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Trump le dio una bofetada dolorosa al mundo al sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París, y también rompió el acuerdo nuclear con Irán. Los aliados históricos del Gobierno norteamericano nunca pudieron trabajar en equipo debido a la impredecible diplomacia de Trump.

ESTADOS UNIDOS

Au revoir Donald Trump: ¿Por qué el mundo celebra el final de la presidencia del magnate?

Los líderes democráticos confían en que la victoria de Biden permita dejar atrás el populismo que Trump alimentó desde 2016. Esperan un regreso vigoroso de Estados Unidos a la escena internacional.

7 de noviembre de 2020

El orden de cooperación construido desde la Segunda Guerra Mundial se derrumbó bajo el peso del grito preferido de Donald Trump: Make America great again. En cuatro años, Estados Unidos abandonó el Acuerdo de París sobre el medioambiente, el convenio sobre el programa nuclear de Irán y la Organización Mundial de la Salud. El presidente anunció el retiro de miles de militares de bases en Alemania, quiso dejar Siria a su suerte, y profirió amenazas y críticas sin diplomacia contra dirigentes de varios países aliados, como el presidente francés, Emmanuel Macron, la canciller alemana, Angela Merkel, o el primer ministro canadiense, Justin Trudeau.

Como un paroxismo de ese menosprecio del juego democrático, Trump declaró su victoria en los comicios presidenciales antes del final del conteo de los votos y anunció recurrir a la Corte Suprema para detener el proceso electoral alegando un fraude. Esa maniobra, digna de un régimen autoritario, recordó hasta qué punto el republicano le ha hecho daño a las instituciones norteamericanas, pero también a los valores progresistas en el globo. Como lo resumió Jeremy Hunt, ex secretario de Relaciones Exteriores británico, a la BBC: “Debemos recordar que la reputación de la democracia en todo el mundo está en juego”.

Por ello, un segundo mandato de Trump habría tenido efectos en el progreso de los movimientos populistas en todos los continentes. Sin el magnate, los líderes autoritarios perderán su miembro más precioso. Vladímir Putin en Rusia, Xi Jinping en China, Viktor Orbán en Hungría, Jair Bolsonaro en Brasil y Recep Tayyip Erdogan en Turquía encontraron en la llegada de Trump a la cabeza de la primera potencia mundial una ocasión para legitimar sus políticas nacionalistas.

Trump nunca ha escondido su empatía por los dictadores, como Xi Jinping y Vladímir Putin. En Europa esperan volver a los tiempos de cooperación de la presidencia de Barack Obama con Biden de vicepresidente.

Varios de esos dirigentes iliberales intentaron durante cuatro años asociarse al mandatario norteamericano para existir en la escena internacional y reforzar su imagen doméstica. “Trump solo se preocupa de Estados Unidos. Pero los populistas de derecha europeos han hecho de él su ídolo y han buscado, desde hace cuatro años, encontrarlo para tomarse una foto con él e intentar sacar provecho en sus países respectivos”, dijo Jean-Yves Camus, especialista de los movimientos extremistas del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas, de París, a SEMANA.

Las incontables acusaciones de Trump contra sus detractores y medios de comunicación de lanzar fake news también impulsaron la propaganda que explotan los nacionalistas y diezmaron la confianza en la información divulgada por la prensa. El hecho de que el presidente de 328 millones de personas se niegue hoy a reconocer los resultados de las elecciones legitima aún más a quienes ignoran las reglas democráticas y se aferran al poder.

Joe Biden, por su lado, ambiciona restaurar lo que Trump destruyó durante su mandato. Los expertos consideran que se podría hablar de un éxito si el demócrata logra al menos regresar a la normalidad, es decir, a la época en la que Estados Unidos participaba en el orden global, como lo dijo el candidato en un artículo publicado en marzo en la revista Foreign Affairs: “Durante 70 años, Estados Unidos, bajo presidentes demócratas y republicanos, asumió un rol de primer plano en la redacción de reglas, la realización de acuerdos y en la animación de las instituciones que guían las relaciones entre las naciones y hacen progresar la seguridad y la prosperidad colectivas, hasta Trump”.

