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ENTREVISTA

“Estamos en una situación sumamente delicada”: Moisés Wasserman

El exrector de la Universidad Nacional y miembro de la Misión de Sabios habló sobre la indignación en la protesta y sus contradicciones, pidió liderazgos reales en las mesas que se aproximan y explicó por qué a Duque hay que “abrirle las puertas hacia un centro liberal”.

24 de noviembre de 2019

SEMANA: ¿Salió por estos días a la calle a marchar?

Moisés Wasserman: He estado mucho en la calle, pero no he participado en las marchas. Soy bastante poco marchón. No me gustan las multitudes. Muy rara vez marcho.

SEMANA: ¿Cómo lee al país por estos días?

Moisés Wasserman: Diría que hay una mezcla de muchas cosas, pero la palabra que más inmediatamente me surge es indignado. La gente está indignada por muchas cosas diferentes, y eso se expresa en la variedad de las quejas y solicitudes que hay. Como le dije, estuve en la calle y vi las marchas y vi a la gente y los carteles y las expresiones y las salidas con las cacerolas. Y sentí eso, un sentimiento general de indignación, de descontento profundo.

"Hay personas a las que les parece que esto es un invento para tumbar el gobierno y acabar con la democracia".

SEMANA: ¿Qué hay detrás de esa indignación?

Moisés Wasserman: Muchas razones distintas, y eso es particular. A pesar de que la gente haya salido junta en estos días y cantado los mismos lemas, las motivaciones de esta protesta son muy diversas y múltiples. Estos fueron días en que la tranquilidad se vio desafiada, pero yo no vi un dominio del pánico y el vandalismo. El balance general es más bien de una propuesta muy emocional, muy indignada.

SEMANA: ¿Cómo encaja eso en un país con sectores tan críticos de la protesta?

Moisés Wasserman: Yo diría más bien que lo que hay principalmente es una gran comprensión y simpatía a la marcha. Por supuesto hay personas que piensan diferente, pues este es un país grande y diverso. Hay personas a las que les parece que esto es un invento para tumbar el gobierno y acabar con la democracia. Pero lo que vi y siento y leo en periódicos y las redes es más bien un sentimiento bastante general de apoyo y comprensión hacia los marchantes.


SEMANA: 
¿Por qué causaron tanto pánico las noticias sobre actos vandálicos, si estos venían de unos pocos y no representan la protesta?

Moisés Wasserman: La gente se asustó frente a ideas como la de una turba violenta agitada por un populista, y también reaccionó con pánico a esas falsas cadenas de WhatsApp, que posiblemente también son vandalismo. Entonces surgieron las imágenes de personas que salieron con palos a defender sus conjuntos residenciales. Desde el Bogotazo no se había visto que la gente saliera así a proteger su portón. Pero esta vez esto fue producto, en parte, de las redes sociales, que antes no teníamos y crearon pánico.  

"Desde el Bogotazo no se había visto que la gente saliera así a proteger su portón"

 SEMANA: Pero hubo actos vandálicos y estragos. ¿Cómo asumir eso y a la vez no estigmatizar la protesta?

Moisés Wasserman: Hay que preguntarse qué motiva al vándalo, y ahí lo primero es saber que no se trata de un grupo homogéneo. Hay intereses políticos, grupos motivadores de actos vandálicos desde lo político, pero son pequeños. Pero vuelvo a la indignación, que se vio mucho en el vandalismo en Cali, y en algunos casos en Bogotá. La indignación en algunas personas se expresa simplemente con un cartel y una exigencia de cambio, pero tal vez por condiciones diferentes económicas, sociales o personales en otras se expresó en rabia capaz de llegar al vandalismo, la destrucción. La gente tiende a simplificar el vandalismo en uno y otro sentido, y también quienes lo justifican tienden a hacerlo. Pero no meterlos a todos en el mismo costal. 

