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Charles de Gaulle: el gallo de pelea

Una nueva biografía de Charles de Gaulle explica por qué les da cátedra a los políticos de hoy. El temple y liderazgo del militar y político sacaron a Francia de la peor humillación de su historia, pusieron fin a conflictos colonialistas y sentaron las bases para la república actual.

23 de junio de 2018

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, el líder británico Winston Churchill guardaba la esperanza de que Francia y sus Fuerzas Armadas –que consideraba de las mejores del mundo– resistirían la invasión alemana al menos unos meses. Pero de nada valieron ni sus tanques ni su línea Maginot, pues las tropas nazis la burlaron y sus tropas ocuparon el país galo en seis semanas. El mariscal Pétain, triunfador en la batalla de Verdún en 1916 y héroe de la Primera Guerra Mundial, le entregó el país a los nazis y asumió el gobierno de Vichy, una marioneta del Tercer Reich. Ese episodio quedó marcado para siempre en la historia francesa, aunque un hombre logró dejarlo atrás y restablecer el orgullo de la república: Charles de Gaulle.

Prepotente y terco, el líder más respetado en Francia desde Napoleón sostuvo peleas con F.D. Roosevelt y Churchill.

Ministro de Defensa galo hasta la ocupación nazi, el brigadier general Charles de Gaulle había conseguido las pocas victorias francesas sobre Hitler en el terreno, y tras la derrota, optó por seguir su lucha desde Londres. Muchos compatriotas lo calificaron de traidor y desertor, y el gobierno de Vichy le puso precio a su cabeza. Pero este militar elevó la bandera de la Francia libre en la capital británica y consiguió que Churchill lo reconociera como su líder. Luego, dice la leyenda, a las diez de la noche del 18 de junio de 1940, arengó a su país en un discurso a través de los micrófonos de la BBC. Con este avivó el patriotismo contra los invasores e impulsó a la resistencia a organizarse y a tomar acción. En el momento catalizador, sentenció: “Pase lo que pase, la llama de la resistencia francesa no se debe extinguir y no se extinguirá”.

De Gaulle lideró en esos años no solo la resistencia, sino las tropas de la Francia libre que entraron a París con las fuerzas aliadas en 1944. La figura de ese hombre de casi dos metros de estatura que marchaba por los Campos Elíseos sin guarecerse de los francotiradores nazis, que aún no se rendían, pasó a la historia, en medio de las aclamaciones de sus conciudadanos.


De Gaulle fue prisionero en la Primera Guerra Mundial. Arriba, junto a Winston Churchill, con quien tuvo una relación complicada. A la derecha, con su mujer Yvonne, que lo acompañó toda su vida, y abajo en su marcha triunfal en 1944. Foto: AFP

En estos días regresa a las primeras planas por cuenta de A Certain Idea of France: The Life of Charles de Gaulle, una biografía de Julian Jackson, investigador de la Universidad de Londres. El autor hizo una exhaustiva investigación que incluyó material de los archivos De Gaulle, abiertos al público en 2016. Ello le permite relatar minuciosamente la vida del ‘gran francés’ con nuevos detalles, los hitos de su vida militar y política y, como hilo transversal, la visión de “una cierta idea de Francia” que tenía en la cabeza y por la que luchó siempre.

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En la posguerra, De Gaulle hizo todo por mantener el peso internacional de Francia. Recalcitrante en sus posiciones, no le importó ganarse los reproches de aliados como Franklin D. Roosevelt y Churchill. Y esto no sorprende, pues nunca ocultó su desdén por los ingleses. Citaba a Carlos V: “Uno le habla en francés a los hombres, en italiano a las mujeres, en alemán a los caballos, en español a Dios, pero ¿a quién le habla uno en inglés?”. Prepotente, consiguió que Francia participara de la repartición en zonas de Berlín, algo que parecía imposible. Y como muestra de su visión humana, histórica y geográfica, pretendía todo menos acabar con Alemania. Frente a la dualidad entre capitalismo y comunismo, clamó por una Europa de ideales: “Apoyar a Estados Unidos a cualquier precio no es una causa”, dijo en 1948, “Algo acá en Europa es una causa. El continente siempre ha tenido ese entendimiento entre galos y teutones. En algún punto tendremos que depositar nuestras esperanzas en Alemania y esperar que pueda crear una mística. No se trata de construir una Europa contra Estados Unidos, Rusia o Gran Bretaña, sino de construir”.

