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Luis Miguel Caraballo de Bullenrap.
Luis Miguel Caraballo canta y Juan José Pérez suma sus golpes de tambor en una presentación de Bullenrap. | Foto: Cortesía Bullenrap

Música

Bullenrap en sus propias palabras: cantar y tocar sobre el desplazamiento, la violencia y la tradición de una tierra única

El fundador y la voz de la agrupación de origen liberteño, que lanza su poderoso debut “Los Bullenraperos de Colombia”, ofrece un relato personal sobre sus orígenes en la música y las canciones que hoy entrega, que relatan los descarnados contrastes de los Montes de María, un territorio lleno de tradición y azotado por una violencia insaciable.

Alejandro Pérez Echeverry
7 de enero de 2022

No se ahorra palabras o descripciones en sus letras, por dolorosas que sean, pero este sucreño se asegura de integrar también la luz y el ritmo de su tierra a su música y reflexiones. Es en ese contraste y en la franqueza de expresarlo que yace su poder de mover y de denunciar.

En marzo de 2021, Luis Miguel Caraballo tuvo que salir de su tierra natal, el corregimiento La Libertad, en San Onofre, Sucre, amenazado de muerte luego de denunciar el asesinato del líder indígena Jaime Basilio. El joven artista y líder social narra en su arte lo que ha vivido y, por eso, quien lo escucha vive de cerca ese episodio de desplazamiento. Lo relata en la canción “Vámonos de Pueblo”, que mueve el alma es porque nace de la angustia de la muerte y de la entraña. En ese lugar abierto, el cantante y compositor no teme lanzar puyas a los responsables de situaciones macabras y del abandono de su territorio y de su gente, señalando a aquellos a los que, en sus propias palabras, “les quedó grande la paz”.

La música es su vehículo y su franco mensaje está empezando a amplificarse ahora que con su agrupación Bullenrap lanza “Los Bullenraperos de Colombia”. Su debut discográfico de once temas está marcado por sus letras punzantes y en ráfagas, los coros de las cantadoras Delly Delanois y Juleisy Contreras y un tremendo trabajo de ritmo y percusión de Waidis Ortega, Yoel Londoño y Juan José Pérez. En este trabajo conviven el ritmo, el espíritu, la denuncia, el dolor y el color.

De joven Caraballo presenció cómo, dividida por esos conflictos brutales causados por “ricachones” inescrupulosos, su gente y él mismo le daban la espalda a la tradición de su tierra, que yacía moribunda y ridiculizada. Caraballo sigue viviendo la violencia, nunca se fue realmente, pero ya no ignora esa tradición cultural, musical y humana. Desde que se llaman Bullenrap (querían llamarse Afromúsica, pero la gente los llamaba Bullenrap y así lo asimilaron) esta tradición musical de los antepasados es una fuente de poder e inspiración para su creación y su cruzada presente. Lo cuenta en el relato personal que compartimos ahora: Caraballo empezó en la música gracias al rap, pero entre más cantó y más recorrió sus territorios, más le fue inevitable ponerlo a dialogar con la tradición musical de los Montes de María, de los legendarios cantadores, cantadoras y percusionistas de Sucre y Bolívar.

A su manera, como muchos en los años que han pasado entre 2006 y 2022, Caraballo vivió un proceso que lo llevó de ignorar esas voces de abuelos y abuelas a hacerlas centrales en su inspiración: un punto de partida desde el cual seguir creando y relatando con franqueza lo que es vivir en esas tierras. Es su trabajo debut, Caraballo refleja una voz forjada por años de hacer música y trabajo social e investigativo en su territorio, en el que trató de entender y dinamizar dinámicas culturales, y lo sigue haciendo con iniciativas admirables como los recorridos que hicieron “a pie pelao’” y bautizaron así mismo. Es hora de que, en sus palabras, él mismo explique sus orígenes, vaivenes de vida y muerte y proyectos de vida.

