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Unas 50 toneladas de escombros han sido recogidas en Providencia, tras el devastador paso del huracán Iota.

POLÍTICA

¿Qué pasó con Providencia un mes después del huracán Iota?

Un mes después de soportar el inclemente paso del huracán Iota, la isla trata de recuperar la normalidad. La construcción de las viviendas para los raizales que se quedaron sin techo no será fácil.

12 de diciembre de 2020

La naturaleza parece agradecida en Providencia y Santa Catalina. Las montañas, destrozadas por la furia del huracán Iota, reverdecen tímidamente un mes después de la tragedia, cuando la isla quedó arrasada y sus cerros terminaron grises, como si les hubieran lanzado bombas. Pese a la devastación, pervive la esperanza entre una comunidad raizal que intenta sobrevivir a un desastre natural que casi borra la isla del mapa.

Las calles, atestadas de escombros, troncos y ramas, están despejadas. La avenida Circunvalar y las vías que circundan Providencia ya permanecen limpias. Más de 400 militares y policías retiraron cerca de 50 toneladas de tejas, basura, estructuras en cemento, rocas y varillas que sacudieron el mar. Esa era la principal tarea: abrir las carreteras y recoger los desechos que pudieran provocar contagios, infección y agudizar más el problema. Buques de la Armada evacuaron los residuos en contenedores. “Continuamos con el proceso de limpieza y remoción de escombros. En Santa Catalina contamos con una máquina trituradora, principalmente para árboles afectados. Habilitamos dos sectores en Blue Lizard para residuos ordinarios”, le dijo a SEMANA Susana Correa, gerente para la atención y reconstrucción de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.

La energía eléctrica retornó parcialmente. El aeropuerto, la Alcaldía, la Policía, la estación de bomberos, las droguerías y el Banco de Bogotá –el único que está funcionando–, además de algunos barrios estratégicos, gozan del fluido. En las calles han instalado 80 postes de los 670 que destruyó Iota, y prometen extender la red e iluminar la isla en cuestión de semanas. Ya hay servicio de telefonía, pero con limitaciones, y en algunos sectores la señal no es perfecta. En otros no hay cobertura y quienes deseen llamar deben moverse varios metros.

En cuanto al agua para el consumo, se adaptaron tres máquinas potabilizadoras, una en el hospital y dos en el sector de Agua Dulce, que han producido hasta el momento 1.400.000 litros, distribuidos en 27 puntos con apoyo de los bomberos.

Sin embargo, el escenario del desastre no puede transformarse en apenas cuatro semanas. Aún se divisan casas desplomadas, destruidas, algunas sin puertas, ventanas. Y rostros de tristeza y desolación. Las iglesias, o lo que quedó de ellas, albergan sobrevivientes. Entre 20, 30 y 40 personas en cada una de las ruinas de los templos adventista y cristiano, pero ha surgido un problema. La covid-19 no desaparece en el país, y Providencia no escapa a la pandemia.

Susana Correa, gerente para la reconstrucción de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, y el ministro de Vivienda, Jonathan Malagón, señalaron que se van a definir los diseños de las nuevas viviendas con arquitectos de la región.

“Ya se han presentado casos, hay mucha gente asintomática”, relata la líder y periodista raizal Luz Marina Livingston. De momento, son más de 2.319 los casos reportados entre San Andrés y Providencia, y se han registrado muertes en los últimos días asociadas con pulmonía. Y lo preocupante es que sigue lloviendo.

Aunque el Ministerio de Salud adelanta pruebas para controlar la enfermedad, es difícil en un territorio donde el 98 por ciento de las viviendas quedaron en el suelo y en el que la gente está hacinada en las casas que resistieron el embate del huracán.

Por esto, casi un mes después de la catástrofe, la población agradeció la presencia del Gobierno nacional en la isla. Creen que es hora de instalar tejas de zinc en las estructuras que quedaron en pie y permitir que gran parte de la ciudadanía retorne a sus casas para que se reduzcan las aglomeraciones.

Y es que algunos, que se resisten a vivir en los albergues o casas con otros familiares, optaron por resguardarse entre las ruinas, en cambuches improvisados que no evitan que se mojen. Un aguacero de 12 horas sorprendió la semana anterior y generó inundaciones parciales. El defensor del Pueblo, Carlos Camargo, en una carta dirigida al presidente Iván Duque, habló sobre estos hechos y revivió el debate sobre si realmente se está trabajando a pasos agigantados en la reconstrucción de Providencia.

