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Redes sociales | Foto: jorge restrepo

REDES SOCIALES

Redes sociales: la nueva inquisición

Twitter se está convirtiendo en una hoguera de la que ni siquiera se salvan los más poderosos. La corte acaba de sentar las reglas que determinan cuándo los insultos y las mentiras requieren la intervención de un juez. Ahora que se acercan las elecciones, el reto es enorme.

14 de septiembre de 2019

Las últimas semanas, las redes sociales mostraron su cara más cruel. El país se estremeció con un video, que se volvió viral, en el que Karina García alertaba que las publicaciones que alguien estaba haciendo sobre ella podían costarle la vida. La joven aspiraba a la alcaldía de Suárez, un municipio enclavado en las montañas del Cauca, epicentro de la guerra sin cuartel entre disidencias armadas. “Les pido que no continúen haciendo comentarios irresponsables y falsos, como que voy a traer los paramilitares, como que voy a traer las multinacionales, como que le voy a quitar las tierras a la gente. ¡Por Dios, no sean irresponsables! Esto puede traer, para mí, consecuencias incluso fatales”, había dicho en un video que publicó el 12 de agosto en Facebook.

Nueve días después, la candidata del Partido Liberal murió, junto con su madre y otras cuatro personas, cuando el carro en el que viajaba fue objeto por casi 20 minutos de una brutal lluvia de balas y granadas.

Decir que a Karina García la mataron las redes sociales sería un despropósito. Después de ese baño de sangre, las autoridades revelaron la penetración que las disidencias han tenido en la campaña electoral en esa zona del país, a tal punto que citan a reuniones a los candidatos. Pero su video sí deja en claro el poder de esas plataformas para propagar mentiras, estigmatizar y crear rápidos juicios condenatorios, que, en cuestión de minutos, pueden acabar con la imagen, la honra o el buen nombre de una persona, empresa o grupo político. En el caso de Karina, esas difamaciones mezcladas con el renacer del conflicto produjeron un desenlace fatal.

La revista británica The Economist asegura que lejos de atraer luz las redes sociales están propagando veneno.

Las emisoras de radio declararon tema del día la relación de esas publicaciones en redes con la muerte de Karina. Comenzó el periodista Julio Sánchez Cristo: “Las palabras matan y ya es hora de medirlas en todo, comenzando por las redes sociales. A Karina García le crearon un ambiente adverso a punta de palabras que, como ella advirtió, la mataron”. Alberto Linero hizo lo propio en su reflexión matutina: “Las noticias falsas en las redes sociales matan y todos somos responsables”, dijo.

Hubo muchas reflexiones y debates, que concluyeron, en general, que en Twitter –como en otras redes– la avalancha de insultos, agravios y calificativos desobligantes en la política ya no sorprende a nadie. Todos los días, y más en esta época electoral, esa red social hierve como la caldera más potente. Los protagonistas de la opinión pública suelen estar siempre en las esquinas contrarias de ese cuadrilátero: el uribismo, por un lado, y el petrismo, por el otro. Casi no hay un momento en que esa red social no tenga una tendencia relacionada con ellos. Algunas veces, incluso, se enfrentan tendencias opuestas que buscan medir el pulso a punta de likes y retuits (RT).

Por ejemplo, el mismo día fue tendencia #uribemalditoseas y la respuesta de los seguidores del expresidente, #uribebenditoseas. Álvaro Uribe ha estado en el centro de varias controversias a raíz del anuncio de algunos miembros de las Farc de retomar las armas. En efecto, mientras que sus seguidores les dan la razón a sus críticas al proceso de paz, sus detractores lo culpan del giro desafortunado que dieron algunos excomandantes de la antigua guerrilla.

También fue tendencia en esos mismos días Gustavo Petro. Primero, por un trino en el que decía que Guillermo León Valencia, abuelo de la senadora Paloma Valencia, “creó” las Farc en su gobierno. Y después, por publicar unas fotos de una masacre en Brasil como si se tratara de imágenes de acciones militares en Colombia. De esto último, el senador de la Colombia Humana se retractó.

