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¿Cómo se moverán las fichas en segunda vuelta?

La segunda vuelta no se definirá por alianzas partidistas ni por los endosos de las grandes maquinarias, sino por la manera como Duque y Petro se presenten ante un electorado que demostró su independencia.

27 de mayo de 2018

Iván Duque y Gustavo Petro, sumados, alcanzaron un 65 por ciento de los votos en la primera vuelta. Para triunfar en la segunda, en las próximas tres semanas llevarán a cabo una histórica competencia –con claras definiciones de derecha y de izquierda– para conquistar el 35 por ciento de votos que este domingo se fueron con Fajardo, Vargas Lleras y De la Calle. ¿Cómo se llevará a cabo el juego de alianzas? ¿Cuál de los dos finalistas tiene mayor opción de crecer?

En teoría, el posicionamiento muy marcado de los dos finalistas debería propiciar una alineación entre sectores de derecha, con Duque, y de izquierda, con Petro. Eso significaría que Vargas Lleras se sumaría de manera más natural a Duque y que los otros dos aspirantes –Fajardo y De la Calle– se inclinarían por Petro. De hecho, en el caso de Vargas Lleras, ese primer acercamiento ya se está dando, pues la bancada de su partido, Cambio Radical, ya puso a disposición de Duque 27 documentos de política pública que hacen parte de su programa de gobierno, con el propósito de que los integre a su agenda programática. 

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Pero la experiencia indica que esa sería una lectura demasiado simplista. En los últimos años los colombianos se han alineado en fuerzas de derecha y de izquierda, con resultados diferentes. En la segunda vuelta de 2014, en torno al tema de la paz, las fuerzas de centro-izquierda llevaron a Juan Manuel Santos a la reelección. Pero en octubre de 2016, en el plebiscito por la paz, resultó triunfador el No. La alineación por bloques, en ausencia de partidos fuertes, no está definida de antemano.

En principio, Sergio Fajardo será el gran elector de la segunda vuelta. Con sus 4,6 millones de votos, tendría el poder de definir al sucesor de Juan Manuel Santos. Sin embargo, el panorama de coaliciones no es claro. En la campaña para la primera vuelta quedó patente que los ciudadanos votan de manera muy libre en las presidenciales. El endoso de votos solo funciona en forma muy limitada. Ni la nutrida votación de Fajardo, ni las menguadas de Vargas Lleras y De la Calle –quien dejó en libertad a sus electores– son transferibles de manera automática. Si algo caracteriza el comportamiento electoral de los colombianos en los actuales momentos es la indisciplina. Más aún cuando los partidos han caído en la irrelevancia a la hora de canalizar y aglutinar votantes.
Los 4,8 millones de Fajardo provienen de distintos campos. El Polo Democrático y la Alianza Verde, los partidos que avalaron la candidatura, solo explican una parte. La mayoría de los votantes son independientes. El exalcalde de Medellín insistió durante toda la campaña en que no es uribista ni antiuribista, con lo cual alcanzó respaldos de varios sectores y de distintas tendencias ideológicas. Lo más probable es que su electorado se divida entre Duque y Petro. Pero no es fácil predecir en qué proporciones.

El pulso entre Duque y Petro es inédito en la historia, de por sí breve, de las elecciones presidenciales a dos vueltas. Nunca habían llegado a la instancia definitiva las dos opciones más radicales y opuestas. La pregunta es cuál de los dos tiene mayor capacidad para moverse al centro y conquistar electores que este domingo no estuvieron en ninguno de los polos. En un escenario de polarización, el miedo se vuelve un elemento relevante. A Duque lo espantan muchos electores que no ven con buenos ojos el regreso del uribismo, y la posible influencia que ejercería el exmandatario en un gobierno de su pupilo. En la otra esquina, Petro asusta por su imagen de mal administrador en la Alcaldía de Bogotá y por su asociación con el colapso del régimen de Venezuela.
Lo cual produce un escenario paradójico. A los dos finalistas les conviene estimular el temor por su oponente, pero al mismo tiempo les interesa moderar sus discursos para cosechar a los votantes del centro. Lo primero invita a la radicalización y, lo segundo, a la moderación. En los países donde está arraigado el sistema a dos vueltas –como Francia–, en la última instancia los candidatos asumen compromisos con el centro para sumar apoyos nuevos.

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En principio, Duque arranca como favorito. En primer lugar, porque ganó la primera vuelta con una votación sólida de más de 7,5 millones de electores, y 15 puntos de ventaja sobre su oponente, que equivalen a la nada despreciable cifra de 2,7 millones de votos. En segundo lugar, porque en las encuestas para medir el cara a cara con Petro le ratifican el carácter de puntero. Desde que se disparó en la intención de voto de los colombianos, tras la consulta interpartidista del 11 de marzo, le ha sacado a Petro una diferencia significativa, aunque con tendencia a disminuir. En marzo alcanzó 24 puntos, en abril bajó a 13 y en la última, en mayo, a 10. Habrá que ver qué dicen los sondeos una vez los electores asuman el escenario de una competencia directa entre Duque y Petro.



Pero el candidato del Centro Democrático tiene otra carta a su favor: mejor imagen que Petro. En la última encuesta de Invamer para Caracol Televisión, Blu Radio y SEMANA, tenía un 54 por ciento de percepción positiva contra un 31 por ciento de negativa. Petro, en cambio, polariza y divide: en el mismo estudio alcanzó un 43 por ciento de imagen positiva y 44 de negativa. Los estrategas electorales consideran que para la segunda vuelta es decisivo tener menor rechazo porque los candidatos necesitan sumar adeptos. En el mismo sondeo, a la pregunta “por cuál candidato Ud. nunca votaría”, Petro encabezó la lista con un 37 por ciento y Duque le siguió, con 25 por ciento.

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El exalcalde de Bogotá planteó, en los últimos debates, un discurso que deja ver su estrategia para la segunda vuelta. Dice que el proceso electoral ha dividido a los colombianos entre las maquinarias, y la corrupción implícita en ellas, y la ciudadanía. De allí su énfasis en la plaza pública, a donde ha llevado multitudes que acompañan su aspiración y que proyectan una imagen de alianza con la gente de carne y hueso.

Una competencia entre alternativas radicales tiene sus peligros. The Economist, en su última edición, señaló los riesgos de una confrontación entre Duque y Petro. “Votar por uno de los dos sería una mala opción”, dijo, y respaldó a Fajardo. Los desafíos van desde una radicalización de las posiciones, que dificulte consensos futuros y enrarezca el clima de político, hasta la tentación del populismo en ambos lados del espectro político. Para no hablar de los peligros de la violencia en un panorama caracterizado por una polarización profunda.

Será una campaña corta. No sobra recordar que aparecerán en el tarjetón del 17 de junio no dos, sino tres opciones: el voto en blanco suele crecer cuando hay competencias entre opciones radicales. En todo caso, el nombre del próximo presidente de Colombia es Iván Duque o Gustavo Petro. En el punto de partida no hay nada definido. Y de la campaña para la primera vuelta quedó claro que los aciertos funcionan y los errores se pagan. Más que alianzas formales con los candidatos derrotados o entre partidos –que quedaron descartadas el domingo en la noche– todo dependerá de la manera como Duque y Petro afronten esta final inédita en la historia política de Colombia.

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