Luis Moya Jiménez MD, presidente de la Liga Colombiana contra el Infarto y la Hipertensión
Luis Moya Jiménez MD, presidente de la Liga Colombiana contra el Infarto y la Hipertensión. | Foto: Cortesía

Salud

Un llamado a la responsabilidad en el Día Mundial del Corazón

Usted es responsable por la salud de su corazón, no es el médico, la EPS ni su seguro de salud. Por Luis Moya Jiménez MD, presidente de la Liga Colombiana contra el Infarto y la Hipertensión.

25 de septiembre de 2020

Aproximadamente, 20 millones de personas mueren al año en el mundo por enfermedades cardiovasculares, y más del 60 por ciento de estas se podrían evitar.

Esta cifra, que debería ser alarmante porque está muy por encima de otras patologías o causas de muerte, representa o simboliza la enorme frustración que tenemos los cardiólogos: ver cómo día a día aumenta el número de muertos por enfermedades cardiacas que se pueden prevenir.

Hoy los médicos somos capaces de salvar casi al 90 por ciento de los pacientes que llegan a urgencias con infarto, pero no de evitar que los tengan. El problema es que la población en general no cree o no sigue las recomendaciones de llevar una vida saludable, que es, en definitiva, la única forma eficaz de prevención.

Nos ganan las propagandas de hábitos no saludables y el aceleramiento de la vida actual, con el aumento de las comidas chatarra, de alimentos procesados, de sal y de azúcar; todo se refleja en el incremento de las cifras de colesterol, la obesidad, la diabetes, la hipertensión y, por otro lado, el sedentarismo extremo, que tiene más niños con sobrepeso.

Las proyecciones son cada vez más pesimistas. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), se espera un incremento de 30 millones de muertes anuales por las enfermedades cardiovasculares para 2030.

Es un tema clave al que no se le está dando la importancia que merece. Por eso, desde el año 1993 la Liga Colombiana contra el Infarto y la Hipertensión creó el Día de Prevención contra el Infarto y la Hipertensión, que posteriormente se extendió a toda Suramérica, con el auspicio de la Unión de Sociedades de Cardiología de América del Sur (Uscas). Y en 2002, la Federación Mundial del Corazón estableció el 29 de septiembre como el Día del Corazón con el único fin de llamar la atención mundial sobre los factores de riesgo que llevan a estas enfermedades.

Ya es hora de que este noble órgano sea el protagonista de las discusiones de salud pública, de los hogares y de la academia. Debemos reconocerle su incansable trabajo y ser conscientes de que el corazón nos da la calidad de vida que nos merecemos. Es un órgano que trabaja permanentemente bombeando 5 litros de sangre por minuto, o el equivalente a 8.000 litros al día sin parar un minuto, desde antes del nacimiento y hasta nuestro último suspiro de vida. Lo mínimo que merece es que cada uno sea responsable de él, que reconozcamos, sin importar la edad que tenemos, que facilitar su trabajo baja el riesgo de muerte o complicaciones mayores que nos limitan una vida normal.

Son cuatro los consejos básicos: cuidar la dieta, practicar actividad física, no fumar y acudir al médico cuando sea preciso y preventivo. Así de simple. Estas son las cuatro grandes recomendaciones que acordaron en 2004 y que no han cambiado la Asociación Americana del Corazón, la Asociación Americana de Diabetes y la Sociedad Americana contra el Cáncer.

Como institución que se dedica a la promoción y a la prevención, desde la Liga Colombiana contra el Infarto y la Hipertensión llevamos casi 30 años recomendándole a cada paciente que debe conocer sus propios factores de riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares.

Solo hay tres que no son modificables: los antecedentes familiares, la edad y el género (el hombre es de más riesgo); y el resto son todos fácilmente controlables (hipertensión, diabetes, colesterol, sedentarismo, obesidad y sobrepeso, tabaquismo, estrés y frecuencia cardiaca).

Es responsabilidad de cada uno. No es el médico, no es la EPS, no es el sistema de salud, es usted el responsable de su corazón. Sabemos que esta enfermedad es una verdadera epidemia de ateroesclerosis, pero lo que no es perdonable es que sea una pandemia de ignorancia.