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Los domingos a las diez de la noche, él, que antes de creerse periodista se define como un “ingeniero conversador”, le pondrá de nuevo su sello al programa. | Foto: KAREN SALAMANCA

PERSONAJE

El regreso de José Gabriel Ortiz a la televisión

Luego de una década, el exembajador de Colombia en México vuelve a la televisión colombiana. Las noches de domingo de nuevo estarán llenas de sus particulares preguntas a personajes famosos y políticos de primera línea, a quienes probará en el arte de conversar. La revista Jet-set se sentó en el sofá de su talk show y lo puso a hablar, pero de él mismo.

25 de septiembre de 2019

Me llamo “Yo, José Gabriel”, a secas. Esta es para muchos la mejor presentación del bogotano que se ganó su fama cuando la televisión todavía ocupaba un espacio importante en la sala de las casas.

Desde 1998, con el estreno de los canales privados, el rolísimo perdió sus apellidos. Es un tipo divinamente. Hijo de don Gabriel Ortiz y doña Inés Robledo; hermano de María Inés y Martha, quienes le llevan 12 y 10 años respectivamente; exesposo de la periodista María Elvira Samper, con quien tuvo a su hijo Andrés; y desde hace 33 años, casado con Diana Van Meerbeke y padre de Gabriel y María.

Su exesposa le decía “el Rey de la Fiesta”, un encanto que, entre otras grandes virtudes profesionales, lo llevaron a ser el embajador de Colombia en México durante el gobierno de Juan Manuel Santos.

Andaba desaparecido de las pantallas, no solo por el trabajo diplomático, sino porque después de terminada su labor de cuatro años, le pidieron que se quedara en el DF y se encargara de las relaciones comerciales de la Organización Ardila Lülle.

El tequila, especialmente el Maestro Tequilero Dobel Diamante, lo enamoró tanto, que lleva una década sin probar una gota de whisky, vodka o ginebra.

“Mi esposa y yo hicimos buenos contactos empresariales, diplomáticos y sociales. Somos amigos de los políticos más importantes de México; formamos parte de un grupo grande, generoso y hospitalario; y nos invitan a sus ranchos y casas de playa... Es un país estupendo, con gente divina”. 

Es un sibarita. El tequila, especialmente el Maestro Tequilero Dobel Diamante, lo enamoró tanto, que lleva una década sin probar una gota de whisky, vodka o ginebra. “El menos fuerte de todos, blanco y reposado es una maravilla. Me lo tomo puro, como debe ser, porque así no emborracha ni da guayabo”. Con el mezcal nunca pudo, porque le sabe como a madera, a quemado… Le parece espantoso.

Pero a pesar de que vive en uno de los países con el acento más marcado, no pierde la esencia. Su sonrisa amplia y su agradable charla siempre están acompañadas con un gracejo, una anécdota, el dicho de alguna tía inventada, o frases apuntaladas con expresiones como “chuleado”, “carajo” y “chino”. Eso sí, sin olvidarse de su popular “bagrecito”, para referirse a las bellezas que se cruzan frente a sus ojos. “De Colombia, extraño a las mujeres, son sin duda las más bellas del mundo.

Se ha vuelto tan cuate, que ahora trabaja en un libro donde despliega otra de sus aficiones: “Hice un estudio fotográfico de las 28 zonas arqueológicas más importantes de México. Iba siempre con el arqueólogo de la zona y nos abrían las puertas a las siete de la mañana, cuando la luz es perfecta”. Pero nunca ha dejado de visitar su tierra.

Por eso hace poco le hicieron “la encerrona”, como dice. El presidente de RCN, José Antonio de Brigard, y Carlos Julio Ardila, le propusieron volver a sus fueros televisivos. “Me dijeron que como están repuntando en rating, yo encajaba en el nuevo estilo y programación más amables, sin violencia, sin prostitutas, sin narcotráfico y sin secuestros”. 