Luis Miguel Caraballo de Bullenrap.
La portada del trabajo hace alusión a los referentes del territorio y se refiere a un paisaje rural porque en primera medida, el álbum narra la cotidianidad, la memoria, la resistencia y la cultura de los habitantes de estos territorios colombianos y sus lazos con África. | Foto: Cortesía Bullenrap

En sus palabras: Luis Miguel Caraballo narra la historia de Bullenrap

Bullenrap inició bajo el nombre Los dioses de Libertad, más o menos a finales de 2006 y principios de 2007. Veníamos de años viendo y viviendo las experiencias de una violencia insaciable en el territorio, momentos muy duros. Nosotros éramos chicos que nos dábamos cuenta del gran olvido en el que estaba nuestro territorio, lo maltratada que estaba nuestra gente, y muchas otras cosas...

Nuestras problemáticas comunitarias nos llevaron a querer plasmar con el arte las realidades del pueblo, contarlas a través del rap. Así empezó el movimiento. Desconocíamos en aquel entonces que teníamos unas tradiciones musicales, dancísticas, rítmicas, sonoras tan importantes como el bullerengue, el sexteto, el son de negros entre otras como la cumbia, la puya... No sabíamos tampoco que nuestros abuelos y abuelas eran grandes cantaores del territorio, que amanecían hasta que el sol nacía, a punta de fogata, tambores, cantos que.. pues... lamentaban las tristezas pero celebraban la alegría, el amor, el territorio y más.

Eso lo desconocíamos. Y pasaron varios años y fuimos participando en varios procesos comunitarios; trabajamos con organizaciones, una de esas se llamaba ‘Colombia Responde’, y allí trabajaba la maestra María Mercedes García Perdomo, y ella llegó con un movimiento del cultura hip hop. Yo hice parte de esto.

En ese entonces en La Libertad no teníamos una agrupación con un sentido, nuestros sueños no eran tan grandes, era algo más comunitario, la idea de poder llegarle a la gente de nuestro pueblo con la música, transformar un poco sus ideologías, sus mentalidades, hacer consciencia... y la verdad esto nos sirvió bastante. Nos llenó de ganas. Y fuimos llevando un proceso más comunitario, participativo, jóvenes se fueron vinculando...

Más o menos en 2013, con mi mamá, nos trasladamos a Cartagena. Habíamos terminado mi bachillerato ese año, yo y los compañeros con los que trabajaba también. La idea era venir a Cartagena e irnos encontrando todos aquí en la ciudad, para trabajar, con la idea de que no se cayera el movimiento artístico. Las cosas no fueron así. En la ciudad las cosas son muy distintas, no estaba acá lo que teníamos en nuestra comunidad. Pasó un año de esfuerzo, tratando de lograr el objetivo, pero no aguantaron más los chicos. La mayoría se fue a prestar el servicio, otros se fueron en busca de otras oportunidades.

Y pues, yo continúe. Desde el inicio de este movimiento artístico he estado al frente. Regresé a mi comunidad. Al no soportar tantos cambios, regresé. Inicié de nuevo, no desde cero porque traía un recorrido de años, pero desde abajo empecé a conformar nuevamente ese movimiento, con otros jóvenes. Llegamos primero a ser 12, luego éramos 32. En las comunidades hay una problemática y es que, como no hay estudios superiores, universidades, nada de eso, la mayoría de los jóvenes que terminan el bachillerato se van, tienen que irse, y cuando encuentran la manera de sostenerse por fuera de la comunidad, difícilmente vuelven para quedarse.

Yo pensé distinto. En Libertad no me dediqué a estudiar, lo mío siempre ha sido la música. Quise hacerlo todo desde mis conocimientos, me dediqué a hacer procesos investigativos en la comunidad, viendo también las problemáticas que ocurrían.

Y cuando se hacían espacios comunitarios, invitaban a nuestros abuelos a participar, y ellos entonaban unos cantos que la mayoría de la comunidad desconocía. A los abuelos no se les valoraba... “Allá viene fulano con su bulla”, se escuchaba, “con esa música para viejos, esa vaina que no sé qué”. Criticábamos lo que hacían. Y no había tambores, su canto era a capela, al aire libre, sin ritmo, sin nada.

