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INFORME ESPECIAL

La 'nueva normalidad' que les espera a los colombianos

Mientras no aparezca una vacuna, lo que tardará más de un año, Colombia tendrá que aprender a manejar la pandemia. Qué dicen los últimos estudios acerca de cómo ajustarse a esa nueva realidad.

5 de julio de 2020

Al comienzo de semana generaron gran tensión las visiones opuestas de Claudia López e Iván Duque sobre el manejo de la pandemia. La alcaldesa quería devolverse a una cuarentena estricta para Bogotá, y el presidente se inclinaba por continuar con la apertura gradual de la economía. Se trata de un debate muy complejo, pues cualquier decisión coincide con el momento en que la curva de infección apunta hacia arriba. Los casos en Colombia ya superan los 100.000 y crecen exponencialmente. El jueves llegaron al récord de más de 4. 000 nuevos infectados en solo 24 horas, mientras la cifra de muertos llegó a 170 en un día. A esto se suma que hay muchos más contagiados asintomáticos que los registrados y que la capacidad de hacer pruebas en Colombia ha mejorado, pero todavía es insuficiente.

Además, nadie anticipa que la vacuna estará disponible en el país antes de mediados del año entrante, y entre tanto los colombianos tendrán que aprender a convivir con el virus. La pregunta clave es qué tanto abrir el país para que la economía se recupere sin perder el control del virus. Todas las naciones enfrentan ese fino y difícil equilibrio. 

Para Duque la respuesta es clara: toca abrir. Él resume su posición con la frase “no es una opción viable encerrarnos hasta que aparezca una vacuna”. Y sustenta sus argumentos en la estela de quiebras, desempleo, empobrecimiento, y los estragos físicos y mentales que ha dejado el confinamiento en solo cuatro meses. El segundo trimestre de 2020 ha sido el peor de la historia, y para el año entero los expertos estiman una caída de la economía superior al 6 por ciento.


Lo mejor para combatir el virus es disciplina social, autocuidado y practicar muchas pruebas –bastante más de las 18.000 diarias que se practican en colombia– para detectar a los infectados y aislarlos.

Esa zozobra y el hastío de la gente por el encierro ha llevado a Duque a la difícil pero realista decisión de continuar abriendo gradualmente. La alcaldesa había condicionado su insistencia en la cuarentena estricta a que el Gobierno entregara los 1.000 respiradores que le había ofrecido, de los que faltaban 800. Después de un retraso, está cumpliendo ese compromiso. Esta semana le entregaron 300 más y por ahora hay tregua entre las partes. 

Más allá de eso, solo la disciplina social y los mecanismos de autoprotección permitirán lidiar con la pandemia. A esa fórmula están llegando los países que tuvieron encierros prolongados y ya no aguantan más. Es cierto que en algunos de esos lugares ha habido rebrotes, como recientemente en China, Alemania y Corea del Sur, modelos en manejo de la pandemia. Pero es mucho más fácil controlar estos rebrotes de manera focalizada que encerrar a un país por meses y llevarlo a la quiebra. Precisamente, la alcaldesa de Bogotá está haciendo control focalizado en 134 barrios. 

En toda Europa, el encierro de los meses anteriores y la llegada del verano han flexibilizado las medidas. Francia, por ejemplo, abrió la economía 90 por ciento: todo el territorio es considerado una zona verde, los restaurantes permiten comer dentro y fuera de sus instalaciones, pueden hacerse reuniones de más de diez personas, aunque no eventos masivos.

También están abriendo los almacenes con el requisito mínimo del tapabocas, y el más estricto de sólo recibir al cliente con cita previa. En las calles, por lo general, recomiendan el tapabocas, pero no obligan a usarlo. Sin embargo, el Institute of Labor Economics en Alemania concluyó en un estudio que usar permanentemente los tapabocas en espacios abiertos reduce la tasa de contagios en un 40 por ciento.  


Muchos países que tuvieron encierros prolongados hoy piensan en nuevas formas de distanciamiento físico para reactivar sus economías con el menor número de infecciones.

En Gran Bretaña e Italia, las playas están abiertas y se han abarrotado de gente, como salió en imágenes que circularon la semana pasada y preocuparon a muchos. En Alemania, la Bundesliga juega sus partidos de fútbol a puerta cerrada, permiten los vuelos, y las tiendas están abiertas con medidas de higiene y distancia física. En Italia, uno de los países más afectados, volvieron los cines, las misas y las peluquerías. En Asia, China parece haber logrado controlar la segunda ola con pruebas masivas, cuarentenas de 28 días y el cierre de locales en las áreas afectadas. 

Por supuesto, en ese proceso algún factor se sale de las manos. En Alemania hubo un brote de coronavirus en una industria procesadora de carne, y en Francia, donde las escuelas habían abierto, el presidente Emmanuel Macron volvió a cerrar 70 de ellas por un aumento de contagios.

En Europa y Asia, la nueva normalidad tiene altibajos previsibles, pero la cosa parece hasta ahora estar bajo cierto control. No se puede decir lo mismo de Estados Unidos, donde la pandemia sigue creciendo exponencialmente y muchos estados reversan o posponen la reapertura del comercio y restaurantes, como en California, Florida, Texas o Nueva York.


