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Amy Myers
Amy Myers es una prestigiosa especialista en medicina funcional, medicina integrativa y nutrición. Es creadora del revolucionario método Myers. | Foto: Grijalbo

Día mundial de la tiroides

“Sufría de tiroides y mi médico no me creía”: el impactante testimonio de Amy Myers, que convirtió su historia en un ‘bestseller’

La doctora Amy Myers ha dedicado su vida a tratar problemas autoinmunes y enfermedades tiroideas porque ella misma ha sido una paciente de la enfermedad. Este es un fragmento de su libro ‘La clave está en la tiroides’, que hace parte de la prestigiosa lista The New York Times Bestseller.

25 de mayo de 2023

“Como millones de otros pacientes antes y después de mí, he escuchado la negación de un problema tiroideo y se me ha roto el corazón. Siempre había sido fuerte y sana, sabía cómo trabajar duro y pocas cosas me gustaban tanto como los retos, ya fueran mis dos años en el Cuerpo de Paz o el primer año en la escuela de medicina. Incluso a lo largo de esos terribles y largos meses de la batalla de mi madre contra el cáncer y su muerte temprana, me di cuenta de que podía estar a la altura de las circunstancias. Después de su muerte empecé a trabajar en un laboratorio de investigación donde estudiaba y patentaba un compuesto natural que pudiera evitar que otros murieran.

Pero de pronto, de la nada, mi cuerpo estaba completamente fuera de control. Cada día luchaba con la ansiedad que a veces se convertía en ataques de pánico, con el cuadro entero: pulso acelerado, respiración agitada, una sensación creciente de fatalismo. En las noches estaba acostada despierta, escuchando mi latido sincronizarse con el segundero de mi reloj, incapaz de calmarme para dormir.

También estaba perdiendo peso de una forma alarmante. Si no comía dos rebanadas de pan Ezekiel untadas con mucha mantequilla justo antes de acostarme, despertaba pesando un kilo menos al día siguiente. Y si eso te suena como el plan de pérdida de peso ideal, déjame decirte que era todo lo contrario. Estaba demacrada, cansada y frágil, con músculos que me temblaban tanto cuando bajaba las escaleras, que tenía que abrazar el barandal para cuidar mi vida. Siempre tenía hambre, incluso después de comer. Esto empeoró a tal grado que, sentada en un salón inmenso en la escuela, no podía siquiera tomar notas correctamente, pues mis manos desarrollaron un temblor tan pronunciado que mis dedos no podían controlar la pluma.

La clave está en la tiroides
La clave está en la tiroides, libro de editorial Grijalbo. | Foto: Grijalbo

Los amigos de cualquiera se habrían preocupado. Mis amigos eran estudiantes de medicina que observaban mis síntomas de primera mano. “Amy, ve a ver a un médico”, insistían. Así que fui, solo para escuchar a la doctora decir que tenía el “síndrome del estudiante de medicina”.

“No”, insistía. Conocía mi cuerpo, y algo terrible estaba pasando. “Tal vez sea sólo estrés”, sugirió la doctora, ya preparándose para recibir a su siguiente paciente.

¿Estrés? Había ayudado a cuidar a mi madre moribunda y había superado su funeral. Había pasado más de dos años en el Cuerpo de Paz, en un pueblo tan pequeño de Paraguay que ni siquiera aparecía en el mapa, sin agua corriente y a ocho horas de distancia del teléfono más cercano. Había terminado exitosamente mi primer año de medicina. Eso era estrés, pero mi cuerpo nunca había respondido con pérdida de peso, insomnio, pánico y temblores, nada ni remotamente similar.

“Por favor —insistí—, necesito una revisión completa.” De alguna manera logré que me hiciera caso y, a regañadientes, ordenó una serie de análisis de sangre. Una semana después estaba pasando el fin de semana en casa de mi tía, en la costa, cuando me llamó la doctora. No estoy segura de que se haya disculpado realmente, pero sí me dijo que tenía un serio desorden tiroideo.

