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Federico Campbell fue un periodista, editor, ensayista y narrador mexicano.

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Una mirada profunda a Leonardo Sciascia, el maestro de la novela de 'ámbito judicial’

En su libro recomendado de la semana, Luis Fernando Afanador destaca un ensayo sobre la obra del escritor italiano que muestra la vigencia de su obra.

Luis Fernando Afanador
24 de octubre de 2020

Federico Campbell / La memoria de Sciascia / Fondo de Cultura / Libro virtual, 2014

Leonardo Sciascia inventó la novela ‘de ámbito judicial’, que es una novela policiaca con investigador, crimen, pero sin culpable. En A cada quien lo suyo (sentencia latina que alude al concepto de justicia de Justiniano), el profesor Laurana debe resolver un enigma. Un farmacéutico escogido como falso blanco, como hombre pantalla, recibe una carta con amenaza de muerte.


La novela ‘de ámbito judicial’, que es una novela policiaca con investigador, crimen, pero sin culpable


Parece una broma, él es un hombre bueno, sin enemigos. Sin embargo, en una cacería, el farmacéutico y un amigo suyo, el doctor Roscio, son asesinados. Más por curiosidad intelectual que por cualquier otra cosa (una palabra escrita en latín, vista a contraluz en los trozos recortados del periódico con el que redactaron la amenaza), el profesor de italiano y de historia se involucra en la resolución del crimen. El objetivo no era el farmacéutico, sino el doctor Roscio, que había estado en Roma y había hablado con unos diputados acerca de la posibilidad de desmontar ciertas estructuras mafiosas en Sicilia. Cuando está cerca de descubrir a los culpables, el profesor desaparece. Dice Federico Campbell: “Y lo que parecía una novela policiaca más o menos baladí, intrascendente, se torna en una reflexión menos que indirecta y macabra sobre el poder invisible y la inutilidad del intelectual”.



La novela policiaca como un tratado político, como un método de indagación de la realidad social, tal es su aporte. Y su gran hallazgo es haber descubierto que el Estado ya no existe


A Sciascia, parece interesarle únicamente la técnica de la novela policiaca. El delito, que puede ser un homicidio, un robo, una persona desaparecida o incluso un misterio antiguo o reciente, opera como una acción desencadenante que lleva al lector tras muchas pistas alentadoras, para desembocar, finalmente, en la paradoja del poder invisible. Como buen discípulo de Maigret, su verdadera preocupación es el contexto, indagar en el contexto histórico o político. Según Manuel Vázquez Montalbán, Sciascia hace un desguace de la novela enigma, en el sentido clásico de sus códigos y sus convencionalismos, como quien con un hacha desbasta un madero o desbarata un buque: una descomposición que deja a su novela en el terreno de la ‘obra abierta’ con una ambivalente serie de soluciones posibles.


Un modo de ser mafioso, el intercambio de favores; la ausencia de ideas, de ideologías, se tomó la política. En síntesis, lo que él llama ‘la sicilianización del mundo’


La novela policiaca como un tratado político, como un método de indagación de la realidad social, tal es su aporte. Y su gran hallazgo es haber descubierto que el Estado ya no existe; lo que ahora existen son pequeños Estados, es decir, las organizaciones criminales: todas las agrupaciones que actúan en función de los intereses particulares. El interés general se ha perdido de vista. Un modo de ser mafioso, el intercambio de favores; la ausencia de ideas, de ideologías, se tomó la política. En síntesis, lo que él llama “la sicilianización del mundo”. “La mafia, pues, no es una entidad que, como la plastilina de los escultores o la pistola de los asesinos, se pueda tener materialmente entre las manos. Como el poder, no es una sustancia localizable. Es una relación. Es un comportamiento. Es estrictamente relacional. Es un campo magnético”.



Sciascia no es como Lampedusa –"que todo cambie para que todo siga igual"–, un pesimista incrédulo de las transformaciones sociales


En El caso Moro, el político italiano que fue secuestrado y luego asesinado por las Brigadas Rojas, Sciascia hace un análisis impecable. Muestra cómo el Estado italiano se niega a negociar con el argumento de que no habla con terroristas, lo que es falso porque antes ya lo había hecho: el punto es que Aldo Moro había propuesto una coalición de gobierno con los comunistas. Por eso, se inventan la fábula pirandelliana según la cual, en sus cartas desde el cautiverio, “Moro ya no es Moro”, porque su mente fue supuestamente tomada por los brigadistas. Sciascia desmonta esa fábula y demuestra que “no es la literatura lo que es fantasía, sino la realidad tal como es tomada y sistematizada por el poder”.

Paradójicamente, Sciascia no es como Lampedusa –"que todo cambie para que todo siga igual"–, un pesimista incrédulo de las transformaciones sociales. Él cree en la democracia, en el derecho y en la verdad, “cuya madre es la historia”, según decía Cervantes.



Un excelente acercamiento a la obra de Sciascia hace Federico Campbell en este ensayo, que muestra la vigencia del siciliano. Por cierto, hay muchas referencias a México –Campbell era mexicano– que valen también para nuestro país; ambos, al igual que Sicilia, con una gran influencia española.