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De generación en generación: la historia de una familia que convirtió sus salchichas en un emblema bogotano
Iniciaron en un pequeño local del centro de la capital, que sobrevivió al Bogotazo, y que hoy sigue en pie.
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Pocos negocios que estaban abiertos el día del Bogotazo en el centro de la capital colombiana siguen en pie exactamente en el mismo local. Uno de ellos es la salsamentaria El Bohemio, una empresa que ya va por la tercera generación y se alista para crecer más allá de la ciudad.
La idea de empezar a fabricar salchichas fue de Pedro Vicente Duarte, quien trabajaba en una empresa de embutidos y en 1939 convenció a su esposa, Cecilia García, de que ellos podían ganarse la vida haciendo lo mismo. Montaron su primer y emblemático punto de venta en la carrera 9.a con calle 21. La idea dio frutos y adquirió como nombre una de las características del fundador, quien no solo era bohemio, sino apasionado por la tauromaquia. Por tal razón, su local –que no superaba los 10 metros cuadrados– fue durante muchos años uno de los lugares elegidos para los remates de las corridas de toros.

La salsamentaria fue el eje que permitió el desarrollo de la familia Duarte García, pero murió Pedro a los 55 años, y su hijo, Pablo Duarte, asumió las riendas de la empresa a los 18 años. Bajo su administración, El Bohemio empezó a crecer; dejaron de elaborar sus salchichas en el punto de venta y montaron una planta de producción industrial. En 1993 se quedaron con toda la casa en la que tenían su pequeño local, lo que les permitió recibir más comensales, y también abrieron otro punto de venta en el barrio Restrepo.
En el año 2000 murió Pablo de un infarto fulminante y la batuta pasó a su viuda, Nelcy Gutiérrez, quien quedó, además, a cargo de dos niños, de tres y un año. Ella continuó el proceso de expansión en puntos de venta (ya cuentan con nueve) y en productos, pues, aun cuando las salchichas siguen siendo su insignia, también desarrollaron jamones y especialidades navideñas, a las que recientemente les agregaron hamburguesas.
Ahora su hijo mayor, Juan, es quien se ha metido de lleno a mejorar la labor industrial y comercial de la compañía. Emplean de forma directa a 300 personas, pero la nómina crece los fines de semana para atender la mayor demanda de los comensales.
Su fuerte han sido las comidas preparadas, aunque también las venden para llevar y cocinar en casa.
Nelcy y Juan atribuyen la permanencia de la empresa por tantos años a una comunidad fiel de comensales, que primero iban solos, luego con sus hijos y ahora con sus nietos. Su reto actual es adaptarse a las nuevas tendencias de consumo, logrando productos libres de sellos y permaneciendo en el tradicional centro de Bogotá, en donde con sus salchichas han visto transcurrir la historia de Colombia.