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Chile: el difícil escenario que espera a Gabriel Boric tras el plebiscito
Gane el apruebo o el rechazo, el gobierno deberá enfrentar cambios y planes que, por su envergadura, podrían poner en peligro la ejecución de su propio programa. Y, además, debe intentar reunir a una sociedad dividida.
Desde que existe el calendario del proceso constituyente en Chile, todas las miradas se centraron siempre en el 4 de septiembre, la fecha en la que la ciudadanía decidirá si la propuesta presentada por la Convención Constitucional es aprobada o no. Pero desde hace algunas semanas, especialistas y dirigentes hablan de una fecha olvidada: el 5. Tan relevante como el día de la votación, la jornada posterior es determinante por distintas razones.
La primera señal de alerta la dio el expresidente Ricardo Lagos, quien llamó a fijar el horizonte en la etapa que viene después de la votación, porque, gane quien gane, el futuro aspecta complejo en términos políticos, institucionales y sociales. A saber: si gana el rechazo parece haber un consenso de que habrá que hacer otro proceso constituyente. Y si gana el apruebo, hay que aplicar las normas transitorias para poner en funcionamiento la nueva Carta.
Ello conlleva negociaciones políticas y reformas en un Congreso que, a la vez, debe aprobar los proyectos prometidos por el presidente Gabriel Boric (socialdemócrata). ¿Tendrá el Ejecutivo tiempo suficiente para impulsar su agenda? ¿Mantendrá su base de apoyo tras el plebiscito? ¿Hasta qué punto la figura de Boric se ve afectada por todo este embrollo? ¿Podrá el presidente reagrupar sus fuerzas tras el plebiscito en caso de triunfo del rechazo, opción apoyada por la derecha?
Gana el apruebo: proceso más viable
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“Tiene que hacerlo”, responde el académico Jorge Saavedra, profesor de la Universidad Diego Portales y doctor en Comunicación y Medios de la Universidad de Londres. “Ahí está su base de apoyo”, explica, teniendo en mente que quedan tres años y medio de mandato. El problema, estima Saavedra, es que “la élite seguirá pegándole a Boric y empujando para que el nuevo proceso sea resuelto por comités de expertos, parlamentarios y una élite que impida grandes cambios”.
Un escenario distinto se vislumbra en caso de triunfo del apruebo, porque la centroizquierda y la izquierda, que han apoyado mayoritariamente esta alternativa, podrán aunarse “en acuerdos transversales y sacar adelante no sólo el proceso de instalación de la nueva Constitución, sino los próximos años de gobierno”.
Una idea parecida expresa el académico de la Universidad de la Frontera y doctor en Estudios de la Comunicación de la Universidad de Leeds Mario Álvarez, quien estima que si gana el apruebo, el camino se facilita para Boric. “Siempre se habla de que la ex Concertación tenía dos sectores, uno más a la izquierda y otro más conforme con la administración del neoliberalismo”, relata. Muchos de estos últimos hoy están por el rechazo. Por ello, si gana el apruebo, Boric podría gobernar con los grupos más izquierdistas de la ex Concertación, “más afines a sus ideas, y también, aprovechar la maquinaria política de esos partidos”.
Gana el rechazo: un Gobierno golpeado
Pero, ¿y si gana el rechazo? “En tal caso el gobierno se vería muy dañado por tres razones”, dice Saavedra. “Primero, su adversario se levantaría con la legitimidad de poner freno a los ánimos transformadores del Gobierno. Segundo, su base de apoyo se vería mermada por las lógicas recriminaciones tras la derrota. Y tercero, la propia gestión se vería condicionada. Al no resolverse lo constitucional, los proyectos originales no podrán desarrollarse como estaba planificado”, explica.
Álvarez, por su parte, ve poco probable “que este gobierno saque adelante su programa, porque tiene dos problemas que quizás no estaban en sus proyecciones: la inflación y la delincuencia. En la medida en que esos problemas no se estabilicen, es muy difícil avanzar en la agenda transformadora que ofrecía”.
Ambos expertos destacan, además, el problema que supone para el debate y la democracia el uso de noticias falsas en la campaña. Álvarez lo ve así: “Si se analizan las mentiras levantadas por el rechazo, todas explotan una pulsión neoliberal sobre lo individual, como el terror a perder la heredabilidad de los fondos de pensiones o la propiedad de la vivienda. Un triunfo del rechazo significaría que, para una gran parte de la población, esos criterios neoliberales siguen siendo primordiales para evaluar su vida, y frente a eso, el programa original de este gobierno siempre será deficitario”.