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| Foto: JORGE ERNESTO BAUTISTA-SEMANA

POLÍTICA

“Mientras Santos disfruta de su Nobel, los colombianos vivimos las consecuencias”: Jorge Enrique Mora

El general Jorge Enrique Mora, negociador de los acuerdos de paz en La Habana, se destapa en el explosivo libro Los pecados de la paz y denuncia cómo, según él, el presidente Santos abrió las puertas de la democracia y de las instituciones para la entrada triunfal de las Farc y arrodilló la ética, la moral y la justicia. Estos son algunos apartes del texto.

27 de noviembre de 2021

¿Por qué se quedó hasta el final y firmó si no estaba de acuerdo?

“El razonable reclamo que recibo a diario por no haberme retirado si no estaba de acuerdo tiene una respuesta categórica: sí lo hice y el presidente, los mandos militares y parte de la opinión pública lo saben, porque mis renuncias fueron conocidas y publicitadas. No obstante, mi permanencia y firma del acuerdo hasta el final se debió al argumento, aceptable o no, de que a quien más beneficiaba mi renuncia era a las Farc, que verían el camino despejado –sin la piedra en el zapato– y a quien más perjudicaba era al país, porque causaría un irreparable daño al proceso de paz. Mi salida en ese momento ya no era una opción, al contrario, una obligación moral: permanecer sin claudicar. No pretendo que mi decisión sea compartida, ni la utilizo como justificación a las críticas recibidas y las que habrán de llegar. Pero sí reclamo con entereza que los juicios de valor se sustenten en la verdad, en el conocimiento de los hechos y no en simples especulaciones”.

Santos arrolló la ética, la moral, la justicia...

“Las instrucciones del presidente a De La Calle y a Sergio Jaramillo me planteaban la duda de que pareciera que la prioridad era satisfacer a las Farc en detrimento de los intereses de los colombianos. Ese fue uno de los planteamientos que en repetidas ocasiones presenté en el seno del equipo del gobierno”.

“La política de Santos era lograr la firma de los acuerdos a como diera lugar, y como un tsunami arrolló la ética, la moral, la justicia, la vida y la lucha de tantos años de los colombianos de bien. La paz del presidente Santos terminó en un sofisma de distracción para justificar el terrorismo y el narcotráfico de las Farc”.

“La decisión sobre la participación de Cuba como garante y de Venezuela como acompañante, no tiene interpretación distinta a que el presidente Santos pensó más en los intereses y comodidad de las Farc que en los beneficios nacionales. El tiempo, el sentimiento ciudadano y el mismo proceso demostrarían lo inconveniente y frustrante de dicha determinación”.

“Apenas empezando el proceso me convencí de que uno de los más grandes errores del presidente Santos era permitir que se incluyeran en la mesa todos los problemas del país y hacer a las Farc partícipes de su solución”.

“En su paso por el Ministerio de Defensa, él se atribuyó éxitos que no eran suyos porque el líder es quien toma las decisiones y en el caso de la guerra es el presidente quien lleva el peso de la responsabilidad. Fue el presidente Uribe quien tomó las decisiones difíciles y los soldados y policías los guerreros que lucharon. Cuando el presidente Santos se refiere a su presencia en la política y en el conflicto colombiano, se autocalifica como ‘halcón y paloma’ para acomodar y desdibujar decisiones y acciones de la historia reciente. Se olvidó de sus superiores y de sus subalternos”.

“Para agrado de las Farc y afectación profunda de nuestras instituciones, todo esto aparece fundamentado en la interpretación de la verdad y en el complejo concepto de responsabilidad. Extradición, delitos conexos, participación en las decisiones e instituciones del Estado y garantía de no cárcel por los graves crímenes contra los derechos humanos y el derecho internacional humanitario, fueron un regalo suficientemente atractivo para mantener a las Farc en el proceso”.

“Esta parte final del proceso se convirtió en una feria de halagos y donaciones generosas para las aspiraciones de las Farc. El presidente Santos abrió las puertas de la democracia y de las instituciones para la entrada triunfal de las Farc”.

Santos tenía otros planes

“Yo había iniciado mi participación en un proceso que buscaba facilitar la desmovilización y entrega de las armas de las Farc, garantizar su incorporación al sistema democrático y permitir que participaran en política con la debida seguridad. Desafortunadamente, Santos tenía otros planes, que con certeza había compartido con De La Calle y con Sergio Jaramillo”.

Gobierno obsecuente

“Considero mi responsabilidad develar los pormenores de esta manipulación, desconocida por la mayoría de los colombianos y gran parte de la comunidad internacional, causante de la debacle que hoy estamos padeciendo. En lugar de la desmovilización definitiva de las tradicionales Farc, hoy resurgen tres Farc: las que nunca se desmovilizaron, las que se desmovilizaron y reorganizaron para luego reincidir, y las que conformaron un partido político favorecidas por la interesada generosidad de un gobierno obsecuente”.