Y yo fui uno de los jóvenes a los que le llamó la atención saber qué había detrás de esto. Y fue muy gratificante esa gran duda que creció en mí, y luego en otros, porque nos llevó a hacer un proceso investigativo más amplio a nivel comunitario y territorial. Ahí empezamos a conocer que nuestros abuelos eran cantaores, cantaoras, bailaores, bailaoras, que eran tamboleros, que fueron gaiteros, que tocaban marímbula, ¿si me entiende? Un sinnúmero de instrumentos tradicionales del territorio.

No era como hoy día que colocamos un parlante y listo. No. La música eran ellos, lo hacían todo, cantaban, bailaban, hacían el ritmo. La fogata era súper importante porque, ajá, pocos lugares tenían luz eléctrica. Y ellos, a punta de mechón y fogata pues hacían sus ruedas hasta el amanecer. De ahí se fue desprendiendo que habían unos tambores específicos para los ritmos. Y fuimos adquiriendo más adelante esos instrumentos y acompañando los cantos de los abuelos, y después fuimos aprendiendo el canto de los abuelos, y después aprendimos a bailarlo, ¿me entiendes? Eso fue un proceso magnífico, porque la violencia que hubo en nuestros territorios nos dividió tanto que nos teníamos olvidados como territorio, nosotros mismos: los jóvenes por un lado, los niños olvidados, como siempre y son voz, y los abuelos pues “testarudos y amargados”, viejos... Esos eran los estigmas que teníamos. A los jóvenes se les estigmatizó demasiado porque muchos de ellos fueron partícipes de grupos armados, pero no todo era como uno lo creía. Había jóvenes que hicieron parte bajo amenaza, que hicieron parte de esto obligados. A nosotros nos tocó vivir muchísimos momentos dolorosos. La mía fue una familia desplazada.

Empezamos a conocer que nuestros abuelos eran cantaores, cantaoras, bailaores, bailaoras, que eran tamboleros, que fueron gaiteros, que tocaban marímbula, ¿si me entiende? Un sinnúmero de instrumentos tradicionales del territorio. No era como hoy día que colocamos un parlante y listo. No. La música eran ellos, lo hacían todo, cantaban, bailaban, hacían el ritmo.

Después de haber hecho tanto trabajo comunitario, quisimos ampliarnos más allá. Realizamos una iniciativa que llamamos ‘a pie pelao’, y fue una gran oportunidad porque despertó en nosotros el pensamiento recursivo. Si no tenemos recursos para transporte, tenemos los pies, las carreteras, una carreta, ¿qué tenemos? Con lo que contamos, vamos. Y nos fuimos a recorrer principalmente los pueblos más cercanos. Fuimos a siete comunidades, llegamos al mismo casco urbano. Fue chévere, nos dio pie para confirmar que teníamos un territorio maravilloso, lleno de riqueza, de gente con un corazón inmenso. Lo que nosotros ofrecíamos en las comunidades era música, danza y talleres, para que aprendiera quien quisiera. La verdad, la gente nos brindó su aprecio, posada, alimento.

El primer ‘a pie pelao’ que hicimos fue en 2015, y el segundo fue en 2018. Ese año ampliamos aún más el territorio. Nos vinimos desde la entrada de Pajonal y nos desviamos esta vez hacia Cartagena. Estuvimos en Palo Alto, Maria La Baja, Matuya, estuvimos en Palenque, donde nos reunimos con la maestra Burgos de Las alegres ambulancias y con su comunidad. Fuimos a Arjona y nos reunimos con la maestra Petrona Martínez, estuvimos en Gambote y muchas otra comunidades durante 17 días de caminar. Lo logramos, llegamos hasta el mercado Basurto, aquí en Cartagena, nos sentamos allí, nos comimos un buen sancocho, bacano, relajados, y regresamos nuevamente a nuestra comunidad. Fue maravilloso, y a raíz de todo esto, ya sumaba seis años trabajando con el Ministerio de Cultura, en el programa que se llamó Expedición sensorial por los Montes de María. Yo estaba como formador en la comunidad de Libertad. Allí conocí a Javier Arias, hoy el mánager de la agrupación Bullenrap.

Luego de todo esto, hicimos luego una licencia aquí en Cartagena, fuimos a La Boquilla, ahí conocí a Waidi, a Yoel, a Juan... y ha sido una experiencia maravillosa que nos ha permitido ampliarnos... Somos Colombia y narramos a través de la música de un territorio como el liberteño, en San Onofre, en los Montes de María, pero podemos hacerlo sobre el Catatumbo o muchos otros lugares del país y también abrirnos a un contexto internacional... hacer música para el mundo.