Que Uribe y Petro protagonicen esa red no resulta extraño ni novedoso. Ambos tienen dos de las cuentas más poderosas de las plataformas virtuales. En Twitter, el primero tiene 4,9 millones de seguidores, y el segundo, 3,5 millones. El expresidente y senador fue quizás el primero que consolidó una superfuerza en Colombia en 140 caracteres. Durante los ocho años del Gobierno Santos, Uribe encontró allí una trinchera desde la cual hizo una oposición feroz y constante. Tanto él como Petro demuestran que, si bien para quien está en el poder los tuits son un arma de doble filo, para quienes quieren oponerse a este la red del pájaro es el más vibrante megáfono.

Sin control

Pero en el juego de las redes no solo ellos participan. Hace unos días, en ese mundo coincidieron en una misma reflexión personas reconocidas en diferentes orillas. Paloma Valencia, Gustavo Bolívar, Iván Cancino, Juan Ricardo Ortega, María José Pizarro, Luis Felipe Henao, José Gregorio Hernández, Aída Avella, Rodrigo Lara, Luis Fernando Velasco, y una decena de personajes públicos rechazaron un hashtag (HT) negativo que duró casi todo el día como la primera tendencia. A dos meses de las elecciones, los ataques arreciaron contra la senadora Angélica Lozano, pareja de Claudia López, la candidata puntera en las encuestas para la alcaldía de Bogotá. “Mentir y concertar ataques en redes se volvió juego de combos. Me le mido a todo debate con argumentos, firmeza y hasta humor, pero cuando me dicen arepera, guerrillera o uribista… Aplico el sabio déjalo ir”, dice.

Políticos de todas las tendencias, como Angélica Lozano, Claudia López,han convertido las redes en el escenario de sus polémicas, a veces como autores y a veces como víctimas. 

Más extrañeza y rechazo despertó el caso de la representante Katherine Miranda, víctima de uno de los ataques más bajos por cuenta de unos trinos que violaban claramente su intimidad. “Las palabras que matan están inundando las redes sociales y la política nacional. La política de la infamia y de la mentira es el ‘modus operandi’ de los que carecen de argumentos e ideas”, dijo unos días después. Al expresidente Andrés Pastrana le pasó algo similar por cuenta de haber compartido un viaje con el empresario Jeffrey Epstein, acusado de abuso sexual de menores y que fue hallado muerto en su celda. La tendencia en su contra era tan desproporcionada que hasta sus más acérrimos contradictores terminaron por defenderlo.

El futbolista Faryd Mondragón y la periodista Camila Zuluaga también fueron blanco de las redes sociales. “Entre Twitter y la vida real hay un abismo. Para mí la verdad está en el cariño que me expresan en las calles”, dijo Mondragón.

No solamente les pasa a los políticos. Faryd Mondragón duró dos semanas en el eje de la controversia tuitera. Al deportista, quizás uno de los más queridos del fútbol colombiano, le llovieron todo tipo de memes, burlas y ataques por haber atribuido el éxito de las futbolistas a la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez. “Tristemente, esa es la conversación hoy en las redes. Pero para mí la verdad está en lo que los colombianos me expresan en la calle y allí siento mucho cariño. Entre Twitter y la vida real hay un abismo”, le dijo a SEMANA.

A Youtube se suben 400 horas de video por minuto. Esto equivale a un contenido diario que exige 65 años de tiempo real para observarlo.

En días pasados, la periodista Camila Zuluaga fue blanco de las redes sociales después de que Miguel Nule, protagonista del carrusel de corrupción de Bogotá, la señaló en una entrevista radial de recibir plata. “Yo jamás he recibido un solo peso de un delincuente ni de nadie para ejercer mi oficio”, respondió Zuluaga, quien manifestó que por primera y única vez se referirá al tema. El impacto en redes sociales se prolongó por horas y llevó a que Blu Radio divulgara la declaración adjunta a un audio en el que Guido Nule le responde a Zuluaga: “Si yo dije que te di plata a ti, es una mentira. Yo a ti no te he dado plata”.

