Angus Deaton señala las dificultades de medir la desigualdad que han quedado en evidencia durante la pandemia.

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¿Más pobres, pero menos desiguales? Las sorpresivas conclusiones de un premio nobel

Angus Deaton, premio Nobel de 2015, revela sus conclusiones sobre el efecto del coronavirus en la economía mundial, los niveles de pobreza y la desigualdad en el planeta.

8 de abril de 2021

El estudio lleva por nombre “La covid-19 y la desigualdad en el ingreso global” y forma parte de la serie de documentos de trabajo del National Bureau of Economic Research (Nber).

Una de las primeras frases del documento es contundente: “Hay una creencia extendida de que la pandemia ha aumentado la inequidad del ingreso a nivel global, reduciendo los ingresos per cápita en los países pobres más que en los países ricos. Esta suposición es razonable pero falsa”.

Hay un diagnóstico inicial sobre el que pocos podrían proponer un discusión: las personas de mejores ingresos logran enfrentar mejor la pandemia, porque pueden mantener su actividad productiva en casa, en la mayoría de los casos; para las personas de escasos recursos, resulta más gravoso el encierro y por eso la mayor parte de los países diseñó líneas de subsidio que permitieran mantener un nivel de ingreso básico para cubrir necesidades como alimentación. Con un mayor o menor grado, eso genera impactos en los niveles de desigualdad interna de los países. Es decir entre las diferentes clases de ingreso de los ciudadanos de cada país.

Pero si se mira desde una perspectiva de la desigualdad del ingreso entre los distintos países se encuentra un panorama sorpresivo. Y aquí es donde Deaton dice que hay demasiadas conclusiones falsas y cita a autores como Joseph Stiglitz, Ian Goldin y Robert Muggah que consideran que la pandemia aumentó la desigualdad entre países.

Allí es adonde apunta su argumentación: “Yo demuestro que la desigualdad global, definida como la dispersión del ingreso per cápita entre países tomando a cada país como una unidad, ha continuado con su tendencia a la baja prepandémica y ha caído más rápido como resultado de la pandemia”.

En pocas palabras, es posible afirmar que el mundo es más pobre hoy, cosa que nadie puede poner en tela de juicio, pero menos desigual. ¿Será así de simple? Todo indica que no, porque la mirada crítica del Nobel apunta justamente a la manera como los expertos están midiendo la desigualdad internacional.

Vamos por partes.

La afirmación de que la desigualdad ha bajado proviene de los siguientes hechos: “Los países ricos han experimentado más muertes per cápita que los países pobres. Esto a pesar de sus mejores sistemas de salud, ingresos más altos, mayor capacidad de los gobiernos y en general sus mejores preparaciones”, comenta Deaton.

Y producto de ese resultado, esos países más ricos han perdido más ingreso per cápita. “Los 97 países más pobres perdieron en promedio 5 por ciento de su ingreso per cápita mientras que los 96 países más ricos, con un promedio de ingreso per cápita 6,25 veces más alto, perdieron en promedio 10 por ciento de su ingreso percápita”.

Para Deaton, esto es así, porque este indicador no pondera las cifras en función de la cantidad de habitantes de un país. Cuando se pondera el dato en función del número de habitantes, las cifras tienden a mostrar lo que es evidente para la intuición de cualquier: que la desigualdad de ingreso sí ha aumentado. Esto resulta paradójico, porque el mismo fenómeno visto con dos metodologías distintas genera resultados distintos. En materia de pobreza y desigualdad, esto es muy problemático.

Y de esto es de lo que habla: “Mis resultados se refieren a dos medidas distintas de la desigualdad del ingreso internacional: la dispersión del ingreso per cápita entre países, con cada país como unidad de observación, y la dispersión del ingreso per cápita entre países, pero donde cada país está ponderado por población”. Estas dos medidas son las más tradicionales en la mirada de los expertos a los temas de desigualdad y pobreza.

La pandemia ha empeorado la situación la mayoría de los países y es casi seguro que ha habido un aumento de la pobreza mundial. Pero eso no implica nada sobre la desigualdad global”, dice el autor.

“Los cálculos de la desigualdad global plantean una serie de problemas metodológicos graves, algunos de los cuales se ilustran claramente aquí. Ambos conceptos de desigualdad, sin ponderar país por país, Concepto 1, o ponderado por población, Concepto 2, plantean problemas incómodos”, explica el premio nobel.

