Crisis
Juan Diego Alvira en vivo desde la tragedia de Nariño, tras derrumbe en Rosas, Cauca: el pueblo está atrapado, aislado del país y aterrado por el futuro
Juan Diego Alvira recorrió Pasto y evidenció la grave crisis que afronta la región por el derrumbe en la vía Panamericana. Hay bloqueos, gente sin poder salir, productos cada vez más caros y desespero por el futuro.
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Por ironías e injusticias de la vida, dos humildes abuelos pastusos vivieron con tremenda amargura la experiencia de montar por primera vez en avión. A ellos les tocó pagar un ojo de la cara por los tiquetes aéreos desde Medellín hasta Pasto, debido al derrumbe en Rosas, Cauca, que desde hace una semana aisló por completo al sur del país. “Nos tocó sacar de donde no teníamos para pagar más de 700.000 pesos por los tiquetes aéreos y un solo trayecto. En bus nos costaba 130.000 pesos”, dice don Antonio, resignado.
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Mientras tanto, la terminal de transportes terrestre de la capital nariñense parece más un campo de refugiados que un lugar decente para tomar un bus intermunicipal. Allí me encuentro con una escena que a cualquiera le desgarra el corazón: una mujer amamantando a su bebé, de apenas un mes de nacida, en una precaria cama acolchonada por maletas. Ella, junto con su esposo y la mascota Peluche, esperan encontrar transporte hacia Cali. “Se nos está acabando la plata. Esto es un abuso, un pasaje que valía 60.000 pesos cuesta ahora 160.000”, cuenta Mariano. En medio del caos hay grupos de venezolanos y hasta haitianos que quedaron atrapados.
En otro lugar donde también se ven insoportables esperas es en los alrededores de las estaciones de gasolina. Jairo, un taxista de 50 años, al igual que los 320.000 conductores de carros y motos de la ciudad, hace una eterna fila desde la noche anterior para poder tanquear.
Por estos días, los nariñenses están atrapados entre tratar de sobrevivir el día a día, mientras al mismo tiempo se preparan para una crisis económica inminente. De las 49 bombas de gasolina, hubo que cerrar 32. Como si fuera poco, fue necesario establecer límites para las tanqueadas. “Los carros únicamente pueden poner máximo 30.000 pesos de gasolina y las motos, 10.000 pesos. Está escaseando el combustible. Lo poco que logramos traer viene del puerto de Tumaco, pero no da abasto”, asegura el alcalde encargado, Carlos Bastidas. Los ciudadanos también empiezan a sufrir por la escasez de gas, de insumos para los cultivos y de materiales para la construcción, como el cemento. Todo ha empezado a encarecerse. Mejor dicho, en cierto modo, no se pudo empezar peor el año. De un momento a otro, se pasó de la fiesta del Carnaval de Blancos y Negros a una calamidad masiva. Cientos de turistas que vinieron a disfrutar de la tradicional fiesta quedaron varados entre los trancones y la indolencia.
Víctimas por todo lado
Marcela es una pastusa que debía regresar a Argentina el jueves de esta semana y fue bajada del avión sin anestesia. Su vuelo hacia Bogotá lo sobrevendieron y la aerolínea prefirió darle la silla a otro pasajero que pagó más por el tiquete a última hora. “Esto es terrible. Voy a perder mi vuelo internacional. ¿Quién nos defiende?”, se pregunta, angustiada. Y la entiendo. Como ella, hay otro grupo de viajeros indignados que llevan horas parqueados frente al counter de la empresa esperando a que les solucionen. Me acerco a un empleado de la compañía aérea para preguntarle sobre lo que está ocurriendo. De antemano, sé que él no tiene la culpa, pero es a quien le toca poner la cara frente a los abusos. Su respuesta es desoladora: “El vuelo se sobrevendió. Estamos haciendo de todo para reubicar a los pasajeros”, reconoce.
Hay que decirlo sin adornos: un derrumbe en el kilómetro 57 de la vía Panamericana borró del mapa nacional a Nariño. Eso dejó al municipio caucano de Rosas y a todo el departamento desconectados del resto del país. Solo quedan dos trochas que son una tortura rodante. Incluso, la ruta por Mocoa tiene un tramo que tiene el nombre estrambótico del ‘Trampolín de la muerte’, debido a que es un hilo de lodo entre miedosos acantilados. “Tenemos capacidad de acopio de leche para tres días más, antes de empezar a tirarla. Pedimos que nos autoricen mover camiones de más capacidad. Hoy solo podemos usar vehículos de seis toneladas”, advierte Héctor Ovidio Chávez, representante de paperos, lecheros y camioneros.