 SEMANA: El vandalismo no es nuevo, ni exclusivo de las protestas en Colombia. ¿Cómo lidiar con eso?

Moisés Wasserman: No sé. El vandalismo es una acción de fuerza, y por formación congénita siempre me he opuesto a las acciones de fuerza. Me parece extraordinariamente ingenua la posición de algunos que sostienen que sin policía no hay vandalismo. Yo sinceramente no envidio a quienes tienen que tomar decisiones por estos días frente al vandalismo. Hubo acciones violentas, de fuerza, y la ciudadanía no está en la capacidad de contrarrestarlas, sin el apoyo de la fuerza del Estado. Contra eso no se puede proponer simplemente que no haya fuerza.

 SEMANA:  ¿Qué dice de la campaña de pánico que se generó en especial el viernes en Bogotá?

Moisés Wasserman: Hubo posiblemente varias campañas. Hubo políticos que en Twitter llamaron a no hacerle caso al toque de queda, lo cual es llamar a hacer una acción ilegal. La Constitución les da a lo alcaldes esa capacidad. Más allá de que uno no esté de acuerdo, la declaración del toque de queda es legal. Llamar a no obedecer una acción legal no es nada distinto a incitar a la ilegalidad. 

Hubo también una cantidad de tuits y mensajes que introdujeron el pánico de distintas formas. Decían que se iba a acabar el país, lo cual hace que la gente se contenga de salir; o decían con pánico que los iban a robar o ametrallar o cosas por el estilo. Fueron mensajes absolutamente dirigidos a generar pánico. Algunos seguro no estaban planificados estratégicamente, sino que eran parte del calor del momento.

 SEMANA:  ¿Pero le va cabida a la teoría del pánico, a una orquestación?

Moisés Wasserman: Cuando las cosas se ven un poco complicadas y las explicaciones no son simples, la gente tiende a generar teorías de conspiración. Las conspiraciones existen, y puede ser que haya habido conspiraciones, pero no fueron el hecho dominante. Ahí diría yo que hubo más conspiracionistas que conspiradores.

 

"Ahí diría yo que hubo más conspiracionistas que conspiradores".

SEMANA: ¿Hacia dónde cree que va el país en medio de esta conmoción?

Moisés Wasserman: Esa es la pregunta del millón. En gran medida, los desarrollos posteriores dependerán mucho del diálogo que se logre concertar y de la forma como todas las partes lo asuman. Al gobierno le cabe una responsabilidad muy difícil, pero no menos difícil a los organizadores del paro, y a la gente. Las conversaciones deben abrirse, y en ellas deben incluirse verdaderos representantes. Me refiero a que se demuestre que lo son, por ejemplo por el número de votos que tuvieron.

Por eso es importante que vaya a arrancar un diálogo con alcaldes y gobernadores. Sin embargo, este movimiento de protesta fue espontáneo y civil, y entonces también es importante que en esas mesas estén líderes, a los cuales el movimiento les otorgue determinado grado de confianza.

SEMANA: ¿Usted cree que se podrá llegar a acuerdos que dejen a la gente contenta?

Moisés Wasserman: Ese es el otro lado de la moneda. La gente tiene que sentarse a pensar qué los va a dejar satisfechos. La propuesta de esta protesta es variada, incluso contradictoria. ¿Aceptarían, por ejemplo, que el gobierno deje de hacer lo que los unos piden por hacer lo que piden los otros? Hay asuntos de corto término que el presidente podría resolver, digamos, que no lo obligarían a pescar con tiburones.

 Pero hay algunas cosas estructurales, de largo término, que no se van a solucionar tan fácilmente. Si la gente exige esas soluciones estructurales para levantar el paro, pues habrá paro hasta 2050. Aquí hay un parte de responsabilidad de los líderes, y de la gente. Y a la vez, por parte del gobierno hay que revisar el imaginario de que cualquier cosa que haga debe dejar satisfecha a la gente. El gobierno debe entender eso.