Esa visión de los asuntos exteriores se inscribe en lo que sus críticos llaman una política intervencionista. En el caso de Biden, varios ejemplos del pasado muestran que su posición tiene matices. Aunque el demócrata votó por el envío de tropas a Irak, se arrepintió rápidamente y abogó por retirarlas. También se opuso al refuerzo de militares en Afganistán, calificó de precipitada la operación que dio de baja a Osama bin Laden y criticó la injerencia en Libia que finalizó con la caída del dictador Muamar el Gadafi.

Regresar a la escena internacional parece hoy indispensable. Una de las primeras acciones de Biden sería reintegrarse al Acuerdo de París por el medioambiente. En junio de 2017, Trump le dio una bofetada dolorosa al mundo al anunciar la salida de Estados Unidos de este convenio, negociado por 195 naciones en 2015 en París. Biden podría reparar ese error y lograr que Estados Unidos, el segundo contaminador del planeta después de China, reduzca sus emisiones de gas de efecto invernadero.

Estados Unidos también podría volver al Plan de Acción Integral Conjunto, acuerdo firmado con Irán para controlar su programa nuclear y elemento esencial de la estabilidad en Medio Oriente. Washington anunció en mayo de 2018 su salida de este pacto internacional por el cual Teherán había dejado de enriquecer uranio a porcentajes militares a cambio de suprimir las sanciones que pesaban sobre su economía. La decisión de Trump generó importantes tensiones con Irán, sobre todo en el estrecho de Ormuz, pasillo marítimo de barcos petroleros, y enfrió considerablemente su relación con los otros signatarios, es decir, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China.

Normalizar las relaciones exteriores norteamericanas pasará ineluctablemente por reconciliarse con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), considerada obsoleta por Trump. Biden ve esta alianza militar, creada en 1949 en el contexto del inicio de la Guerra Fría, como “la mejor de la historia”. En su Gobierno, el republicano acusó a los países que la conforman de no invertir suficientemente en su defensa. Por ello, anunció a mediados de este año su decisión de sacar 12.000 soldados de Alemania. Pero con el demócrata en la Casa Blanca, los diplomáticos de la organización creen que una cumbre podría celebrarse en marzo de 2021 para corregir pronto las faltas de su predecesor.

Aunque esta voluntad de sacar a Estados Unidos de su encierro diplomático recibe aplausos, Biden enfrentará varios obstáculos. ¿Sus aliados históricos estarán dispuestos a darle de nuevo la mano al Tío Sam? “Para Europa occidental, una victoria de Biden es un motivo de celebración, pero ha tomado conciencia de que Estados Unidos se desinteresa desde hace años del continente. Por ello, los europeos seguirán en la tarea de buscar la independencia militar y económica. No bajarán los brazos en una presidencia demócrata”, dijo a esta revista, desde Nueva York, Romuald Sciora, especialista de la política extranjera norteamericana y autor de varios libros sobre la Organización de las Naciones Unidas.

Una diplomacia más fina en un Gobierno sin Trump no significa necesariamente que las relaciones vayan a mejorar con los competidores de Estados Unidos. Las otras grandes potencias, como China y Rusia, continuarán mostrándose feroces en el plano de la seguridad y del comercio. Por su lado, en Irán, los radicales podrían interponerse en el camino de una nueva negociación con Washington que Biden impulse sobre el programa nuclear. Al cierre de esta edición, Biden era virtualmente el próximo presidente de Estados Unidos. Desde la Casa Blanca, el demócrata enfrentará un caos que el planeta no conocía desde la Segunda Guerra Mundial. Lo esperan crisis económicas y sociales profundas, una pandemia que parece eterna, la agresividad de los líderes autócratas y la violencia del terrorismo. El líder del país más poderoso del globo puede contribuir a una alianza para luchar contra esas amenazas y recuperar el predominio de la democracia.