Fallas en la tiroides

Hay dos formas en las que tu tiroides puede desequilibrarse. La más común es el hipotiroidismo, cuando tu tiroides funciona de menos. Sus condiciones pueden o no ser autoinmunes, pero la versión que sí lo es se llama enfermedad de Hashimoto, la forma más común actualmente de una tiroides hipoactiva. Por otra parte, puedes tener hipertiroidismo, es decir, una tiroides hiperactiva. Yo tenía esa condición menos común, y también puede ser autoinmune o no. Yo tenía la clase autoinmune, llamada enfermedad de Graves.

Cuando tienes una enfermedad autoinmune de cualquier clase, tu cuerpo básicamente se está atacando a sí mismo. La gran mayoría de los desórdenes tiroideos es de naturaleza autoinmune, por lo que tu sistema inmunológico empieza a atacar tu tiroides. Para llegar a la raíz del problema necesitas atender tanto la glándula tiroides como el sistema inmunológico, pero tristemente la mayoría de los médicos convencionales solo ignora el sistema inmunológico y se enfoca en tratar la tiroides. Después descubrí que ésta es una forma incompleta de tratar tanto la enfermedad de Hashimoto como la de Graves.

Más adelante también aprendí que pude haber tratado mi problema por medio de una combinación de dieta, suplementos de alta calidad y cambios en mi estilo de vida, el mismo protocolo que se ha convertido en mi plan de conexión con la tiroides del método Myers. Pero entonces no sabía lo que ahora, así que al referirme con un endocrinólogo —médico especialista en desórdenes hormonales, incluyendo la disfunción tiroidea— estaba supeditada a lo que él indicara.

hipotiroidismo, o tiroides hipoactiva
Por medio de una dieta y el estilo de vida correctos es posible sanar el intestino, obtener los nutrientes necesarios para la tiroides y liberar al cuerpo de su carga tóxica, tratar las infecciones y practicar una reducción efectiva del estrés. | Foto: Getty Images/iStockphoto

“Tienes tres opciones —me dijo—. La primera, tomar un medicamento que apagará tu tiroides y evitará que trabaje de más. La segunda, usar yodo radiactivo para ‘volar tu tiroides’. O la tercera, que un cirujano quite toda o parte de tu tiroides”.

De hecho, ninguna de esas opciones me agradaba. Mis padres habían utilizado medicina holística y china. Crecí con comidas caseras preparadas con alimentos orgánicos. Mi mamá cultivaba tomates y hojas verdes orgánicos, y nos daba pan de trigo entero horneado en casa y yogur natural casero. Hasta que me mudé fuera, no supe que el arroz se daba en cualquier otro color que no fuera café.

A los 14 años me volví vegetariana. Por supuesto, ahora sé que los lácteos, el gluten, los granos, las leguminosas y las solanáceas (tomates, pimientos, berenjenas y papas) pueden causar inflamación, una respuesta del sistema inmunológico que es el centro de los padecimientos autoinmunes, de la disfunción tiroidea y de muchos otros problemas de salud crónicos.

También sé que mi cuerpo necesita nutrientes que se encuentran en proteínas de animales orgánicos para apoyar la salud inmunológica y tiroidea, así como otras funciones corporales. Irónicamente, mi vegetarianismo y los “alimentos sanos” de mi mamá eran parte de lo que me enfermaba. Pero lo aprendí con el tiempo.

Mientras tanto, estaba en lo correcto de desconfiar de esas tres opciones convencionales de tratamiento. ¿Fuertes medicamentos con efectos secundarios devastadores? ¿Atacar mi tiroides con veneno radiactivo? ¿Cirugía? Ninguna se asemejaba a como yo quería tratar a mi cuerpo. Así que probé otra cosa y trabajé con una doctora de medicina china que tenía sus propias hierbas y protocolos de dieta. Me llenó de alimentos fermentados, granos germinados, polvos asquerosos, tés. Solo me hizo sentir peor.