Su programa tendrá el mismo formato: “Porque uno después de los 50 no se vuelve masón, ni aprende alemán”, bromea José Gabriel.

Cada ocho días, los domingos a las diez de la noche, él, que antes de creerse periodista se define como un “ingeniero conversador”, le pondrá de nuevo su sello a eso que tanto ha admirado de Johnny Carson, David Letterman, Jay Leno o Jimmy Fallon, los duros del talk show mundial.

Su secreto es llevar la batuta, saber escuchar y no tomárselo demasiado en serio: “Cuando uno se siente importantísimo, anula al entrevistado. De Larry King aprendí que la segunda mejor pregunta, casi siempre, sale de la primera respuesta”. Por eso, la charla con Celia Cruz ocupa un lugar especial en su memoria. Fue tan fluida e interesante que tuvo que dedicarle dos programas.

“Luis Miguel es un cretino pretencioso y petulante. Tampoco me gustó Carlos Moreno de Caro, hoy desaparecido de la política”, dice al recordar a sus peores entrevistados. 

También recuerda que le llevó un caballo al set a Álvaro Uribe y que ese día nació una amistad fortalecida con los paseos al Ubérrimo. Sin embargo, hace tiempo que no hablan y cree que se debe a una equivocación de la que se arrepiente: desde su embajada calificó como “mezquina” la oposición de expresidente a Juan Manuel Santos: “Entiendo que le haya chocado. No me lo he encontrado y no me imagino cómo será cuando lo vuelva a ver. Sé que se sintió mucho y quisiera ofrecerle excusas”.

Pero a él, ¿quién lo ha desinflado como entrevistado? No duda un segundo en contestar: “Luis Miguel me repugnó. Es pretencioso y petulante... Un cretino. Tampoco me gustó Carlos Moreno de Caro, quien hoy está desaparecido de la política pero que se hizo pentamillonario con su universidad. Otro complicadísimo es Juan Pablo Montoya: desesperante y grosero. Para manejar carros debe ser un berraco, pero es discretamente bruto”.

Podría pensarse que esa manera directa riñe con la diplomacia que lo hizo famoso en el país manito. Sin desagradecer, confiesa que le aburrieron un poco las 85 fiestas nacionales que celebran al año. “En las embajadas hay rutina, repetición y mucha formalidad. Los tres primeros años son divertidos, porque se conoce a mucha gente.

Además, en México fue muy fácil porque no tenemos conflictos políticos, regionales o limítrofes con ellos. Prefirió concentrarse en lo que le gustaba: durante su gestión trajo a Colombia ocho de los más grandes grupos económicos mexicanos. “Incrementé la balanza de pagos y logré canalizar productos para exportar".

Vendrá a Colombia cada quince días a grabar dos programas. En esta nueva temporada ya no cuenta con el acompañamiento musical de César Mora y su orquesta María Canela, pero sí con el del rapero Kiño y su banda La Libre Expresión. En el reestreno, el pasado 15 de septiembre, se enamoró de Carol G, la cantante colombiana de música urbana ganadora del Grammy Latino a mejor nuevo artista, que tiene entre sus planes grabar con Rihanna.

A Jet- set le confesó que no sabía nada de ella antes de que su hijo mayor, Andrés Ortiz, le diera una clase magistral sobre sus canciones y videos. También invitó a los candidatos a la Alcaldía de Bogotá: Claudia López, Miguel Uribe, Hollman Morris y Carlos Fernando Galán, los bajó del discurso político que él tanto detesta, y los puso a competir en una trivia sobre la capital.

En otro capítulo, la revelación colombiana del mundo porno, Amaranta Hank, se empeñó en enseñarle el punto G, pero se le vio más emocionado con los campeones de Wimbledon y el US Open, Juan Sebastián Cabal y Robert Farah, pues otra de sus aficiones es el tenis... Definitivamente, el rey del talk show colombiano hace ahora su mejor revés.

* Este artículo hace parte de la última edición de la revista Jet Set. Puede leer otros aquí.