Farc y reelección de Santos

“Al día siguiente de la primera vuelta presidencial, que Santos perdió con Óscar Iván Zuluaga, lunes 26 de mayo de 2014, Humberto de La Calle nos convocó a una reunión en su oficina. Hablamos de varios temas y en algún momento Sergio Jaramillo propuso que viajáramos a La Habana para hablar con las Farc. Di mi opinión: ‘No tenemos nada que hablar con las Farc. ¿Acaso se trata de pedirles ayuda? ¿Si es así, cuál tipo de ayuda? Considero que no debemos siquiera pensar en esa posibilidad”.

“En la búsqueda de explotar su vocación política, en alguna oportunidad Márquez apoyó la reelección del presidente Santos. Pero fue más lejos en su iniciativa y calculando el fin del proceso propuso incluso la extensión del periodo del mandatario por dos años más”.

Montealegre, “amistoso y complaciente con la guerrilla”

“En el desempeño de su cargo, el fiscal Montealegre se caracterizó por su identidad ideológica, según se deduce de sus intervenciones públicas y sus interpretaciones jurídicas extremadamente dogmáticas contra los militares. Simultáneamente, fue amistoso y complaciente con la guerrilla de las Farc. El fiscal Montealegre tuvo mucho que ver con la manipulación de la Operación Andrómeda, que dio inicio al calculado desmantelamiento de la inteligencia militar, todo con el argumento de interceptaciones ilegales a los equipos negociadores del gobierno y del grupo guerrillero, que continuaba en la ilegalidad con sus acciones terroristas y simultáneamente participaba con una delegación en las conversaciones de La Habana”.

JEP: miembros de Farc no pagan por sus crímenes

“En síntesis, el capítulo Justicia responsabiliza y condena al Estado y a sus instituciones, al tiempo que los miembros de las Farc quedan libres, no pagan por sus crímenes y todas sus barbaridades quedarán justificadas. Ese es el legado que el presidente Santos dejó para la historia. Se desconoció la victoria militar en Colombia y la convirtieron en derrota en La Habana. Pasados cinco años de la firma de la paz, la única realidad es que los dirigentes de las Farc ejercen la política, gozan de libertad, no han sido condenados por la JEP y sus versiones en los órganos de la paz rayan en el cinismo y distan de ser confesiones de los graves crímenes en que incurrieron. Sobre los magistrados para la JEP, Sergio comentaba en la mesa: ‘Los hemos discutido con Humberto y las Farc’. La pregunta que siempre me hacía era: ¿y el equipo?, ¿no existe?”.

Farc aprovecharon debilidad del Gobierno

“La imposición de intereses y la amenaza de levantarse de la mesa fueron la constante de las Farc. Muy temprano se dieron cuenta de que la obsesión por la paz era la gran debilidad del gobierno y debían aprovecharla. Tengo la certeza de que la estrategia de las Farc en el proceso fue más sólida que la del gobierno, fundamentado en la ventaja que les representó tener un mando político-militar único, sólido y presente en La Habana. No tenían que consultar con nadie, asumían directamente las decisiones y sus equipos técnicos y asesores dependían directamente de ellos. Todo lo contrario a lo que sucedía con nuestro equipo”.

Premonición

(El día que el General Mora aceptó la invitación de Santos como negociador, escribió esto en su diario).

“Soy plenamente consciente de los riesgos de todo orden que se corren al haber aceptado mi participación en el compromiso por la paz. Nunca imaginé llegar a tal situación, inclusive pienso que podía estar siendo utilizado por las habilidades políticas del presidente (pensamiento premonitorio). Me preocupa la actitud de mis compañeros de armas, especialmente de la reserva activa; espero que con el paso de los días lleguen al convencimiento y aceptación del proceso y de la presencia del militar en las negociaciones. No me preocupan los bandidos (mi concepto sobre su forma criminal de actuar no cambia), me preocupa no lograr el propósito, la meta del proceso, el anhelo de los colombianos”.

Primer cara a cara con las Farc, en Oslo

“A los diez minutos entraron las Farc en hilera y saludaron uno por uno a los presentes. Iván Márquez, Marcos Calarcá, Andrés París, Rubén Zamora, Rodrigo Granda, Jesús Santrich –acompañado por una mujer que hacía las veces de lazarillo– y dos o tres guerrilleros más. Cuando llegaron a donde me encontraba nos dimos un saludo normal, pero muy frío. No podría ser de otra manera. Durante la reunión no hablé con ninguno de ellos. Los conocía perfectamente, sabía quién era quién, cuál era su extenso prontuario criminal, las acciones terroristas en las que habían participado y en las que miles y miles de civiles, militares y policías habían perdido la vida por sus propias manos y sus órdenes. Las fotografías de cada uno estaban grabadas en mi mente. Eran sentimientos muy profundos, difíciles de ocultar, de perdonar y menos de olvidar. Fue mortificante tenerlos frente a frente conociendo su historial y los daños que causaron durante tantos años. Nunca en mis 42 años de vida militar llegué a imaginar que mi primer encuentro con los cabecillas de la organización más criminal y destructiva que había enfrentado sucedería en una reunión de carácter social”.

