituciones cumplen en esto. ¿Cómo ve esas instituciones en América Latina?
James Robinson: Creo que tienen más problemas que nunca. En algunos lugares, como Venezuela, existe una caída severa. En otros, como México, Bolivia y Colombia, vemos poderosos momentos de cambios democráticos, que son muy necesarios, pero los Gobiernos son demasiado personalistas y no tienen una agenda para desarrollar las instituciones necesarias. Quieren hacer todo ahora y no cuentan con una estrategia práctica para el cambio.
SEMANA: ¿Y a Colombia cómo la ve?
J.R.: Me encanta Colombia, es mi segunda casa, tengo muchos amigos y colaboradores académicos allí. Pero es una tragedia. No hay razón fundamental por la que Colombia sea más pobre que Estados Unidos; no hay razón por la que millones de personas vivan en la pobreza. Como lo calculó recientemente la Ocde, se necesitan 11 generaciones para que una persona pobre llegue a ser de clase media. ¡Estamos hablando de más de 200 años! La razón es que Colombia ha estado muy mal gobernada, de manera complaciente, durante 200 años. La sociedad ha sido llevada a responder al interés de élites muy pequeñas que han manejado el Estado y la política para reproducir su hegemonía.
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SEMANA: ¿Usted cree que en esa lucha contra la pobreza sí sirven los subsidios?
J.R.: Creo que la evidencia demuestra que los programas de transferencia de recursos en efectivo, incluso en Colombia, ayudan a reducir la pobreza. Pero estoy de acuerdo en que Colombia no puede resolver el problema de la pobreza simplemente redistribuyendo lo que tiene ahora. El país necesita crecer económicamente y crear riqueza. Estamos hablando de dinámicas que han reducido la pobreza en todo el mundo. Pero si el Gobierno tiene esa estrategia para el crecimiento económico, debo decir que tengo serias dudas.
SEMANA: ¿Es populismo entregar estos subsidios?
J.R.: En todo el mundo lo han estado haciendo, incluyendo el Gobierno de Uribe en Colombia. Las personas pobres necesitan ayuda y al darles ingresos pueden mejorar sus vidas y ayudarlas a dar el primer paso, pero para seguir adelante necesitan educación, empleo y oportunidades.
SEMANA: El presidente de Colombia, Gustavo Petro, respondió a sus recientes críticas cuando dijo que él no tiene ni idea de cómo transformar al país. ¿Qué tiene que decir al respecto?
J.R.: Su comentario es que lo que digo no es cierto porque la pobreza cayó. Estoy de acuerdo en que cayó, pero esto no significa que tenga algo que ver con sus políticas. Admiro su agenda social. Colombia necesita eso. Necesita más impuestos para los ricos, más apoyo para los ancianos en temas de pensiones y, ciertamente, más universidades de alta calidad. Pero no veo un verdadero sentido en las prioridades. Todo es una prioridad, por lo tanto, nada lo es. Hay demasiada inestabilidad y personalización en el Gobierno. La misma obsesión vieja de “la tierra sagrada”. La confusión de la “paz total”. ¿Dónde está la estrategia de crecimiento económico que es realmente necesaria para hacer frente a la pobreza? Y, peor aún, sigue existiendo la misma vieja política, clientelista y corrupta. Esto es algo que el presidente Santos no pudo entender, el proceso de paz con Musa Besaile no es paz, es solo una pausa en el conflicto. Si la forma de hacer política no cambia, Colombia no cambiará. Por supuesto, el presidente piensa que tiene que hacerlo para sacar adelante su agenda porque “nadie dijo que sería fácil”. Estoy de acuerdo en que no es fácil. Se necesitará una generación para cambiar a Colombia, no cuatro años, ni siquiera ocho años. El presidente debería enfocarse en lo que puede hacer de manera honesta y estratégicamente para mostrarles a los colombianos que un futuro alternativo es realmente posible, sin clientelismo. ¿Se imaginan eso? Entonces, su movimiento sería reelegido y ellos tendrían así el tiempo.
SEMANA: ¿Qué piensa de la posibilidad de que la mayoría de los codirectores del Banco de la República sean nombrados por el presidente Gustavo Petro en 2025? ¿Cómo se garantiza su independencia?
J.R.: Es una distracción para él. Nada importante que él tenga que hacer se logrará socavando la independencia del banco central. El banco central no es ni el problema ni la solución. Debería concentrarse en los problemas reales.
SEMANA: ¿Qué valoración hace, a nivel general, del gobierno del presidente Gustavo Petro?
J.R.: Muchas buenas intenciones, muchas frustraciones y falta de una estrategia real para transformar al país.
SEMANA: Colombia tendrá elecciones en 2026. ¿Qué sería lo mejor para el país?
