POLÍTICA

Manuel Elkin Patarroyo “murió con tristeza en su corazón”: su hijo revela a SEMANA la angustia del científico porque el Gobierno Petro le pidió su sede de trabajo

Mientras la familia de Manuel Elkin Patarroyo lo sepultaba, el Gobierno insistía en el cierre del Instituto de Inmunología (Fidic). Su hijo Manuel Alfonso Patarroyo habló con SEMANA y confirmó que la noticia lo llenó de nostalgia en los últimos días de vida.

18 de enero de 2025, 4:13 a. m.
Manuel Alfonso Patarroyo y Manuel Elkin Patarroyo. | Foto: guillermo torres-semana

SEMANA: Se ve que en el instituto de Manuel Elkin Patarroyo están recogiendo todo. ¿Qué está pasando?

MANUEL PATARROYO: El Ministerio de Minas nos pidió la sede. Este sitio, donde estamos desde hace 23 años largos, es de ese despacho y estamos en arriendo. Recibimos una solicitud de entregar el bien de vuelta. Esta decisión se tomó un poco antes del fallecimiento de mi padre, a finales de noviembre de 2024. Intentamos negociar una deuda que hay y poder continuar, pero no, quieren la restitución del bien y debemos desocuparlo el próximo 22 de enero.

SEMANA: Manuel Elkin Patarroyo murió con esa preocupación. ¿Cómo recibió ese requerimiento?

M.P.: Usted imaginará. Recordará que nosotros salimos del Hospital San Juan de Dios en 2001 perdiendo todo, buscando sede. Estuvimos escampando en el Instituto Nacional de Salud gracias a las gestiones del entonces director, Jorge Boshell; después conseguimos esta sede. Para él fue un golpe fuertísimo; creo que, un poco, todo lo que ocurrió en adelante fue a consecuencia de esa noticia. Recibir esa información a los 78 años, de que le va a tocar volver a empezar de nuevo, es difícil, porque no era la primera vez que tocaba iniciar de cero.

SEMANA: ¿Cree que esa noticia lo afectó en las últimas horas de vida?

M.P.: Completamente. Estaba triste, viendo el panorama negro, muy muy triste. Yo pienso que esos fueron sus últimos días. Se intentó contactar al secretario general del Ministerio de Salud para que intercediera, pero en el Ministerio de Minas reiteraron que querían el inmueble de vuelta. Después pedimos un plazo para sacar las cosas. Es que son casi 24 años de estar acá, nos dieron menos de un mes. Es un poco absurdo, pero estamos intentando que surta efecto.

 Manuel Patarroyo, el hijo del reconocido científico, también es un renombrado médico e investigador. A la derecha, el trasteo del instituto.
Manuel Patarroyo, el hijo del reconocido científico, también es un renombrado médico e investigador. A la derecha, el trasteo del instituto. | Foto: juan carlos sierra-semana

SEMANA: ¿Y qué pasará con el instituto de Manuel Elkin Patarroyo?

M.P.: Tenemos una alternativa por una gestión importante y una intención de ayuda del doctor Fabio Méndez, director de la Fundación Salud de los Andes, quien nos está ofreciendo un área en lo que era la Clínica del Niño. Ese es parte del problema que le tocó lidiar a mi padre en sus últimos días.

SEMANA: ¿Qué ha sido lo más duro de enfrentar la muerte de su padre?

M.P.: Estamos todos en shock. Tuvo muchos quebrantos de salud en los últimos dos años, pero si hay algo que le reconocemos, además de su tesón, insistencia e ímpetu, es la capacidad de recuperación que tenía. Era sorprendente. En todos sus quebrantos de salud lo alcanzaron a desahuciar tres veces y a la semana uno lo volvía a encontrar perfecto. En otras ocasiones lo vimos más grave. Uno de sus problemas fue un trombo en la aorta descendente que casi lo mata, un problema de coagulación. Tenía su patología de base, esta vez fue un paro cardiorrespiratorio. Su fallecimiento fue sorpresivo, nunca pensó en la muerte. Él murió en su casa, yo estaba allí, me tocó reanimarlo, pero no había nada que hacer. Se nos fue en dos minutos. Lo vi muy golpeado en su corazón por la situación.

Los laboratorios del científico están siendo desalojados. | Foto: juan carlos sierra-semana

SEMANA: ¿Cómo fueron sus últimos días?

M.P.: Muy muy triste, en la casa como muy achantado. Vino al instituto tres días antes de fallecer mirando qué se podía resolver, viendo cómo empacar, ayudando a alistar las cajas. A mí me impactó mucho. Quienes lo conocieron bien sabían que era totalmente positivo. Decía: “Esto está difícil, pero saldremos adelante”. Pero esta vez no. Lo notaba triste, desesperanzado; creo que eso le afectó su salud y hasta aquí llegó. Él sentía que otra vez tenía que volver a empezar, y tenía 78 años. Claramente, no le hacía justicia a su trayectoria. Trataremos de movernos para sacar el instituto adelante, tenemos estudiantes de maestría y doctorado, esta es una escuela de formación única y debemos culminar algunas tesis y seguir formando gente.

SEMANA: ¿Buscaron a Gustavo Petro?

M.P.: Al ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, pero no se pudieron entrevistar.

SEMANA: ¿Cree que Patarroyo fue bien despedido o los colombianos no lo despidieron como merecía?