En jaque

¿Las redes sociales amenazan la democracia? La revista británica The Economist se hizo esa pregunta en una portada. Relató cómo en las elecciones de Estados Unidos cerca de 146 millones de personas leyeron las noticias falsas creadas por los rusos y difundidas en Facebook, en 1.108 videos en YouTube y en 36.746 cuentas falsas de Twitter. En ese país, se calcula que dos tercios de los adultos solo se informan por redes sociales. “Lejos de traer luz, las redes sociales han propagado veneno”, concluyó el semanario británico.

El papel de las redes en la campaña que ganó Donald Trump hizo que el Senado norteamericano citara a declarar el año pasado a esos gigantes de la red. El tema se había convertido en un escándalo mundial cuando se descubrió que una consultora, Cambridge Analytica, había tenido acceso a los datos de 87 millones de cuentas. Esa información había sido usada no solo en la campaña de Estados Unidos, sino también en la del brexit, la salida del Reino Unido de la Unión Europea. El fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, testificó visiblemente compungido durante más de cinco horas. “No hicimos suficiente… Fue mi error y lo siento”, concluyó.

La tristeza de la estrella de Silicon Valley tumbaba la aureola de las redes, otrora responsables del mayor sacudón de la política norteamericana con el triunfo de Barack Obama y de revoluciones sociales como la Primavera Árabe. Obama había demostrado la posibilidad de ganar las elecciones en el celular de los ciudadanos. El entonces candidato empleó en su momento a más de 100 personas para manejar las cuentas de la campaña y luego en la Casa Blanca se convirtió en uno de los principales influenciadores digitales del mundo.

Pero los tiempos han cambiado y en el poder hay quienes han llevado la influencia de Twitter al extremo. Por ejemplo, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha despedido ministros, denunciado megaescándalos de corrupción y controvertido con sus ciudadanos solo por medio de trinos.

Ese mundo de 140 caracteres, videos de un minuto, hilos y hashtags ha transformado a la sociedad mundial. Por un lado, ha creado nuevos protagonistas de la opinión y permite que cada vez más personas participen de las discusiones públicas. Por otro lado, degradó el debate político y se ha convertido en una amenaza por la andanada imparable de ofensas, la difusión de calumnias y la imparable creación de falsedades.

Políticos de todas las tendencias, como Álvaro Uribe y Gustavo Petro,han convertido las redes en el escenario de sus polémicas, a veces como autores y a veces como víctimas. 

Las redes sociales no han causado la enorme división que separa hoy a los colombianos. Pero sí han servido de megáfono para difundir las controversias, al permitir lanzar juicios implacables que pocos se atreverían a decirle en la cara a otra persona.

La campaña por el plebiscito dio el primer campanazo de alerta. Las noticias falsas se masificaron en las redes, y una vez se volvieron virales nadie pudo detenerlas. En internet inventaron la ley Roy Barreras, que le quitaba una parte de la pensión a los colombianos para dársela a las Farc. Allí decían que los guerrilleros tendrían un salario de 1,8 millones de pesos e incluso que cada familia tenía que adoptar un guerrillero. No es justo decir que el No ganó exclusivamente por las noticias falsas, pues buen número de colombianos no creía en la salida negociada con las Farc. Pero el daño que las redes le hicieron a ese debate resulta incalculable.

El problema consiste en que las mentiras y los extremos dan muchos réditos en las redes sociales y en la política. Generan miles de likes y de RT, y todos en ese juego lo saben. “Los populistas utilizan permanentemente la mentira como una herramienta para generar odios, resentimientos. Es la política del todo vale, en la que se puede decir todo sin ningún tipo de responsabilidad. Y esa polarización en Colombia rápidamente hace tránsito hacia una violencia más real”, asegura Sergio Fajardo.

A ese problema se suma otro ingrediente: el ego. “La deshumanización se ha instalado en las redes sociales. Se atenta contra los derechos fundamentales de las personas, se menosprecian los valores sociales, se pisotea la intimidad… Esto mezclado con una clamorosa ignorancia y un ilimitado afán de notoriedad es un coctel explosivo que lleva a alimentar a las redes con productos tóxicos para ganar adeptos a toda costa”, señaló la periodista española Rosario Gómez en una reciente reflexión en el diario El País, de Madrid.

