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ENTREVISTA

“Corpoica jugará un papel clave en el posconflicto”

Juan Lucas Restrepo, su director, dice que la transformación del campo pasa por la investigación y la innovación tecnológica. Afirma que la sustitución de cultivos ilícitos por lícitos, uno a uno, no es tan fácil. Y está seguro de que el país podrá desarrollar en la Orinoquia una gran despensa alimentaria.

18 de marzo de 2017

SEMANA: Dada su labor en el sector rural, ¿qué papel podría jugar Corpoica en la fase del posconflicto y en la construcción de la paz?

JUAN LUCAS RESTREPO: Nuestra amplia presencia rural nos hace únicos. Tenemos 13 centros de investigación y trabajamos en casi 14.000 hectáreas en los lugares más importantes para la producción agropecuaria. Esta cobertura es un vehículo clave para acercarnos a las áreas donde estarán los programas de desarrollo, con enfoque territorial. Nuestras temáticas agropecuarias de conocimiento son, en muy buena medida, las que se van a necesitar para que muchas comunidades que han estado aisladas del conocimiento accedan a él. Tendremos las puertas abiertas para llegar con herramientas que les puedan servir a las comunidades para que progresen y ganen en productividad.

SEMANA: ¿Esas puertas abiertas se refieren también a que, sin conflicto, ahora los investigadores de Corpoica se pueden mover más fácil por el territorio?

J.L.R.: Claramente. En el pasado secuestraban a nuestros investigadores y hostigaban las camionetas en que se movilizaban, y así era muy difícil trabajar. Hubo áreas críticas que terminaron vedadas para nosotros. Nos tenían muy amarrados en una frontera agrícola cerca de las autopistas y de las vías principales de las ciudades. Ahora, sin conflicto podremos usar un territorio mucho más amplio. Naturalmente en las áreas tradicionales seguiremos presentes.

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SEMANA: Pasando al tema de sustitución de cultivos ilícitos, ¿qué tan difícil es reemplazar coca, por ejemplo, por otros productos lícitos?

J.L.R.: La sustitución de un cultivo ilícito por uno lícito, uno a uno, en la misma zona, no es tan fácil, pues económicamente los resultados son diferentes. Uno no puede hacer, en todos los casos, una oferta de igual valor a lo que aportan los cultivos ilícitos. Hay que hacer una evaluación mucho más profunda. Por ejemplo, hay que tener en cuenta que llevar insumos a ciertas zonas donde hay producción de ilícitos es muy costoso, por lo tanto, se requiere, en las primeras fases, montar esquemas sencillos, para garantizar la seguridad alimentaria. Mire que la población que está en algunas zonas de cultivos ilícitos dejó de producir y tuvo que importar los alimentos, desde el interior del país, a costos muy elevados. Entonces, la primera alternativa es solucionar eso, con producción local. Ahora bien, donde los ecosistemas funcionen y la oferta ambiental sea lo suficientemente buena, se pueden montar otros productos para ser comercializados. En todo caso, lo primero es ordenar a la gente frente a lo lícito, ayudar a que tengan un primer nivel de actividad económica legal.

SEMANA: ¿No todas las zonas hoy inundadas de coca son aptas para otros cultivos?

J.L.R.: Cuando la coca está en bosque natural, el Estado debe esforzarse por restaurar ese bosque y dejar esos huecos sin cultivar. Hay que buscar las zonas más cercanas, que tengan vocación agrícola, con carreteras y bienes públicos para pensar en montar otros productos. Por ejemplo, esta el caso del mar de coca que hay que reemplazar en Tumaco. Allí hay buena oferta ambiental, hubo vocación agrícola, mucha gente que hoy está en ilícito eran empleados o dueños de pequeños lotes de palma, coco o cacao, por lo tanto, lo que allí hay que hacer es devolverlos a esa actividad que ya conocen bien. Eso no lo veo tan difícil, como sí en otras zonas apartadas, lejos de la infraestructura donde el reto está en cómo resolver el tema integral de la economía, de la seguridad alimentaria de las familias.