El riesgo varía de acuerdo con tres factores:  el espacio, el tiempo que dure el encuentro y la distancia entre el infectado y las demás personas.

La ciencia del contagio

Por fortuna, tras seis meses de pandemia los científicos tienen mucha más claridad acerca de cuáles situaciones provocan más riesgo de contagio. Hasta ahora, han repetido incesantemente: limpiar las superficies, los zapatos, la ropa, los víveres, lavarse las manos constantemente, etcétera. Hoy saben que esos cuidados son necesarios, pero que el control de la infección tiene muchos más matices. Los estudios más recientes señalan que las posibilidades de contagiarse por el aire o por contacto con algunas superficies son bajas y que el verdadero riesgo se concentra en las interacciones sociales de persona a persona. 

El tema científico, adaptado al lenguaje cotidiano, podría resumirse así: cuando alguien infectado tose, estornuda o incluso cuando hace actividades aparentemente inofensivas como hablar o respirar, emite gotas de diferentes tamaños que contienen partículas virales. Para infectar se requiere de cerca de 1.000 partículas de virus por minuto. La respiración normal produce más o menos 20, por lo tanto el riesgo es muy bajo; en un salón de clase la cifra pasa apenas de 200, pero a medida que la persona alza la voz el número de partículas aumenta. 

Sorprendentemente, las cifras moderadas de una conversación normal pueden pasar con un estornudo a cientos de miles o incluso a millones en un segundo. Eso significa que una persona que tose o estornuda es muy peligrosa, y para controlar esa expansión, con o sin tapabocas, debe hacerlo contra el brazo a la altura del codo.


Los supermercados y plazas son uno de los lugares con más alto riesgo de contagio en Colombia y el mundo. 

La infección ocurre cuando las partículas llegan a los ojos, la boca o la nariz. Gracias al estudio de varios casos emblemáticos, los investigadores han establecido que el riesgo varía según tres factores: el espacio en que se produce, el tiempo que dure el encuentro y la distancia entre el infectado y las demás personas.

Para medir los efectos del virus en una situación rutinaria en la que solo hay una persona infectada, se ha utilizado el parámetro de un restaurante en Guangzhou, China. El Gobierno de ese país lo tomó como caso piloto y les hizo un seguimiento individual a los que estuvieron en ese establecimiento, para determinar los factores de riesgo. Encontraron lo siguiente: 90 comensales se reunieron a celebrar el Año Nuevo chino a finales de enero. En esa ocasión una sola persona infectó a nueve de ellos. En el momento ese individuo era asintomático, pero más tarde presentaría las señales de la enfermedad. De acuerdo con los investigadores, el paciente estaba en una mesa con otras ocho personas, de las cuales cuatro se infectaron. Los otros cinco contagiados estaban en otras mesas. 

El Gobierno trató entonces de establecer cuánto tiempo había permanecido en el restaurante cada uno de los contagiados. Quienes estaban en la mesa a la derecha del infectado coincidieron con él por solo 18 minutos y eso hizo que solo se contagiaran dos personas de ese grupo. Pero en la mesa de la izquierda, a la misma distancia, se infectaron tres porque estuvieron allí por más de 45 minutos. Según los investigadores, el virus salió de la respiración del portador y se quedó en el aire por un largo rato. El aire acondicionado del lugar hizo recircular las partículas y propició la infección en las tres mesas vecinas. De ahí que ese sistema no ayuda. 


Para evitar el riesgo alto de contagio al entrar en contacto con una persona la conversación no debe durar más de cinco minutos. 

Otro caso emblemático estudiado sucedió el 10 de marzo en una iglesia en el estado de Washington durante el ensayo del coro. En esa oportunidad, los asistentes acordaron no saludarse con contacto físico y mantener distancia prudente. Pero entre ellos había un miembro asintomático que cantó con los demás integrantes durante dos horas y media. Eso fue suficiente para que la gente inhalara las partículas que quedaban en el aire durante ese tiempo. En cuatro días 45 de los 60 feligreses desarrollaron síntomas, dos de los cuales murieron. 

Un caso en Corea muestra cómo la cercanía y el contacto prolongado por días pueden infectar a mucha gente. Sucedió en un call center en Seúl, donde un empleado asintomático llegó a trabajar al piso 11. Había 216 empleados más. En solo una semana 94 de ellos se infectaron. El hecho más curioso es que, a pesar de que los trabajadores interactuaron con empleados de otros pisos, solo se infectaron los del 11. Este caso ha resaltado los peligros de un solo infectado en cualquier oficina. 

Tiempo y distancia

A la luz de estos estudios en un recinto cerrado, un factor externo como la música aumenta sustancialmente el riesgo de contagio. La razón es que la gente tiene que hablar más duro para que la escuchen y eso multiplica en forma exponencial las gotas que quedan esparcidas con carga viral. Esta dinámica de transmisión puede verse también en bares o en restaurantes llenos, donde aún sin música el ruido del ambiente hace que la gente tenga que elevar la voz. Por esa razón, una discoteca es muchísimo más peligrosa que un cine. 


