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Paperos en crisis
Paperos en crisis | Foto: SEMANA

Boyacá

La triste crisis de los pequeños paperos boyacenses

Los bajos precios han obligado a los paperos a salir a las vías prácticamente a regalar este tubérculo. Esa situación los tiene al borde de la quiebra y de perder su patrimonio por deudas.

7 de noviembre de 2020

Desde el pasado puente festivo, los medios han registrado a centenares de campesinos que, apostados a los lados de la vía que comunica a Tunja con Bogotá, ofrecen bultos de papa de 50 kilos a un precio de entre 20.000 y 25.000 pesos. Una verdadera ganga si se tiene en cuenta que en la capital el kilo se consigue entre 1.600 y 2.000 pesos (entre 80.000 y 100.000 pesos el bulto). Todo tipo de viajeros aprovecharon la oferta: familias que regresaban del puente acomodaron hasta dos bultos en el carro; ganaderos compraban varios bultos de papa riche (de baja calidad) a 15.000 pesos para engorde de reses; y hasta dos camiones cargados con maquinaria petrolera que regresaban de Neiva a Tunja compraron cinco bultos a 25.000 pesos cada uno.

Según Roberto Ruiz, miembro de la Asociación de Productores de Papa, Leche y Cultivos de Clima Frío de Ventaquemada (Asopalevent), ese lunes festivo vendieron alrededor de 5.000 bultos. Pero lo que podría ser una buena noticia en realidad esconde la profunda crisis que atraviesan los paperos de Boyacá. “Salir a la carretera a vender la papa nos genera impotencia, es no poder vender nuestros productos a un buen precio, sino a salir a rogarle a la gente para que nos compre un bultico. Es una situación humillante”, dijo Ruiz, quien lleva más de 35 años cultivando papa.

Los pequeños agricultores venden sus bultos en la carretera debido a una fuerte caída del precio, ocasionada, según ellos, por la sobreproducción de esta cosecha, por la papa importada y por la pandemia. Este escenario no es nuevo. Desde hace más o menos 20 años, ellos viven un sube y baja en los precios, en el que a veces ganan y a veces pierden. Pero en esta oportunidad la pandemia agravó el escenario.

Los pequeños agricultores prefieren vender la papa en las carreteras que al intermediario para reducir un poco las pérdidas. Cultivar una hectárea cuesta entre 12 y 20 millones de pesos. En buenas épocas, los obreros que cosechan hacen entre 80.000 y 100.000 pesos al día, pero ahora solo alcanzan apenas a 40.000 pesos.

Los paperos consultados por SEMANA coinciden en afirmar que, en esta ocasión, los cierres de restaurantes y el hecho de que un amplio número de colombianos redujeran su canasta familiar bajaron fuertemente los precios del tubérculo. Según ellos, si hace unos meses los comerciantes les compraban el bulto de papa gruesa a 40.000 pesos, en estos momentos ofrecen 20.000 pesos, que no alcanza para cubrir siquiera la inversión. “Vender un bulto de buena a ese precio no es negocio; entre lo que le pagamos al obrero que la cosecha y el transporte para sacarla se nos van alrededor de 5.000 y 8.000 pesos. Solo nos quedan alrededor de 15.000 pesos, que ni siquiera nos alcanzan para cubrir lo que gastamos en la siembra. Así que nos tocó salir a la carretera para que las pérdidas no sean tantas”, dice don Roberto.

Cultivar papa requiere invertir mucho dinero. De este negocio dependen centenares de familias, repartidas entre las de los agricultores dueños de la cosecha (que por lo general arriendan entre 1 y 10 hectáreas), los administradores, y los que siembran y cosechan. Si los precios del tubérculo son buenos, es decir, entre 35.000 y 45.000 pesos el bulto de papa gruesa, esa cadena dinamiza la economía de estos pueblos boyacenses y de su capital, Tunja.

Pero en esta ocasión la bonanza no llegó. Para cultivar una hectárea hay que invertir entre 12 y 20 millones de pesos y esperar que todo vaya bien para cosechar entre 800 y 1.000 bultos de las tres calidades de papa (gruesa, pareja y riche). A fin de pagar estos gastos, el agricultor pide un crédito al banco o al almacén que provee los insumos con la esperanza de que lo recibido por la cosecha los cubra. Cuando el resultado no alcanza esos pronósticos o cuando el precio es bajo, el papero debe recortarles el pago a los administradores y obreros, pedir refinanciación o vender algún potrero o animales para cancelar la deuda. Así les sucedió a dos agricultores que invirtieron 120 millones de pesos para sembrar 10 hectáreas y perdieron 90 millones. A uno de ellos le tocó vender una parcela, un carro y unas reses.

Para los pequeños paperos cada vez es más difícil sacarle rentabilidad a sus cultivos. Atribuyen su mala racha, por un lado, al Gobierno, que no ha cumplido los compromisos del paro nacional agrario de 2013 y sigue importando papa; y, por el otro, a los comerciantes o intermediarios, que se quedan con la mayoría de las ganancias. Agradecen que el Ministerio de Agricultura les destinara 30.000 millones de pesos, pero lo consideran insuficiente porque eso significa solo 10.000 pesos por tonelada y Colombia produce cerca de 2.800.000 al año. Temen que la mayor parte del dinero se quede en las manos de los grandes productores y por eso piden, entre otras cosas, crear un fondo para estabilizar los precios en el que todos ganen: comerciantes, consumidores y, sobre todo, los agricultores.