Empresas
Repensar a las empresas familiares en Latinoamérica
Iván Arturo Quintero reflexiona sobre una cuestión que se vuelve frecuente entre empresarios de diferentes países: la venta entendida como un acto de servicio.
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Las empresas familiares en Latinoamérica viven un momento decisivo. Durante décadas han sostenido buena parte del empleo y la actividad económica en la región, pero hoy se enfrentan a un escenario que exige más claridad, más orden y una visión que trascienda la urgencia del día a día.
La velocidad de los mercados, la irrupción tecnológica y los cambios generacionales han empujado a muchas de estas organizaciones a cuestionarse cómo continuar creciendo sin perder la esencia que les dio vida.
En ese contexto, Iván Arturo Quintero ha introducido una reflexión que se está volviendo frecuente entre empresarios de diferentes países: la venta entendida como un acto de servicio.
Quintero no presenta la idea como una técnica comercial, sino como un enfoque cultural que toca la base misma de cómo opera una empresa.
Para él, vender no es convencer ni presionar. Es servir. Es escuchar. Es entender el rol que la organización desempeña en la vida de las personas que la rodean.
Según explica, cuando una empresa familiar adopta este enfoque, la venta deja de ser la meta y se convierte en el resultado natural de un sistema que funciona con coherencia interna, claridad de propósito y decisiones alineadas con valores que no cambian de acuerdo con la coyuntura.
La perspectiva nace de una observación que Quintero ha repetido en conversaciones con líderes empresariales de Ecuador, Colombia y México. Muchas compañías familiares no tropiezan por falta de oportunidades en el mercado. Tropiezan porque carecen de estructuras internas que les permitan sostener el crecimiento.

Las responsabilidades no están claras, los conflictos entre generaciones se vuelven recurrentes, las decisiones se toman desde la intuición más que desde procesos definidos. En esa dinámica, la presión comercial suele convertirse en una carga que desgasta al equipo y difumina la identidad del negocio.
El enfoque que propone invita a mirar el problema desde otro ángulo. Antes de preocuparse por vender más, las empresas familiares necesitan entender quiénes son, cómo deciden, qué valores sostienen sus acciones y qué tipo de legado desean construir.
Esa reflexión permite ordenar lo que, con frecuencia, se vuelve confuso entre roles familiares y responsabilidades empresariales. Para Quintero, la venta como servicio comienza en ese punto. No puede existir una relación saludable con el cliente si no existe una relación sana al interior de la empresa.
Una parte central de su planteamiento gira en torno a la idea de coherencia. Una cultura empresarial fuerte se sostiene en decisiones que se mantienen estables incluso cuando el entorno cambia.
Una estrategia comercial sostenible depende de un liderazgo que sea capaz de inspirar, no desde la autoridad, sino desde el ejemplo. Para las empresas familiares, donde los vínculos emocionales y los lazos históricos tienen tanto peso, esta coherencia se vuelve especialmente relevante. Cada decisión repercute no solo en los números, sino en las relaciones que han acompañado al negocio durante años.
Quintero insiste en que el reto para la empresa familiar no está únicamente en crecer, sino en profesionalizar sin perder identidad. Las nuevas generaciones llegan con inquietudes y expectativas distintas, en ocasiones alejadas de las tradiciones que dieron forma al negocio.
Encontrar un punto de encuentro entre ambas visiones es uno de los desafíos más complejos. La venta entendida como servicio funciona, en este sentido, como un puente. Es un recordatorio de que la empresa existe para aportar valor a las personas, no para perseguir métricas vacías.

La llegada de esta reflexión a Ecuador y Colombia ha puesto sobre la mesa una conversación más amplia. Muchos empresarios familiares buscan orden y estructura, pero desconfían de los modelos que prometen soluciones inmediatas.
Quintero plantea lo contrario. Ningún proceso que aspire a la trascendencia puede construirse desde la prisa. Las empresas familiares necesitan herramientas que las ayuden a tomar decisiones más conscientes, más alineadas con su propósito y más sólidas para sostenerse en el tiempo.
La venta como acto de servicio se convierte así en algo más que una idea. Es una invitación a replantear la manera en que las empresas familiares se relacionan con su entorno.
Implica mirar más allá del trimestre y preguntarse qué tipo de impacto desean dejar en su comunidad y en quienes forman parte del negocio. Implica reconocer que los principios no envejecen y que, cuando se aplican con consistencia, permiten que una empresa trascienda generaciones.