Luis Miguel Caraballo de Bullenrap.
Bullenrap en la Noche del Río en Barranquilla. LLa agrupación está confirmada por Waidis Ortega, Delly Delanois, Yoel Londoño, Juleisy Contreras, Juan José Pérez y Luis Miguel Caraballo. | Foto: Cortesía Bullenrap

Para ese momento, ya no nos llamábamos Los dioses de Libertad. Decidimos que como teníamos una rama cultural, necesitábamos un nombre que se apropiara de eso. De allí nació Afromúsica. El nombre vino originalmente del proyecto de María Mercedes García Perdomo, que era una propuesta de hacer un disco de 11 canciones entre Los dioses de Libertad (nosotros), tres jóvenes y un niño de San Cristóbal, Bolívar, y dos chicas de El Salado. Ahí se grabaron las canciones, y participamos. Pasó algo de tiempo, y ese proyecto quedó ahí, la gente se dispersó, y cuando dimos el paso del rap hacia lo cultural decidimos quedarnos con el nombre Afromúsica. Duramos así un tiempo, pero hace unos cuatro años decidimos llamarnos Bullenrap, así nos identificaba la gente. No nos llamaban Afromúsica, “llegó Bullenrap”, decían.

Hoy, Bullenrap se está ganando un lugar en el corazón de las personas de este país. Donde vamos, conectamos con el público, hacemos contacto, los necesarios y fundamentales. Hemos logrado lanzar nuestro primer álbum.

Para nosotros ha sido fundamental grabar nuestras once canciones, que realmente recogen mucho la memoria individual, colectiva, del pasado, del presente y del futuro como lo soñamos como territorio. Actualmente estoy desplazado por segunda vez, por haber denunciado la muerte de nuestro compañero Jaime Basilio. Esa experiencia de desplazamiento forzado hace parte del álbum, que se llama Los Bullenraperos de Colombia. La canción que representa esto se llama “Vámonos del pueblo” (El conflicto regresó...nunca se fue... les quedó grande la paz).

En otra canción, también intenté plasmar algo de esto, se llama “Jaque Mate”. (La canción abre el álbum, y compartimos algunos de sus versos).

“No puedo morirme en las manos

de aquellos que quieren callarme

para que mañana en el pueblo

ninguno pueda recordarme…”

“La historia se pierde en el tiempo

si no hay quien la pueda contar

la guerra son dos ricachones

sentados jugando ajedrez

tomando del pueblo peones

que a reyes suelen defender”

Jaque Mate, cayó y cayó

otra madre lloró y lloró…

lloró y lloró

“Sacaron la yuca del suelo,

para sembrar quiebra patas

mataron al negro del rancho

y abusaron de sus muchachas

Camuflan al inocente

en el Macondo moribundo

y se muestran como mejores

ante los ojos del mundo…”

“Un pueblo que no se educa

un pueblo sin opinión

un pueblo que está muriendo

como carne de cañón…”

Lo que busca nuestro álbum es narrar no solamente la tristeza sino también pasar de un momento triste a un momento de celebración del territorio. Por ejemplo, la canción de “La Mosquitera”, que es para poder reírnos, para saber que nuestro territorio tiene cosas que, ajá, lo hacen a uno feliz. Otra que se llama “El Parrandero” no narra mi vida, pero sí narra la vida de nuestros maestros, como Miguelito Sarmiento, como José de la Cruz, como Reinaldo Reyes, y sí, muchos otros de nuestros maestros. Con Miguel Sarmiento veníamos haciendo un trabajo de campo, él tiene casi 100 años, no ve, no camina, pero siempre tiene la disposición y el corazón abierto para los niños, los jóvenes y para todo el que quiera aprender en el territorio de sus experiencias. Su papá fue gaitero, su mamá fue una de las grandes cantadoras del territorio.