Nariño es el tercer productor de papa en todo el país, después de Boyacá y Cundinamarca. Cada semana envía hacia otras regiones unas 600 toneladas de papa. Solo imaginar que la producción pueda perderse, en este país de tantas necesidades, produce escalofrío. “Por ahora hemos podido sacar la papa y mantener los precios. El bulto cuesta 260.000 pesos. Se nos puede caer el precio. Podría pasar que sale más caro sacar la papa que dejarla enterrada en los cultivos”, afirma Chávez.
Hablo con varias autoridades y representantes de los gremios económicos después de una reunión urgente en la Cámara de Comercio de la ciudad. Me bombardean con datos y explicaciones para demostrarme con desespero que esta grave emergencia puede verse también como algo que no fue provocado por el invierno, sino por el hombre. Por los gobiernos y su negligencia. Nariño tiene este penoso récord: “En los últimos diez años, ha sufrido un freno completo de su economía cada 16 meses, ya sea por problemas de orden público o líos de infraestructura”, señala Arturo Ortega, presidente de la Cámara de Comercio de Pasto.
No es alarmismo, sino preocupación frente a un drama que crece con el paso de las horas. “El país aún no cree lo que está pasando en Nariño. Necesitamos que tomen las medidas ya. Aún no tenemos ni siquiera un decreto del Ministerio de Transporte que diga cómo movernos en la única vía que tenemos”, dice Soraya Arias, presidenta del Consejo Gremial de Nariño.
Al vocero de los ferreteros de Pasto, Juan José Ávila, se le ve atormentado tras salir de la reunión. Nariño produce alimentos, pero no material de construcción, uno de los sectores que más jalona la economía y genera trabajo local. “Hoy amanecimos con un alza aproximada de 120 por ciento en materiales de construcción. El bulto de cemento estaba a comienzos del año en 31.500 pesos y ahora se comercializa en 46.000 o 48.000 pesos”, enfatiza Ávila.
Decirles carreteras a las dos trochas que tienen como vías alternas puede llegar a ser irrespetuoso. No se sabe cuál de las dos es peor. Una de ellas es por la ruta Pasto-Mocoa-Pitalito-Popayán. Y la otra por Pasto-El Bordo-La Depresión-La Sierra-Rosas-Popayán. Por eso, Ávila se apresura a decir que las alzas no son especulación, sino que obedecen al costo de los fletes. “Antes, por la vía a Mocoa, se pagaba por bulto 300 pesos, hoy están cobrando 10.000 pesos. Nuestras existencias sobrevivirán máximo tres días. Se elevarán los precios y tocará cerrar empresas”, dice.
Viendo que solo hay combustible para dos días, cualquiera podría preguntarse: ¿por qué Ecuador, nuestro país vecino y amigo, no nos da una mano? Esa sería una enorme posibilidad. El paso fronterizo, el puente de Rumichaca, está a dos horas de Pasto. Pero oír la respuesta del alcalde encargado de Pasto produce desconsuelo. “Los transportistas de Ecuador dicen que nosotros no los dejamos pasar. Porque siempre ha habido esa pelea. Dicen que si permiten que entren los colombianos, les quitan el trabajo. Allá no nos dejan entrar con nuestra carga”, afirma el mandatario.
El presidente Petro dijo el jueves que la vía no estará habilitada antes de un mes. Mientras tanto, aquí se va encareciendo todo. Incluso podría desatarse una grave emergencia social. “Calculamos que más de 10.000 empleos pueden estar en riesgo. ¿Qué van a hacer las personas que no pueden transportar y acopiar la leche? Pues van a tener que suspender. Hoy hablaban de dar vacaciones no remuneradas a sus empleados. Gravísimo”, agrega Arias.
Recorrer Pasto por estos días y ver las caras de desespero, de angustia, de nerviosismo, me lleva a solidarizarme hoy más que nunca con esta región. Es gente que ha aguantado mucho a lo largo del tiempo, el olvido y la negligencia estatal, pese a ser puente entre nuestro país y el sur del continente. Me ha abierto los ojos, y ojalá ocurra lo mismo con el Gobierno, para empujar a Nariño y darles una mano en este momento tan difícil. Si algo los distingue es su afecto, su cariño y su espíritu invencible de resiliencia, pese a la adversidad.