La llegada de Márquez dio un giro radical

“Se podría decir que la llegada de Márquez a la delegación de las Farc significó un giro radical que se reflejó en su desafortunado discurso de la instalación de la mesa. Lo que expuso no me sorprendió. Eran las mismas Farc de siempre, las que conocí desde los años sesenta. Sin embargo, reflexioné en que las palabras de Márquez debían servir al equipo de gobierno para entender con quiénes estaríamos en la mesa. La ingenuidad de otros procesos, como el del Caguán, no podía estar presente en el que iniciábamos, me decía en voz baja, fundamentado en mis propias experiencias (…) tenía la esperanza de que los mensajes de Iván Márquez contenidos en su disperso y agresivo discurso hubiesen contribuido a aterrizar la euforia del gobierno y de algunos de mis compañeros de equipo”.

Primera decisión, mal presagio

“Las Farc plantearon realizar un foro sobre el primer punto del acuerdo. Así abrían una puerta que les favorecería ampliamente porque debía hacerse un encuentro abierto sobre cada uno de los temas de la agenda, como en efecto sucedió. A renglón seguido propusieron al Centro de Pensamiento de la Universidad Nacional para organizarlos. Sergio Jaramillo expresó su complacencia por la iniciativa y me quedó la duda de si había un acuerdo previo entre ellos sobre ese tema. Como si se tratara de un libreto, Jaramillo propuso a nombre del gobierno que los foros tuviesen el acompañamiento de las Naciones Unidas (ONU) y se comprometió a hacer los contactos necesarios para ponerlos en marcha cuanto antes. Le manifesté mi desacuerdo a De La Calle”.

Mientras el Presidente disfrutaba de su Nobel…

Mi mayor preocupación se concentraba en entender la actitud del presidente (...) Tras una larga, muy larga reflexión, nunca pude llegar a una conclusión diferente a que todo se debía a un cúmulo de ambiciones personales. Un asunto muy complicado de aceptar porque se trataba de la más alta responsabilidad del Estado que ponía en juego la supervivencia del sistema y de la sociedad. El presidente actuaba como si no tuviese alternativas (...) Mientras el presidente disfruta de su Nobel y viaja por el mundo vendiendo su versión sobre el presunto éxito de su proceso, los colombianos vivimos las consecuencias”.

Un regalo envenenado

“El presidente, el jefe del equipo y el comisionado de Paz se entusiasmaron con el anuncio del cese al fuego unilateral y lo interpretaron como una primera muestra de que el proceso empezaba a tener un propósito. Por el contrario, consideré que la suspensión del fuego era ideal para las Farc porque paralizaban la acción de las fuerzas del Estado y de paso obtenían el respaldo de los sectores que los apoyaban ideológica y militarmente. El Ejército quedaba en el peor de los mundos porque si atacaba a las Farc era responsable de acabar con el proceso contra la buena voluntad de la guerrilla. Personalmente les expresé mi desacuerdo al presidente Santos y a De La Calle porque estaba seguro de que era una jugada política dirigida a entrampar al gobierno, a las instituciones y a los colombianos. En términos sencillos les dije que era un ‘regalo envenenado’”.

Un inmenso daño

“Dejar participar a las Farc en las decisiones del Estado significó un inmenso daño al sistema, a la sociedad y las instituciones. En La Habana siempre tuve la duda de si la suya fue una actitud ingenua, pero hoy tengo la seguridad de que fue intencionada por parte del presidente Santos. Esto me llevó a pensar que las Farc se embarcaron en un proceso que les aseguraba debatir y participar en las reformas que más les convenían para su discurso e ideología. El factor tiempo también conspiró contra el proceso”.

Otra derrota

“Cuando terminé de hablar, Márquez contestó en su forma acostumbrada: “Las Farc no han hecho nada, todo ha sido una persecución del régimen del Estado”. De nuestra parte ni una palabra. Es mejor no tratar temas que incomoden. Así terminamos aceptando tácitamente responsabilidades históricas, sumado a que no se habla ni se mencionan las atrocidades de las Farc, dejando en el olvido o ignorando sus acciones terroristas. Su estrategia fue consistente: victimizarse y estigmatizar al Estado y sus instituciones”.

La paz en Colombia es una promesa

“La paz en Colombia es una promesa, una ilusión, la guerra continúa, las amenazas y los muertos son el pan de cada día y en medio de esa realidad vivimos en un país con una sociedad polarizada, donde las disidencias de las Farc son protagonistas de primera línea. Después de cinco años de la firma del acuerdo, cerca de 3.500 guerrilleros de las Farc siguen en armas, entregados al terrorismo y el narcotráfico”.