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Fauci le dijo a The New York Times que nunca le interesó jugar el papel del tipo duro que contradice al presidente Donald Trump: “En lugar de decirle ‘no tiene la razón’, hablé de datos y evidencias”.

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Anthony Fauci: “No tengo miedo de decir la verdad”

El asesor de Donald Trump sobre la pandemia de covid-19 reveló detalles del hostigamiento y las amenazas de muerte recibidas por oponerse al expresidente. ¿Quién es el científico que se enfrentó a semejante poder?

30 de enero de 2021

Anthony Fauci es tal vez el científico más conocido del planeta. El actor Brad Pitt, con una peluca canosa, lentes y corbata, dijo, levantando los brazos y haciendo énfasis en cada palabra: “Corre el rumor de que el presidente me quiere despedir”. Hacía una parodia en Saturday Night Live, y ese día el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos se volvió aún más famoso: se inventaron un videojuego, La venganza de Fauci; su cara apareció en medias y velas; hay camisetas que dicen “En Fauci confiamos”; y tazas de café con la leyenda “Mantén la calma y lávate las manos”.

Pero al médico de la Universidad de Cornell, hijo de un farmaceuta de ascendencia italiana, le importa más su reputación que la fama. En la década de 1980, la prensa ya le dedicaba titulares y entrevistas. Fauci lideró la investigación mundial sobre el VIH, y, como casi siempre le ha sucedido, también tuvo que soportar vejámenes e insultos: en ese entonces, el activista del movimiento LGBT Larry Kramer lo llamó asesino, pues las víctimas del sida, mortal al principio al igual que el coronavirus, exigían una atención rápida y efectiva.

En 2014, le explicaba al entonces presidente Barack Obama los avances de la investigación sobre el ébola, junto con la secretaria del Departamento de Salud y Servicios Humanos, Sylvia Burwell.

Fauci es reconocido por su rigurosidad científica y se describe a sí mismo como “totalmente apolítico y sin ideología”. Algo contundente que Donald Trump nunca supo diferenciar. La realidad es que al expresidente solo le importaba evidenciar el fastidio que le producía que su asesor lo desmintiera frente al mundo. En lugar de avalar su conocimiento, Trump siempre despotricó del inmunólogo: “Es un buen hombre, pero comete muchos errores”, “Es un desastre” y “La gente está harta de él”.

Quién podría cansarse de este experto respetado internacionalmente, asesor de todos los presidentes de Estados Unidos desde Ronald Reagan y uno de los pioneros en el estudio de la llamada regulación inmune en seres humanos. Trump aseguró que el coronavirus simplemente desaparecería de la misma manera que llegó. Fauci le respondía que en algunos estados habían abandonado el confinamiento demasiado pronto. Lo único que los dos tenían en común era Nueva York, su lugar de nacimiento, y que son personas muy directas.

Fauci, quien tiene títulos honoríficos de 45 universidades del mundo, recibió de George W. Bush la mayor distinción presidencial de Estados Unidos: la Medalla de la Libertad.

El científico contó en una entrevista con The New York Times que, mientras él intentaba expresar la gravedad de la situación, la respuesta del expresidente siempre era: “Bueno, no es tan malo, ¿verdad?”. “Yo le dije que era muy malo, casi como una respuesta refleja, tratando de convencerlo de que no lo minimizara”, dijo a ese diario el experto. Esta aparente desobediencia tampoco les hizo gracia a los partidarios de Trump, quienes corearon “Fire Fauci”. En la Casa Blanca no solo contemplaron la posibilidad de despedirlo, también trataron de taparle la boca, y no precisamente con una mascarilla protectora.

Cuando Donald McNeil, reportero de ciencia y salud de The New York Times, le preguntó en qué momento comenzaron las amenazas de muerte, Fauci tardó un poco en recordar la fecha: el 28 de marzo de 2020. “Desde entonces tuve protección. Pero fue el acoso a mi esposa, y particularmente a mis hijas, lo que me molestó más que cualquier otra cosa. Saben dónde trabajan y dónde viven. Las amenazas llegaron directamente a sus teléfonos”, relató; al mismo tiempo, reveló que se descubrieron unas charlas en internet en las que decían: “Oye, tenemos que deshacernos de este tipo. ¿Qué vamos a hacer con él? Está perjudicando las posibilidades del presidente”.

Ahora que esas “posibilidades” de Trump siguen enredadas, y el 9 de febrero el expresidente tendrá que responder a la acusación por incitar a la insurrección en la Cámara Alta estadounidense, Fauci respira más tranquilo, con tapabocas, pero visiblemente más concentrado en aquello que le corresponde. El 21 de enero, en su primera conferencia de prensa bajo la administración de Joe Biden, describió su sensación de libertad al poder “hablar sobre lo que sabe, cuál es la evidencia y qué es la ciencia”.

“Le he pedido a Anthony Fauci que se mantenga exactamente en el mismo papel que ha desempeñado con anteriores presidentes. También que sea mi consejero, médico jefe y parte del equipo de la covid-19”, dijo el presidente Joe Biden.

El hombre de familia, que cumplió 80 años el 24 de diciembre, esposo de Christine Grady y padre de Megan, Jennifer y Alison, dice que no sabe si seguirá en su cargo y al lado del presidente recién posesionado. “Toda mi vida he luchado profesionalmente contra las pandemias. Esto es lo que hago”.

Su esposa, la médica Christine Grady, también fue objeto de amenazas. “El acoso hacia ella me molestó más que nada”, dijo Fauci.

Ahora que, como él dice, la humanidad se enfrenta a una pandemia histórica que no se había visto en 102 años, quiere seguir trabajando hasta que desaparezca para que la gente pueda volver a la normalidad. “Después de eso, regresaré a algunos asuntos que dejé pendientes: todavía existe el VIH, al que he dedicado la mayor parte de mi vida profesional; quiero continuar el trabajo que estamos haciendo sobre la influenza, la malaria y la tuberculosis”.

Quiere hacer lo que mejor sabe hacer. Además, le pagan bien por ello. Según Forbes, Fauci tiene el sueldo más alto de los cuatro millones de empleados federales de Estados Unidos. En 2019 ganó 417.608 dólares, 17.608 más que el propio presidente. Eso equivale a 2,5 millones de dólares, desde 2019 hasta 2024, si permanece en su cargo. Es un buen aliciente, más si tiene en cuenta que ya no deberá taparse la cara cuando Joe Biden se refiera a la pandemia y su tratamiento.