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La escritora venezolana Arianna de Sousa-García, exiliada en Chile, se despacha contra el chavismo: “Era solo una fantasía”

La escritora y periodista venezolana Arianna de Sousa-García habló con SEMANA sobre el ambiente que se vive en su país luego de la posesión del dictador Nicolás Maduro.

13 de enero de 2025, 11:10 a. m.
La escritora y periodista Arianna de Sousa-García habló con SEMANA.
La escritora y periodista Arianna de Sousa-García habló con SEMANA. | Foto: Suministrada a Semana

Arianna de Sousa-García es escritora, periodista, librera, madre, pero también hace parte de esos casi 8 millones de venezolanos que han tenido que huir de su país para salvarse y salvar a los suyos. Salió de Venezuela en 2016, cuando su hijo, León, tenía apenas un año y está exiliada en Chile desde entonces.

“Atrás queda la tierra” su más reciente libro, nació de esa diáspora, entre el despojo, el dolor y las violencias que persiguen a quien sufre el exilio. Es una conmovedora novela de no ficción, con un impecable trabajo periodístico de por medio, que retrata la historia de millones de venezolanos que han tenido que sufrir la catástrofe que ha dejado un régimen fallido que parece no terminar.

A propósito del lanzamiento de su libro y de la situación que se vive en Venezuela, luego de la posesión por tercera vez del dictador Nicolás Madura, SEMANA conversó con la escritora.

SEMANA: ¿Cómo fue salir de Venezuela?

Arianna de Sousa-García (A. S. G.): Yo salí en 2016 de Venezuela, un año especialmente violento en el que muchas personas también salieron del país, porque fue el momento en el que todo se unió. Los colectivos armados estaban absolutamente empoderados tomándose las calles; el hambre era feroz, se comía una sola vez al día o incluso días en los que ni siquiera eso lograbas. Fue una época en la que la planificación familiar no existía y en la que muchos niños recién nacidos murieron en los hospitales, porque no había luz, porque no tenían plantas eléctricas.

Cali: Migrantes venezolanos se reúnen en el bulevar del río en rechazo a la posesión de Maduro como presidente en Venezuela. Fotos: José L Guzmán. El País
La escritora y periodista venezolana Arianna de Sousa-García habla de lo que se vive en su país tras la posesión de Nicolás Maduro. | Foto: José Luis Guzmán. El País

Los que somos madres y padres teníamos además la responsabilidad de mantener vivos a nuestros hijos, sin pensar en otra cosa que no fuera que no se murieran en nuestros brazos. La mayoría de los venezolanos no hemos tenido tiempo de planear nuestra migración por culpa de la violencia. Se trata de “o corres y te salvas o el próximo eres tú”. Es muy doloroso y dramático.

Yo llevo mucho tiempo fuera, pero me atrevo a decir que la violencia se ha mantenido, porque al final en Venezuela se ejerce una violencia estatal que se ha impuesto en todo, en la salud, la alimentación, la educación y la seguridad.

SEMANA: Su infancia estuvo marcada por haber crecido con un padre chavista ¿Cómo fue esa época?

A.S. G.: Yo crecí viendo esa promesa de país que prometía el chavismo, porque todo niño le cree a su padre y mi padre estaba absolutamente convencido de lo que se prometía. Mi padre es un tipo muy trabajador y yo de niña lo veía llegar tan cansado de haber trabajado tanto, por eso era que él estaba convencido de que el camino, de que esa promesa de prosperidad, de igualdad, de hermandad, iba a ser una realidad. Pero muy pronto me di cuenta de que era solo una fantasía. Creo que a todos nos pasó lo mismo, inclusive a personas que no tuvieron a chavistas dentro de su familia.

SEMANA: ¿Qué otros recuerdos tiene de su infancia?

A.S. G.: La violencia del discurso de Hugo Chávez era tremenda. Yo recuerdo caminar por la casa y estar jugando y de repente escuchar en la radio a Chávez gritando, o en la televisión, verlo burlarse e irrespetando a las personas. Yo tenía máximo 8 años y ya me daba cuenta de ese tipo de cosas. Ese discurso se coló por todos lados, crecí viendo a Hugo Chávez en todo lado, en las paradas de los autobuses, en los bolsos de colegio, en todo. Ver a mi padre hablar igual que él fue como esa revelación de que eso no iba a servir, fue desolador.

SEMANA: Aunque migrar puede parecer ser la solución, no lo es. Vivir en el exilio conlleva otro tipo de violencias…

A.S. G.: Sí, lo que encontramos al llegar a estos países de acogida ha sido más violencia desde el primer momento en el que llegas. Un ejemplo es lo que el “Pinochetismo” ha hecho, hizo y sigue haciendo en este país (Chile). La gente se rehúsa a entender al otro y a darse cuenta de que existen otras violencias y eso es muy doloroso, porque lo que hace es impedirle a las personas una de las cosas más importantes en la vida que es tener amigos y un espacio seguro donde sentirse contenido.

