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Gabo entró a El Espectador en 1954 como reportero y crítico de cine. Allí vivió algunos de los mejores años formativos de su vida como escritor. | Foto: Cortesía El espectador

HISTORIA

Los mejores textos periodísticos de Gabo en un libro

Antes de ser uno de los escritores más reconocidos del mundo, García Márquez fue un afanoso reportero. Un reciente libro suma algunos de sus mejores textos periodísticos y recuerda por qué esta faceta es tan importante en su obra.

10 de noviembre de 2018

A comienzos de 1982, pocos meses antes de ganar el Nobel de Literatura y cuando ya era un novelista consagrado, Gabriel García Márquez buscó a Darío Arizmendi, quien dirigía el diario El Mundo, de Medellín. Quería proponerle que lo ayudara a cumplir un viejo propósito: fundar su propio periódico, con un mejor periodismo, el más veraz y el más exacto. Distinto, en todo caso, al que, según el escritor, hacían entonces los medios tradicionales.

Incluso después de ganar el premio, la idea seguía en su cabeza. Aún con más ahínco, pues planeaba financiar el proyecto con parte de la plata que le entregaron por el reconocimiento. “No quiero que me recuerden por ‘Cien años de soledad’ ni por lo del Premio Nobel, sino por el periódico –decía–. Nací periodista y hoy me siento más periodista que nunca. Lo llevo en la sangre, me tira”.

El proyecto nunca se convirtió en realidad, a pesar de que Gabo ya tenía esbozadas algunas ideas y el diario ya tenía un nombre (El Otro). Pero la anécdota sirve para ilustrar la importancia que tuvo el periodismo en su vida. Aunque muchos solo lo conocen como un gran escritor, autor de novelas inolvidables y clásicos de la literatura, también fue un periodista de calle, apasionado por su oficio. Dio sus primeros pasos en las letras, de hecho, como columnista y reportero en medios como El Heraldo, de Barranquilla, El Universal, de Cartagena y El Espectador, en Bogotá. Incluso, mientras su carrera como novelista se consolidaba, siguió escribiendo reportajes y crónicas, y participó en revistas como Alternativa y Cambio.

El nombre del libro se debe a un reportaje sobre el asesinato de una joven italiana, publicado en septiembre de 1955 en ‘El Espectador’.

Un nuevo libro, presentado en estos días por la editorial Penguin Random House, pone la lupa en esta faceta. Se trata de El escándalo del siglo, que reúne 50 textos publicados en periódicos y revistas, entre 1950 y 1987. Pero más allá de ser un compendio de artículos, reportajes y crónicas al azar, Cristóbal Pera, el editor, escogió textos en los que está latente la tensión narrativa entre las dos pasiones de Gabo: el periodismo y la literatura. “Donde las costuras de la realidad –explica Pera– se estiran por su incontenible impulso narrativo, ofreciendo a los lectores la posibilidad de disfrutar una vez más del contador de historias”.

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Y es que durante toda su vida ambas facetas (la de escritor y la de periodista) se entrecruzaron y nutrieron. El mismo Gabo solía decir que el periodismo era otro género literario. Por eso, no es raro escuchar que sus novelas parecen reportajes y sus reportajes, novelas. Una frase muy literal, pues algunos de sus libros más famosos, como Relato de un náufrago (1970), La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile (1986) o Noticia de un secuestro (1996) son grandes reportajes. Además, armó algunas de sus novelas, como Crónica de una muerte anunciada (1981), en clave periodística y a partir de hechos reales.

Gabo, de hecho, comenzó en ambos oficios casi al tiempo. El Espectador publicó sus primeros cuentos a finales de 1947 y seis meses después ya escribía su primera columna en El Universal, de Cartagena. Por eso, muchos dicen que aprendió a escribir tanto con los editores de los periódicos como con los libros y autores que leía junto con sus amigos del grupo de Barranquilla.

                                             Por este reportaje, con la historia del sobreviviente del naufragio del A.R.C Caldas en 1955, Gabo tuvo que salir exiliado del país. Era la época de Rojas Pinilla.