M.P.: Algo lindo en la misa fue la cantidad de gente que asistió, las manifestaciones de cariño. Vinieron estudiantes de él desde otros países porque querían despedirlo y agradecer su escuela. Quisimos no hacer velación previa, nada, fue una misa larguísima, porque hubo música, palabras de sus pupilos y los hijos. Se extendió y emuló lo que él fue toda la vida. Usted le decía: “Doctor Patarroyo, tiene 45 minutos para esta conferencia”. Y él le dictaba una charla de dos horas. Así se fue, la misa duró dos horas y media.

SEMANA: ¿Cree que le faltó más reconocimiento a su trabajo científico?

M.P.: Tenemos una capacidad enorme de juzgar a destiempo. Le dieron mucho palo últimamente por los experimentos con los micos, es fácil juzgar las cosas cuando usted ya tiene la normativa hecha. A él le tocó arrancar a poner los lineamientos de la experimentación de las vacunas químicamente hechas. Las normas que regulan la experimentación con animales se han venido fortaleciendo, pero yo no me pongo a juzgar un trabajo de hace 20 años cuando no estaba la normativa, es supremamente fácil encontrarle errores. Obviamente, si usted juzga los experimentos a la luz de la normativa actual, hay cosas que no se harían ahora, pero era la normativa vigente en su momento. Eso ha sido injusto. Vio truncado su sueño, siempre quiso entregar su vacuna, fue su vida, la dio toda, y no alcanzó. Eso me da tristeza. Yo menciono esto con la gente del instituto y me responden que no lo vea así, Patarroyo dejó una escuela de científicos que no tiene nadie más y nos enseñó a soñar, a competir al más alto nivel, a pensar que los colombianos somos iguales o más inteligentes que cualquier investigador de otro país. La vacuna fue solo una parte de lo que hizo.

Manuel Elkin Patarroyo
Manuel Elkin Patarroyo falleció el pasado 9 de enero. | Foto: León Darío Peláez

SEMANA: ¿En qué quedó la investigación contra la malaria?

M.P.: Tienen unos candidatos, una mezcla de péptidos que él llamaba Colfavac, que dieron un grado de protección muy interesante en monos en más del 70 por ciento, con una mezcla de 24 péptidos. ¿Qué pasa? En su momento se sentaron las bases para hacer los estudios experimentales en vacunas químicamente hechas, pero se ha puesto muchísimo más estricta la normativa para hacer estudios en humanos. En este momento, si usted quiere pasar de animales a humanos, requiere tener su compuesto, su vacuna, sintetizado bajo buenas prácticas de manufactura. El tener su producto en ese nivel de calidad es carísimo. Hacer la infraestructura y acreditarla es tan costoso que necesita un músculo financiero enorme. Logramos probar esa mezcla de los 24 péptidos de Colfavac en micos y dio una muy buena eficacia. Saltar a humanos requiere de muchos recursos económicos y no se lograron obtener.

SEMANA: ¿Seguirá con la investigación de su padre?

M.P.: Vamos a seguir intentando y a conseguir financiación. Yo tengo otros intereses en términos de investigación. Si bien estoy muy conectado con la parte académica, diferimos un poco en los intereses específicos en investigación. Le soy sincero, no es mi prioridad. Mi interés es fortalecer la línea de las vacunas veterinarias, me estoy metiendo más por ese lado.

SEMANA: ¿Qué pasará con los laboratorios de Patarroyo en el Amazonas?

M.P.: Estamos mirando qué se hace con el predio. Todos nos hicimos a la idea de que no vamos a volver a hacer la experimentación en primates. Estamos en plan de cerrar eso de la mejor manera. Allí está la estación experimental, un área para el manejo de animales, pero no tenemos micos desde hace años.

SEMANA: ¿Qué tanto le afectaron a su padre los líos jurídicos por los experimentos con los micos?

M.P.: Algo que tenía mi padre era que compraba peleas. A uno le ponen una demanda y se preocupa. Él se sobaba las manos y decía: “Otra pelea más”. Se entusiasmaba porque tenía que dar otra pelea. No se preocupaba, porque era el espacio para argumentar.

SEMANA: ¿Por qué eran tan importantes esos micos?

M.P.: Hay malarias de pájaros, lagartos, monos, humanos, ratones, entre otros, pero el parásito que causa la malaria en el ratón, por ejemplo, no se parece en nada al del humano. Además, el modo de responder. El sistema inmune del ratón no se parece en nada al del humano. Entonces, se cometen errores de interpretación por lado y lado. Los monos aotus tienen dos características: se dejan infectar por parásitos que infectan al ser humano y el sistema inmune de los micos es muy parecido al del humano. Por eso son valiosísimos para la experimentación en malaria.

SEMANA: Su padre era un personaje con una rutina de vida particular.

M.P.: Se dormía a las 9:30 de la noche, yo vivía con él. Si por algún motivo bajaba a la sala a las tres de la mañana, lo encontraba estudiando todos los días, sábados, domingos, festivos. Usted lo veía en la madrugada con un arrume de lápices agarrados por un caucho y escribiendo. Nunca fue bueno con el computador. Cada publicación tenía 60 o 70 versiones, tenían que imprimirla a doble espacio porque él le hacía rayones y modificaciones. Lo que él trabajaba de tres a cinco les llegaba al día siguiente a sus empleados.

SEMANA: Tras la muerte de Patarroyo y lo que está pasando con la sede, ¿tendrá que sacar a gente del instituto?

M.P.: Probablemente sí. Tenemos que poner los pies sobre la tierra y afrontarlo, hay que disminuirse en gente y en infraestructura.