El mundo superó esta semana los 10 millones de contagios y los 500.000 recuperados. 

Gracias a estos hallazgos, las oficinas, los comercios y fábricas se preparan para proteger a la gente de una infección al tiempo que reactivan la economía. Lo sucedido en el call center del piso 11, por ejemplo, ha llevado a pensar que para hacer el lugar de trabajo más seguro es importante controlar el número de personas que van a la oficina, ya sea con turnos o con medidas de protección basadas en distanciamiento entre los puestos de trabajo y, por supuesto, con el uso del tapabocas.

Algunos negocios en el mundo han colocado barreras de plexiglás entre los sitios de trabajo. Varias compañías, como la farmacéutica Eli Lilly, han llegado a medidas extremas como exigirles a sus empleados usar gafas, máscaras y trajes antifluidos. En la mayoría de los casos, sin embargo, las precauciones no son tan drásticas. Además del control por turnos y por distanciamiento, le han dado prioridad a limitar el número de personas que pueden estar simultáneamente en los lugares donde se congrega la gente, como el vestier, los baños y las cafeterías. 

Una ventilación adecuada también sirve. La Universidad de Hong Kong concluyó en un estudio que una medida tan sencilla como tener siempre las ventanas abiertas reduce el riesgo de contagio. Recibir aire fresco diluye la cantidad del virus en el espacio. En los países que tienen estaciones aconsejan no cerrar las ventanas por el frío del invierno ni por el calor del verano. 

Esas mismas recomendaciones podrían servir para los medios de transporte. Estudios hechos en Japón muestran que los trenes, buses y aviones pueden ser menos riesgosos si tienen buena ventilación, si la gente usa mascarillas y si van menos ocupados que antes para asegurar que haya distancia física. En Praga, por ejemplo, las autoridades aumentaron la periodicidad de buses y trenes para que se congestionen menos.


El distanciamiento social y la autoprotección son las únicas defensas contra el virus

¿Será suficiente?

La apertura en Colombia, como dijo el ministro de Salud, Fernando Ruiz, será gradual y para ello diseñan protocolos a fin de aumentar la bioseguridad. El Gobierno apuesta por relajar la cuarentena paulatinamente y hacer campañas de educación para concientizar a los colombianos sobre la mejor forma de cuidarse. Según los expertos, aplicar este proceso didáctico le corresponde por igual al Gobierno y al empleador privado para, de verdad, ganar esta batalla.  

Pero según el epidemiólogo Jaime Ordóñez, sería una falacia decir que con eso basta, porque estas medidas apenas reducen el riesgo, pero no lo eliminan. La única forma de combatir efectivamente el virus pasa por aumentar el número de pruebas. En Colombia hacen aproximadamente 18.000 al día, frente a un ideal de alrededor de 65.000.  De esta forma, considera que la gente debe esforzarse, pero el Gobierno debe tratar de aumentar el número de pruebas. Ello es indispensable para encontrar a los muchos asintomáticos que circulan por las calles sin saberlo y se convierten en los mayores vectores de propagación del virus.

Así, los infectados se aislarían por tres semanas, lo cual rompería la cadena de transmisión, pues, como él dice “La idea no es encerrar a los muchos sanos, sino a los pocos enfermos”. El ministro de Salud anunció esta semana su meta de perfeccionar la vigilancia. Hoy en día por cada contagiado el Gobierno ubica a un promedio de dos contactos. Pero hay que llegar al menos a diez, como en Corea del Sur, para reducir drásticamente la tasa de contagio. 


Los colegios en todo el mundo han empezado a retomar actividades con estrictos protocolos de distanciamiento

No se puede descartar del todo que no aparezca a mediano plazo una vacuna. Al fin y al cabo, enfermedades como el VIH y la malaria subsisten hasta la fecha controladas por tratamientos sin que haya aparecido la vacuna. En este momento, trabajan en ello más de 100 laboratorios farmacéuticos, ocho de los cuales ya están en la fase de ensayos clínicos. Pero puede suceder que en lugar de una vacuna universal aparezcan remedios parciales con diferentes efectos.

La buena noticia es que hoy los médicos cuentan con tratamientos probados científicamente para la covid-19. Drogas como el remdesivir, que sirve para acelerar la recuperación, y la dexametasona, que evita el 30 por ciento de muertes en casos severos, hacen que el panorama no sea tan oscuro como hace seis meses. Otra buena noticia es que en algunas ciudades de Colombia, como Leticia y Barranquilla, la mitad de la gente ya habría tenido la infección, por lo que podría presentarse la inmunidad de rebaño, una especie de vacuna natural. 

Como dice Erin Bromage, el biólogo que se ha convertido en uno de los gurús más respetados de la virología, la gente debe tener presente que la fórmula de contagio está en el tiempo largo de exposición, la proximidad a los demás y los espacios cerrados y mal ventilados, y con base en eso programar sus actividades. Pero nadie puede olvidar hoy que la salud de todos está en las manos de cada uno.