Migración venezolana
Migración venezolana | Foto: Universidad del Rosario / Cortesía

SEMANA: ¿Desde su exilio en Chile usted o su hijo han vivido algún caso de xenofobia por ser venezolanos?

A.S.G.: Contra mi hijo no, porque él es blanco y no ha tenido que pasar por eso, por suerte y es algo que yo agradezco mucho. Pero sí se ve mucha xenofobia contra los migrantes acá, especialmente en las escuelas. Cuando recién llegamos a Chile, la gente ponía en duda que yo fuera la madre de León, mi hijo, y tenía que ver con el color de la piel y el acento. El racismo y la xenofobia cada vez más se ha ido levantando contra todo lo que englobe al Caribe. Todo lo que sea caribeño es ordinario, es malo y es una degradación. Esa situación de violencia y odio contra nosotros los migrantes, y especialmente a nosotros como venezolanos, nos ha hecho apropiarnos mucho más de nuestra identidad, de recuperar nuestro acento, de vestir nuestras ropas con orgullo, y eso ha producido un forcejeo fuerte acá en Chile.

Una anécdota que sí recuerdo con especial atención ocurrió hace un par de meses, encontré stickers con la consigna de “Venezolanos fuera” pegados en las calles.

SEMANA: Su hijo está creciendo en otro país, pero Venezuela seguirá siendo el país que lo vio nacer. ¿Cómo se siente al respecto?

A.S. G.: Yo siento que para él es muy doloroso, lo digo como una intuición de madre. Los abuelos paternos de León están en Venezuela y los adora, pero le duele mucho no poder estar con ellos y eso es lo que ha hecho la violencia en Venezuela, separar familias. Por fortuna mi hijo tiene una red y un núcleo muy fuerte que lo hace sentir muy venezolano y que no lo hacen perder sus raíces.

SEMANA: La situación en Venezuela cada vez es más tensionante, ¿cómo lo está viviendo desde afuera?

A.S. G.: Ser venezolano es vivir en una vigilia permanentemente. No se trata solo de qué va a pasar en los próximos días, se trata de que todos los años se levanta una protesta social, entonces es vivir en un estado de vigilia absoluto. Yo siento mucho nerviosismo, y mucha angustia, y tiene que ver principalmente con la vida de las personas que salen a las calles. A mí eso es lo que más me preocupa. Sumado a eso, viene la preocupación de cómo el régimen le está dando armas a los civiles, son camiones llenos de rifles y es terrible porque eso supone que si están aceptando un rifle es porque lo van a disparar.

El régimen prefiere un ataque brutal contra la población, porque la oposición no tiene armas, a aceptar una derrota e iniciar una transición. Es una postura que van a mantener hasta el final.

| Foto: AP

SEMANA: ¿Qué piensa de lo que ocurrió el 10 de enero en la ilegítima posesión de Nicolás Maduro?

A.S.G.: Lo que reina en mí, en mi círculo cercano, en mis colegas y seguramente en toda la gente de Venezuela es la incertidumbre y la frustración de ver a Nicolás Maduro perpetuándose en el poder. Lo que ha demostrado una y otra vez durante todos los años de su régimen es que la paz de la que él habló en su discurso de posesión solo se traduce en represión absoluta de todos los ciudadanos. La paz de Maduro es el silencio del miedo, el silencio de la derrota del alma, del ímpetu y de la moral venezolana, esa es mi traducción de la paz de la que él habla. En todos sus discursos siempre se habla de victorias y derrotas, de ganadores y perdedores, en su mente siempre hay contiendas que solo demuestran que ellos van a seguir en el poder. El significado de lo que se vivió el 10 de enero es que ellos van a seguir en el poder, cueste lo que cueste, fue un golpe de Estado a todas luces lo que hicieron con esa autoproclamación.

Yo creo que la preocupación máxima sigue siendo que no haya más sangre. Ojalá algo pase que permita la terminación de este gobierno infinito y que lleva tantos años en el poder y una vez en democracia podamos pensar en la transición y en la reconstrucción del país. A pesar de que nosotros, los 8 millones de venezolanos, que salimos de nuestro país, seguimos afuera, nuestras mentes y nuestros corazones siguen en Venezuela.

Hemos pasado muchos años bajo el control del régimen y nuestro sufrimiento ha sido largo, doloroso y hondo. Pero hay que mantener el temple a pesar de ese sufrimiento y la seguridad de que todo pasa. Porque esto sin duda no se ha acabado.

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