Televisión
Carlos Calero se confiesa en SEMANA: cuenta por qué se alejó de las noticias y sus roces con Amparo Grisales; “como cantante, la puedo erizar”
Carlos Calero se confiesa: cuenta por qué se alejó de las noticias, sus roces con Amparo Grisales, cuál ha sido su imitador favorito de Yo me llamo y su cuestionada labor como cónsul.
SEMANA: ¿Qué recuerda de sus inicios en el periodismo, de sus épocas como reportero?
Carlos Calero (CC:): Arranqué en octubre del 96 presentando Insignia, un teleinformativo de las Fuerzas Armadas que aún existe. Presenté un casting y me lo gané. Y estando en esas, salió un noticiero, Teleinformativo Señal Colombia, donde buscaban a un presentador de deportes y me postulé. En este espacio, hacía reportería sobre fútbol y otros deportes. Y así estaba hasta que una vez el presentador Jorge Antonio Vega se enfermó y me tocó presentar todo el noticiero. Con el tiempo, Jorge Antonio renunció y me dejaron presentando. Hasta que en el 98 me llamó Yamid para formar parte de Noticias Caracol.
SEMANA: Una de sus grandes inspiraciones fue Pacheco, y la vida los puso a trabajar juntos años después...
C.C: Sí, Fernando González Pacheco fue mi inspiración. Cuando lo veía, de muchacho, en la televisión, decía: “Yo quiero hacer lo que él hace”. Me gustaba su espontaneidad, que no era un presentador, sino un animador. Una persona que hasta se burlaba de sí mismo, eso me causaba admiración. Crecí viendo programas como Animalandia y me imaginaba siempre detrás de la pantalla. Jugaba a presentar con un micrófono imaginario. Y lo alternaba con la música, porque desde niño aprendí a tocar guitarra. Y eso me sirvió para afinar la voz y, sobre todo, perder la timidez y el miedo al público. Lo bonito fue que con Pacheco pude compartir al final de su carrera en Día a Día, cuando hacía sus Charlas con Pacheco, los tres últimos años de su vida.
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SEMANA: ¿Cómo presentador se llegó a quebrar al aire?
C.C: Varias veces. Mientras estaba en Señal Colombia, uno de los grandes directos que hice fue cuando las Farc devolvieron a unos soldados, que eran casi unos niños, en Cartagena del Chairá. Un momento emotivo porque todos teníamos la esperanza de que con ese gesto el país iba a cambiar. Y estando en Caracol me tocó la muerte de Jaime Garzón. Para ese entonces, yo era presentador de los fines de semana. Es de esas noticias que uno no quiere dar y a nosotros nos tocó registrar todo el dolor que esa muerte generó en el fin de semana cuando lo mataron ese viernes. Creo que parte de mi decisión de dar un paso al costado y meterme al entretenimiento es que ya la presentación de noticias me afectaba. Vivía con gastritis, bajo de nota, me afectaba tener que contar muertes de niños en atentados. Llegaba a la casa muy cargado de eso y decía: “Esto no es lo que soñé”. Duré presentando noticias casi cinco años y quería salirme de la rutina de leer noticias en un teleprónter. Y tomé la decisión, ayudado en ese momento por Yamid y Paulo Laserna. Iba a salir el programa Cien colombianos dicen y me presenté al casting. Y ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en la vida.
SEMANA: ¿Disfruta más ser presentador de entretenimiento?
C.C: Totalmente. Si un programa de entretenimiento me divierte, obviamente la gente se va a divertir. Creo que esa es la magia de estos programas: sacan a la gente de sus tristezas.
SEMANA: ¿Fue como una manera de compensar tantas malas noticias que tuvo que dar?
C.C.: Creo que sí, sin duda. Todos los que hacemos entretenimiento sentimos que este país también necesita buenas noticias, en medio de tantos titulares negativos. Decirles que afuera también pasan cosas buenas. A veces me asalta la tentación de opinar en las redes, pero ahora más que nunca pienso que espacios como X muestran la miseria humana. Insultos, irrespeto. No hay debate. Entonces prefiero comerme lo que quiero decir y seguir en mi faceta de presentador.
SEMANA: ¿Cómo aparece en ese camino Yo me llamo?
C.C: Fue en 2019. Estaba trabajando en un programa de noticias positivas en Telecaribe, se llamaba Buenas, y justo me llamaron de Caracol para hacerme la propuesta de presentar el programa. Fue una coincidencia porque cuando salió el concurso, en 2011, pensé que era el tipo de programa que me hubiera gustado presentar, por la música. Y el de arriba me cumplió ese sueño también.
SEMANA: ¿Se le hubiera medido a participar? ¿A qué cantante imitaría?
C.C: Me hubiera gustado imitar a un salsero, un Héctor Lavoe, por ejemplo. Esta temporada me la estoy disfrutando porque hay un participante que lo imita. O me hubiera presentado como un Joe Arroyo o un Diomedes Díaz.