Está tan probada la obsesión que generan los me gusta que este año todas estas plataformas han planteado quitarlos por el riesgo que representan para la salud mental, en especial de los niños y adolescentes. Instagram ya lo hizo en casi una decena de países, y Facebook puede tomar ese camino pronto. La decisión podría sacudir la forma como operan esas redes y el creciente poder de los influenciadores allí.

¿Qué hacer ante difamación en redes sociales?

Twitter y Facebook saben que su mal uso genera enormes problemas. Tanto es así que ambos gigantes tienen entre sus prioridades “proteger la salud de la conversación”, especialmente en procesos electorales como el de Colombia. En junio, el director de Política Pública de Twitter, Hugo Rodríguez, visitó el país y firmó un memorando de entendimiento con la Misión de Observación Electoral (MOE) para estas elecciones de octubre. Rodríguez cuenta que la plataforma cambió sus reglas y que hoy le apuesta más a proteger la seguridad de los usuarios, su información privada y la autenticidad de estos en esa red.

Los colombianos están en el grupo de ciudadanos del mundo que más consultan Facebook: 24 millones acceden todos los días.

El alto directivo explica que hoy eliminan un 200 por ciento más cuentas que hace un año, como una estrategia para frenar las “bodegas” que generan conversaciones tendenciosas o falsas basadas en el trabajo de robots y no de usuarios de carne y hueso. “Twitter detecta a la semana más de 9 millones de cuentas a nivel mundial que pueden estar cayendo en estos supuestos de automatizar”, cuenta. Rodríguez pide abrir “una reflexión seria” sobre el uso de los HT en la política. “Respetuosamente se lo decimos a todos los participantes en procesos electorales: obsesionarse con ser tendencia no puede ser un objetivo de comunicación”.

Lo mismo ha hecho Facebook. La plataforma anunció que reducirá el alcance de las páginas y dominios que compartan repetidamente noticias falsas en Colombia. Según le explicaron a SEMANA, con este mecanismo han aminorado hasta un 80 por ciento la distribución de contenido de baja calidad en Estados Unidos, donde la herramienta existe hace un tiempo. “Las noticias falsas sirven para impulsar clics y obtener ingresos, y la manera en que fueron empleadas recientemente en elecciones y conflictos étnicos alrededor del mundo es reprobable… Son malas para el público y malas para Facebook”, dijo recientemente Tessa Lyons, gerente de producto de esa plataforma.

En el país, las plataformas también financian mecanismos de verificación de datos con medios locales. Los colombianos están en el grupo de los ciudadanos del mundo que más consultan esa red social: 34 millones acceden todos los meses, y 24 millones, todos los días.

La mano de la justicia

Los problemas que se presentan en esas redes sociales pasan cada vez más a los estrados judiciales. Esos conflictos plantean grandes dificultades a la hora de resolverlos. Esta semana, por ejemplo, un juez condenó a 38 meses de cárcel a un hombre que amenazó desde una cuenta anónima en Twitter al caricaturista Matador y a la periodista Vanessa de la Torre. La Fiscalía ha priorizado los casos de amenazas de muerte en las redes sociales y trabaja al menos en cinco emblemáticos. Uno de ellos tiene que ver con una persona que publicó un video en el que alentaba a los ciudadanos para atentar contra los periodistas Claudia Gurisatti y Luis Carlos Vélez. Y otros con amenazas a los periodistas Daniel Samper Ospina, María Jimena Duzán y al senador Gustavo Petro.

Los magistrados de la Corte Constitucional cuentan cómo han visto crecer exponencialmente los expedientes de tutela que llegan con problemas derivados de lo que pasa en Facebook o Twitter. El tema va a ser el eje del debate del encuentro que hace esa jurisdicción este año.

Como abrebocas, los togados emitieron una sentencia de unificación que ratifica que peces grandes como Facebook, Google o YouTube no pueden actuar como jueces para vetar los insultos que los ciudadanos del mundo emiten a través de sus redes sociales. Controles en este sentido atentarían contra la libre expresión además de plantear una tarea imposible.

