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“Soy una persona abierta, sincera, leal con los amigos, de un trato amable, sin ínfulas, como somos los colombianos” | Foto: Karen Salamanca

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"Ser uno mismo no es tan fácil como parece", Gustavo Gómez

Pensó en ser abogado y terminó como comunicador social. Se considera un periodista escrito, pero construyó su carrera frente al micrófono. A partir del 8 de junio, el hasta ahora director de La Luciérnaga tomará el timón de 6 a.m. Hoy por hoy, el programa insignia de la radio informativa en Colombia. Este es un artículo de la revista Jet-Set.

Sergio Ramírez
30 de mayo de 2019

Durante casi toda la entrevista nos acompaña el ruido de una podadora, constante, insistente, que viene de algún lugar de la calle en el barrio Santa Margarita. Allí vive Gustavo Gómez con su esposa, violinista de la Orquesta Filarmónica, Ligeia Ospina, y sus dos hijos, Gustavo y Francisco, en una casa con rejas blancas, como las de antes. “Tengo la vivienda que puede pagar un periodista”, anota.

En algún momento surge, desde la cocina, el sonido de una licuadora y uno espera que Gómez, alguna vez aspirante a abogado, periodista por predestinación, comience a mover la cabeza y a acomodarse el cuello como a quien le fastidia una corbata.

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Este es un acto casi automático que lo delata cuando algo no le gusta y que él explica como parte de una herencia de su cultura paisa, poco inclinada a usar ese artilugio de vestir que algunos aseguran fue inventado por los jinetes del ejército croata.

Es cierto. Tiene fama de ser bastante sensible con esos sonidos que rompen su cotidianidad. Lo acepta. “Soy obsesivo con los ruidos y en radio me parece que uno debe ofrecer un producto auditivo trabajado. Claro, se cometen errores, pero hay que tratar de evitar los baches, los golpes al micrófono, todo eso”.

Foto:Gómez fue colaborador, periodista y compañero de Darío Arizmendi y Erika Fontalvo en 6 a.m. Hoy por hoy.

Reconoce que, aunque es de buen humor, en el fondo es un hombre serio. “Sobre todo con mi trabajo. Soy estricto, tampoco es que sea un cascarrabias insoportable que se la pasa tirando cosas, para nada. Cuando me equivoco, pido disculpas y a mí las calenturas se me pasan en dos minutos. Pero sí, tengo una estructura psicorrígida que, a veces, se me sale”.

“Nosotros sí somos la voz de la gente, aunque ellos desconfíen de todo, incluso de los periodistas”.

Sus compañeros de La Luciérnaga, el programa radial del cual es director desde diciembre de 2014, lo molestan asegurando que es capaz de escuchar una pluma que cae a dos kilómetros, e incomodarse por ello. Pero lo cierto es que, ya sea por estoicismo, por guardar la compostura ante el entrevistador o porque, como suele pasar, los rumores son exagerados, soporta con tranquilidad, y sin movimientos de cuello, el ruido de la podadora durante toda la conversación.

Estamos sentados en la sala, sobre muebles con franjas de colores, rodeados de discos y libros que organiza por temas: los de Los Beatles, los de historia, los de periodismo, los de novela y cuento, los de poesía, los de Star Trek, etc.; colecciona palabras (o lo hacía, antes de que internet le quitara la gracia), y aviones de la Segunda Guerra Mundial, básicamente modelos del caza británico Supermarine Spitfire y del F4U Corsair, utilizado principalmente por la aviación de Estados Unidos.

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“Tampoco es que tenga una gran colección, solo tengo 30 o 40 de cada uno”, asegura, y uno se queda pensando: “¿30 o 40 no son una gran colección?”.

Es disciplinado y organizado. Aquellos que lo conocen y sus amigos (“no tengo más de cinco”) están de acuerdo en que es un buen tipo; y un buen profesional, según sus seguidores y los miembros del jurado del premio Simón Bolívar, que en 2010 lo designaron periodista del año, casi que a pesar de sí mismo, porque no le interesan ese tipo de reconocimientos.

Asegura que es bueno siendo él. “Y ser uno mismo no es tan fácil como parece en un mundo en el que hay que ser muchas cosas que uno no es”. Ese podría ser el secreto de su “éxito” y la razón por la cual logró salir airoso tras ocupar el cargo que dejó vacante Hernán Peláez como director de La Luciérnaga.

“Como periodista me he vuelto pesimista, porque en esta profesión hay que ser realista... Y la realidad es cruel”.

¿Qué tal sentarse ahí y tratar de ser Hernán Peláez?... Termina haciendo el oso. Uno es uno, y hay gente que dice: ‘¡Qué bueno!’ y hay gente que dice: ‘¡Qué aburrido!’, pero hay que ser uno mismo, y tendrá un público fiel que se va a quedar, otro que se va a ir y otro que va a llegar. Pienso que eso es lo que va a pasar con Gabriel, creo que le va a dar su tono y, si es fiel a sí mismo, le va a ir muy bien”.

El Gabriel al que se refiere es Gabriel de las Casas, el comunicador que, después de cinco años, ocupará su lugar en la cabina a partir del 8 de junio, cuando Gómez se ponga al frente de 6 a.m. Hoy por hoy, el espacio más tradicional de la radio informativa en Colombia. Es quizás el mayor reto que ha enfrentado a lo largo de una carrera profesional con la que no soñó.

Foto: No aceptó ser el director de Noticias Caracol, en televisión, entre otras cosas, porque tendría menos tiempo para dedicarle a su esposa, Ligeia, y a sus hijos, Gustavo y Francisco.

“Nunca pensé en ser periodista, yo de verdad creí que iba a ser abogado (estudió Derecho en la Javeriana). De hecho, a mí me gusta mucho el Derecho, y la parte teórica es muy linda, pero cuando llegué a los procesales me di cuenta de que realmente no iba a ser abogado”. No tenía muy claro qué iba a ser, hasta que su amor por Los Beatles le sirvió para publicar su primera columna musical en Cromos, el 30 de abril de 1990.

Esto se lo debe en parte a un disco del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band que le regalaron a su hermana y que ella decidió heredarle. También le ayudó su amigo Luis Miguel Olivar, hoy mánager de Andrés Cepeda, quien lo animó a crear un libro con las letras, en inglés y en español, de 211 canciones del cuarteto de Liverpool.

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Hoy se prepara para cambiar de nuevo su rutina. Pasar de levantarse a las 5:30, a estar en pie a las 3:30 de la mañana “para empezar a pensar a las 4:00”. Dejar de desayunar con sus hijos que hoy tienen 11 y 14 años, para recibirlos del colegio en las tardes. Y olvidarse de sus esporádicas salidas nocturnas para estar en cama antes de las 10:00 de la noche... “Yo me adapto fácil”.

Durante meses escuchó el rumor de que podría ser el sucesor de Darío Arizmendi, pero no fue algo que le quitara el sueño. “Hubiera podido quedarme en La Luciérnaga unos años más”, asegura.

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Hoy tiene clara la responsabilidad que implica sentarse, de nuevo, en la silla de uno de los íconos del periodismo colombiano. “Yo sé que Darío quería que yo fuera el director y sé que está feliz. Pero, de nuevo, no pretendo ser la segunda parte de Darío Arizmendi”.

–¿Marvel o DC??–DC.?
–¿Lennon o McCartney??–“McJohn”.?
–¿Kirk o Picard? ?–Star Trek.?
–¿Lynda Carter o Gal Gadot??
–... Siguiente pregunta.

* Este artículo hace parte de la última edición de la revista Jet Set. Lea más artículos aquí