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Romaña / mercenario
Jorge Briceño con Romaña. Guerrilleros de las Farc. Foto:León Dario Pelaez. Ene 99 | Foto: León Darío Peláez / Getty Images

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Una R15, cuatro granadas, un glock, pistolas, fusiles y una prieto beretta: las armas en la operación contra Romaña

El mercenario que dice haber participado en la muerte del disidente de las Farc cuenta los detalles de lo que habría sido ese plan y los enormes volúmenes de dinero que se movían para este fin.

10 de agosto de 2022

En la historia de la muerte de Romaña la plata desempeña un papel esencial. O para ser más específicos, los dólares. El mercenario que habló con SEMANA de la operación en la que supuestamente participó, lo hizo porque -según él- nunca le pagaron todo el dinero de la recompensa. También asegura que Romaña, a su vez, cayó porque era un delincuente sediento por dinero.

El hombre narró con pelos y señales cómo movieron para la recompensa esa operación y por qué le adeudan tanto. “Me dieron menos de 80 mil dólares a mí personalmente”, señala, y agrega que las cifras que ellos tenían en mente eran mucho más altas.

Según el mercenario, toda la plata de la recompensa por esa operación “salió de la embajada americana”. Cuenta que se la entregó Wilson Trejos en un parqueadero detrás de la Universidad Nacional.

Las armas de la operación contra Romaña

“Nos dice: vea, los gringos solo nos dieron 1.200 [millones de pesos], tienen que tener paciencia porque, como el cuerpo quedó allá... Nosotros les hemos dicho: pero vea que a ti te trajeron las fotos”, cuenta decepcionado el extranjero.

Romaña plata
Romaña plata | Foto: Suministrada a Semana
Romaña
Romaña | Foto: Suministrada a Semana / Daniel Reina

Para el mercenario, la plata es un enorme dolor, pero hay otro igual de grande: las armas. Y ahora pide tenerlas de vuelta. “Quisiera que paguen lo que deben y que devuelvan el armamento”, sostiene.

Sobre esas armas cuenta que, para la operación, una parte de estas se las entregó el subintendente Wilson Trejos, quien pertenecería al Grate, Grupo Antiterrorismo. “Me pasó un MP4 y me pasó una R15, cuatro granadas de mano, un glock, dos pistolas, dos fusiles y una prieto beretta”, dijo.

Estas armas habrían sido en un comienzo para poder convencer a Romaña de que ellos eran también delincuentes y entregarle algún material de calidad.

El mercenario cuenta que en ese momento había muchas sospechas en los círculos cercanos de las disidencias y por eso ellos debieron regalarles a ellos esas armas. “Usted sabe que hay un riesgo, desde que se filtre un poquito la información ya a uno lo matan”, advierte.

Así ubicaban al infiltrado y se movían los fajos de dólares

El mercenario continúa su relato: “Cuando salimos ya de haber regalado las armas, ellos ya estaban muy bravos con nosotros, entonces nos dijeron que nosotros teníamos que colaborar para volver a conseguir las armas. Fuimos a Medellín, pedimos armamento prestado a la Oficina de Envigado... Aquí también en Bogotá hemos pedido fusiles y volvimos a entrar como con cuatro fusiles, cuatro pistolas, cuatro metralletas, cuatro granadas y explosivos; ellos nos dieron unas barras de C4, los estopines, nos dieron todo, pero al final los que lo dieron de baja no fuimos nosotros”.

Entonces, por eso, asegura, a pesar de tener el armamento, no fueron ellos quienes ultimaron a Romaña, pues el objetivo era, para él, traerlo vivo. Sin embargo, en medio de la operación, que se dio en una pista aérea, llegó un comando gringo.

La historia del helicóptero que sacó a los mercenarios que habrían matado a alias Romaña

“Fueron los norteamericanos que iban en el mismo grupo mío, no me estoy excluyendo, pero realmente nosotros ni disparamos”, aclara. “Los norteamericanos, cuatro comandos norteamericanos, muy buenos”, especifica.

Pero asegura algo: “Romaña, cuando se dio cuenta, ya tenía la ráfaga encima; Romaña no vio la muerte”.

Cuando mataron a Romaña, un helicóptero llegó al lugar y los llevó a Valledupar. En esa ciudad, cuenta el mercenario, “nos bajamos del helicóptero, entramos a las camionetas, el teniente Wilson Trejos hizo toda la minuta de lo que habíamos regresado”.

Para ese momento, se habían perdido una o dos pistolas, según él recuerda. El teniente les dijo que cuando llegara a Bogotá arreglaban cuentas. Sin embargo, según cuenta el mercenario, el hombre no volvió a aparecer.