Así que, de vuelta con el endocrinólogo, mis síntomas ya eran realmente malos. El insomnio era una locura; tenía suerte si lograba dormir tres horas cada noche. Mi corazón latía tan rápido que sentía como si se me saliera del pecho. Tenía el mal presentimiento de que el doctor me iba a medicar para cualquier síntoma que mencionara en la consulta. Entonces tendría que lidiar con mi disfunción tiroidea y con todos los efectos secundarios. Gracias a toda esa falta de sueño me costaba mucho trabajo llegar a clase, pero no podía darme el lujo de reprobar medicina. Así que, aun a disgusto, empecé una serie larga, desgastante y descorazonante de tratamientos médicos.

hipotiroidismo, o tiroides hipoactiva
La tiroides es una glándula situada en la parte anterior y superior de la tráquea y segrega hormonas que influyen en el metabolismo y el crecimiento. | Foto: Getty Images/iStockphoto

Primero intenté con un medicamento que secaba mi boca y mi nariz a un extremo agonizante, y encima de todo, las medicinas volvieron mi tiroides hiperactiva en hipoactiva, así que le di la bienvenida a toda una nueva serie de síntomas: fatiga, frío constante, piel reseca y una caída de cabello por mechones. Después de algunas semanas de sentirme fatal, regresé con el endocrinólogo. Estaba mucho más preocupado por mi fatiga crónica que por cualquier otro síntoma, así que me pidió análisis de sangre. Más tarde ese mismo día, me dijo que el medicamento que tomaba estaba destruyendo mi hígado, una condición llamada hepatitis tóxica.

Era un riesgo de uno en un millón, pero me había pasado a mí, y si no eliminaba el medicamento de inmediato, eventualmente podía morir de una falla hepática fulminante.

De acuerdo, en lugar de estas tres opciones convencionales, me quedaban solo dos: cirugía o destrucción de mi tiroides con yodo radiactivo. Aunque la opción nuclear me agradaba poco, la cirugía parecía un prospecto aún más atemorizante. Estaba tan debilitada y desmoralizada que, si algo salía mal, realmente dudaba de mi capacidad de luchar para vivir. Me pasé un día tras otro buscando tratamientos alternativos, pero no encontré ninguno, así que elegí reducir —o destruir— mi tiroides con yodo radiactivo.

Si uno sigue por este camino, la glándula tiroides puede liberar una gran cantidad de hormonas tiroideas en el torrente sanguíneo mientras se está destruyendo. Eventualmente, no habrá tiroides y será necesario tomar suplementos hormonales tiroideos de por vida. Pero, los repentinos aumentos masivos de hormonas me hacían tener ataques de pánico todavía más severos, mucho más perturbadores porque podían ocurrir en cualquier momento. Tuve que añadir Xanax a mi farmacia personal porque literalmente nunca sabía dónde entraría en pánico, en el parque, en el supermercado, en la iglesia… Empecé a evitar salir de mi casa por cualquier razón; por el miedo de tener que sufrir un ataque de pánico en público.

Amy Myers
Amy Myers es especialista en medicina funcional y la creadora del método Myers. | Foto: Grijalbo

Más adelante, como si estuviera atrapada en un juego médico, mi sistema rebotó hacia la otra dirección, una tiroides baja. De nuevo estaba exhausta y tenía frío constantemente. Subí cinco kilos rápidamente, y sí, de nuevo estaba perdiendo cabello. Lo peor de todo es que desarrollé síndrome de intestino irritable.

Dado que mi tiroides había sido destruida intencionalmente, ahora necesitaba tomar suplementos hormonales tiroideos, así que mi médico me recetó Synthroid, pero mis síntomas continuaron. Lo irónico es que, aun cuando me sentía morir, mis análisis de tiroides eran normales. Describía mis síntomas al médico y qué tan mal me sentía, pero él veía mis análisis y no podía creerlo, lo que era patear al caído.