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Para muchos, Alberto Fernández representa una opción peronista moderada, diferente a la versión más dura que mostró Cristina Fernández en sus dos períodos. | Foto: Afp

ARGENTINA

Bofetada mortal al macrismo

Antes de las elecciones definitivas en octubre, los argentinos castigaron a Mauricio Macri: el peronista Alberto Fernández le sacó una diferencia de 18 puntos. Mientras tanto, los efectos económicos se extienden por la región.

17 de agosto de 2019

Por unos momentos, Zambia pareció un paraíso comparado con Argentina. Tras el resultado de las elecciones primarias del 11 de agosto, el riesgo país saltó a más de 1900 puntos, por encima del país africano y solo superado por Venezuela. El peso se devaluó 33 por ciento y las empresas perdieron en un solo día la mitad de su valor, la segunda caída más grande en un día de las 94 bolsas de valores que registra desde 1950 Bloomberg. El resultado de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) fue un tsunami. Estos comicios que nada deciden ya consagraron un presidente virtual: el peronista Alberto Fernández, del Frente de Todos, acompañado por la expresidenta y senadora Cristina Fernández de Kirchner. El tándem obtuvo una diferencia inesperada de más de 15 puntos sobre el presidente Mauricio Macri de Juntos por el Cambio.

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Quedan todavía dos meses para las elecciones reales del 27 de octubre y largos cuatro meses para la posesión del nuevo Gobierno, el 10 de diciembre. En un país donde ningún presidente no peronista logró terminar su mandato desde el retorno de la democracia en 1983, las semanas que vienen serán de una profunda tensión para ver si Macri logra llevar a término sus cuatro años de gestión y quebrar la maldición. El inesperado amplísimo triunfo de Fernández era presentido por toda la sociedad. En los días previos, era casi imposible encontrar un votante macrista, ni en los barrios populares, ni en los ministerios dependientes de la administración actual. En esta ocasión, los votantes macristas de clase media y de las pequeñas empresas de las grandes ciudades le dieron la espalda. En el mapa posterior a las elecciones, todo el país se tiñó de azul con la excepción de la provincia de Córdoba y de la ciudad de Buenos Aires. Macri ganó las elecciones hace cuatro años presentándose como la antípoda al modelo populista de Néstor y Cristina Kirchner (2003-2015). Liberó el mercado de capitales, eliminó retenciones a las exportaciones y la obligación de reintegrar en plazo las divisas. El mundo parecía sonreírle, con la amistad personal de Donald Trump y los dólares lloviendo en los dos primeros años.

Los escándalos de corrupción y las causas contra la expresidenta Fernández de Kirchner estuvieron en la portada de los principales diarios desde entonces. Su movimiento político parecía condenado al olvido. Pero en 2018, los capitales empezaron a salir de los países emergentes y Argentina se quedó sin crédito, debiendo recurrir al FMI, endeudándose en más de 50.000 millones de dólares. En el último año y medio, la economía se hundió: el dólar pasó de 16 pesos a los 60 de hoy. La inflación, que el Gobierno se había comprometido a reducir al mínimo, fue del 47,6 por ciento en 2018, la más alta en 30 años. La pobreza llega al 34 por ciento de la población y se masacró a la clase media y a las pymes. El resultado es categórico: entre 2015 y 2019 desaparecieron casi 20.000 empresas. Con este panorama, lo sorprendente hubiera sido que ganara Macri. El presidente centró su campaña en no volver al pasado y en las denuncias de corrupción contra Cristina. Pero como lo anticipó una encuesta en los días previos a las elecciones, la primera prioridad para la gente es la economía y la última la corrupción. Una campaña basada en asustar con los fantasmas populistas en medio del descalabro económico presente no tenía ninguna posibilidad de ganar.

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Al día siguiente de la paliza electoral, con una caída del 30 por ciento del peso y del 50 por ciento en el valor de las empresas, un errático Macri culpó de la corrida cambiaria al temor que Alberto Fernández provocó en los mercados. El problema no fue que los mercados se asustaron con Fernández, sino que Macri demostró no ser confiable para los mercados. Las consecuencias del descalabro en la economía son durísimas. “Iveco, la empresa de Fiat, suspende a todo su personal a partir del viernes pues se pararon todos los insumos importados porque no había valor del dólar”, señaló a SEMANA Miguel Ponce, director del Centro de Estudios para el Comercio Exterior del Siglo XXI. Las medidas anunciadas para paliar la situación, como eliminar el IVA a los alimentos básicos hasta fin de año, congelar el precio de los combustibles, el aumento del salario mínimo, moratorias impositivas, reducción del impuesto a las ganancias para los trabajadores, significarán una enorme erogación presupuestaria, pero difícilmente lograrán torcer la opinión de los votantes hacia octubre. Como lo señaló el analista Carlos Pagni en La Nación, estas medidas significan “la cancelación, de facto, del programa pactado con el FMI”, porque implicarán un desembolso que no estaba previsto en los compromisos pactados. En ese sentido, la primera tarea de Alberto Fernández será sentarse a negociar un nuevo programa con el único financista que le queda al país.

Fernández fue ungido por Cristina para dar una imagen más moderada del peronismo, dada la enorme cantidad de procesos judiciales por corrupción a los que debe responder la exmandataria. Fernández fue el jefe de gabinete de los Kirchner entre 2003 y 2008, después de lo cual renunció y se convirtió en un duro crítico de la presidencia de Cristina. No se lo conoce como un político populista, y ya anunció que se propone cumplir con los compromisos asumidos por el Estado con los deudores internacionales y el FMI. Esta semana, en una conversación con Macri para bajar los nervios de los mercados, le habría dicho: “A mí no me sirve que te vayas mal. Necesito que la Argentina el año que viene esté de nuevo creciendo”. Como aseguró Miguel Ponce, “el peronismo siempre ha sido pagador”. Todos quieren evitar que se repita la experiencia de 1989, cuando el presidente radical Raúl Alfonsín, ante una situación de hiperinflación y caída económica, adelantó las elecciones y las perdió.

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Muchos expertos, como el analista Rosendo Fraga, señalan que el principal reto del siguiente presidente será la gobernabilidad. Fraga le dijo a SEMANA que Macri, ante la situación actual, debería emular lo que hizo el expresidente brasileño Fernando Henrique Cardoso ante la eminente victoria de Lula da Silva en 2002. “Los dos firmaron un acuerdo garantizando el pago de la deuda, lo que benefició enormemente al país” añade Fraga. Alberto Fernández tendrá una tarea complicada: una cosa fue el Gobierno peronista de los años 2000 con el boom de las commodities, y otra cosa es ahora, con la obligación de satisfacer las aspiraciones de sus votantes. Con una recesión mundial a la vuelta de la esquina, si Macri y Fernández realmente piensan en el bienestar del país, encontrarán la manera de no echarle la culpa al otro de todos los desastres actuales.