En esos textos periodísticos de su juventud (tenía 21 años cuando comenzó en el periodismo) ya se pueden ver algunas de las claves narrativas de su obra. Conrado Zuluaga, crítico y estudioso de la obra del nobel, ha encontrado, por ejemplo, que algunas de las columnas que escribió en El Universal y El Heraldo contienen historias, personajes o anécdotas que luego incluyó en Cien años de soledad: “Uno puede leer en una de sus columnas la historia del ejecutante invisible de la pianola, que aparece luego en el libro. O la de una niña que vendía animalitos de caramelo, que en la novela es el negocio que Úrsula Iguarán utiliza para conseguir fondos y ensanchar la casa”.

Años después, cuando ya era el reportero estrella de El Espectador, algunos lectores lo reconocían por su estilo característico: el periodismo narrativo o literario, que usa elementos y recursos de la ficción para contar hechos reales. En esa época, y el mismo año que publicó su primera novela, La hojarasca (1955), Gabo entrevistó a Luis Alejandro Velasco Sánchez, un sobreviviente del naufragio del ARC Caldas en el Caribe. Publicó una serie de crónicas durante 14 días seguidos y destapó un caso de contrabando dentro de la Armada. Años después, ese testimonió se convirtió en el libro Relato de un náufrago.

En 1947, cuando aún era un estudiante de leyes en Bogotá, ‘El Espectador’ publicó sus primeros cuentos.

Como este, muchas de sus crónicas y de sus reportajes, que se enfocaban en pequeños detalles que para otros periodistas pasaban desapercibidos o en datos que a simple vista parecerían secundarios o anecdóticos, han perdurado en el tiempo. “Ese es el periodismo que vale la pena, pues no es pasajero y tiene una gran relevancia tanto para el lector del momento como para el de la posteridad”, explica Jaime Abello, director de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), creada por Gabo para promover el oficio en la región.

Muchas veces, sin embargo, las licencias narrativas que el nobel tomaba a la hora de armar sus notas crearon cierta polémica. En ‘Caracas sin agua’, una de sus crónicas más conocidas (que aparece en el nuevo libro), escrita en 1958, está un personaje alemán que ante la escasez del líquido tiene que afeitarse con jugo de durazno. Años después, el mismo Gabo aceptó que lo que escribió sobre ese personaje le había pasado a él mismo.

                          Gabo escribió un reportaje para SEMANA sobre la muerte de Jaime Bateman un año después de ganar el Nobel.

Para algunos, como el periodista de investigación Daniel Samper Pizano, en el periodismo es válido usar técnicas de la ficción (como la retención de datos, la recreación de diálogos o la descripción de ambientes) para contar hechos reales, genuinos y verificados. Pero no es aceptable crear personajes, ni componer personajes falsos a partir de otros auténticos, ni inventar hechos, modificar circunstancias o alterar fechas o sitios con propósitos narrativos. “Aquella crónica de Caracas es un estupendo trabajo, pero no podría calificarse de buen periodismo, sino de estupenda ficción en caso de que, como se ha dicho, el personaje principal haya sido invención del autor”, explica.

Abello cree que el Gabo que años después fundó la FNPI ya no era el mismo de su juventud, que en algunos textos periodísticos se permitía licencias creativas y ya abogaba por un periodismo ético y riguroso. Y así fue durante gran parte de su vida adulta. Para escribir Crónica de un secuestro, por ejemplo, tardó tres años y, junto a un equipo de periodistas, recogió una gran cantidad de datos y entrevistó a varios de los protagonistas de los secuestros que el cartel de Medellín ejecutó en 1991 para presionar al gobierno contra la extradición.

Fue uno de los fundadores de ‘Alternativa’, una revista de izquierda, en donde defendió varias veces sus posiciones políticas.

Lo reconocen hoy periodistas y expertos en su obra. El propio Samper Pizano, de hecho, dice que Gabo no es solo el mejor novelista de Colombia, sino uno de sus mejores columnistas y cronistas. Y cuando el realizador Miguel Littín leyó La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile, el reportaje sobre su visita a su país en la época de Augusto Pinochet, dijo que “los hechos son irrefutables. Están contados a partir de mi memoria, pero relatados por una voz diferente y privilegiada”.

Por eso, como dicen varios gabólogos, si un lector quiere entender a Gabo en toda su complejidad, debe leer también algunos de sus textos y los reportajes periodísticos. La experiencia lo enriquecerá. n