Hay tantos casos que por ello la corte emitió una sentencia de unificación para compilar su jurisprudencia al respecto. En este debate participaron Google y Facebook, cuyos voceros señalaron que las plataformas cuentan con políticas claras para que los usuarios denuncien irregularidades en los contenidos. No obstante, manifestaron que no podían revisarlos todos con antelación. En YouTube estiman que los usuarios suben 400 horas de video por minuto, lo que equivale a un contenido diario que exigiría 65 años de tiempo real para observarlo. Una cifra inmanejable.

Un juez podrá intervenir según el contenido del mensaje, la periodicidad, las reproducciones y la posibilidad de defensa.

Los magistrados sí dejaron claro en la decisión de esta semana que los choques entre los ciudadanos en las redes tienen límites. Y que en algunas ocasiones los comentarios pueden afectar el buen nombre de las personas a tal punto que les impide vivir dignamente. Por ello, la corte estableció unas reglas para valorar en qué casos deben intervenir los jueces. Los magistrados señalaron puntualmente los factores que determinan la magnitud del daño: el contenido del mensaje, el medio por el cual sale al aire (un periódico de circulación masiva o una cuenta de 20 usuarios), el número de reproducciones, la periodicidad, la reiteración de las publicaciones y si las víctimas tienen la posibilidad de defenderse.

Esto, aunado al hecho de que el veto de mensajes podría configurar censura, llevó a que los grandes de internet les pidieran a los jueces mantener la competencia para declarar ilegal un contenido. Y por lo pronto así será.

El fallo recogió cuatro tutelas; en tres de ellas no hizo pronunciamiento de fondo por no cumplir estas reglas. Solo en uno de los casos, el alto tribunal ordenó retirar de inmediato las publicaciones. Se trata de un músico que durante siete años publicó por YouTube mensajes en los que señalaba a un miembro del Consejo Directivo de Sayco como “mafioso, corrupto y ratero”. Incluso, a la salida de la audiencia pública convocada por la corte para escuchar a los expertos y a las partes accionantes, el compositor publicó en su red social un video para reiterar las agresiones.

Para la corte, todos los insultos no pueden terminar en los estrados judiciales. No obstante, la libertad de expresión no puede ser ilimitada cuando los insultos causan profundos daños a las personas. “Que los jueces intervengan en el derecho a que usted no lo insulten debe ser valorado en cada caso particular”, señaló la presidenta de la Corte Constitucional, Gloria Ortiz.

En otras decisiones recientes, la corte le ordenó, por ejemplo, a un padre cerrar la cuenta de Facebook que le había creado a su hija de 4 años, pues consideró que a esa edad los niños no tienen conciencia de las implicaciones de estar en una red social. También obligó a un estudiante a retirar publicaciones insultantes contra el rector de su universidad, y a una mujer a quitar de su muro el nombre de una persona que le debía plata. Los magistrados protegieron a una mujer que se había quejado del acoso de un hombre en su muro de Facebook. En numerosos casos, los magistrados han concluido que la libertad de expresión no puede estar por encima de los derechos de los niños ni amparar las publicaciones injuriosas que afectan gravemente el buen nombre de los colombianos.

El procurador Fernando Carrillo también ha alertado sobre los peligros de lo que está pasando en las redes. “La democracia no se ha podido adaptar a las grandes transformaciones digitales de la política, y las elecciones están contaminadas por la falta de acceso a información veraz y completa. Vivimos en el siglo XXI con instituciones políticas del siglo XIX. Tenemos que reinventarnos”, dice. Esa meta, por ahora, no parece fácil de alcanzar.

“No somos árbitros de la verdad”

Hugo Rodríguez es director de Política Pública de Twitter en América Latina. Dirige las relaciones con Gobiernos, partidos políticos y sociedad civil en varios países.

SEMANA: En Colombia existe el mito de que los candidatos pueden servirse de cuentas falsas y masivas para posicionarse como tendencia…

Hugo Rodríguez: En nuestras reglas tenemos prohibidas las cuentas falsas y las que generan contenido duplicado. Por esto en la plataforma desafiamos proactivamente estas estrategias. Para eso eliminamos alrededor de 9 millones de cuentas a la semana.