J.R.: Creo que esto es para que lo discutan los ciudadanos colombianos, no yo.
SEMANA: ¿Colombia debería seguir teniendo un gobierno de izquierda, girar hacia la derecha o apostarle al centro?
J.R.: Nunca estoy seguro de que “izquierda” o “derecha” sean tan útiles para hablar de Colombia. Lo que es fundamental es que una nueva política no clientelista y no corrupta se convierta en la norma, y que el Gobierno comprenda lo que hay que hacer para gobernar el país de manera efectiva por primera vez en 200 años. Cuando vea terminado el camino a Quibdó, me emocionaré.
SEMANA: Cambiando de tema, ¿qué piensa de la victoria de Donald Trump?
J.R.: Creo que el presidente Trump obtuvo un mandato poderoso y esto se debe a que hay problemas reales en Estados Unidos que el Partido Demócrata no ha tenido en cuenta. La mayoría de los estadounidenses no están mejor ahora que hace 50 años, la movilidad social se ha ralentizado, los empleos han desaparecido. Tiene el mandato de hacer algo al respecto. Desafortunadamente, la mayoría de sus políticas no abordarán estos problemas. No existe evidencia que demuestre que los inmigrantes ilegales o de otro tipo sean los responsables de tales problemas. Reducir los impuestos para las empresas y los ricos no ayudará, solo aumentará aún más la desigualdad. Es probable que destruya el Obamacare y recorte las transferencias para los pobres. La imposición de aranceles a las importaciones puede traer algunos puestos de trabajo de regreso a Estados Unidos, pero también aumentará los precios. Por lo tanto, mi preocupación es que realmente no posee una política coherente para abordar los problemas reales de las personas que votaron por él.
SEMANA: ¿Qué país, profesor, es un ejemplo para el mundo por la buena gestión de las instituciones?
J.R.: Creo que existen muchos. Cerca de ustedes, Chile. Después del desastre de 17 años de gobierno militar y el intento de Pinochet de manipular las instituciones para asegurarse de que el proyecto persistiera, Chile se unió para oponerse a él. La Concertación significó una amplia coalición que tenía una imagen de un Chile diferente y que construyó instituciones para hacerlo realidad; por ejemplo, asegurándose de que la riqueza presente en los recursos naturales se invirtiera en los intereses del país. Incluso, si ahora están luchando para reemplazar la constitución de los militares, el debate real recae sobre el futuro del país. La gente discute temas serios. No siempre están de acuerdo, lo que está bien, pero resolverán los problemas. Mi dato favorito de Chile: no hubo escándalos de Odebrecht. ¿Por qué? Porque poseen fuertes instituciones.
SEMANA: Su familia es colombiana. ¿Qué le hizo enamorarse de este país?
J. R.: La gente, por supuesto, y una persona muy notable y especial en particular. Me encanta la forma en que los seres humanos hemos creado sociedades tan únicas en las diferentes partes del planeta donde hemos habitado. Cada uno es fascinante y maravilloso a su manera, y esta variedad es lo que hace que la vida sea interesante para mí. Pero estas sociedades distintas han generado diversos niveles de florecimiento y bienestar humano. ¿Por qué? Esa es una pregunta que empecé a investigar por primera vez en Colombia y fue posible porque había tanta vida intelectual y tanta gente brillante para discutirla como mi amigo Malcolm Deas, a quien tanto extrañamos. También fueron mis estudiantes y colegas de la Universidad de los Andes quienes me introdujeron en el tema y me obligaron a ver el mundo y la teoría social “a través del prisma de Colombia”. Así que Colombia está íntimamente conectada con mi propio viaje intelectual de los últimos 32 años.
SEMANA: ¿Algo que añadir?
J.R.: En 1970, las principales exportaciones de Corea del Sur fueron prendas de vestir, madera contrachapada y pelucas hechas de cabello humano. Estos últimos representaron el 10 por ciento de las exportaciones. Después de 54 años, esta región está explotando en creatividad e innovación, y no me refiero solo a teléfonos móviles y automóviles, me refiero a k-pop, Squid Game (El juego del calamar) y al Gangnam Style. Corea del Sur se reinventó a sí misma. Cualquier cosa que Corea del Sur pueda hacer Colombia también puede lograrlo. ¿Qué estamos esperando?
SEMANA: Para cerrar, una pregunta amplia para una respuesta concreta: ¿qué le espera económicamente al mundo en 2025?
J.R.: Creo que ya sabemos algunas cosas. Habrá una retirada de la globalización y un aumento de los impuestos sobre el comercio. El comercio mundial se desacelerará, y los precios de las materias primas caerán. Estamos entrando claramente en un periodo de desglobalización. El resto es incierto. ¿Qué pasará con la guerra en Ucrania?, ¿el conflicto sobre Taiwán?, ¿el Medio Oriente?