Ciencia
“Propulsores de una nave espacial”: Avi Loeb, astrofísico de Harvard, reveló sus últimas hipótesis sobre el cometa 3I/ATLAS
Se ha confirmado que no hay peligro de impacto, pero tendrá su máximo acercamiento el 19 de diciembre de 2025, lo que permitirá nuevos estudios.
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¿Es realmente un cometa natural o una nave alienígena? Esa es la pregunta que ha marcado los últimos meses de 2025, tras la sorprendente aparición de 3I/ATLAS, un cuerpo celeste que ha despertado todo tipo de especulaciones, teorías y dudas sobre su origen. Las características observadas hasta ahora han hecho que numerosos científicos mantengan la cautela antes de emitir conclusiones.
El descubrimiento ocurrió en julio, y desde entonces los expertos han concentrado sus esfuerzos en estudiar su tamaño, composición, velocidad y, sobre todo, determinar si representa algún peligro para la Tierra. Por fortuna, los análisis han descartado esa posibilidad. Sin embargo, el próximo 19 de diciembre será una fecha clave, pues el objeto tendrá su máximo acercamiento a nuestro planeta, lo que permitirá obtener nuevos datos.
El pasado 29 de octubre, 3I/ATLAS alcanzó su punto más cercano al Sol, momento en que fue observado en tiempo real y fotografiado por astrónomos de todo el mundo. Entre quienes han seguido su trayectoria con especial interés se encuentra el físico Avi Loeb, quien ha propuesto diversas hipótesis, incluida la posibilidad de que se trate de un objeto de origen inteligente.

En su blog oficial, Loeb respondió recientemente algunas preguntas formuladas por el periodista Ivan Petričević, relacionadas con las anomalías detectadas por los telescopios. Según explicó, tras reaparecer detrás del Sol, el cometa mostró una compleja red de chorros que no suele observarse en asteroides comunes, lo que ha reavivado el debate sobre su verdadera naturaleza.
“La serie de chorros colimados en las imágenes postperihelio de 3I/ATLAS se extiende hasta un millón de kilómetros hacia el Sol y tres millones de kilómetros alejándose de él. Podrían generarse por el calentamiento, durante aproximadamente un mes, de bolsas de hielo en la superficie de un objeto natural debido a la luz solar, o por propulsores en la superficie de una nave espacial”, explicó Loeb.
Agregó además: “En el primer caso, la velocidad del chorro sería, como máximo, de unos pocos cientos de metros por segundo mientras que en el segundo caso debería ser de al menos unos pocos kilómetros por segundo”.
Ante el revuelo generado, surgió una nueva pregunta: ¿podrían aparecer más cometas similares? Loeb recordó que antes de 3I/ATLAS se descubrieron dos objetos interestelares: 1I/‘Oumuamua y 2I/Borisov, y que probablemente haya más por descubrir.

“El Observatorio Rubin, financiado por la NSF y el DOE, comenzó a explorar el cielo austral con una cámara de 3,2 gigapíxeles y se espera que descubra varias decenas de nuevos objetos interestelares en la próxima década”, señaló.
El físico subrayó además la importancia de determinar si todos estos cuerpos son simples rocas heladas o si, por el contrario, algunos podrían parecer “pelotas de tenis lanzadas por un vecino cósmico”. También insistió en la necesidad de invertir en instrumentos capaces de detectarlos.
“Incluso telescopios de última generación como estos no detectan objetos que se mueven demasiado rápido (a más de cientos de kilómetros por segundo) o pequeños (menos de 100 metros, el tamaño de un campo de fútbol) dentro de la distancia entre la Tierra y el Sol”, precisó.