SEMANA: ¿Qué tan fácil resulta detectar estas estrategias?

H.R.: Para nosotros es importante el diálogo entre las plataformas y los distintos actores involucrados en los procesos electorales. Las plataformas hemos reconocido nuestra responsabilidad y para eso desarrollamos mecanismos, pero del otro lado están los usuarios que son quienes deben ejercer control e informar.

SEMANA: ¿La acción de Twitter frente a las tendencias es neutra o se hace algo para contrarrestar tendencias negativas que pueden destruir a una persona?

H.R.: En Twitter queremos que se vean todos los puntos de vista. Tratamos el contenido de la misma forma y no podemos ser árbitros de la verdad, o ser juez y parte. Son los usuarios los que interactúan, y los medios de comunicación los que contrastan estos puntos de vista con hechos.

SEMANA: ¿Qué tanto influye Twitter en el voto en favor de una persona u otra?

H.R.: No hemos medido la intención de voto, pero sí sabemos que es una fuente de información predominante. Es de donde están sacando su información. En campañas electorales, como en México y Colombia, detectamos que antes del proceso muchas personas no tenían su decisión de voto definida, y después, producto de lo que vieron en Twitter, lo decidieron.

SEMANA: ¿Cuál es la apuesta de Twitter frente al proceso electoral de alcaldes y gobernadores que se avecina?

H.R.: La plataforma tiene mecanismos para proteger la salud de la conversación política. Estos son productos, políticas y reglas que constantemente estamos actualizando. Además, hemos estado hablando con organizaciones como la Misión de Observación Electoral y el Consejo Nacional Electoral, y organizando encuentros y talleres en que hemos podido socializar nuestra apuesta para estos comicios. Todo con la intención de fortalecer la conversación electoral que se dará en octubre.

SEMANA: ¿Qué entienden ustedes por salud de la conversación electoral hoy en Twitter?

H.R.: Salud de la conversación es garantizar que todos los actores tengan el uso de la palabra, que todos puedan acceder a la plataforma y dar su punto de vista. La libertad de expresión no es decir solamente lo que yo quiero, sino entender que las demás personas también puedan hacerlo, a eso le apuesta Twitter. En este sentido, para nosotros es importante garantizar que todos puedan expresarse de forma segura, y para eso hemos desarrollado reglas a fin de evitar comportamientos abusivos como amenazas o suplantaciones.

Casos que pusieron las reglas

Cuatro tutelas llevaron a que la corte sentara las reglas para determinar cuándo los insultos en las redes requieren la intervención de un juez.

La Corte Constitucional resolvió a través de una sentencia de unificación las tutelas de cuatro personas que reclamaban el respeto por su buen nombre y pedían retirar contenidos insultantes de las redes sociales. De todos los casos, el alto tribunal solo tuteló los derechos de un exdirectivo de Sayco que alegaba porque durante siete años fue blanco de mensajes que lo tildaban de “ladrón, ratero y mafioso”. Los publicaba un compositor que hasta el último instante grabó videos contra el directivo.

Para la Corte Constitucional resultaba relevante la intervención del juez, ya que durante un largo periodo las publicaciones afectaron el derecho a la honra y buen nombre de una persona. Los magistrados le dieron tres meses al músico para retirar de Facebook y YouTube los mensajes; de no hacerlo, el juez podrá oficiar a las plataformas para que veten los mensajes.

La corte sienta una diferencia entre este caso y los reclamos de otras dos acciones de tutela en las que no encontró mérito para ejercer control constitucional. Las dos se referían a un choque entre particulares que se sintieron agraviados por mensajes insultantes publicados en Facebook. Uno contra el administrador de un conjunto residencial, y el otro, de una mujer despedida de su trabajo por información que aparecía en redes sociales. En estos casos, la corte dice que las reclamaciones no tienen suficiente peso como para que deba pronunciarse un juez de tutela. De modo que los magistrados concluyen que no todos los malos tratos entre los ciudadanos resultan judicializados.