En realidad, el Gobierno no puede entregar tejas para techar infraestructuras cuya resistencia es incierta tras el huracán, pues podrían causar otro desastre. Por esto, aceleran el paso y definen el diseño y la construcción de más de las 1.000 viviendas prometidas en la isla, aunque no será una tarea fácil.

A Providencia y Santa Catalina solo se accede en barco o en avión, y mover la estructura de una casa prefabricada desde Cartagena no es tan sencillo como parece. Solo para construir las dos primeras viviendas modelo, que permitirán a los lugareños analizarlas para aprobarlas, requirieron trasladar los materiales en dos vuelos militares.

Todo momento de reconstrucción debe cumplir unas fases, comenzando por la remoción de escombros. “Al tiempo, hay un proceso de caracterización, que es muy complejo porque nos dirá cuántas casas debemos construir nuevas o reparar”, explicó el ministro de Vivienda, Jonathan Malagón.

Este martes se conocerá el resultado del barrido de la isla, con el que se sabrá oficialmente cuántas viviendas deberán demoler, reconstruir o adecuar. “Tenemos que construir unas casas, muchas, anticipo que será la inmensa mayoría”, anunció el funcionario. Pero ¿dónde instalarán los inmuebles? Una opción era reubicar a las familias que vivían en áreas de mayor riesgo; no obstante, eso quedó descartado. “Las casas se construirán donde se cayeron, es decir, no empezaremos con un proceso de compra de predios”, confirmó Malagón.

Sin embargo, los isleños están enfrascados en una discusión sobre el diseño de lo que serán sus nuevas viviendas, un tema nada fácil para los habitantes tradicionales que insisten en vivir en infraestructuras ancestrales, de tablas, colores, y con balcones. Eso no será del todo posible. La idea es que resistan otro fenómeno natural que pueda ocurrir en el futuro, y la madera no es la mejor opción.

Susana Correa informó que establecieron un cronograma de trabajo con las comunidades, que va hasta el 31 de diciembre. En ese periodo deberán definir el diseño de las casas, junto con el Ministerio de Vivienda y arquitectos de San Andrés y Providencia. Se estima que en enero del próximo año se inicie la construcción.

Desde la semana pasada empezó la concertación entre constructores isleños y arquitectos de la región con los profesionales del ministerio. Y este martes tienen previsto conocer los diseños, tamaños y materiales para que sea la comunidad la que dé la última palabra.

Aunque se habla de casas prefabricadas, que suscitaron controversia por las altas temperaturas de la isla, la personera de Providencia, Nathalie Lever, precisó que el Gobierno debe escuchar y respetar la opinión de los nativos. Y pidió que examinen todas las opciones, entre ellas, la madera plástica, el material con el que hicieron las viviendas ubicadas en los bordes costeros que no fueron derribadas por el huracán. “No es el material con que las hagan, es la forma como se construyen”, dijo.

Aunque el Gobierno ha permanecido en las islas desde el primer día, la logística no ha facilitado parte de un trabajo que termina siendo complejo, como aseguró la personera Lever. “Están avanzando, hay que reconocerlo; estamos a la expectativa porque no es un tema fácil y rápido”, dijo.

Los primeros días –por ejemplo– faltaban vehículos, gasolina y sistemas de comunicación para llegar al ciento por ciento de las comunidades.

Hoy, el escenario es distinto. Aunque falta mucho camino para la reconstrucción, hay alimentos, agua potable suministrada en carrotanques y servicios públicos en ciertos sectores. No obstante, la reedificación no se verá a la vuelta de las semanas. El propio ministro Malagón reconoció que las viviendas no estarán instaladas en 100 días. “Tendremos restablecida la energía, la totalidad de servicios públicos; lo que sí estará claro es el proceso de reconstrucción desde lo logístico y jurídico”.

Y es que cada casa pesa entre 8 y 10 toneladas, y si construyen 1.000, tendrían que desplazar 8.000 toneladas hasta la isla. Hoy no existe un puerto en el país donde ingrese ese peso en tres meses y medio. Pese a esto, será la tarea más urgente del Gobierno porque lo que más necesitan los isleños es su techo, “ya que la gente que perdió sus casas está relativamente en la calle”, advierte el raizal y representante a la Cámara Jorge Méndez. Actualmente, lo que todos exigen es que el país no se olvide de San Andrés, Providencia y Catalina. Sus habitantes piden que se mantenga puesto el foco en este paraíso natural que por poco desaparece tras la fuerza del huracán Iota.