SEMANA: ¿Por qué dice que las exigencias de la protesta son contradictorias?

Moisés Wasserman: A cada cual le duele algo y pide cosas diferentes. Se exige mayor inversión en educación, y yo estoy de acuerdo con esa exigencia, aunque reconozco que hoy es mayor que en años anteriores. Pero hay un reclamo en contra de la minería y el petróleo. El problema es que no se va a poder subir el presupuesto de educación si simultáneamente se termina con la exportación de petróleo. Las dos salidas no son compatibles.

"Hay posiciones que indignan a la gente, y la diversidad de reclamos es normal".

 Otro ejemplo: hay personas que me parece que han estado rechazando la existencia de ciertas instituciones necesarias para la democracia. Me refiero al rechazo al Congreso y a los congresistas. ¿Entonces qué? No se puede pedir más democracia y al mismo tiempo cerrar el Congreso. Y otro punto importante: veo un rechazo a los políticos convencionales, y sí, los políticos no son los dueños de esta protesta. Pero me parece ingenuo pensar que los políticos tienen que ser del todo ajenos, al final y al cabo la política es la comunicación entre la gente y el poder. No pueden estar excluidos. Sin darles certificado de propiedad sobre el movimiento, me parece que en las mesas no pueden estar ausentes los políticos.

 Hay posiciones que indignan a la gente, y la diversidad de reclamos es normal, pero hay que entender que no hay una forma de que en un tiempo razonable todo el mundo vea satisfechas las razones. La gente tiene que saberlo. De lo contrario, lo que a pasar es que se va a imponer en el ambiente que no nos escucharon, que esto no sirvió para nada, que no tuvo sentido.

 SEMANA: Pero, en efecto, hay personas críticas de las conversaciones.

Moisés Wasserman: Lo sé. Han salido a decir que nada de lo que salga en esas conversaciones es creíble. Ahí sí yo digo: ¡Que nos coma el tigre! Si partimos de esa base, eso no va a tener salida. Esta es una situación sumamente delicada, que debe manejarse con enorme responsabilidad, de todas las partes e incluyendo a la gente.

 SEMANA: Por último, hay un reclamo generalizado dirigido el presidente Iván Duque y su falta de liderazgo. ¿Qué tiene por decir? ¿Y qué le diría a Duque si pudiera hablarle hoy?

Moisés Wasserman: Debo aclarar que no voté por Duque ni por los antecesores, pero creo que hay también bastante injusticia en muchos de los reclamos que se hacen. Hay decisiones que él tomó que le va a tocar echar para atrás y que han llevado a muchos políticos a promover la sensación de que él está desorientado y no sabe qué hacer. Pero quiero decir que eso, en parte, tiene que ver con que tocaron muchos de sus intereses. Me refiero a la mermelada, y todo eso.

"Yo quisiera que Duque se corriera hacia un centro liberal y no hacia una derecha más extrema"

 Ahora bien, Duque se fue al extremo de no lograr una buen comunicación con el Congreso, el cual, al fin y al cabo, decide cosas muy importantes. Por eso le ha pasado lo que le ha pasado, y ahí tenemos a la gente quejándose mucho de él. Lo que a mí me da miedo con la queja es que estemos empujando a Duque al extremo de su partido al cual no quisiéramos que llegara. Si rechazamos todas sus iniciativas de acercamiento, si insistimos en que nada sirve para nada, pues él puede terminar buscando apoyo en aquellos que le dice que lo que está haciendo está bien.

 Hay que ser comedidos en eso, en el impacto que pueden tener algunas decisiones. Yo quisiera que Duque se corriera hacia un centro liberal y no hacia una derecha más extrema, y creo que el siguiente paso es abrirle las puertas para que se acerque a eso. Los políticos más de centro, los que no están en oposiciones a ultranza y radicales, deberían estratégicamente permitirle acercarse, y no empujarlo