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| Foto: Alfonso Reina.

Orden público

Reclutamiento de menores, ¿una guerra perdida?

SEMANA revela cómo los matones de las disidencias de las Farc, con celulares, ropa y sueldos de 2 millones de pesos, manipulan a los menores para obligarlos a cometer homicidios, secuestros y atacar a la fuerza pública.

19 de febrero de 2022

“Hice todo lo que un niño no debe hacer. Utilicé armas de fuego contra otras personas, presencié violaciones de comandantes a niñas y de mujeres a niños. Vi morir a mis compañeros en bombardeos, me robaron mi infancia con engaños y malos tratos”. Andrés* es un fiel testigo de la crueldad del reclutamiento de menores de edad por parte de los grupos armados ilegales en el país. Pasó por las filas de las Farc y del ELN, y hoy ve cómo las disidencias de las Farc siguen reclutando a jóvenes sin piedad para convertirlos en sus instrumentos de guerra.

Los seducen regalándoles un celular, una moto, un arma de fuego o dinero, poco a poco los “empoderan”, con el único propósito de convertirlos en sus esclavos. Andrés reconoce que una cosa es antes de ser reclutados y otra cuando ya forman parte de la organización. “Yo tenía 11 años cuando me hicieron el primer viajado, me enviaron mensajes a través de mi mejor amigo, sabían mi historia. Mi papá y un tío habían sido asesinados por grupos paramilitares, entonces de ahí se pegaron para alimentar mi odio y ganas de venganza”, cuenta.

Pese a su corta edad, sabía que irse a esas organizaciones no le traería nada bueno. Al ver que no caía, el grupo ilegal cambió su estrategia, ya con 12 años, le enviaron a una niña de 15, la guerrilla sabía que a Andrés esa jovencita le gustaba bastante. Ella ya hacía parte de sus filas, y con coqueteos, encantos de adolescente y con la promesa de ser novios, Andrés abandonó a su familia y se enlistó en la guerrilla, “fue mi peor error”, asegura.

En las Farc duró cerca de un año y medio. Allí, vio a sus 12 años escenas que lo marcaron para siempre. Violaciones de sus superiores a las niñas, guerrilleras que hacían lo mismo con los niños, vio morir desmembrados a sus amigos de patrullaje en bombardeos, aguantó hambre, malos tratos y recibió adoctrinamiento. “Me infundían odiar a los que tenían riqueza”, cuenta.

Esta historia de Andrés se sigue repitiendo en las regiones donde no ha parado la guerra, pese a la desmovilización de la entonces guerrilla de las Farc, los menores de edad siguen siendo reclutados de manera descarada por los grupos ilegales llámense disidencias de las Farc, ELN, Clan del Golfo, los Pelusos, no importa el nombre, los llevan como carne de cañón.

El año pasado, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) atendió a 180 niños, niñas y adolescentes que fueron víctimas de reclutamiento. Jóvenes que vivieron lo mismo que Andrés, torturas, malos tratos, abuso sexual y psicológico, además de otras crueldades que se experimentan bajo el mando de matones.

Escuelas del crimen

En el departamento delinquen principalmente tres disidencias que nacieron luego de la firma de los acuerdos de paz, Dagoberto Ramos, Jaime Martínez y Carlos Patiño. Esta última tiene como especialidad el reclutar jóvenes para usarlos en actividades de narcotráfico, extorsión, secuestros y ataques a la fuerza pública. Esta estructura creó una escuela de formación delictiva incrustada en las selvas del norte del Cauca, en donde entrenan a los menores.

Les enseñan cómo se deben parar ante un ataque de la fuerza pública, cómo moverse en el monte para no ser detectados, qué deben responder si son detenidos por las autoridades en medio de un secuestro o una extorsión, cómo fabricar explosivos, y cuáles son labores de campaneros que deben realizar en los cascos urbanos. Muchos de ellos son usados como informantes, los criminales aprovechan su corta edad para no despertar sospechas. Esos centros de formación criminal cuentan con boutiques donde les regalan ropa, relojes y celulares para cautivarlos.

Luego, les hacen firmar un contrato en el que los obligan a permanecer tres o cinco años en la organización con sueldos que van entre 1,5 y 2 millones de pesos, una fortuna si se piensa en que la mayoría tiene menos de 15 años y en las condiciones de extrema pobreza con que se vive en la región.

Además, les ofrecen opciones para ascender dentro de la estructura, pero si no las cumplen los amenazan con asesinarlos o hacerles daño a sus familiares. No tiene alternativa. El contrato se hace entre los menores y los cabecillas, así sucedía con alias Alacrán y alias Juan Carlos, cabecillas de la Carlos Patiño, quienes murieron el 26 de enero en una operación de las Fuerzas Militares, en la vereda Baraya, zona rural de El Tambo, en el Cauca. Estos sujetos, según el Ejército, tenían como principal tarea buscar jóvenes para armarlos y sumarlos a la estructura criminal.

SEMANA obtuvo los videos del funeral que las disidencias de las Farc les dieron a estos cabecillas y donde se observa la presencia de menores de edad reclutados por dicha estructura. En las imágenes se aprecia a niños de 12 años en adelante, aproximadamente, y a mujeres adolescentes tomando licor y llorando encima de uno de los féretros, que es movilizado en una camioneta de estacas por una trocha. De fondo, se escucha música con alusión directa a la guerrilla.

Según cifras de la ONG Tejido de Defensa de los Derechos Humanos, Acin, en 2021 se presentaron 272 reclutamientos y 35 menores murieron durante su permanencia en las filas de las organizaciones criminales. Una tragedia que en cualquier país generaría vergüenza y repudio.

Para Juan Manuel Camayo, coordinador de Acin, las bandas criminales en el departamento usan las condiciones de vulnerabilidad de los jóvenes para someterlos a sus reglas. Asegura que por lo general los jóvenes que ingresan se encuentran entre los 12 y 17 años. Camayo dijo que no es un secreto que las agrupaciones ilegales se aprovechan de la desigualdad social en la que viven los jóvenes, sus problemas económicos y la vulnerabilidad emocional prometiéndoles que sus vidas y las de sus familias van a cambiar si trabajan para ellos.

Por su parte, el general John Jairo Rojas, comandante de la Tercera División del Ejército, dijo que en este momento la estructura Carlos Patiño, la de mayor número de jóvenes reclutados, se encuentra en crisis. La razón, según el oficial, las disidencias no están cumpliendo con sus compromisos económicos, les están quedando mal con el pago de los sueldos a los integrantes de sus estructuras, generando que varios menores que habían sido reclutados se entreguen y cuenten todos los vejámenes a las autoridades.

Según cifras del Ejército, entre 2020 y 2021 más de 900 menores de edad fueron recuperados de los grupos ilegales armados en el país.

Para líderes regionales del Cauca, el Gobierno y autoridades como Fiscalía, Policía y Ejército están en deuda con la infancia del país y no están logrando evitar que se repitan otros casos como el de Andrés. Los niños siguen cayendo en las garras de los matones que se disfrazan de salvadores en regiones con extrema inequidad. *Nombre cambiado por seguridad y por tratarse de un menor de edad.