SEMANA: En este sentido, ¿el papel de Corpoica será identificar cada zona a sustituir?

J.L.R.: Queremos ser un poco asesores o gestores de buena voluntad y dar alternativas que puedan ser tenidas en cuenta para los proyectos productivos y por la comunidad. Pero somos una opinión calificada, con gran experiencia, que hay que escuchar sobre el tipo de intervención que hay que hacer en cada región.

SEMANA: Pensando en esta nueva Colombia, es claro que hay que transformar el campo. Usted dice que Corpoica es un puntal fundamental, ¿por qué?

J.L.R.: Si una institución como Corpoica o cualquier centro de investigación no produce algo que se llama oferta tecnológica no tiene nada que entregarles a los sectores económicos. Hay que pasar de los documentos, seminarios e interacción académica a crear una nueva oferta tecnológica que es la entrada de la investigación a los sistemas productivos y a los negocios de los productores. Eso debe generar cambios y transformaciones que se traducen en beneficios económicos, sociales y ambientales.

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SEMANA: ¿Pero concretamente cuál es la oferta tecnológica?

J.L.R.: Hay productos tecnológicos, variedades, híbridos, entre otros. Hay que integrar una visión agroecológica y reemplazar o complementar insumos químicos por bioproductos. La oferta tecnológica también influye en el manejo de la producción y en otros servicios, como los análisis de suelos. Con buena oferta tecnológica se vuelve más fácil armarle una estrategia particular a los sectores productivos.

SEMANA: ¿Cómo está la cantidad y la calidad de los investigadores de Corpoica?

J.L.R.: Comenzamos 2010 con 64 Ph.D., con un promedio de edad mayor de 50 años. Hoy hay 135 Ph.D., y de estos dos terceras partes llegaron después de 2014. Estamos hablando que Corpoica es una entidad nueva en su masa crítica. Antes, la comunidad científica estaba alejada de Corpoica. Nadie quería venir a trabajar a esta entidad. Solo cuando empezaron a entrar recursos y comenzamos a montar un sistema que generaba confianza, las cosas cambiaron. Cuando hicimos una convocatoria en 2014, logramos que muchos colombianos excelentes que estaban trabajando en universidades en el exterior quisieran volver al país, después de años por fuera. Hoy para una convocatoria de Ph.D. podemos tener 30 o 40 candidatos. Y pasamos a una segunda fase al interesar a los extranjeros. Actualmente tenemos investigadores de 13 nacionalidades. Eso significa una transferencia de conocimiento. Ellos son una comunidad que mantiene sus vínculos con las grandes universidades y centros de desarrollo en el exterior y eso nos ha permitido impulsar conocimiento en función de nuestros intereses.

SEMANA: El país se ilusionó con la Orinoquia y se habló de replicar allí un cerrado brasileño para sustituir importaciones. ¿Será algún día posible?

J.L.R.: Estoy seguro de que seremos capaces. Si resolvemos líos de tierra e infraestructura, lo haremos. Desde el punto de vista del conocimiento y la ciencia, podremos lograr productividades que nos permitan competirles a las importaciones. Por ejemplo, entre el sector privado y Corpoica venimos haciendo esfuerzos para tener un modelo productivo de soya que ya puede competir. En maíz es un poco más difícil porque las multinacionales que tienen la gran genética no ven a Colombia muy relevante frente a otros países. Tenemos que hacer un esfuerzo grande en investigar y lograr que estas compañías, que hoy no tienen foco en el país, se establezcan con aparatos de investigación y desarrollo. El asunto es que con avanzar en maíz y soya tendríamos resuelta una buena parte de las importaciones.

SEMANA: Acaba de llegar al Congreso el proyecto de ley que crea el sistema nacional de innovación agropecuaria. ¿Cuál es su importancia?

J.L.R.: La ley le dará formalidad al plan estratégico de innovación en tecnología del sector agropecuario. Con esto el país podría establecer las prioridades que deben atender las instituciones que utilizan recursos públicos en investigación. También ordenar la institucionalidad alrededor de la innovación en el agro, y así reducir sus falencias en productividad.