SEMANA: ¿Hubiera hecho erizar a Amparo?
C.C: Como cantante puedo hacer erizar a Amparo. O a lo mejor soy de malas y me saca en el primer filtro, quién sabe.
SEMANA: ¿Qué tan difícil es ‘lidiar’ con Amparo Grisales?
C.C: El primer año fue difícil. A Amparo la conozco desde hace muchos años, pero nunca habíamos trabajado juntos y con ella ha sido un reto complicado y también interesante. Ella viene de todas las temporadas y conoce bien el programa. Algunas veces tuvimos roces, pero soy respetuoso y no voy a discutir con una diva. Ella se ha agarrado hasta con el maestro Escola, que es una institución en la música. Diva es diva. Nada qué hacer.
SEMANA: ¿Cómo logra esa cercanía con los participantes?
C.C: Melina y yo somos como los papás de ellos. Algunas de sus historias me han hecho llorar. Yo les digo: “Este minuto que vas a estar en el escenario es el más importante de tu vida. Ve a brillar en el escenario”.
SEMANA: ¿Así no canten?
C.C: Sí, también los animo. Eso forma parte del show. Y no deja de ser un acto de valentía pararse en ese escenario y cantarle a todo un país.
SEMANA: ¿Cómo lidia con las concursantes coquetas?
C.C: Siempre estoy dispuesto a capotear este tipo de cosas. Este año, una concursante me robó un beso. Se lo conté a mi esposa y nos morimos de la risa. Lo curioso es que unas señoras llamaron al defensor del televidente del canal y se quejaron. Les pareció que la concursante fue muy atrevida. Y se preguntaron qué tenía para responder. Pero la verdad lo tomé como algo que puede pasar en un programa como este.
SEMANA: ¿Cuál ha sido hasta ahora su concursante favorito?
C.C: El Camilo Sesto del año pasado. Fue un gran concursante. Y es un ‘pelao’ que venía luchándola hace rato, desde un pueblo del Eje Cafetero. Recuerdo que en 2019 él ya se había presentado y no pasó del primer filtro. Entonces, verlo ganar después fue una alegría muy grande.
SEMANA: En su carrera hizo una pausa y se dedicó a un oficio bien distinto: el de cónsul. ¿Cómo terminó de diplomático?
C.C: He tenido la fortuna de, paralelo a mi carrera, trabajar en otro oficio del que no hablo mucho y poca gente conoce: preparar a diferentes figuras para hablar en público. Políticos, presidentes de empresas, candidatos. Estando Santos en campaña, para su primer periodo de presidente, me llamaron a presentar un evento en el coliseo El Campín. Después del discurso, él se me acerca y me dice que le gusta mi trabajo y quiere que lo acompañe en otros eventos por todo el país. También trabajé en la campaña de su segundo periodo presidencial. Y cuando ganó, le propuse que él se convirtiera en el primer presidente cuya posesión tuviera un presentador, y le gustó la idea. Y hasta ahora he sido el único. En 2016, RCN comenzó a sacar presentadores y ahí caí yo. Llamé a Santos y le conté que me había quedado sin trabajo. Y fue entonces cuando me propuso ser cónsul.
SEMANA: Pero ese nombramiento levantó una dura polémica en el país...
C.C: Y fue injusto porque me preparé cuatro meses. Hice dos pruebas y en ambas saqué 100 sobre 100. A pesar de eso, mucha gente decía que no reunía las condiciones para el cargo. Y desde el primer día en que me posesioné estaba demandado mi nombramiento. Pero, aprendí todo del oficio: imprimir y sacar pasaportes, hacer un registro civil, sacar una cédula. La gente se imagina que uno mantiene en un club jugando golf, pero no. Como cónsul me reuní con presos que me decían que no conocieron ningún otro cónsul. Me propuse trabajar con la comunidad. Visité 55 cárceles en Estados Unidos. Gente que no sabía que había un consulado con el que podían contar. Para la avalancha de Mocoa, en 2017, logramos, con todas las asociaciones de colombianos en EE. UU., recoger casi 15.000 dólares para la Cruz Roja en Colombia. Y me lo disfruté hasta que me llegó la notificación de que el Tribunal de Cundinamarca me retiraba del cargo.
SEMANA: ¿Le dio duro?
C.C: Fue un año y cuatro meses de un trabajo que me permitió conocer la realidad de los migrantes. Me regresé a Colombia con dolor de patria. No quería ver a nadie. Me encerré en mi casa dos meses y cuando salía a la calle lo hacía con gorra y gafas oscuras. Y era duro porque yo no había robado, no le había hecho mal a nadie, pero tenía rabia en el corazón. Fue en una entrevista con Vicky Dávila que me desahogué y entendí que no había hecho nada malo; por el contrario, hice un buen trabajo.