Aquí hay un asunto clave: medir la desigualdad sin ponderar la población genera sensibilidades a la inclusión o exclusión de países pequeños. En cambio, “la medida medida ponderada por población no tiene este inconveniente, porque los países pequeños obtienen poco peso, pero a menudo dependerá críticamente de lo que suceda con India y China, como ocurre en este caso”, dice el documento.

Esto último queda en evidencia muy fácilmente. Si se pondera el indicador de desigualdad por la población, China juega un rol clave, porque además de tener una gran cantidad de ciudadanos, ha logrado reducir la pobreza y aumentar el nivel de ingreso. Eso significa que el país asiático no es más una nación pobre.

“Hoy, de la población mundial de 7.800 millones, 4.400 millones viven en países cuyo ingreso per cápita es más bajo que China, mientras que solo 2.000 millones viven en países cuyo ingreso per cápita es más alto que China. Durante la pandemia, la economía china creció mientras que la mayoría de las otras economías se contrajeron, y aunque esto redujo la desigualdad ponderada por población entre 2019 y 2020, el efecto no fue lo suficientemente grande como para compensar el aumento de la desigualdad por la pérdida de ingresos de la India y la desigualdad mundial ponderada por la población aumentó”, señala Deaton.

En el indicador que pondera la desigualdad en función dela población hay algo que agrava el balance de los países pobres: India ha sido de las naciones más golpeadas en términos de salud y sociales. Allí ha habido más pérdida de PIB per cápita y eso juega en contra de los países pobres en el agregado.

Otro ejemplo pone en evidencia la problemática de estos indicadores. Deaton explica que Macao y Luxemburgo fueron las dos regiones más ricas del mundo en 2019, medidas por el ingreso per cápita en dólares internacionales de 2017. Allí hay unas poblaciones de 670.000 y 614.000 habitantes respectivamente.

Luego siguen en el ranking Singapur (con 5,7 millones), Qatar (2,8 millones), Irlanda (4,9 millones), Suiza (8,5 millones), Noruega (5,4 millones) y Estados Unidos (328 millones).

“Durante la pandemia, se pronosticó que Macao perdería poco más de la mitad de su PIB per cápita, no por un gran número de muertes por covid-19, sino porque el juego, el entretenimiento y el turismo de los que depende se vieron afectados por la pandemia. Esto llevó a Macao del primero al noveno lugar en la clasificación mundial de ingresos per cápita y tuvo un gran efecto en la desigualdad mundial no ponderada; de hecho, el coeficiente de gini no ponderado aumenta de 2019 a 2020 si se excluye a Macao, en gran parte porque, sin él, el mundo era más igualitario en 2019”, se asegura en el paper.

Lo que Deaton propone es considerar estos sesgos de esas medidas y tomar decisiones para corregir el indicador. ”Pero es difícil hacer esto de una manera basada en principios; ¿Debería el límite que se imponga (para incluir un país en la medición de la desigualdad) ser de un millón de personas o de cinco millones de habitantes? ¿O ignoramos las medidas no ponderadas y nos centramos en las medidas ponderadas?”, destaca al señalar la dificultad de tomar decisiones en este frente.

“Sin embargo, la pequeñez de los países más ricos está lejos de su peor problema, que es que sus PIB son una medida excepcionalmente pobre del bienestar material de sus habitantes. En 2019, la participación del gasto de consumo de los hogares en el PIB fue del 25,4 por ciento en Macao, el 29,5 por ciento en Luxemburgo, el 24,5 por ciento en Qatar y el 30,4 por ciento en Irlanda en comparación con el 67,9 por ciento en los EE. UU. Muchos de estos países son paraísos fiscales, y gran parte de su PIB son ganancias, incluidas las ganancias acumuladas para los no ciudadanos, de modo que cuando incluimos a estos países en las comparaciones globales, no estamos comparando similares con similares, e incluimos muchos que no están relacionados con niveles materiales de vida de sus ciudadanos. Los gastos de consumo serían mejores aunque no resolverían el problema de los países pequeños, pero actualmente no hay cifras disponibles para 2020. Y aunque se pueden montar varios argumentos para excluir a Macao, habría mucho más malestar si excluyéramos a Singapur o Irlanda”.

El premio nobel de Economía, Angus Deaton, da en el clavo en un tema sensible sobre la manera como medimos la desigualdad mundial y la mirada que le estamos dando por cuenta de la pandemia. Un tema de debate para las decisiones que se deben adoptar en el futuro próximo.