De Gaulle lideró el gobierno de transición que reorganizó el país y, según Jackson, aun así se las arreglaba para leer tres libros a la semana. Como prometió, estabilizó al país, convocó a elecciones y así dio pie a la Cuarta República en 1948. Se tomó unos merecidos años de descanso, pero en 1958 regresó a pedido de sus compatriotas para vivir otro capítulo político cargado de hitos y polémicas peligrosas. Como primer ministro favoreció la creación de la constituyente que dio pie a la actual Quinta República, de la cual fue primer presidente. De Gaulle también dejó una huella grande en África, pues puso fin a la guerra de Argelia (1961-1962), y así avanzó en la descolonización. Por esto le hicieron varios atentados. En 1964 pasó por varios países de América Latina, que le sacaron su alfombra roja. En Colombia lo recibió el presidente Guillermo León Valencia con el muy recordado “¡Viva España!”. Poco después, su larga y destacada presencia política y pública se desvaneció tras el estallido de las protestas y huelgas de 1968. Tras perder un referendo, dejó la presidencia en 1969 para nunca volver.

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Dedicación, religión, sensatez

Charles de Gaulle había nacido en 1890 en Lille, al norte de Francia. Hijo de un profesor de historia y letras que le enseñó patriotismo y religión católica, a los 18 años entró a la Escuela de Saint-Cyr. Cuando estalló la Gran Guerra en 1914, cayó herido tres veces en combate y los alemanes lo tomaron prisionero. Trató de escapar cinco veces, pero solo recuperó su libertad 32 meses después, en noviembre de 1918, tras el armisticio que puso fin al conflicto. Regresó a su país, y en 1921 se casó con Yvonne, que le dio tres hijos y estuvo a su lado hasta su muerte en 1970.

Curiosamente muchos de los estudios más exhaustivos sobre De Gaulle vienen del Reino Unido. la biografía de Julian Jackson es la más completa hasta la fecha. Foto: Getty Images

En la Segunda Guerra Mundial se hizo héroe, y varios registros de la época ilustran su recia manera de ser. Jackson registra las memorias del capellán de la división que comandaba en 1940: “¿Toma tiempo para comer? Nadie lo sabe. ¿Duerme? Las colillas que en la mañana encuentro en su cuarto permiten calcular el lapso mínimo entre un cigarrillo y otro… Un mapa, actualizado con exactitud y constancia, resume la esencia de su puesto de comando”. Cuando el capellán trató de hablarle, De Gaulle se aseguró de que no volviera a intentarlo cuando le dijo: “No se habla en una sala de operación, no se le habla al capitán y piloto de un barco. Lo que tengo que decir como líder, poniendo mis hombres y mis tanques en la batalla, requiere calma y reflexión. Todos los que han hecho algo valioso y duradero lo han hecho solos y en silencio”.

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Católico fervoroso, su capacidad de separar Iglesia y Estado dejó lecciones importantes para muchos políticos. En el documental Charles le Catholique estrenado en noviembre de 2017, políticos actuales y retirados de todas las facciones coinciden en que De Gaulle encontró el perfecto equilibrio, manifestado en detalles como no comulgar cuando asistía a misa en calidad de oficial. En 1967 fue más allá. A pesar de haber sido toda su vida un conservador, sobrepuso los intereses de sus ciudadanas a los de la Iglesia, cuando contradijo e ignoró al Vaticano e impulsó la distribución de la píldora anticonceptiva. Después de todo, detrás de su prepotencia, lo asistía un pragmatismo humanista que le reservó un puesto aún más alto en la historia.

Foto: Getty Images