Percusión, fusión, y voces

El proceso de creación y de construcción ha sido espectacular. Nuestro equipo tiene una estructura instrumental bastante interesante, y dispuesta a ampliarse, abierta a las posibilidades. Nos fascina esto de poner la música en diálogo, los ritmos, el arte a dialogar. No tenemos puertas cerradas a seguir incluyendo, innovando, al contrario, explorar es un o de nuestros pilares: investigar, conocer.

El maestro Yoel Londoño es nuestra batámbora, un híbrido muy interesante. Como su nombre lo dice es una mezcla entre tamboras y batería “normal”. Pero los bombos, los bajos, los hacen dos tamboras super grandes con un sonido particular, muy representativo de lo que hacemos. entro de esta fusión hay un platillo, un redoblante.

El maestro Waidis Ortega se encuentra como Conga alegre, que, como si nombre lo dice, es una fusión entre congas y un tambor alegre. Lo interesante de estas dos fusiones, como la conga alegre y la batámbora, es como sacarles realmente lo que necesitamos, lo fundamental para nuestras canciones. Cómo hacemos que nuestra música surja desde estas nuevas posibilidades. Yoel y Waidis son dos artistas espectaculares, creativos, estudiosos realmente, que le dedican muchísimo tiempo a sus instrumentos, los exploran, los viven, los sienten.

Nuestro maestro Juan José Pérez Benavides es otro duro. A boca llena puedo decir que es nuestro productor, él también imagina toda esa parte rítmica, le da vida a las canciones con lo que propone. Es un equipo muy interesante. Juan es multipercusión, se encarga del tambor llamador, del tambor alegre, y en esa parte como solista, también acompaña y rellena con sus sonoridades. Además del llamador y del alegre, también está en la parte de claves, campanas, de incluir Chequeré. Es el corazón rítmico.

En el tambor batá buscamos que su base rítmica exprese ese ritmo de protesta. Por ejemplo, “Jaque Mate” inicia con el ritmo del cazador, un ritmo que inspira esa batalla que tiene el ser humano, el que lo toca, lo interpreta. Y el bullerengue no es muy distinto, el tambor alegre no es muy distinto, también maneja un lenguaje impresionante.

Y llegamos a hablar del tambor batá. A mí me interesa mucho cómo Bullenrap hace que dialoguen esos instrumentos con la temática del arte. Cómo logramos que dialogue y se entienda. El tambor batá es un tambor muy respetado y muy espiritual, y todo esto tiene un sentido, desde el rap, desde el bullerengue, desde el tambor alegres, desde las tamboras. Siempre hemos sido cuidadosos, y nos sentimos identificados con lo que hacemos porque el lenguaje es unificado. En el tambor batá buscamos que su base rítmica exprese ese ritmo de protesta. Por ejemplo, “Jaque Mate” inicia con el ritmo del cazador, un ritmo que inspira esa batalla que tiene el ser humano, el que lo toca, lo interpreta. Y el bullerengue no es muy distinto, el tambor alegre no es muy distinto, también maneja un lenguaje impresionante.

Y todo lo que estamos haciendo, desde el ritmo, desde la manera en cómo lo bailamos, lo pensamos, es para que los territorios se hallen representados, tengan voz, y se den a conocer sus realidades. Y las bases rítmicas son capaces de expresarlo por su cuenta, pero la letra lo que hace es aclarar el panorama, y ahí también debemos reconocer el trabajo  en la parte de coros de nuestras compañeras, la maestra Delly Delanois y la maestra Juleisy Contreras.

Luis Miguel Caraballo de Bullenrap.
Delly Delanois y Juleisy Contreras suman sus poderosas voces a Bullenrap. | Foto: Cortesía Bullenrap

Queremos continuar el trabajo investigativo de Bullenrap en los territorios, con una propuesta que lleva el nombre “Memorias con voz”. Es una alternativa que va a recopilar el trabajo hecho con “A pie pelao” y “Huellas de cuero”. “Memorias con voz” unirá estas dos, y la propuesta es seguir caminando los territorios, conocer las experiencias con los maestros y las comunidades y hacerlo visible, comunicarlo a través de nuestras páginas y redes sociales. Y que ojalá la gente que nos sigue se motive a visitar los territorios, a deleitarse de ellos, a aprender y a llevar conocimiento.